I-
Del cogito llega a nuestros días el prestigio de una operación que merece su pregunta: ¿cuál fue su valor para que a través de las siglos perdure su mención y a su autor los honores?
La duda hiperbólica -que desmantela al saber sensible en su evidencia; a la certeza de la percepción por el contrapunto de vigilia y sueño, cada uno creído de su verdad en el tiempo de su despliegue; a la presunción matemática de sus teoremas, a la exactitud de sus conclusiones, por el genio maligno que las podría desvirtuar- vació al sujeto del confort de sus creencias y lo convalidó en el camino de la ciencia.
Pues si la verdad se ofreciere a cielo abierto, la ciencia, -en su versión moderna que conjuga experimentación y matemática- no sería necesaria. Este sujeto es el antecedente necesario del sujeto que hoy nos interesa: el del psicoanálisis.
Para su creador la respuesta por su creación era inmediata: el Inconciente.
El sujeto del Inconciente viene a cuestionar con la hipótesis de su existencia, la certeza del conocimiento. Como la duda cartesiana, deshace el cómodo lecho que la conciencia oferta a los pasos del ingenuo caminante.
Es en este sentido que el sujeto del Inconciente es homólogo al sujeto de la ciencia y no es sin el sujeto del cogito.
Su diferencia es que no iguala su eficacia a un Yo que piensa –más bien pensado, el Yo es producto de una operación que lo acerca más al orden de las pasiones que a la vía áurea de la razón. ¿No es acaso el narcisismo el amor que tiene por objeto al propio Yo? Si el amor es ciego, lo es aún más en esta ocasión.
Conocimiento yoico se especifica por su cualidad principal: el ejercicio cotidiano del desconocimiento.
¿Cuál es la estructura de este Inconciente que así descentra en revolución kepleriana a la supuesta razón de la bien-amada conciencia? Como un moderno diskette, no es sino un programa que reenvía a programas, que encandenan a otros programas.
Son bytes que en lingüística se llaman significantes y en la lengua de Göethe que Freud hablaba se dice Vorstellungsrepräsentanz.
Con una lógica que deshace la lógica tradicional en su pretendida extensión universal. Es la lógica de la lengua en movimiento: se traba, balbucea, hace lapsus que son creación. Productos de un programa que acerca al sujeto a su verdad a fuerza de cifrarla. Su escritura se lee en actos fallidos, lapsus, chistes, sueños, síntomas, repeticiones inaudibles para quien se aturde en el sentido, pero invitante para el práctico de la letra, aún más del rebus.
Reino del equívoco que guía la verdad.
¿Pero es sólo la verdad y nada más que la verdad?
Como dijera George Steiner1, una letra que no presente lo real, ausenta la densidad que la justifica.
Es la verdad del Inconciente en su encuentro con lo real.
Para el psicoanálisis, real de los goces que hacen insuficiente el sujeto del Inconciente y nos reclama al sujeto de la pulsión.
Que si se funda –así lo afirmamos– en la demanda primera del Otro, es de inicio un sujeto que no conduce su apetito, más bien conducido, hasta el apremio. Por eso, sujeto acéfalo de la pulsión.
¿Nos basta? Ciertamente que un error no se resuelve con la tesis simétrica. Si el sujeto de la conciencia es el ejercicio ilusorio de un amor que desconoce, aún en sus odios, su desencuentro con lo real , la posición opuesta de un sujeto que nada articula sería la disculpa anticipada de cualquier acto.
Por eso el sujeto del fantasma -introduzco al nuevo personaje- es el que sostiene la instancia del deseo. Sujeto del deseo, es en el fantasma que articula su respuesta a la demanda pulsional, aquella que conjugaba la necesidad del viviente con las demandas del Otro.
Sujeto del deseo permite no reducir el drama cotidiano al enfrentamiento del Yo con el Ello pulsional. Por eso alguna vez escribimos el Yo, el Ello, y el Sujeto2 aludiendo al sujeto del Inconciente, equivalente al sujeto del deseo.
Distinción que arrastra a otra, nos reclama una diferencia entre Ello e Inconciente. Ambos son tópicamente inconcientes pero el Inconciente propiamente dicho se regula por una lógica de incompletud . Es el asiento de lo que en psicoanálisis se nombra castración y en lógica se dice: no hay conjunto universal.
