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El cascabel a Tánatos

 

Este trabajo intenta acercar algunas reflexiones sobre posibles abordajes de las manifestaciones del sufrimiento psíquico autoinflijido, en la clínica de pacientes con predominio de funcionamiento neurótico.

Aspectos teóricos

Me interesa desarrollar la cuestión del superyó y su relación con las llamadas pulsiones de muerte.

Freud instaura una innovadora conceptualización en Más allá del Principio del Placer al introducir la dualidad pulsional: pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Así, el concepto de pulsión de muerte, va coronando el edificio metapsicológico freudiano. El texto es una conjunción original que intenta ubicar, lo que de una manera general se suele llamar lo “negativo”2 (destrucción, sadomasoquismo, odio, distintos modos de desinvestiduras), del lado de la llamada pulsiones de muerte. En el mismo se destaca también el vínculo estrecho entre estas últimas y el fenómeno de la compulsión a la repetición.

Paul Ricoeur3 llama la atención sobre un rasgo genial freudiano que consistió en conectar la teoría dualista de las pulsiones con la teoría de las tres instancias psíquicas: Yo, Ello y Superyó.

Esa conexión es la que podemos constatar cuando Freud en “El Yo y el Ello” se pregunta: “¿no podrán descubrirse vínculos instructivos entre las formaciones del yo, el superyó y el ello que supusimos, por un lado, y las dos clases de pulsiones, por otro?”4

Con la introducción de la pulsión de muerte la que se ve fundamentalmente implicada es la teoría del Superyó. Sabemos que el Superyó, a partir de la identificación con la instancia parental, es el derivado del Complejo de Edipo, y con la segunda tópica se lo ve cercano al Ello, tomando lo compulsivo del mismo. Se observan en el Superyó dos aspectos: por un lado, el normativo e ideal. Y, por otra parte, el punitivo feroz, como instancia catabólica ligada a la pulsión de muerte y al masoquismo.

Conjeturamos un lugar estructural en la subjetividad para el sufrimiento autoinfligido, (masoquismo y sadismo contra uno mismo). Éste sería expresión de un estado infantil originario donde pasividad y masoquismo son sincrónicos

Sobre este último aspecto me referiré en este trabajo.

Conjeturamos un lugar estructural en la subjetividad para el sufrimiento autoinfligido, (masoquismo y sadismo contra uno mismo). Éste sería expresión de un estado infantil originario donde pasividad y masoquismo son sincrónicos.

Jean Laplanche, siguiendo los lineamientos generales de la teoría traumática, plantea el vínculo entre la teoría de la seducción generalizada y la teoría del masoquismo. La teoría de la seducción afirma la inevitable prioridad del otro significativo en la constitución del ser humano y de su sexualidad. Un adulto que transmite un “plus de mensajes” al infans por estar comprometido por su propio inconciente; “…la intervención del otro, necesariamente traumatizante, comporta obligatoriamente, sobre un modo menor muy a menudo -mayor a veces- el elemento de efracción característico de un dolor.”5 Sería ése el basamento donde gravitaría el lugar estructural para el masoquismo en el ser humano.

En consonancia con algunos desarrollos de Nasio6, vamos a hacer ahora un breve y sumamente esquemático recorrido alrededor de las conductas repetitivas no deseadas.

Las mismas (expresadas en conductas compulsivas, distintos episodios de fracaso, adicciones, acciones sintomáticas) pueden ser pensadas como las irrupciones de un magma de protoemociones ocurridas en la infancia, producto de traumatismos y /o microtraumatismos acumulados en el tiempo. El infans, inmerso en esos traumas o microtraumas, tan bien sintetizados por este autor como de maltrato, abuso o abandono, quedó sumido en una paralizante sobrecarga de estímulos que su Yo no ha podido representar ni asimilar.

En esos lugares de maltrato, abuso o abandono, se habrían erigido fijaciones susceptibles de ser tomadas masoquísticamente, que pugnan por expresarse bajo distintos modos

Ese magma de proto sensaciones: mezcla de parálisis, espanto, horror, dolor, y también pasibles de ser capturadas placenteramente, al que podríamos denominar con el término lacaniano de goce, ha quedado fuera del comercio asociativo, y eso es lo que irrumpe en el presente bajo el modo de las repeticiones.

Retomando el sesgo del superyó, en esos lugares de maltrato, abuso o abandono, se habrían erigido fijaciones susceptibles de ser tomadas masoquísticamente, que pugnan por expresarse bajo distintos modos.

