Hubo un tiempo en que los psicoanalistas recibían tres veces por semana a pacientes fácilmente identificables dentro de la tipología neurótica. Aplicando una técnica que en lo esencial había sido estructurada a comienzos del siglo XX por Freud, trabajaban sobre la base de una transferencia frecuentemente tan remota en su instauración, que podía adelantarse por años a la realización de la consulta misma. El respeto rodeaba su práctica y eran portadores de un saber y una concepción del hombre que florecía en la cultura en general y en especial en la literatura y en el cine.