Cristales rotos: la subjetividad atomizada | Topía

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Cristales rotos: la subjetividad atomizada

 

Poder discurrir por la propuesta de Topía Revista, me exige construir un “espacio soporte categorial” para que podamos construir un dispositivo de intercambio conceptual con los eventuales lectores del trabajo.
1.La clínica psicoanalítica: la entiendo como un espacio y un tiempo institucional compartido, donde el eje de sentido es la polaridad “salud – enfermedad”. Este eje puede estar organizado en un individuo, un vínculo, un establecimiento, o en una multiplicidad de equipamientos sociales, políticos, jurídicos, económicos. La clínica psicoanalítica puede “estar en todo” pero, desde ya, no todo es “clínica psicoanalítica”. El psicoanálisis construye distintos campos de intervención en los cuales verifica primero y reformula después sus conceptos fundamentales. Si adherimos a la formulación de León Rozitchner cuando señala que “el sujeto es núcleo de verdad histórica”, podemos abstenernos de hacer diferencia fundante entre las distintas modalidades de la clínica (individual, pareja, familia, organizacional). El psicoanálisis en su extremo límite es siempre institucional y los estudios sobre la histeria pueden ser considerados tan “sociales” como El Malestar en la Cultura o El Porvenir de una Ilusión. De lo que se desentiende la clínica psicoanalítica, tal como yo la entiendo, es de otorgar valor explicativo causal a la modalidad convencional en que las distintas formas del padecer humano se organizan. En este sentido, para el psicoanálisis los efectos anteceden a las causas, y aquello que aparece como condición necesaria y suficiente ante la conciencia oficial, apenas es contingente, con la misma importancia que puede tener un resto diurno. Si es cierto que desde la vida cotidiana “todos somos ptolomeicos”, según señala acertadamente Cecilia Sinay (“vamos a mirar como se pone el sol”) también para nuestro yo coherente “todos somos charcotianos”. Por ejemplo: cuando queremos reforzar la diferencia entre dispositivos terapéuticos y no terapéuticos, entre lo que es y lo que no es psicoanálisis, entre la producción, la circulación y el consumo de los fenómenos transferenciales...Cada vez que hacemos del psicoanálisis una religión que adora a un dios inconsciente, lo territorializamos y lo degradamos a un estatuto de consumo de una mercancía más, y por lo tanto estamos “conscientizando el psicoanálisis”. La clínica psicoanalítica no tiene limitaciones, aunque desde ya tiene límites. Ahora bien: hay un reduccionismo psicoanalítico que desde ya tiene limitaciones: es el que hace más de veinte años Roberto Castel definió como psicoanalismo. Pero creo que han suficientes evidencias de que no todo psicoanálisis es psicoanalismo, aunque una parte sustancial de éste ,organizado en corporaciones hegemónicas, naturalmente lo seguirá siendo. Está inscripto en la naturaleza cultural de cualquier multinacional, incluso las científicas. Por lo tanto , cuando se discute sobre la clínica psicoanalítica y el paciente actual, la primer discriminación es si “esto es o no es psicoanalismo”. Y el password adecuado es el concepto de neutralidad, y su derivación técnica denominada abstinencia. Digo que el psicoanálisis que se pretende neutral o abstinente es una recuperación charcotiana del psicoanálisis freudiano. Creo que la neutralidad es una forma falaz de enfrentar el riesgo de posicionarse en el discurso del amo. Justamente porque en su afán de combatirlo, lo termina haciendo invisible. Este “amo invisible” retorna desde lo real como silencios exasperantes, pretendida ausencia de recetas que terminan siendo ausencia de respuestas, ante los cuales los pacientes no encuentran mas camino que la deserción y la incredulidad. Termina siendo objeto virtual el paciente y un objeto real el psicoanalista, expuesto a múltiples formas de denigración. (laboral, científica, económica, de prestigio). La clínica psicoanalítica puede soportar un coeficiente amplio de transversalidad que aunque la aleje de la cosmovisión, mas la aleje de los pantanosos terrenos de las especialidades. Justamente pienso que