En el Uruguay de hoy somos unos tres millones de habitantes y varios cientos de miles están en el extranjero, exiliados de distintas formas. Convivimos en este pequeño país, varios Uruguay. Uno es el Uruguay como es visto por el gobierno y el Fondo Monetario Internacional. A este Uruguay le interesa la banca, a la que intenta salvar con el dinero que ha llegado del Fondo; se ha producido además un fenómeno muy interesante, de hecho en épocas de privatizaciones, se ha “estatizado” a varios bancos privados, a través del socorro que le ha prestado el Gobierno subvencionado por el Fondo. El gobierno está sostenido por una coalición de los partidos tradicionales (colorado y blanco). La izquierda tuvo más de 40% de electores, y constituye una oposición sólida, que no es tomada en cuenta en las decisiones que marcan el rumbo del país.
La reciente liberalización del dólar, la aplicación de un nuevo mazazo tributario y el anuncio de nuevas privatizaciones de sectores del Estado (contra las que hay plebiscitos en marcha, como teléfonos y la explotación y distribución de combustibles) contribuyen al aumento de la tensión social. El crecimiento galopante de la desocupación, apenas amortiguada por una emigración pavorosa; la congelación y/o rebaja de los salarios mediante nuevos impuestos directos e indirectos; el descalabro del aparato productivo y el desmantelamiento del Estado son factores que agudizan el conflicto social.
El Uruguay parece seguir el rumbo de la Argentina. Hay un sector que cada día es más chico y más rico, y una mayoría que cada día es un poco más pobre y que lo seguirá siendo si el rumbo del país sigue siendo este. El 40% de los niños que nacen en nuestro país, están por debajo de la línea de pobreza. Ese es otro Uruguay, con un porcentaje alto de adolescentes que no estudian ni trabajan, y con una tasa creciente de madres adolescentes.
Otro Uruguay está constituido por los Sindicatos que han ido articulando, con un perfil que en nuestro país es histórico, movilizaciones crecientes en la medida en que la situación del país se deteriora. A los que se han sumado sectores como los productores rurales, los pequeños comerciantes, los profesionales de la salud, los estudiantes, etc.
Se ha organizado una red de trueque, etc..
El deterioro se siente de muchas formas, la violencia ha aumentado, en lo que va del año se han cometido 80 asesinatos, una cifra nunca vista. Los robos tienen características más violentas. Se manifiesta en los vínculos interpersonales, donde muchas veces se expresa el maltrato, el abuso, la violencia per se, la desesperanza, el terror, la sensación de que nada se puede cambiar.
Aunque hay señales de que solo las movilizaciones permiten alcanzar ciertos logros o parar atropellos, como el propósito de cobrar a los médicos, psicólogos, psiquiatras el 23% de IVA sobre las consultas. Las instituciones están sufriendo el desmantelamiento y la fragmentación. Las relaciones del gobierno con la población tienen formas autoritarias, en las que no se toma en cuenta el sentir ni la necesidad de informar a la población, por ej., el Ministro de Economía da importantes anuncios para toda la población (asunto público) en un almuerzo privado de los Dirigentes de Marketing, quienes pagaron un caro ticket por el almuerzo. Cuando se le piden explicaciones, dice que lo hizo allí porque estos dirigentes están interesados en la información que iba a dar. La impunidad que quedó sellada para los responsables del terrorismo de estado cometido durante la dictadura, se ha extendido como una mancha de humedad sobre muchas áreas de la vida social, política y económica.
Los que integramos esta comunidad estamos afectados por la desocupación creciente, la pobreza, la pérdida de los derechos de los trabajadores, la fragmentación social, la despoblación de nuestro pequeño país.
Hay una delgada línea entre tener trabajo y estar desocupado, como entre la salud y la enfermedad. En este contexto desempeño mi oficio de psicoterapeuta. No es fácil escuchar, decir, trabajar, resonar, ser sensible, atender a otros en esta situación. J. Puget habla de mundos superpuestos: cuando el contexto es el mismo para el/la psicoterapeuta y los pacientes. Ese mundo que ambas partes comparten crea un universo que aproxima a los dos y puede ser útil o un obstáculo a trabajar.
Rosario (21a) dice, “Cuando Juana se muera, yo tendré trabajo”. Rosario se refiere a una colega suya que tiene veinte años más que ella y tiene varios pequeños trabajos con los que logra reunir un salario mediano para mantener a su familia. Cómo actúo yo como psicoterapeuta? Creo que el espacio psicoterapéutico es un lugar útil para la reflexión y el cuestionamiento. ¿Es Juana la culpable de que Rosario esté desocupada?
Celina (28a) se pregunta: ¿los presos (comunes que han cometido robos y asesinatos, etc) tienen derechos? Y yo se la devuelvo, ya que me parece una excelente pregunta que ella debe pensar. Sin duda, están en juego, las historias de cada una de nosotras, nuestros valores, nuestras ideologías, ya que no hay procesos neutros.
Lilián y Hugo hace más de 20 años que están juntos, pero hoy el vínculo de ellos está muy deteriorado. Asoma el enojo, el maltrato, la falta de deseo de estar juntos y de hacer el amor. Situaciones semejantes tienen Rodrigo y Cristina así como Juan y Pedro. Estas parejas atraviesan momentos muy complejos, y exigen de mí como psicoterapeuta un accionar muy sensible y cuidadoso.
Graciela(56a) es docente, vive con su marido del cual se ha divorciado legalmente aunque mantienen la convivencia. Tiene un hijo adoptivo de 8 años, con muchas dificultades de aprendizaje. La situación económica de ellos se ha deteriorado mucho. Graciela descubrió la red de trueque y está encantada, se siente acompañada, ha trocado ropa que ella cose por comida. Siente que esta actividad la sacó del aislamiento y también re-encontró la solidaridad.
Los pacientes me generan responsabilidades éticas, ya que ellos y yo en distintas medidas estamos viviendo una situación traumática social, que requiere que sea elaborada colectivamente, para encontrar entre todos los caminos de salida.
Por más lastimado y jodido que uno esté, siempre es valiosísimo encontrar contemporáneos y congéneres solidarios en cualquier esquina del mundo. Y cuando eso ocurre, se puede sentir que uno es algo más que una insignificante mota de polvo en la soledad inmensa del universo, algo más que un mínimo segundo en la vida propia y en la de los demás.
Olga Rochkovski
Master en Psicología Clínica
obidart [at] adinet.com.uy