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“Comunidad y Vulnerabilidad”

 

Introducción

El trabajo en el ámbito comunitario nos sorprende, nos cuestiona, nos obliga a replantearnos nuestro quehacer, nos posibilita una nueva mirada y escucha, dado que en él se genera una complejidad diferente de la que se vive a diario dentro del consultorio. Ocasionándonos, tal como si fuera un caleidoscopio, una multiplicidad de sentidos, de atravesamientos. Ya no solo nos interesa el mundo interno para poder entender al sujeto, con su padecimiento, con sus malestares, ahora debemos atender también el afuera, su entorno, su cotidianeidad.

Parte de esta experiencia es la que intentaremos trasmitir con el presente trabajo; trabajo que no desea ser terminado solo en su lectura, sino que intentará ser un punta pie para generar nuevos cuestionamientos para los que se animen a vivir la experiencia comunitaria.

Vulnerabilidad y factores incidentes.

Comenzaremos por la idea de vulnerabilidad, concepto muy utilizado en la actualidad. Se trabaja con poblaciones  vulnerables, en contextos vulnerables, con niños/as y adolescentes en situación de vulnerabilidad.
Pero ¿que se quiere decir con esto?, ¿vulnerables para quien o desde que mirada?

Detengámonos un momento en este concepto, vulnerable (Real Academia Española, 1992) proviene del latín “vulnerabilis”, es un adjetivo que da cuenta de aquellas personas que pueden ser heridas, ya sea física o moralmente. Dicha acepción se ha ido extendiendo desde lo individual a lo grupal, a los colectivos, a la comunidad. Cobrando otras áreas del individuo, en donde se plantea la existencia de esta a nivel psíquico, cultural, de contexto, según la etapa evolutiva, en donde niños/as y adolescentes son considerados como más vulnerables.
Esto nos permitiría decir que todos hemos sido y seremos vulnerables en algún aspecto y momento de nuestras vidas.

Lo que nos lleva a cuestionarnos que se quiere decir cuando se plantea la necesidad de trabajar con poblaciones vulnerables, porque es que los gobiernos generarían planes y proyectos para su abordaje.
Para reflexionar un poco más en este cuestionamiento se hace necesario incluir el concepto de “factor de riesgo” (Donas Burak, 2001).Término tomado desde la biología, mas precisamente desde la epidemiología, y que se ha ido extendiendo a otras disciplinas. Entendiéndose como aquellas “características detectables en un individuo, familia, grupo o comunidad que ´señalan´ una mayor probabilidad detener o sufrir un daño” (Donas Burak, 2001, p. 490). Ejemplos de ello serían: familias con pobres vínculos entre sus miembros, violencia intrafamiliar, pobre imagen de si mismo, pertenecer a un grupo con conductas de riesgo, deserción escolar, proyecto de vida débil, fragilidad yoica.
Debemos tener en cuenta que estos factores en la mayoría de los casos preceden a los sujetos, dado que pueden encontrarse en el entorno, en la cotidianeidad en donde se desarrollen.

Al mismo tiempo, existirían otros factores que serían capaces de contrarrestar el riesgo y por ende reducir la vulnerabilidad, los “factores protectores” (Donas Burak, 2001) estos permitirían favorecen el desarrollo humano, el mantenimiento de la salud, generando un mejor bienestar.
En el individuo serían la fortaleza yoica, el buen humor, tener proyectos de vida, entre otros; los cuales se apuntalarían (Kaës, 1991) en aquellos existentes en la familia y/o comunidad, como serían una familia estable, contenedora, donde se brinde una adecuada comunicación entre sus miembros, un buen vínculo, un apego seguro; y desde la comunidad podríamos encontrar referentes positivos, instituciones, el formar y pertenecer a redes sociales (Dabas, 1993), entre otras.

 

Vulnerabilidad y Políticas sociales.