Se plantea en la clínica el enorme desafío de bordear esas zonas que han quedado fuera del comercio asociativo, para lo cual las construcciones son un elemento prínceps.

Aspectos clínicos

Se trata de establecer estaciones intermedias, representaciones puente. Las que podrán ayudar a que el paciente pueda escuchar-pensar que hay una “necesidad” en él de padecer o de hacerse sufrir

Me referiré a algunos de los abordajes posibles de la clínica de los sufrimientos autoinfligidos.

Habiendo percibido en la clínica la insistencia de un aspecto masoquista: ¿cómo lo pensamos?, ¿cómo lo ponemos a trabajar? ¿Cómo logramos las primeras implicaciones del paciente que permitan procesamientos sucesivos?

Entiendo que se trata de establecer estaciones intermedias, representaciones puente. Las que podrán ayudar a que el paciente pueda escuchar-pensar que hay una “necesidad” en él de padecer o de hacerse sufrir.

Mayor implicación que se irá logrando en la medida en que el paciente se vaya percatando que el síntoma persiste dado que está fijado a un padecer al que no puede renunciar. Y que aquello que se repite de conductas, estados afectivos o de situaciones ligadas a fracasos es lo no integrado en su interior.

El pasaje desde el paciente que padece un síntoma hasta el paciente implicado y que asocia, no va de suyo. Hay que construir esa transición. Luego advendría el trabajo propiamente per-elaborativo.

Retomando las preguntas que planteaba anteriormente:

Creo que un abordaje posible ante lo que se percibe como situaciones gozantes, son los señalamientos-interpretaciones los que ocupan un lugar privilegiado. Los mismos, en su reiteración en distintas y variadas manifestaciones, van haciendo un camino por el cual el paciente llegaría al puerto de la implicación. (Es interesante destacar que en alemán el término “deutung”, traducido por “interpretación” a nuestro idioma, encierra una connotación de “señalar” que en español no la tiene. Serían “interpretaciones que señalan” y “señalamientos que interpretan”.7

Entonces, habiendo tomado nota psíquica de su necesidad de padecer, advendría luego la pregunta: ¿por qué la fijación a ese sufrimiento? Y la tarea de explorar cuándo se inició, en qué circunstancias, cuáles eran las fantasías o pensamientos no pensados, en qué ocasiones se repite, etc. Es decir, exploraciones necesarias para el trabajo per-elaborativo al que aludimos anteriormente.

Algunos ejemplos clínicos

Mariela se lleva bien con su marido y sus hijos adolescentes. No obstante, suele tener episodios muy sufrientes en los que piensa en separarse. Ocurren cuando al llegar a su casa se encuentra con un “desorden” que le resulta intolerable. Considera que el marido y los hijos no respetan la división de tareas que juntos establecieron. Esto le provoca intenso enojo y sufrimiento.

Con Mariela hemos ido trabajando en distintos momentos lo siguiente: desplazamientos de otros “desórdenes” tanto propios como ajenos que acontecen en su lugar de trabajo, y que inciden negativamente en su crecimiento profesional; la sensación de afrenta narcisista a la que se ve expuesta, pues su marido en el hogar es el que impondría el modo de hacer las cosas; cómo lo actual remite a estados propios de malestar sufridos en la infancia, debido a estados depresivos de su madre en los que se desinteresaba del mundo, de Mariela y de las tareas domésticas, etc.

En la sesión que comento, Mariela hablaba que le había ido muy bien ese día, pues había cerrado la mejor operación inmobiliaria en todo el año, llegando a su casa contenta y con ganas de festejar. Todo se derrumba en el instante en que abre la puerta y encuentra la casa desordenada. Inmediatamente despliega su dolor quejoso.

Fue ostensible cómo la representación del malestar eclipsó al bienestar por el que transitaba. En principio ése fue el punto que trabajamos en la sesión: que “se generaba” espacios de sufrimiento. Como dice Freud en el “Yo y el Ello”: “no quiere renunciar al castigo de padecer”.8

Este tipo de intervención, señalamiento, profundizó líneas fructíferas de trabajo.

A pesar del cuidado que hay que tener con el uso de fórmulas, creo que ciertos señalamientos como: “cómo se repiten esos sufrimientos ¿no?”; o “algo en usted insiste en pasarla mal”, escuchado en transferencia y no desde el peso de admonición superyoica, puede ser muy revelador.

Julio todavía no ha podido contarle a su padre que recientemente inició los estudios universitarios en Producción de Alimentos, proyecto pendiente que era fuente de padecimiento desde hacía muchos años. Según Julio, el tener un título universitario, le produciría al padre una gran ambivalencia.

