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Saturno en el siglo XXI. Otros tiempos hacen cuerpo.

 

La mitología contemporánea ha fabricado un Saturno que corre y arrasa. Gigantesco, no devora a sus hijos, peligraría su atlético cuerpo, los aplasta. Consume drogas, cotizaciones, engulle hiperinformación, comida light o chatarra envasada. Los griegos lo llamaron Cronos: el Tiempo. Los tiempos que corren se definen por la velocidad, la delgadez, la droga, el consumo que cotiza en cuerpos aplastados.
La maquinaria planetaria emite propagandas que sacian la sed, el hambre, el cansancio. Seres virtuales lanzan psicofármacos como fuegos artificiales, que duermen, excitan, adelgazan, rejuvenecen, etc. y descartan desposeídos, enfermos, viejos, a los millones de cadáveres que la guerra deja a la intemperie, y a los que la violencia diaria expone en los noticieros, esos ya fueron aplastados.
Prefiere los otros, los que compiten por ser ganadores, los eruditos en saberes sin contradicciones, los que dominan y marketinean sin descanso. Saturno no asusta, atrae. Goza al ver sudar para ganar, para luego aplastar. Se ha producido una revolución metafísica.
Cuando los mitos se transforman, emergen nuevos rituales, otras ceremonias y se reciclan así, estructuras, convenciones, leyendas, se ingresa a otros misterios, devociones, la visibilidad se trasforma y lo oscuro toma otras dimensiones. Cuando la humanidad vive estas mutaciones, todo muta; el contexto social es otro. La milenaria e irresuelta pregunta por el tiempo adquiere una complejidad nueva.
Cronos nos enfrenta a otro sujeto. Resulta fascinante y acuciante encontrar otros relatos que le den identidad. Producir diferentes modos de representación y fundamentación. Resignificar actitudes, ideologías y modelos conocidos, replantearse el lugar de la subjetividad que refleja a un hombre a la intemperie, configurando una historicidad que aún no lo contiene.

 

Corporeidad cronométrica. Hacer cuerpo es fundar otro universo

Preguntarse por lo humano es interrogarse sobre la corporeidad que le da sustento, que lo envuelve, lo materializa y lo sujeta. ¿Frente a que carnalidad estamos? El cuerpo es el lugar de anclaje de los atravesamientos personales, históricos, filosóficos, económicos, políticos, educativos, artísticos, psicológicos, físicos, culturales1. Este anclaje exige no quedar paralizado, ya que es sobre las parálisis sociales donde Cronos encuentra mayor nutriente y los que trabajamos a partir del vínculo con el cuerpo sabemos, que la parálisis es una de las actitudes humanas que más dañan. Perder acción, energía, movilidad es entrar en el campo de la dureza, la fragilidad, la impotencia, el territorio del miedo.
Hoy, siglo XXI, es inseparable el desarrollo tecnológico, informático de las ciencias de la salud, las planificaciones económicas, la distribución de las riquezas, el diseño de las ciudades, el arte digital. Un nuevo escenario vital exige adaptabilidad a nuevos hábitos sustentados en las innovaciones tecnológicas.
“Desde mediados del s. XX sobre todo en el desarrollo de la educación, de las industrias editoriales y audiovisuales, terminaron con ese orden ilustrado que separaba la escritura de las imágenes, la educación del entretenimiento y la información de la comunicación (...) La fusión de megaempresas acentúa esta integración multimedia y la somete a criterios de rentabilidad comercial que prevalecen sobre las búsquedas estéticas”2.
Si la mutación es planetaria y Cronos la lidera, no hay que entrar en pánico. La mutabilidad humana tiene siglos y la capacidad de transformación del hombre es insospechada. Si bien hay adoradores del cambio, que apuestan a los beneficios aún desconocidos hasta fantasear con trascender la muerte. Los detractores cuestionan y obligan a repensar los sentidos, los para qué, las nuevas patologías, las insospechadas crisis y derrumbes. Polaridades que si se acentúan no aportan sentidos a los cambios. Si Ulises pudo volver a Ítaca después de los mayores desafíos y fueron sus marcas corporales las que dieron la señal de su venida, replantearse la carnalidad posible de los tiempos que corren nos llevará a decodificar otras marcas. Si el cuerpo es el factor de la individuación para pensar el contexto social, será imprescindible tener la disponibilidad para dar lugar a ese otro, que soy yo, con otro pelaje, otros atravesamientos, no sólo existenciales, sino también quirúrgicos, cibernéticos, digitalizados, suturas de empalme metal-carne para que el latido continúe.

 

Hombre-máquina. Conciencia corporal. El sí mismo

Ya no hay hombre de carne tangible y alma sublime hay un cyborg, un sujeto que ha logrado inmolarse a la vertiginosidad cronométrica.
Ya hemos in-corpo-rado la máquina que hace cuerpo en cada célula, constituyendo otro paradigma identitario cuyas condiciones de humanidad se refuerzan, en bio-crono-tecnologías con complejidades conocidas y desconocidas de pasaje a este otro ser humano.
Hablar de hombre versus máquina es ya una polaridad perimida, es indispensable construir otras miradas.
¿Cuál es el lugar de la conciencia y la apropiación de territoriedad corporal, huellas, sufrimientos y posibilidades? Tal vez uno de los mayores desafíos sea darle otra articulación al yo programado, de agenda diaria, saturado de exigencias que va consumiéndose a sí mismo hasta trasformarse en un objeto más, cuya porosidad absorbe todos los requerimientos impuestos, para no correr el riesgo de ser aplastado por el reloj social que regula éxitos y rendimientos. Saberlo inalcanzable. No se trata de entregarse, ni de resistir en el aislamiento, sino construir otra postura activa, asentada en el ser propio, frente al devenir temporal.