Conjugando estos factores con la vulnerabilidad, nos permitiría acercarnos a plantear que se trabajaría mayormente en el ámbito comunitario con aquella población que se encuentra mas expuesta a situaciones de riesgos, y que por la vulnerabilidad que presentan, no tendrían la capacidad de hacer frente y superar las adversidades que se susciten, ya que los factores protectores que permitirían un mejor desarrollo de los sujetos no se encontrarían presentes de forma adecuada.

Es por ello que podemos considerar que se plantean diversas estrategias de trabajo en donde se relacionaría lo comunitario con la vulnerabilidad.
Estrategias estas que en muchos de los casos se podría suponer que fueron pautadas detrás de un escritorio, con información de censos anteriores, desde una mirada un tanto normativa, olvidándose cuales van a ser los destinatarios reales.

“Los modelos neoliberales apuntan a la construcción de un sentido común legitimado, sobre un substrato de la normalidad, es decir, un sentido común que acepte esta sociedad como algo natural e inmodificable, quedando sólo lugar para la adaptación a la misma. El conformismo generalizado está estrechamente vinculado con un naturalismo impuesto.” (Rebellato, 2000, p. 25)

Bajo estas condiciones se corre el riesgo de que los proyectos fracasen porque no son sentidos como propios, porque las necesidades en la comunidad son otras, porque las realidades han cambiado.
Estos aspectos se van visualizando en los propios vecinos y vecinas que muchas veces se ven violentados con el hecho de que van apareciendo nuevas caras en sus barrios, sin tener en claro para qué o por qué, surgiendo cuestionamientos tales como “¿uds. son los que van a continuar el trabajo de los otros…? ¿de que institución son, del MIDES, de la Intendencia, de que O.N.G.? ¿Qué nos traen? No queremos más nada, todos vienen y prometen y después no hacen nada.”

De esta forma van apareciendo reclamos, desilusiones, proyectos que se comenzaron y nunca terminaron, que desparecieron sin saber porque, o incluso proyectos que continuaron los propios vecinos y al tiempo cayeron porque no sabían como sostenerlos, porque nadie venía a ver como iban.

Vamos viendo como desde las políticas sociales, se ha caído muchas veces en una mirada y accionar paternalista y asistencialista, que no le ha permitido a los sujetos apoderarse, apropiarse, de herramientas para alcanzar una mejor calidad de vida.
Con lo que se colocaría al otro en un lugar de más vulnerabilidad, no logrando visualizar las fortalezas que tiene, a tal punto que se llegaría a desvalorizar sus  conocimientos, descalificándolo.

“Colocan al sujeto en una alternativa en la cual, o bien se somete y se identifica por completo con el objeto del deseo del otro, o bien  rechaza toda dependencia y abandona así por entero la relación, con todos los daños consiguientes. En ambos casos se ve profundamente afectada la fiabilidad de la relación con el medio circundante.” (Roussillion, 1991, p.36)

Las políticas sociales generarían en base a estas condiciones meros “injertos” de lo esperable, de lo correcto, desconociéndose las singularidades.
Injertos estos que terminan cayendo porque son rechazados por las personas, por el propio cuerpo, porque no son sentidos como propios, quedando una nueva herida abierta y descubierta, generándose un nuevo daño.

En contraposición, observamos otros casos donde comienza a utilizarse otro modelo de intervención, que permite la participación activa de la ciudadanía, en donde vecinos/as y técnicos se sientan juntos a dialogar, a planificar, a visualizar las necesidades cotidianas, co-construyéndose demandas que sean sentidas como propias para y desde la comunidad, va apareciendo el sujeto deseante.
Modelo que se va acercando a la “Ética de la dignidad” propuesta por Rebellato (2000) planteando que: “Ser digno es exigir el reconocimiento como sujetos, reencontrarse consigo mismo, confiar en nuestras propias capacidades y potencialidades de vivir y de luchar (…). Una ética de la dignidad se construye desde las identidades y los lazos comunitarios.” (p. 29-32)

 

Nuestro quehacer en la Comunidad

Y nuevas preguntas se vislumbran ¿Cómo se irá conformando nuestra labor en la comunidad? ¿Qué espacio tiene lo psíquico dentro de la ella? ¿Qué elementos debemos tener en cuenta? ¿Cómo nos atraviesa la vulnerabilidad?