Comienza la sesión enojado relatando que el día anterior ocurrió otro episodio donde se sintió maltratado por el padre. Dice sentirse “como una mujer golpeada”. El dicho lo sorprende.

También comenta que ese día se había propuesto estudiar porque tenía un examen por la noche y que se encontró agregando tareas laborales para no hacerlo.

Le digo: “esa es la mujer golpeada en vos, la que se deja renunciar a lo que se había propuesto: estudiar.”

Para Julio el punto de sometimiento estaba en que se dejaba molestar por el padre y permitía de ese modo que obstaculizara la ejecución de tareas en la empresa.

Me pareció necesario cambiar el eje de la cuestión: el aspecto “mujer golpeada” en Julio era el no poder sostener su deseo de estudiar. Esta disminución del despliegue de sus capacidades y creatividad, eran la expresión de un aspecto de sometimiento masoquista, ligado, entre otros, a la culpa inconciente de ir más allá de su padre. Sus quejas en relación a la mala relación con este último, cumplirían la función de encubrir ese otro aspecto tan central.

El caso de Julio, en lo relativo a sus limitaciones al crecimiento personal, las escucho bajo la constelación de ideas, no solo referidas al mito edípico, sino a las que giran alrededor de lo intolerable de ir “más allá del padre”, superyó mediante, que abrevan entre otros lugares, en el Mito de la Horda Primitiva, el Parricidio; que es la que Freud da como fundamento de una culpa primordial. Los hermanos deciden matar al padre autoritario que se apropia de los dones y las mujeres. Eso instala la ley en ellos y también la culpa y la ambivalencia.

El mito nos acerca comprensión sobre muchos aspectos de la clínica donde resulta tan difícil ir más allá del padre o, mejor dicho, de la instancia parental.

En Freud mismo, en su carta a Román Rolland de 1936, a sus 80 años, se puede vislumbrar un testimonio de ello. En la carta, le acerca al admirado escritor, como obsequio en la celebración por los 70 años de su natalicio, un recuerdo de 32 años atrás y la significación que le otorga en el momento presente. A los 48 años, estando de viaje con su hermano menor, se les presenta la oportunidad de ir a Atenas y visitar la Acrópolis, lugar largamente soñado, lo que finalmente terminan realizando. Pero no deja de sorprenderse debido a que, en la víspera del viaje, estando en Trieste, casi llegan a desistir de la idea.

Y lo que confiesa, es que ese antecedente, junto con una sensación semejante a una despersonalización que le advino al encontrarse en la Acrópolis, lo llevaron a pensar que era por “piedad” al padre que casi desiste de su deseo. “Parece como si lo esencial en el éxito fuera haber llegado más lejos que el padre, y como si continuara prohibido querer sobrepasar al padre.”9

Hasta ahora venimos trabajando sobre cómo, en ciertas ocasiones, pensamos el abordaje de los sufrimientos autoinfligidos. Mencionaré ahora otras dos perspectivas:

La primera es la de sondear la sesión en sí, pero no en relación a los contenidos, sino a los cambios sutiles que se dan en ella.

Ygor está relatando el tan esperado y temido encuentro con un referente laboral del cual depende la aceptación de un proyecto, el primero propio que está queriendo llevar adelante.

Es un hito en su vida. Yo lo celebro. De pronto se queda callado, aparece una sombra de preocupación en su rostro. Dice: “si tuviera que decir cuál es la felicidad diría que es hacer este proyecto y que Luciana me llame.”

Luciana, un gran amor mutuo cuatro años atrás, devino, a su pesar, en un amor no correspondido, trabajo de duelo que ha ocupado gran parte de nuestra tarea en los años subsiguientes y que ha permitido que pudiera ir catectizando nuevos vínculos amorosos.

¿Cómo es que pasa en un instante del festejo recién iniciado, a ensombrecerse así? No se trataba del dolor de estar solo y no tener compañía con la que festejar. Tampoco de la victimización y beneficio secundario que la muerte prematura de su madre le produjo, aristas que habíamos trabajado durante el proceso. En esta ocasión me parecía que lo más importante era que se diera cuenta de esta secuencia que se daba en la sesión. Yo le señalo el cambio que hubo, cómo fue habitado por otro aspecto que lo ensombrece. Describo la secuencia de asociaciones en que contaba ese logro tan largamente esperado, y que a continuación el pensamiento que aparece es el de algo que produce abatimiento.

Es en el devenir de sucesivos “darse cuenta” en el aquí y ahora de las sesiones, como puede Ygor “tomar contacto con” este aspecto masoquista.