 

El cuerpo de la post-modernidad. Percepción. Sensibilidad

“La sensibilidad es un punto decisivo, es la facultad de comprender los signos que no pueden ser verbalizados, es decir, codificados de manera regular, verbal, digital. Cuanto más del tiempo la atención humana es absorbida por la verbalización,… tanto menos sensibles son los organismos concientes. Infelicidad puede significar, quizá precisamente esto: conciencia sin sensibilidad”3.
Confundir estas temporalidades produce efectos despersonalizantes. Se observan conductas que carecen de regulador propio que confunden tiempo interno, de tiempo externo, pierden el equilibrio del propio ritmo vital y saltan en un zapping descontrolado de una temporalidad a otra, generando insatisfacción e impotencia. Esta temática es una de las más frecuentes de consulta desde el cuerpo, porque se agudiza un borramiento del mismo y una pérdida de lo perceptivo, se construye una coraza corporal cronométrica de consistencia metálica. En ambos casos el cuerpo pierde presencia, se diluye o se rigidiza Es decir, queda marcado por la ausencia o la rigidez. Diría que éste es el cuerpo de la post-modernidad que aún no ha encontrado consistencia corporal humana sensible, produciendo efectos de extrañamiento donde la persona pierde el registro de sí misma.

 

¿Hay un Cronos del amor frente al del consumo? Adolescencia virtual

Un ejemplo claro se observa en la adolescencia, que hiperconfigurada por la sexualidad virtual, transparente, que “todo” lo muestra, parecería que la felicidad la tiene allí. La pantalla es el objeto de erotización, transforma el sentir en virtualidad plana. Chicos y jóvenes poco saben de las mutaciones corporales que transitan, de su sensibilidad, su sexualidad, tienen un saber torpe del contacto y el tacto, cómo diferenciar caricia, besuqueo, de apriete, empuje y arrebato; calores, pudores, fracasos, vergüenzas, etc. ¿Quién se hace cargo de estas sensibilidades en hogares y escuelas?, el aprendizaje aún no contempla el cuerpo como constituyente de la integridad de la persona.
“La expansión consumista del cuerpo, hace que el acto visual esté separado del contacto, y el contacto separado de la emoción... La sensibilidad entra en un proceso de reformateo... la imaginación sexual es investida por las superficies lisas de la imagen digital”4.
De allí que encarar esta temática, exige “limpieza de cáscaras o máscaras” para aproximarse a una piel sensible y no es un problema de técnicas corporales, sino de atravesar el miedo que despierta este desenmascaramiento. Por otro lado, es poder compatibilizar un tiempo propio con el tiempo impuesto. La percepción, la sensibilidad, la apropiación del propio cuerpo, fuera de la pantalla constituyen acciones subversivas de fortalecimiento de identidad y no responden a lo planificado cronométricamente por la sociedad de consumo.
“Pero lo sensible no cede. Las enfermedades de la miseria, vuelven con energía. Las desigualdades entre salud y enfermedad no dejan de acrecentarse, se generalizan los cuestionamientos éticos y la resistencia social”5.

 

Unidad y fragmentación. Otra corporeidad

Si las técnicas corporales a mediados del siglo XX, recuperaron la conciencia de una unidad corporal perdida, tras las mutilaciones de las guerras, hoy el planteo reside en darle lugar al fragmento. Ya no es posible cuestionar la fragmentación humana, somos sujetos fractales, compartimentados, hábiles en disociaciones, poseedores de múltiples máscaras. Es necesario revisar recursos, técnicas, dispositivos en los abordajes corporales específicos. No es lo mismo, por ejemplo, disminuir tensiones o reducir contracturas, o modificar equilibrios, si no se sabe sobre qué cuerpo se enraízan o que dimensiones de movilización adquieren, tener en cuenta que el tiempo no sólo es cronometro programado, reformateado en ordenadores, también es percepción sensible, ambigua y subjetiva.
Si el cuerpo de la post-modernidad está representado por la velocidad, la virtualidad de la imagen, las anulaciones en conciencia del cuerpo centrada en el accionar maquinizado, resquebrajándose la unidad corporal y hay una constante pérdida de la temporalidad perceptiva, sensible. Este nuevo cuerpo exige un replanteo en todos los órdenes desde donde se lo enfoque, para no quedar desmembrado en la cronometría existencial. Es indispensable fundar otra poiesis corporal que desde las prácticas corporales significa, recuperar el lugar de lo sensible, los ritmos y tiempos biológicos y afectivos, el adueñamiento del propio cuerpo. Fundar otra temporalidad.

 

Elina Matoso
Directora del Instituto de la máscara. Profesora titular UBA
elina [at] webar.net

Notas

1  Matoso, Elina, El Cuerpo territorio de la imagen, Letra Viva, 2001.
2  García Canclini, Néstor, Cultura y Comunicación entre lo global y lo local, Gedisa, 2006.
3  Berardi, Franco, Generación Post-Alfa, Tinta Limón, 2007.
4  Berardi, Franco, obra cit.
5  Le Bretón David, El adiós al cuerpo, La Cifra, 2007.
 

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Articulo publicado en
Julio / 2008

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