eso es una de las trampas de la denominada interdisciplina. Muchas veces esa aspiración termina siendo un shopping multiprofesional, donde hay una disciplina “amo” que también busca hacerse invisible. ¨pr ejemplo, proponiendo sutilmente que se discuta desde sus categorías conceptuales y su lenguaje . Si bien un discurso anti-interdisciplina podría sospecharse de megalomanía decadente, debo reconocer que los “caballeros interdisciplinarios” no me conmueven. (Las “damas intedisciplinarias” me conmueven un poco mas, pero tampoco demasiado). Voy a hacer una pregunta, aunque acepto que es un golpe bajo, y por cierto esa es la mejor razón para hacerla. ¿Freud era interdisciplinario? Por cierto que sí, pero dentro de su cabeza. Una clínica psicoanalítica que sea “res cogitans” (teoría siempre tensada hasta el punto límite de su insalvable contradicción) y también “res extensa” (campos de intervención amplificados) es suficiente reaseguro contra los baluartes teoricistas de los mandarines de turno. ¡Incluso la interdisciplina puede organizar un discurso neutral! La clínica psicoanalítica, tal como yo la entiendo, no necesita esperar que “la realidad golpee” (crisis político - económicas que hacen impensable no hablar de lo que todos hablan). La clínica psicoanalítica , tal como yo la entiendo, está alerta para no expulsar a la realidad por mecanismos de disociación y escisión. Los inconscientes deben ser develados desde su inscripción libidinal, política e histórica. Esta clínica psicoanalítica, para cuando le llegue el turno de callarse, es porque ya ha tenido muchas cosas para decir. A todo esto que la clínica psicoanalítica tiene para decir a través de los discursos teóricos que intentan conceptualizarla, lo denomino “psicoanálisis implicado”1. Esto incluye un trípode: análisis de la implicación del psicoanalista (mas allá de la contratransferencia); concepto de sexualidad represora (mas allá de la sexualidad reprimida) y concepto de Ideal del Superyó (hacia una subjetividad sin amos ni patrones). Por lo tanto concluyo que la clínica psicoanalítica es anarquista, en tanto promueve el máximo despliegue del pensamiento libre. Porque si hacemos camino al andar (y los caminos no son otra cosa que los senderos de la clínica real) nuestra subjetividad de caminantes se modifica mientras avanzamos. Psicoanalizar es psicoanalizar-se todo el tiempo. Lo que si bien no anula la asimetría vincular, tampoco la sostiene desde un estereotipo “hombre sano – hombre enfermo”. Entonces la clínica psicoanalítica deviene un territorio de verdades siempre eficaces y siempre renovadas.
2. El paciente actual: no podemos referirnos a este apartado, sin tomar una cuestión que me parece escencial. ¿Por qué Topía Revista propone “paciente actual” y no , mas simplemente, “paciente”?. ¿Podría haber algún paciente que no sea actual, exceptuando a los que “volvieron al futuro”?. Pienso que una interpretación del porqué de este título puede llevarnos a enunciar de que forma pensamos a los pacientes desde una clínica actual, es decir, que no sufra de reminiscencias. Una clínica real, no histérica2. También podría interpretar que se refiere a una forma actual de pensar los pacientes, incluyendo una crítica a la concepción globalizadora de la psicopatología que algunos llaman DSM IV. Incluso podríamos ir hasta el carozo del título y señalar que mas pertinente a la valuta liberal sería la denominación de usuario o cliente actual. O si estamos en la órbita de la seguridad social, el ambiguo significante “beneficiario”. La condición actual de casi todo paciente lo instituye como perteneciente a algún sistema de cobertura social, del cual el psicoanalista puede o no ser prestador. El paciente “privado – privado” (también denominado koala, porque es una especie en vía de extinción) pertenece a estamentos económicos de muy alto nivel, o por el contrario de bajísimo nivel . Demasiado rico o demasiado pobre. Si de algo se curó el psicoanálisis, fué del exceso de clase media. Espero que el remedio no sea peor que la enfermedad. Porque este paciente globalizado, mercado-dependiente, sobreadaptado, actuador, es el que supuestamente no sería analizable, o para el cual el