Para comenzar, situarnos en la editorial que elige Ricardo para este libro. Topia es un lugar. Lugar donde el Psicoanálisis se encuentra con la sociedad y la cultura, con otras disciplinas y con otras corrientes de lo Psi.
Ricardo, que se manifiesta aquí un incansable y curioso viajero por diversas identidades teóricas, integra, al modo de uno de esas tortas de especies y frutas que logra un sabor propio, que es bien diferente a lo que cada ingrediente sabe. Pero a la vez nos cuenta la proveniencia de cada ingrediente.
Pero además de este curioso investigador que viaja, disfruta, toma, se apropia y metaboliza, se revela un escritor que produce con continuidad. Este libro, es una serie de artículos basados en presentaciones, en congresos o publicados en diversas revistas de nuestro país o uruguayos.
Este escritor está muy interesado en transmitirte experiencias y conceptos.
Es un mérito del docente que hay en Ricardo: te brinda herramientas en forma de preguntas, de revisión de sentidos congelados que te abren caminos para tu clínica. Te presenta autores, y te invita a recorrerlos.
No casualmente está dedicado el libro a sus maestros. Yo elijo recortar, para compartir con ustedes, algo de la transmisión de conceptos propios y herramientas para la clínica.
Para avanzar en esta línea, quisiera contarles primero cómo lo conocí a Ricardo.
Hace 8 años, en el 2009, cuando todavía resonaban algunos de los efectos más aplastantes de la dictadura en la clínica hospitalaria, lo invite a Ricardo a supervisar los grupos terapéuticos de Adolescencia en el Hospital de Niños. Si bien en la dictadura nunca se habían interrumpido del todo, como en otros hospitales, estaban bastante devaluados y había pocos.
La crisis del 2001 había destruido, a través de la exclusión laboral, muchísimos lazos no sólo laborales, también familiares y de otras pertenencias, y el hospital público ofrecía una gran potencialidad para el trabajo clínico en dispositivos grupales. Pero era difícil entusiasmar a los terapeutas, y un grupo de nosotros queríamos impulsar la formación de los jóvenes en estos dispositivos grupales.
Allí llegó Ricardo, munido de sus recursos gestálticos y psicoanalíticos de biodanza y deleuzianos, pero más allá de eso, con sus propios recursos, sus metáforas, cómo la de la pizza y el fueguito para distinguir los 2 métodos de pensar un grupo. Llegó a sacudir estructuras que parecían inamovibles. Jóvenes pidiendo formarse, hacer la experiencia de grupos.
Hoy, 8 años después, leo “De aceptación amorosa y otros ensayos sobre la clínica” que fue escrito a lo largo de esos mismos 8 años, y encuentro un material que integra estas líneas de trabajo clínico con su fundamentación.
El capítulo que Ricardo reconoce como bisagra, es el que le da el nombre al libro y en el que él plantea su posicionamiento clínico. Él lo menciona como “dejar los lugares teóricos de adscripción, enunciadores de mandatos de maestros y teorías, para que estos devengan en interlocutores y vayan reemplazándolos”, nutriéndose en la propia experiencia o “Donde el maestro era el terapeuta debe advenir”. O “en el lugar que su grupo de pertenencia legitimaba debe cada terapeuta advenir” Y es así el trabajo de Ricardo legitimándonos.
Y es así como crea su concepto de aceptación amorosa y su posicionamiento clínico frente a él, o sea, cómo lo usa, cómo lo aplica a la clínica y su diferencia con su contrario: la negación morosa.
No les quiero contar mucho acerca de este concepto porque no quisiera interferir en el proceso paulatino con el que Ricardo lo va presentando.
Les cuento solamente, que él empieza diciendo: “La aceptación amorosa se siente. No es una idea, no viene de la razón, ni de la voluntad ni del deber ser, ni de la palabra de alguien que es una autoridad”.
Y les adelanto que es un acontecimiento que produce un afecto importante: a través de la aceptación del otro de un aspecto mío rechazado por mí, termino pudiéndolo integrar. Pero es mucho más que eso.
Me animaría a reconocer allí una cercanía con Winnicott y, tal cual Ricardo lo menciona con Baruch Spinoza con respecto a la potencialidad de producir pasiones alegres.
Allí dice: “Podría resumir el trabajo clínico en lograr que el río, la vida, la energía estancada, vuelvan a fluir… hacia el otro; y nada más”
¿Qué hacer con la crítica que se mete por todos lados? Inhibirla no alcanza. Hay respuestas en este concepto de aceptación amorosa.
Fíjense esto: “Valga diferenciar el estar sólo del estar disponible. Estar solo no habilita a un encuentro, a un contacto. Estar solo habla de un estado más que de un modo de estar, deseante, no ocupado, abierto al devenir. Aquel que se halla solo tiene una figura previa, la del modelo hacia el cual se dirige, que impide ir al encuentro disponible, y esa falta de disponibilidad empobrece, restringe, impide el contacto”
Otro capítulo, que les cuento fue de mis preferidos: Crónicas de un trabajo artesanal.
Es una terapia de pareja desde la perspectiva de la Gestalt con gran riqueza de reflexiones y recursos técnicos, la inclusión de lo que les sucede subjetivamente a cada uno de los terapeutas de la pareja terapéutica, en coautoría con Mónica Dziubek. Destacaría cómo ofrecen los terapeutas un ambiente y una presencia que le posibilite a la pareja, contactar con su dolor y su vulnerabilidad por el suicidio de una hija.
Cómo realizan el trabajo que llaman “descronificación de un duelo”. “Presentificar la emoción - eje de la terapia gestáltica – que antes se hallaba cronificada”
Luego, ir al foco en ver si quedaba algo pendiente con esa hija para cada uno. Pasar de la culpa a la responsabilidad.
Luego, cómo trabajan la resistencia de la pareja a la medicación relatando su posicionamiento clínico y diferenciado indicación, de propuesta terapéutica”. Muy interesante.
En otro capítulo que me gustó mucho, y con esto concluyo, trabaja al modo de una filigrana, las distintas modalidades de cierre, cortes, despedidos y retirados de cada paciente respecto de su terapeuta. Recorre cuatro tipos diferentes de cortes: como desgarro, como deshilachamiento, como despegue y como desaprobación.
Y nos dice: “si el corte es un acto, el cierre es un proceso que implica determinadas tareas. Les cuento algunas: asumir el fin, dar agradecimiento por lo recibido, poder estar satisfecho por lo dado, blanquear, romper o cancelar las facturas pendientes, readquirir los roles que se habían depositado en otras personas; transitar por los diversos estados emocionales y afectivos que produce y producirá la pérdida, y por último, reconocer tanto el valor de lo a perder como el dolor de dicha perdida”
Así trabaja Ricardo. Con un fluir constante de recursos, reflexiones, conceptos, que en este libro se despliegan ampliamente.
En las supervisiones cada uno de los presentes (a veces son alumnos de la facultad), son interlocutores y están invitados a participar activamente, no como observadores.
Así se siente el lector de “Aceptación amorosa”
Muchas Gracias Ricardo.