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Titulo

El discreto encanto institucional

 
El ateneo clínico

Preámbulo
La actividad transcurre en una sala amplia con paredes vacías, a excepción de una foto superampliada de Roi. Bajo un denso humo de cigarrillos las personas se miran. Más precisamente, se auscultan.

Clotilde –¡Hola! ¿Sos tú?
Kathexis –¡Hola!, ¿Qué te decidió a venir?
Clotilde –La verdad es que estoy muerta pero me encontré con Olaf, mi supervisor, que me comentó que vendría y Eudosia me dijo que había que apoyar, sino iba a haber tres gatos locos y el que expone se iba a sentir como la mona.
Ya sabés, lo de siempre. Suerte que va llegando más gente...
Dr. Olaf Masock –Buenas noches. Ante todo agradezco vuestra ausencia, perdón, presencia, que refleja el interés compartido en un tema gravitante en nuestra praxis, como ustedes verán a continuación. Pero vamos a esperar unos minutos más antes de comenzar, apenas llevamos cuarenta y cinco minutos de espera.
Amnèse –(Dirigiéndose a su compañera) Te derivé un paciente. No sé si te habrá llamado.
Kathexis –¿Es uno que sufre de timidez?
Amnèse – No, de compulsión a la repetición, ¿por qué?
Kathexis –Porque de todos los que me has derivado, ninguno se ha animado a discar mi número.
Amnèse –No te preocupes, éste te va a llamar todos los días.

En un clima distendido los colegas se saludan. Casi todos los colegas lo hacen y hay un clima distendido.

Brígida –¡Syntom Nisón! ¿Qué contás?
Syntom –¿Sabías que Cornelio se convirtió al conductismo?
Brígida –¡No te puedo creer! ¡Pobrecito! ¿Y cuándo le ocurrió eso?
Syntom –Después que interrumpió el análisis.
Brígida –Claro, ¡fue un acting out! ¿Había algo que podía indicar que esto iba a suceder?
Syntom –No lo sé porque interrumpió el análisis.
Brígida –¿De veras? ¿Cuándo?
Syntom –El mismo día que su terapeuta se suicidó.
Brígida –Hay gente que no soporta la cura...
Syntom –¿Te parece?
Brígida –Te aclaro de todos modos que a mí no me calienta.
Syntom –Debí suponerlo...
Kathexis –¡Que empiece esto de una vez que estoy fundida! Mis hijos me van a matar, hace dos días que no les doy ni la hora, no he parado en casa y mi marido anda demasiado contento.
Fusional –¡Te felicito Kathe! ¡Cómo adelgazaste! ¿Qué dieta hiciste?
Kathexis –La de la subocupación compartida.
Fusional –¿Y cómo es?
Kathexis –Es muy sencilla, hay tan poco laburo que compartimos los pacientes. Aquellos que no se deciden entre analizarse con un hombre o una mujer pueden hacerlo con ambos por el precio de uno. Terminás comiendo la mitad. Modificaciones en la técnica, querida.
Fusional –¡Qué interesante! ¿Puedo hacerla con ustedes? ¿Por qué no escriben un trabajo sobre esto?
Kathexis –No tengo plata ni para comprar las hojas. Me gasté lo que los pacientes creían que yo ganaba.