psicoanálisis no estaría indicado. Es posible que el único que esté realmente contraindicado sea el ya mencionado psicoanalismo. Éste era sintónico con la clase media y la patología neurótica. Justamente porque en ambos la dimensión político - social está neutralizada. La clase media porque en realidad era una media clase, que oscilaba entre la Escila del horror a los feos ,sucios y malos y la Caribdis de la fascinación por los ricos y famosos .El conocimiento de los mecanismos de producción, circulación y consumo del poder político quedaba cristalizado por la imperiosa necesidad del ascenso económico y social. El neurótico está cristalizado en su novela familiar, y por lo tanto la dramática social solo provoca su “belle indifference”. En el paciente actual esa cristalización estalló en miles de añicos. Y cada uno de los pedazos del cristal es rotulado como “disorder”. Panik, eat, work, sexual, agression, drink, adiction, todos ejemplos de disorder... Incluso podríamos pensar en un psicoanalitic disorder para referirnos a lo que antiguamente se conocía como psicoanálisis silvestre. Hasta la legislatura tucumana rotuló el ocultamiento de una cuenta numerada y rellenada con depósitos provenientes de crímenes de lesa humanidad como “desórdenes de conducta” (Aparentemente el general gobernador represor Bussi padece un politic disorder) El psicoanalista que tiene la exigencia de la evaluación y tratamiento de tanto disorder no puede ni debe retroceder. Primero, porque no creo que nadie tuviera tanto disorder junto como el hombre de los lobos. Dicho sea de paso, Dora era bastante disorder también. Ni hablar de Ana O., que de pura disorder terminó como asistente social. Pero es seguro que no podemos acceder al paciente actual desde el horizonte político y epistemológico del psicoanalismo. Ni siquiera con sus variantes mas sofisticadas, algunas de ellas de envidiable crecimiento, apareamiento y procreación. Cuando al psicoanalista le importan mas las instituciones psicoanalíticas que los pacientes ( o al menos le importan lo mismo) algo podrido huele en Villa Freud. La actualidad del paciente se diluye. O se la precipita con invocaciones rápidas y oportunistas a ciertas consignas inteligentes que nos delimitan lo “psicoanaliticamente correcto” Pero el paciente actual es un melancólico sobreadaptado en el cual el cultivo de pulsión de muerte se realiza de manera impura. Esta impureza es Eros. Pero un Eros light y descremado, que apenas puede con su alma de voyeurista mediático3. Por eso al paciente actual, a diferencia de la realidad que siempre llama y mas de dos veces, hay que salir a buscarlo. Una política activa de “anti – marketing” y que implica asumir un nomadismo profesional. Para atender la demanda del paciente actual, lo que pasa a ser virtual es el consultorio del psicoanalista. De la misma forma que se habla de “oficinas virtuales”, el consultorio deja de ser solamente una referencia espacial . Recupera su dimensión instituyente y se configura preferentemente como un dispositivo que propicia y no tan solo como un equipamiento que encuadra. En todo caso, calibra los encuadres denominados clásicos para dar paso a nuevos dispositivos psicoanalíticos que son teóricos y técnicos. Parafraseando al genio inolvidable de Luis XIV, podría decir que “el consultorio soy yo”. Es mi actitud en relación a la clínica y al paciente actual lo que transmuta lo que podría devenir en pura charla de café en una consulta psicoanalítica. Por eso me agrada decir que la clínica psicoanalítica actual con los pacientes está desterritorializada. Villa Freud no es lo que era y desde que por razones de seguridad se abolieron los porteros eléctricos , subir en el ascensor con el paciente y un simpático vecino que nos recuerda entre risas alguna intervención penosa en una reunión de consorcio , puede ser un material mucho mas rico que largos minutos de asociación libre y atención flotante. En tanto la clínica psicoanalítica se nutre de obstáculos, y el paciente actual no hace mas que traerlos, puedo afirmar que no ha habido mejor momento para la práctica del psicoanálisis que este momento. Y seguramente dentro de cinco o diez años podré decir lo mismo.