¿Suficiente? Ciertamente no. Si la estructura se escribe mejor anudando lo real de la vida, a la muerte que sólo existe por efecto de la letra que la nombra, y al imaginario que los anuda para que de tres se haga Uno -aquí subrayo el valor de lo imaginario que no sólo sitúo en su función de desconocimiento- el ser se quiere Uno, como decía Parménides en su poema original -será el sujeto de la estructura el que mejor nombre al objeto de nuestra disciplina.
¿A qué se dedica el psicoanálisis? Al sujeto de la estructura que es una y son tres, tres registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario que bien anudados hacen un nudo.
Un nudo que necesariamente, por las leyes de su construcción –hoy no ahondaré en ellas-, introduce una falla necesaria que precisa su remedio. Cuando un análisis discurre en el buen sentido –vectorial- el sujeto que emerge es un sujeto advertido. De su falla y de su remedio.
II-
Que estos sujetos que nombramos no son indiferentes a nuestra posición en el mundo es lo que habremos de mostrar.
Si el Yo soporta la pasión que la razón conciente vela con el argumento de sus pruebas utilitarias, el mundo que habita no es sino el de su creencia. Y si los otros la confirman, no prueban su verdad sino la ilusión compartida –que la lógica individual y colectiva no se oponen partes extra partes sino que discurren en la continuidad de una topología sin interiores, como muestra la banda de Moëbius.
El mundo de la vigilia cotidiana no es sino un producto de otra instancia: el fantasma que regula desde sus colores lo que la ventana le ofrece. Se llama realidad a lo que se ve según el color con que se mira.
¿Es como dijo el gran obispo –me refiero al admirado Berkeley, tan leído por nuestro querido Borges- que la realidad sólo existe porque alguien, o yo o dios, la piensa?3
Lo Real, su-puesto como decía la lógica medieval, pone su límite. Es lo que golpea en el mismo lugar. No al modo de lo imponderable por infinito sino de lo no imaginarizable ni posible de ser dicho. No hay representación ni letra que lo cubra. Lo cual no le impide ek-sistir.
Sujeto advertido podría ser, entonces, el que encuentra en la realidad las letras que bordean lo que la excede, lo real.
Cuando el sujeto las ignora, lo real que no deja de llamar, irrumpe en el desgarro. A eso se llama crisis social, cuando se ofrece en el campo de cierta lógica colectiva.
¿Qué es entonces la intrusión del canto de los bien pensantes con el cual algunos de los que se dicen analistas nos invitan a incluir la realidad –hoy más que nunca, dicen con tono enfático- en la dirección de la cura?
No es sino la invitación a compartir su realidad puesta como medida en la misma medida que desconocen lo real.
No asombra que tengan en su pasado las rastros de pensamientos totalitarios en política o religión y que en psicoanálisis alguna vez hayan sostenido a un sujeto equiparable a un bebé alucinado al que el analista habría de corregir en sus proyecciones con la buena medida de la realidad de la que su salud era garante.
Cuando la crisis es grave, ¿quién la niega?, semejante error es el camino a lo peor. ¿Por qué insisten? Es que lo real es el límite a nuestra razón que no deja, por su amor, llamado propio, de reclamar sus derechos. Bien-pensantes, esconden lo que igual se nota: los usos de prestigio con que medran con el dolor del otro.
Lo real en cambio, reclama nuestra humildad, no de cortesía, sino ante lo imposible, para bordear las causas y enhebrar una respuesta. Es el momento en que la verdad arriesga su encuentro con lo real. El precio de la cita interroga la realidad, la mía para empezar y la de cada uno como en la recomendación de los antiguos que Foucault subrayara: conócete a ti mismo4.
Metaforizada como pregunta a cada sujeto, es desde ella que una repuesta que se sostenga será posible.
Isidoro Vegh
Psicoanalista
isidoro [at] vegh.com.ar
Notas
1. Steiner, George. Presencias reales. Ediciones Destino, Barcelona, 1991.
2. Vegh, Isidoro. “El Yo, el Ello y el sujeto”. Participación en la Primera Jornada del Grupo Freudiano de Trabajo, Homenaje a Jacques Lacan, auspiciado por la Embajada de Francia. 31 de octubre de 1981.
3. Berkeley, George. Principios del conocimiento humano. Ediciones Aguilar, Buenos Aires, 1974
4. Foucault, Michel. Tecnologías del yo y otros textos afines. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1990.