Y el análisis continúa.

Paul Federn,10 es un autor que indaga sobre los cambios de forma dentro de las sesiones. Da mucha importancia a la noción de frontera, como algo que permite poner en conexión dos o más aspectos. Según él, las fronteras del yo están en cambio perpetuo. Y estas variaciones aparecen en cada persona según los momentos. El psicoanalista tiene que estar atento, en las sesiones, no solamente al contenido y al estilo de las asociaciones, sino a las fluctuaciones del yo del paciente. Tiene que localizar los momentos en que éstas sobrevienen y desarrollar en el yo del mismo una conciencia suficiente de las modificaciones de las fronteras en su propio yo.

Es lo que el analista percibe del paciente en sus tonos, expresiones, modulación, intensidad de voz, gestualidad, silencios y secuencias de ellos.

Esto se aplica a los momentos en que, en la sesión, el paciente pasa de expresar un estado de dolor, genuina reacción frente a la pérdida de objeto, a un estado en el que está bajo el apremio, fugazmente infiltrado, de la “necesidad de padecer”.

La segunda perspectiva para explorar los sufrimientos autoinfligidos es, junto con Christopher Bollas,11 el trato que los pacientes se dan a sí mismos.

Se trata en principio de que el analizando pueda tomar contacto con el odio que siente hacia sí mismo, que pueda darse cuenta que ese odio precede a cualquier infracción real o imaginaria que sirve para justificar ese odio

El sujeto se habla a sí mismo, se amenaza, se culpa, se castiga, se felicita, se quiere, en un diálogo interior, expresión de un proceso parental internalizado, que trata al self como objeto. De ahí la fecundidad de explorar los modos de trato consigo mismo: cómo se habla durante el día, cómo se acompaña o no, cómo se tranquiliza o no, etc. (las mismas exploraciones se aplican a los sueños).

Hugo Bleichmar habla de la “modificación terapéutica del superyó”. Se trata en principio de que el analizando pueda tomar contacto con el odio que siente hacia sí mismo, que pueda darse cuenta que ese odio precede a cualquier infracción real o imaginaria que sirve para justificar ese odio (enunciados superyoicos). Se trata de dejar al descubierto al sujeto de la enunciación, es decir, desde dónde se habla el paciente, desde qué lugar de crítica, de hostigamiento hacia sí mismo.12

Para concluir, he querido destacar un aspecto de nuestro trabajo que es intentar, de todos los modos a nuestro alcance, que Tánatos se nos contrabandee lo menos posible en lo que escuchamos-percibimos de nuestros pacientes.

Débora Winograd
Psicoanalista y médica especialista en psiquiatría. Miembro de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis. Este trabajo, comentado por la Lic. Mirta Zelcer, fue presentado en la actividad científica del 14-9-21.

Bibliografía

Gerez Ambertin, M, Las Voces del Superyó. En la clínica psicoanalítica y en el malestar en la cultura, Manantial, Buenos Aires,1993.

Freud, S. (1920), “Más allá del principio de placer”, Tomo XVIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1979.

Freud, S. (1913), “Tótem y Tabú”, Tomo XIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980.

Notas

2. Green, A, Narcisismo de vida, narcisismo de muerte, Amorrortu, Buenos Aires,1986.

3. Ricoeur, P., Freud: una interpretación de la cultura, Siglo XXI, Mexico, 1970.

4. Freud, S. (1923), “El Yo y el Ello”, Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, Tomo XIX, 1979.

5. Laplanche, J, “Masoquismo-bulimia-autismo”, Revista Psicoanálisis con Niños y Adolescentes. “Masoquismo y teoría de la seducción generalizada” Nº 5, Buenos Aires, 1993.

6. Nasio, J.D: ¿Por qué repetimos siempre los mismos errores?, Paidós, Buenos Aires, 2013.

7. La idea de “interpretaciones que señalan” y “señalamientos que interpretan” es autoría de la Lic. Noemí Windaus.

8. Freud, S., op.cit., p. 50.

9. Freud, S (1936), “Carta a Romain Rolland (Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis), Obras completas, Tomo XXII, p. 220.

10. Federn, P: La psicología del yo y las psicosis, Amorrortu, Buenos Aires, 1984.

11. Bollas, Christopher, La sombra del objeto, Amorrortu, Buenos Aires, 1997.

12. Bleichmar, Hugo, Avances en psicoterapia psicoanalítica, Paidós, Barcelona, 1998.

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Articulo publicado en
Abril / 2022

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