3. La última cruzada: la clínica psicoanalítica actual y el paciente actual suponen un desafío. El más importante atravesar el escepticismo contemporáneo. Recuperar la misma causa de Bastian, el niño de La Historia sin Fin: salvar la tierra de Fantasía. Gmork, el asesino con forma de lobo que la Nada envió para cumplir sus designios, dice: “el hombre sin esperanza es un hombre que se puede dominar. Por eso la Nada hace desaparecer toda fantasía”4. El fantasear no es solamente la recuperación de la novela familiar y la escenografía edípica infantil. Fantasear es anticipar, proyectar, reparar, reponer, es con palabras del Quijote, “ver al mundo no como es sino como debería ser”.Y creo que todos tenemos en nuestro inconsciente no reprimido la representación de lo que es justo, de lo que es bueno, de lo que es bello, de lo que es necesario. Y que esas representaciones son atacadas y muchas veces destruidas por los efectos en la subjetividad de la pulsión de muerte. Los amos del universo proponen la paradoja mas cruel: ser idealistas y creer lo imposible (mercado y religión). Habrá que fantasear con que lo imposible no está para ser creído, sino que muy especialmente está para ser pedido y construído. Para esta tarea los indicadores de la realidad tal como se presenta, no pueden ser desestimados. La caída de la ecuación simbólica entre “psicoanálisis – atención en salud mental” no es reversible. Solamente es posible huir para adelante, que es politicamente diferente a retroceder. Y la via regia que propongo para que desde la clínica psicoanalítica podamos dar cuenta del paciente actual es el concepto de “psicoanálisis competente”5. La “competencia” es una apropiación de lo que el discurso del marketing empresarial corporativo describe como “excelencia”. Ésta es un recurso para maximizar las ventas, disminuir los costos, aumentar la tasa de explotación del trabajo profesional, incrementar el padrón de afiliados, elevar las ganancias. El discurso antimanicomial ya no es patrimonio de la recordada Red de Alternativas a la Psiquiatría, que en 1986 realizó su último Encuentro en Buenos Aires. También lo hace propio la Red de Prestadores en Salud Mental, patrocinada por FACAP (Federación Argentina de Cámaras y Asociaciones Psiquiátricas6). La conclusión es simple: dormimos con el enemigo o nos enfrentamos a él. Entiendo que en este momento enfrentarlo es posible. El psicoanalista competente podrá validar su título a nivel universitario, de acuerdo a la nueva Ley. Centros Universitarios otorgarán el preciado título de psicoanalista. Si agregamos la idoneidad, que tiene que ver con la trayectoria profesional efectivamente realizada, el sueño de varias generaciones podría empezar a realizarse. Pienso firmemente que la profesionalización del psicoanalista es necesaria. No es suficiente, como casi nada en esta vida. Pero la vocación por lo precario debe ser abandonada. Hoy una colega me decía que ejercía en un municipio de la provincia pero que no estaba matriculada. Sentí un revival de la época en que los psicólogos, por lo que yo considero una política errónea, no se matriculaban en Salud Pública. Una cosa es el análisis profano, otra cosa es la práctica profesional clandestina. Enfrentar al enemigo supone poder pelear en su mismo territorio. O si se prefiere una versión mas light, jugar en su misma cancha. Debemos romper el dualismo ( no confundir con duhaldismo que parece que se rompe solo) entre corporaciones de prestadores o intermediarias y profesionales aislados sobreexplotados. Ese dualismo se rompe apostando a colectivos autogestionarios de profesionales que puedan levantar las dos banderas que me parecen insoslayables: la facultad legal en el ejercicio de la praxis psicoanalítica y la idoneidad necesaria que se garantiza desde las diferentes tierras trabajadas. La actualidad de los pacientes nos habla de una subjetividad atomizada, como los añicos de cristales rotos, donde los modos de producción superyoica de la subjetividad son hegemónicos. La culpa inconsciente y la desocupación consciente como reguladora del orden social7. Esta situación donde se internaliza el "por algo será" (no tener trabajo, tenerlo pero con bajo sueldo, tenerlo con buen sueldo pero en condiciones humillantes, tenerlo con buen sueldo y en condiciones satisfactorias, pero sujeto a discontinuidades súbitas) es el cultivo puro de los "cronic disorders". Los denominados "jóvenes crónicos" que no solamente es la descripción de una adolescencia gris, sino que por el contrario describe el triunfo de lo "ya dado", donde el horizonte en vez de alejarse, se acerca con cada paso. El denominado fin de la historia puede ser pensado como la llegada a la cronicidad de las democracias representativas liberales. Incluso el sida puede ser medicado para convertirlo en una enfermedad crónica. Por lo tanto, se lo naturaliza. La prevención sigue siendo el hada que nunca es invitada. La máxima aspiración frente a la barbarie laboral, que algunos llaman flexibilización, es conseguir una relación de dependencia. lo mas permanente posible. En lugar de eso, las empresas ofrecen el gato por liebre de las contrataciones crónicas (automaticamente renovadas, salvo que el diablo meta la cola) que son una forma bizarra , restitutiva de la dependencia perdida. Hay una nueva clase media que intenta mantener el estatuto del consumo mediante un endeudamiento crónico, apostando a una eterna re-re-refinanciación. El dispositivo privilegiado es la