Aquí, en estos espacios, en donde los conflictos se basan mayormente en lo cotidiano, en el presente, en aspectos que responden a necesidades más concretas, básicas en muchos casos.
Comenzamos por evaluar que se tiene y que es lo que falta, cuales son las fortalezas posibles, que dificultades encontramos, donde hacemos foco, teniendo en cuenta la complejidad existente, la multiplicidad de atravesamientos, los espacios disponibles, la realidad del otro, su subjetividad.

Es así como el consultorio va quedando chico, las paredes se nos caen, el horizonte se amplia. Reencuadramos, encuadramos, corremos el riesgo de volvemos cuadrados y un día nos sorprendemos trabajando en un patio, en la cocina de un vecino, en el salón comunal, en la ventanilla de una policlínica, caminando por la calle, sentados en una plaza, jugando.
En los “intersticios” al decir de Roussillion (1996), espacios estos de paso, extraterritoriales, pero donde se comienzan a denunciar muchas veces situaciones que hacen a los conflictos, a los malestares de los sujetos, en donde encuentran mayor libertad para ponerlos en palabras, o mostrarlo a través del propio cuerpo o del espacio, en lo más tangible. En este lugar, pasamos a realizar intervenciones, pensar con el otro, transformando este intersticio en un puente, en un nuevo dispositivo de trabajo.

El encuadre (Bleger, 1984) aquí va cobrando una nueva dimensión, desaparece la fijeza del espacio, los tiempos se relativizan, ahora también nosotros pasamos a ser vulnerables, con falencias,  no tenemos la materialidad que nos pueda sostener, pasamos a estar en la intemperie. Las constantes del encuadre que nos sostiene son aquellas que hemos internalizado, que van con nosotros, aquellas que no desaparecen por lo material, nutriéndose tanto de la teoría a la que adherimos, como de vivencias anteriores.

El trabajar en equipo…

Va desapareciendo la soledad del consultorio, pero se hace visible la complejidad del trabajar con otros, va surgiendo el equipo de trabajo, que por momentos consigue transformarse en trabajo en equipo, logrando entonces articular, coordinar, generar un trabajo integrado; esto lleva a que se generen nuevos debate, discusiones, intercambio de saberes y opiniones, desde donde se mira, que se espera, cuales son los parámetros a seguir.

Paulatinamente se comenzarán a visualizar las fisuras del equipo, la necesidad de contención, las implicancias, la transferencia y contratransferencia desde y hacia la comunidad y también entre los mismos integrantes, que se irán constituyendo en nuevas variables a considerar al momento de trabajar con la comunidad.
Variables estas que de no ser tenidas en cuenta, de no poder visualizarse, podrían transformarse en vulnerabilidades inconscientes (González Regadas y cols., 2003). Las cuales en algunas ocasiones podrían contribuir a la actuación, al acting out,por parte del equipo.
Esto llevaría a que se generen salidas rápidas ante las dificultades que se presenten, salidas que se terminan repitiendo ante cualquier dificultad, no logrando innovar, careciéndose  de flexibilidad.
El equipo también se va volviendo vulnerable, ante lo cual se defiende, negando, proyectando, huyendo, escindiéndose e incluso enfermando.

El poder los ha corrompido, la pulsión de dominio (Freud, 1920) ha encontrado su meta, su satisfacción, tornándose altamente sádica por momentos, cayendo en algo perverso en donde el otro es tomado como una cosa, como un objeto, sin voz, ni voto, sin afecto. Se decide por él, se lo manipula, se lo vuelve a colocar nuevamente en el lugar del pobre, el marginal, el sin sapiencias.
Quienes venían a ayudar, a facilitar, a generar aperturas, ahora se han tornado en seres destructivos, volviendo una y otra vez al punto de origen, no generando nada diferente o fortaleciendo las vulnerabilidades existentes. Tanatos ha encontrado su lugar, y tienta a volver a lo inorgánico, al principio de nirvana (Freud, 1920), en donde ya no pasa nada, en donde el sufrir del otro ya no afecte.
Lo que se irá viendo también entre los integrantes del propio equipo a través de discusiones, desencuentros, malos entendidos, ya que no se logra pensar en lo que esta sucediendo, que aspectos se están movilizando, hacer contacto con la frustración y la angustia que puede estar ocasionando el propio trabajo, al entrar en contacto con la realidad que se vive en la comunidad muchas veces, con las carencias que se suscitan, con las situaciones que se escuchan.

