El barrio coreano aparece como un hecho en el contexto actual de Buenos Aires. Los discursos que lo toman por objeto, rastreables en los medios de comunicación y en conversaciones cotidianas (1), utilizan como estrategia enunciativa fundamental la hiperexotización: a partir de unos pocos elementos -"rostros orientales", "productos exóticos", "carteles en hangul"- construyen una imagen esencializada de lo coreano que se centra, como diría Benjamin, en "el lado misterioso del misterio". La categoría de barrio coreano, además, remite a la idea de sujetos cerrados en comunidad y territorilizados.