La actividad propiamente dicha

Olaf –Bueno, daremos comienzo a nuestro ateneo recordándoles nuestro lema para el buen funcionamiento institucional: “Enchufad vuestros cerebros antes de poner en funcionamiento vuestras lenguas”. Como ustedes sabrán, el Psi Wilebaldo Odo es un profesional ampliamente reconocido en nuestro miedo, perdón, medio. Los psiquiatras lo reconocen como psicólogo y los psicólogos como psiquiatra, por lo cual él ha optado por la denominación Psi, por psi lo necesitan.
Fusional –Me contaron que Olaf se está separando de su señora.
Brígida –¿Y a mí que me interesa? Eso es cosa de su vida privada.
Fusional –Como vos estás sola...
Complexe –Callate Fus, dejame escuchar.
Wilebaldo –Hoy les transmitiré el trabajo...
Brígida –¿En serio Olaf se está separando de su mujer?
Fusional –¡Claro, se separan todos los días!
Brígida –¿Te gusta como me quedan los anteojos nuevos?
Complexe –Te quedan espléndidos, parecés Roi.
Wilebaldo –... realizado con una paciente en el hospital Dépressive vinculado a la Universidad de La Mormonne en París. Disculpen mi acento, ustedes comprenderán que he estado allí becado durante tres meses. Pero antes de comenzar y desde mi posición de analista les prohibo fumar.
Arnulfo –¡Qué autoritario!
Kathexis –¡Qué rigidez!
Unclivio –Perdón, Psi, reflexionando sobre su propuesta. ¿A usted no le parece que podría tener cierto matiz de directividad?
Wilebaldo –Así es, naturalmente.
Unclivio –¡¿Naturalmente?!
Wilebaldo –Ustedes pueden dejar de fumar pero yo no puedo dejar de respirar.
Amnèse –¡A la fresca! ¡Este hombre sí que es bio-psico-social!
Wilebaldo –Haré una exposición muy breve para que todos podamos enriquecernos con la discusión.
Piantalo –(A media voz) ¿Siempre zafa así cuando tiene que hablar?
Wilebaldo –¿Alguna pregunta? Recuerden que en las preguntas está la clave de la sabiduría...
Amnèse –¿Dónde es el baño?
Wilebaldo –¿Usted preguntó algo?
Amnèse –¿Yo? No recuerdo.
Kathexis –Te dije que hablaras más bajo. ¿Qué baño querés saber? ¿El de hombres o de mujeres?
Amnèse –Dejá de proyectarme tus conflictos, ¡hermafrodita!
Unclivio –Psi Odo, perdón, no puedo contenerme ¿es verdad que usted estuvo en el país de Roi y pudo visitar su casa, su cuarto, su...
Olaf –Comprendo su ímpetu epistemológico pero sugiero no demorar más el inicio de la disertación y dejar vuestros interrogantes para después. Psi Wilebaldo Odo, largue nomás.
Wilebaldo –La paciente presentaba una picazón generalizada en la región dorsal. En el transcurso de la entrevista manifestó ideas delirantes: creyó que yo podría curarla. Además, solía tener crisis de irritación frecuentes. En cierto momento consideré la hipótesis de que le picara en serio. Esto la obligaría a contorcerse de un modo umbandístico. El aparecimiento de una Condilomata Accuminata de un color rojizo fue lo que la decidió finalmente a consultar. Mi gran preocupación se disipó al aclararme la paciente que aquella denominación escondía una simple verruga venérea. En realidad había optado por referirse al nombre técnico para obtener una hora de urgencia ya que sostener el tubo del teléfono le impedía rascarse.
Los elementos preverbales adquirieron un lugar protagónico en la primer entrevista. Mi silla comenzó a moverse de un modo contratransferencial. La entrevista concluyó con un relato de la paciente referido a una figura parental sádica que se había negado a rascarla el tiempo suficiente.
La paciente, llamémosla Dora, al azar, era la hija mayor de una familia constituida por tres integrantes: el padre (43 años) destacado docente de La Mormonne, una alumna de éste (20 años) a quien llamaremos Imaginaria, y la paciente (25 años). Según nos relata Dora, el síntoma habría comenzado en una oportunidad en la cual Imaginaria le sacó un lápiz, que ella tenía primero, negándose a devolverlo. La indignación entre la sutil actitud aprobatoria del padre hacia Imaginaria le produjo un intenso escozor, que la obligó a solicitarle al padre que la rascara. Antes que este pudiera aliviarla de su malestar la joven alumna le devolvió el lápiz. Esto hizo que se desatara en la paciente una furia salvaje que exteriorizó diciéndole: ¡tontita! Al preguntarle por su madre aquella no pudo recordarla. Solamente se refirió a ciertas dudas que la asaltaban en algunas ocasiones sobre la paternidad de su padre. Sus recuerdos más remotos se remontaban a cinco años atrás cuando éste le daba clases en La Mormonne.
Luego de un tratamiento anterior logró abandonar el colecho con éste, lo cual sin embargo no fue vivido como un éxito terapéutico por la paciente. Dada la brevedad del tiempo me limitaré a decirles que el síntoma de la paciente ha remitido completamente, y yo he encontrado un gran alivio en la acupuntura.
Unclivio –¿Cómo podríamos pensar el aporte de Roi a través de este material clínico?