Se hace necesario que también el equipo comience a gestar un lugar donde poder trabajar lo que le sucede, tomar conciencia de aquello que no se nombra, de los propios afectos, de la angustia que se intenta negar, reprimir.
Es necesario quebrar la quietud, generar movimientos y engancharse de esta forma a la vida, que permita crear nuevas posibilidades, continuar construyendo.

 

La Ética al servicio del trabajo en la comunidad.

Entonces ¿de qué herramientas nos valemos en estos espacios para no quedar atrapados y paralizados ante tales situaciones, más aún cuando pensamos que íbamos a trabajar con la comunidad y debemos también trabajar con el propio equipo aspectos de orden inconsciente?

Además de algunas de las herramientas que ya fueron explicitadas, se le va sumando al trabajo comunitario un nuevo desafío, el aprender a manejar los principios éticos (Franca Tarrago y cols., s.f.), aspectos que se irán transformando en un aporte válido y muy necesario en este ámbito, ya que nos permite ir abriendo, complejizando, no quedarnos con lo obvio y pensado, ir un poco más allá, preguntar los por qué, los para qué.

En estos espacios como ya hemos mencionado se corre el riesgo de que el otro no sea tenido en cuenta, apuntándose a la normatización, a lo adecuado, por parte de una sociedad, que muchas veces termina borrando las diferencias necesarias, las singularidades, pero generando divisiones más profundas y cayendo en una naturalización, que termina obturando la capacidad de crítica constructiva, como producto del neoliberalismo.

La autonomía(Franca Tarrago y cols., s.f.), uno de los principios éticos, nos permitiría pensar en ese otro como un sujeto autónomo, libre, un sujeto deseante, portador de derechos, de sueños e ideales, que deben ser tenidos en cuenta y escuchados. Dado que es él quien tiene el conocimiento de cuales son sus necesidades, sus malestares y también cuales son los posibles caminos a seguir para alcanzar una solución viable.

 

A modo de conclusión

Con estos aspectos va cobrando un nuevo sentido la palabra “vulnerabilidad”, ya no solo pasan a ser importantes las condiciones de vida que han tenido y tienen las personas que nos consultan, también se debe tener presente los espacios a los que acuden.
Espacios donde podemos estar presentes, brindando nuestra escucha y mirada, desde nuestra profesión, desde nuestro rol, pero con los atravesamientos de la sub-cultura de este lugar, del espacio comunitario, con la singularidad propia de la institución u organización que nos contrata.

 

Lo que nos lleva a plantear la necesidad de tener una actitud y aptitud critica ante los hechos que se susciten en la comunidad, permitiéndonos complejizar y problematizar esas situaciones.
Hemos visto a lo largo de este trabajo que la vulnerabilidad nos atraviesa, no somos inmunes, también podemos sufrir daños y al mismo tiempo también somos capaces de generarlo.  

 

Bibliografía

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Bleger, J. (1984). Simbiosis y ambigüedad. Buenos Aires: Paidós.

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Dabas, E. y Najmanovich. (1995) Redes. El lenguaje de los vínculos. Hacia la reconstrucción y el fortalecimiento de la sociedad. (1ra. ed.) Buenos Aires: Paidós.

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Rebellato, J. L. (2000). Ética de la liberación. Montevideo: Nodan- Comunidad.

Roussillon, R. (1991). Paradojas y situaciones fronterizas del psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu
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Comentarios de vecinos en donde se iba a dar comienzo a un nuevo proyecto.

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2008

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