tárjeta de crédito, lámpara de Aladino posmoderna que , frotada adecuadamente, cumple todos los deseos. El genio de la lámpara se hace llamar, por pura modestia, "pago mínimo". El paciente actual aspira a construir como tabla de salvación de sus condiciones de vivencia, estamentos que siendo precarios, puedan tener cierta estabilidad. Se cumple a rajatable que "no hay nada mas permanente que un arreglo transitorio". La otrora denigrada relación de dependencia es ahora idealizada, y el "vivir peligrosamente" se consigue sin necesidad de apostar a ninguna épica redentora. La cotidianeidad se encarga de proveer los riesgos multiplicados que hacen de cada ciudadano, un aprendiz de guerrero. Esto se llama habitualmente "los problemas de la seguridad". Pero como a seguro lo llevaron preso, la seguridad se la entiende actualmente como la opción de cronificarse en guettos de lujo, también llamados countries o barrios privados. Es un paso de la concepción de clase social a la de casta social, paradigma de la cronicidad en la tierra. Cuando las autopistas estén cercadas por alambradas electrificadas, cada casta territorializará en forma crónica y definitiva su lugar en el mundo. Actualmente hay analizadores que dan cuenta que todavía hay transición entre espacios públicos y privados, incluyendo enfrentamientos tragicómicos (por ejemplo, el caso del barrio C.U.B.A.) ¡No es fácil construir la cronicidad! Sin embargo, me parece que el modelo tiende, en el mejor de los casos, a construir inmensas planicies de inmovilidad social, donde siempre se flote, pero jamás se llegue a tierra firme. Por eso el paciente actual consulta porque tiene pánico a la libertad, porque ésta ha sido reemplazada por su clon siniestro: el desamparo y la anomia. Pagaría lo que no tiene, porque lo que tiene seguramente no lo pagaría, para que algún psicoterapeuta, psiquiatra, psicólogo o , si no hay mas remedio, psicoanalista, le devuelva la belle indiference, los rituales o los objetos contrafóbicos. No en vano se glorifica la estabilidad, en realidad mera paridad cambiaria nominal, y mas en realidad , recesión crónica. Y todos desean que esto continúe. Quizá este "hombre crónico" sea una variación posmoderna del "hombre mediocre" que describiera José Ingenieros. Con lo cual, se somos coherentes con el análisis de nuestra propia implicación, tenemos que considerar hasta donde escribir trabajos ( o incluso libros) no es un reaseguro inesperado de cierta "sublimación crónica". En todo caso, tengamos presente que no es lo mismo quemarse con leche y llorar ante una vaca, que pretender exterminar a todas las vacas que uno encuentre. La salida paranoica de la cronicidad es muy peligrosa. Desde ya , no es la única salida. Aunque no es descartable que frente a la insoportable pesadez de la cronicidad, el caldo de cultivo esté apto para curaciones que serán peores que la enfermedad.
La otra salida es lo que he denominado en un trabajo de 1995 (confieso la tendencia a la sublimación cronificada) el "elogio de la urgencia"8. "Por lo tanto, una de las categorías posibles para pensar la urgencia es ésta de acontecimiento. Dicho en palabras coloquiales: si bien toda urgencia no necesariamente va a implicar ese suplemento, ese exceso llamado acontecimiento, la producción de verdad y la fidelidad a la misma tomarán la forma de un compromiso con la urgencia. Entonces, a mi criterio, el primer punto para un tratamiento posible de la urgencia sería preguntarse: ¿no estaremos ante una producción de verdad en un sujeto que está en exceso en relación a si mismo? Si esto es así, entonces la ética de la urgencia es poder ayudar al paciente y a nosotros mismos a mantener el proceso real de la fidelidad a ese acontecimiento". Urgencia que abre la polaridad "crónico - agudo". Y es justamente el padecimiento agudo del paciente actual lo que me parece la via regia para poder recuperar los procesos transformadores de la subjetividad. De la misma forma que el poeta no quiso cantar al Jesús del madero sino al que anduvo en la mar, los pacientes crucificados en los diversos tipos de madero que el mercado construye ya no son conmovidos por la profecía psicoanalítica de hacer conciente lo inconsciente. Por el contrario , intentan mantener inconsciente lo que, a pesar de todo, persiste en querer pasar a la consciencia. ("¿ y si en realidad el modelo fuera apenas un mal ejemplo?") Muchos menos por aquella posterior a 1920 en la cual "donde hubo ello, yo debe advenir". Lo único que advino, con la piel del terrorismo o el democratismo de Estado, es el superyó, alquimista siniestro de los deseos en culpa. Pienso que en el paciente actual, la "roca viva" se expresa a través de "lo agudo", aquello que desborda encuadres y disloca equipamientos. Cuando en ATICO pensamos un Centro de Día ,de una forma no necesariamente explícita, pero seguramente eficaz, acordamos que no deseábamos instituir un "cronicario" , de las tantas opciones que la mercadotecnia psiquiátrica permite. Deseábamos ser interpelados por el paciente agudo, porque de esa forma nuestra acción terapéutica encontraba un marco de transformación posible. Resolvimos trabajar en un centro de intervenciones para situaciones de crisis, incluyendo a no dudarlo, las del equipo profesional. Puedo asegurar que en el marco de una organización cooperativa las crisis "biopsicosociales" de los asociados son frecuentes. Las razones estamos aún tratando de pensarlas, doce años después de la primera fundación9.