Se producen unos minutos de silencio.

Piantalo –¿De un modo neuronal?
Wilebaldo –Bueno, yo no me atrevería a hacer una apuesta tan elevada. Seguramente habrá otras posibilidades...
Brígida –Yo desearía preguntarle si Dora tuvo una comunicación telefónica para concertar la hora de la consulta. Esto puede tener una enorme importancia como lo muestra Roi en su manuscrito “Orejas y oídos”, en el cual se refiere a la tonalidad de la voz de quien atiende el teléfono en la casa del terapeuta y su incidencia en la finalización del tratamiento.
Wilebaldo –Mi secretaria electrónica estaba de licencia por lo que no puedo responder a su pregunta.

De pronto se oye un sonido muy extraño: suena el timbre. Wilebaldo contiene la respiración.

Unclivio –¿Y si fuera algún ladrón de ideas?
Kathexis –Por algo debe estar sonando el timbre a esta hora...
Clotilde –Para mí que es el hombre de los lobos.
Katharina –Por si fuera alguien que quisiera integrarse, ¿no creen que este grupo debería cerrarse?
Fusional – ¡Psi Odo!
Wildebaldo –¿Sí?
Fusional –Sólo quería mencionar una experiencia personal frente a una situación similar. El paciente me fue derivado por el Profesor Young, grado seis, luego de diversas consultas a otros colegas muy prestigiosos, que fracasaron. Young me solicitó un diagnóstico, lo cual tenía que ver con resistencias del equipo para manejarse con la ambigüedad. Mismo así concluí que se trataba de un caso de pediculosis, siendo la evolución de la paciente muy exitosa.
Olaf –Y esto ¿qué relación tiene con el aporte del Psi Odo?
Piantalo –Los dos se quieren hacer ver.
Wildebaldo –¿Cómo dijo?
Amnèse –Hacer ver lo que no está a la vista, sería esta nuestra función, ¿verdad?
Wilebaldo –Exactement. Hay palabras que suelo expresar en su idioma original pues en la traducción se pierde parte de su riqueza.

El timbre sigue sonando insistentemente.

Piantalo –¿Sólo trabajó con un paciente en París?
Wilebaldo –¡Oh, no! ¡Por favor, con muchos pacientes!
Piantalo –¿Cuántos?
Wilebaldo –¡Pero qué pregunta tan particular! Seguramente para usted el aspecto cuantitativo prevalece sobre el cualitativo.
Piantalo –¿Por qué le molesta que hablemos del cuantitativo?
Brígida –Perdón, sé que no tengo la palabra. Pero desde el lugar del dudoso saber sugiero que reflexionemos sobre lo que nos sucede como institución ante los que viajan becados al exterior.
Kathexis –¡Y ante los que faltan a los ateneos!

El sonido del timbre ha creado un clima de intriga casi intolerable.

