Superficies de placer, cuerpos que anudan poderes y deseos en los pliegues del tiempo, siempre en mutación. Una práctica que transgrede el guión de género en la intersubjetividad tradicional, un cuerpo que se exhibe disidente, una estética sexual que provoca a contra pelo del modelo hegemónico, un argumento que cuestiona el modo aceptable e instituido del placer.
Un interrogante que nos guía en esta reflexión es ¿Cómo colocarnos a resguardo, ante el riesgo de moralizar el erotismo en sus fuentes primordiales?