Nuestra lamento borincano por los consultorios vacíos solo puede ser enfrentado de dos maneras: soportando la envidia por aquellos que nos dicen que no tienen horas libres, y recolocando el consultorio en aquellos lugares y para aquellas demandas para los cuales tampoco habrá horas libres. Seguramente no podremos dejar de añorar algo de la vieja clase media y su oferta permanente de neuróticos asumidos. Entiendo que una renovada apuesta a la alianza fraterna , donde las categorías amigo – enemigo sean cuidadosamente evaluadas, nos permitirá reencontrarnos con nuestras fantasías mas queridas, aquellas que alguna vez se organizaron como vocación. Los cristales rotos de la subjetividad profesional quizá nunca puedan ser nuevamente unidos, pero tampoco necesariamente reemplazados por un vidrio esmerilado, opaco y sucio.
La sobriedad psicoanalítica no me impide hacer mía la oración de los alcohólicos anónimos, quizá el colectivo menos psicoanalizable que conozco: “ señor, dame la fuerza para cambiar lo que puede ser cambiado; resignación para aceptar lo que no puede ser cambiado y sabiduría para diferenciar lo uno de lo otro”.
La clínica psicoanalítica y el paciente actual nos exigen , y cada vez nos exigirán más, contar con esa sabiduría.

Alfredo Grande
Médico Psiquiatra . Psicoanalista. Analista Institucional. Cooperativista.

Notas
1. Inevitable referencia a “El Edipo después de El Edipo: del psicoanálisis aplicado al psicoanálisis implicado”, libro de mi autoría publicado por Topía Editorial en l996. Especialmente “El pescador de instituciones: la ilusión en la clínica y la soberanía perdida”. Capítulo 6.
2. Consultar en op.cit. el capítulo 4: “Freud y el monoteísmo: reflexiones sobre la enseñanza totémica y la asistencia tabú”. Es un trabajo escrito hace diez años y que evidencia mi permanente preocupación por estos temas.
3. Como no hay mejor cuña que la del mismo palo, sugiero leer los editoriales de Enrique Carpintero en Topía Revista. Confluyen con algunos desarrollos míos en relación a una metapsicología de la pulsión de muerte.
4. La Historia sin Fin de Michel Ende. Psicoanaliticamente perfecta, aunque no sé si correcta. No se elabora el Edipo.
5. Wainfeld, Mario. “(..) la competencia, en la doble acepción que tiene la palabra: facultad legal e idoneidad” Página 12. 18 de Abril de l998.
6. En sus II Jornadas de Reingeniería en Salud Mental hablaron el Dr. Alberto Mazza, ministro de Salud y Acción Social y el Dr. Víctor Alderete, Presidente del I.N.S.S.J.P. y Secretario de la Tercera Edad. Se realizó en el Park Hyatt Buenos Aires. El 22 y 23 de Octubre de l997. Un psicoanalista ahí....
7. "El sistema funciona así: pese a la exclusión de una parte de la sociedad, la otra parte produce mucho más. Los excluídos se controlan con los policías y una cultura calvinista que hace que los pobres experimenten un sentimiento de culpa por su situación antes que de resentimiento". Luttwak, Edward (ex asesor del Departamento de Estado norteamericano) Diario PAGINA 12 del 2 de Julio de 1997. Página 8.
8. Elogio de la Urgencia. Capítulo 16 de "El edipo después de..." pág. 161 .(op.cit)
9. ATICO, cooperativa de trabajo en salud mental está consolidando su Proyecto: "Décimo Aniversario - Segunda Fundación" que comenzó en Marzo 97 con la constitución de la organización Atico - U.T.E.

 
Articulo publicado en
Julio / 1998

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