Olaf –Amnèse tiene la palabra.
Amnèse –De tanto esperar olvidé lo que quería decir...
Olaf –Bueno, entonces...
Amnèse –¡No, espere! Lo tengo en la punta de la lengua. ¡Ah!, otra vez se me fue...
Olaf –Realmente no podemos...
Amnèse –¡Ya sé! ¿Qué fue lo primero que usted dijo? Quería decir que estoy de acuerdo.
Arnulfo –Perdón, me cuesta confesarlo.
Wilebaldo –No se preocupe, adelante.
Arnulfo –Es que siento...
Wilebaldo –¿Sí?
Arnulfo –¡Me vino una imperiosa necesidad curricular!
Wilebaldo –Bueno, creo que ni Roi ha previsto esto. ¿Se le ocurre algún modo de satisfacerla?
Arnulfo –¡Que se pase una lista de los presentes en forma urgente, urgente, urgente!
Piantalo –(A Brígida) Y éste ¿qué clase de socio es? ¿De los de miembro activo o de los otros?
Brígida –Es de los debilitantes pero tiene mucho derecho a opinar.
Unclivio –¡Menos mal! Porque yo soy miembro adhesivo y a veces me ataca lo mismo.
Brígida –¿Y te sucede a menudo?
Unclivio –¡Oh! Sólo cuando la actividad es muy aburrida.

En ese momento Piantalo pronuncia un gran bostezo y sólo para despertarse, tira un chumbito al cuadro de Roi que cae estrepitosamente. Unclivio se desliza subrepticiamente entre el auditorio y disimuladamente junta los pedazos poniéndoselos en el bolsillo. De pronto se oye un portazo e irrumpe una señora de enormes proporciones que grita a Wilebaldo:

Dora –¿Así que te ibas a tomar unas copas? Mirá dónde te fui a encontrar, ¡sinvergüenza!
Wilebaldo –Creo que nuestro tiempo se ha agotado. Para encerrar este encuentro quiero recordarles que lo importante es actuar; luego siempre se encontrará una teoría que lo fundamente.
Katharina –¿Me permite hacer una propuesta?
Olaf –¡Cómo no, por favor!
Katharina –¿Y si hacemos un grupo de estudios sobre la Condilo no sé cuánto?
Kathexis –Necesito decirles algo. Me siento muy bien esta noche. Siento algo que no puedo transmitir con palabras... Sin palabras tampoco. No tenía ganas de venir. Estaba con los pies hinchados, con hambre y sueño, daban Hola Susana, pero me hice un huevo frito, me saqué las chinelas y vine. Tenemos un compromiso con la ciencia y con la institución que se refleja en nuestros rostros, en nuestros puchos, en el hecho de que sean casi las doce de la noche y estemos todavía aquí, reunidos, en este cálido domingo de febrero. ¡Gracias, muchas gracias!
Olaf –Por hoy es Odo.

Y luego se oyen gritos...

Dora –¡Apurate, viejo letárgico! Y a éstos ¿qué verso les vas a echar? ¡Te borraste por tres meses y lo único que recibí fue una postal de Nuevo París! ¡Andá a enderezar bananas!
Wildebaldo –Dorita, por favor...
Unclivio –¡Por favor, señora! No podría irme sin saber si Odo empleó la sugestión con la paciente.
Wilebaldo –En 1889 Roi se inclinó por la sugestión indirecta (a través de la secretaria). Ya en el año 1917 desistió de este método a favor de la psicoterapia de corte “laissez faire”, que en nuestro país se tradujo como de libre apropiación. En 1918 se refirió a los recuerdos encubridores...
Unclivio –Pero, y usted, ¿qué piensa?
Wilebaldo –Roi dejó abierta su obra a diferentes lecturas. Mi opinión coincide con la que él expresó al principio, al medio y al final. En realidad, evolucionamos juntos...

 

Rasia Friedler
raisa [at] adinet.com.uy

 

Bibliografía

Anónimo, Curros psicoterapéuticos, Ed. Biblioteca Antigua, 52º ed., Bilbao, 1626.
Cambalache, P., Grupos terapéuticos para el tratamiento de los grupos terapéuticos, Bulletin Psi, XI, Lyon, 1968.
Namrai, J., Psicoanálisis de vidas pasadas, Ed. Sándalo, Calcuta, 1988.
Roi, F., Testigos del inconsciente, Amor Tus Editores, La Boca, 1900.
Unsillon y cols., Rehabilitación institucional breve. Mil nuevos paradigmas, Ed. Pervers, 1º y última ed., 1982.
 

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Articulo publicado en
Octubre / 2000

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