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Barreras. Bordes. Límites. Fronteras.

 

Con la caída del Muro de Berlín -el “día después del fin del siglo XX”[1]- la ilusión de un sistema unificado vino a reemplazar la certera realidad de un mundo bipolar. La caída del Muro tuvo un fuerte impacto simbólico en la cultura ampliada y alentó la esperanza de una humanidad más porosa, menos compartimentada… Parecía que, con el proceso de mundialización, las barreras geopolíticas y simbólicas iban a evaporarse y podíamos empezar a soñar con la "ciudad global", con una cultura mestiza despojada de fronteras o donde las fronteras fueran sólo lugar de paso y espacio de convivencia.

No obstante, el derrumbe de ese Muro no pudo impedir que otros muros, viejas y nuevas barreras, límites infranqueables, fronteras intransitables, se erigieran por fuera y por dentro.[2]

En 1982, siete años antes que se produjera la demolición del Muro de Berlín, cuando  Peter Schneider publicó El saltador del Muro[3], ya se había hecho popular la expresión “el muro en la cabeza”; ya habíamos empezado a sospechar que derribar los muros instalados dentro del sujeto psíquico tomaría más tiempo que el requerido por una empresa de demolición para acabar con los muros visibles. Y, mucho antes, en 1925, cuando Freud escribió Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica[4], tal vez se equivocó al afirmar que la presencia o ausencia de pene decidía acerca de la envidia fálica de las mujeres, pero acertó al incorporar en el proceso de constitución del aparato las “consecuencias psíquicas de las diferencias” (también, de las diferencias anatómicas)[5].

Porque el caso es que montada en el sentido común occidental que supone la disociación entre la naturaleza y la cultura, la ciencia moderna tiende a legitimar muros; tiende a convalidar las desigualdades sociales entre hombres y mujeres, entre negros y blancos, fundada en las diferencias “naturales”. Las diferencias “naturales” soportan, entonces, desigualdades sociales. Tal parecería ser que todo queda reducido a establecer cuáles son esas diferencias naturales, esenciales y ahistóricas, para inscribirle encima rasgos y características que favorecen siempre a los sectores dominantes de la cultura y que refuerzan la inequidad de la sociedad de clases.

 

Barreras entre hombres y mujeres

 

Las diferencias sexuales, por tomar solo un ejemplo, existen gracias a la  materialidad del sexo (que, a su vez, nada dice acerca del sexo de la materialidad). Así, afirmar que las diferencias sexuales están estrictamente relacionadas con los discursos acerca de las diferencias sexuales, no nos obliga a aceptar que son los discursos los que marcan las diferencias sexuales. Tal vez deberíamos considerar que no es la materialidad del cuerpo la que recibe un discurso que lo forma sino que esa materialidad es ya el resultado de la práctica reiterada producida por el discurso. O, dicho de otra manera, las normas que regulan el sexo trabajan de manera performativa para construir la materialidad de los cuerpos, la materialidad del sexo de los cuerpos, y de esta manera se ubican en posición subordinada con respecto al imperativo heterosexual. Se trata, entonces, de no renunciar ni a la materialidad del cuerpo sexuado, ni a la eficacia del discurso pero sí de criticar la heterosexualidad[6] naturalista reproductiva que construye tanto la materialidad del cuerpo (femenino denigrado) como la sexualidad del discurso (masculino prestigiado)[7]. Se trata, entonces, de rescatar el cuerpo de lo que ha dado en llamarse el idealismo lingüístico.[8]

 

Barreras étnicas

 

Afirmaba, antes, que las diferencias sexuales existen… pero las razas no. Efectivamante: en un sentido biológico estricto no es lo mismo nacer macho que nacer hembra. Pero en el género humano las razas no existen. Por lo tanto, es posible afirmar que el racismo es un invento de los racistas -lo que no es mucho decir- pero, también, es posible afirmar que las razas son un invento de los raciólogos -lo que ya es decir bastante sobre la sociología positivista de los siglos XIX y XX, y sobre los expertos y especialistas que produjeron la categoría teórica de “raza”. Así es: la desigualdad y la exclusión de ciertos sectores de la población que se atribuyen a diferencias raciales son, en realidad, construcciones que, antes que con las diferencias biológicas, se relacionan con sus características sociohistóricas[9]. También las diferencias sexuales -las diferencias anatómicas- existen y eso hace que las mujeres sean, si se quiere, una raza aparte de la raza de los hombres; de la misma forma que los “lungos” pudieran ser considerados como una raza aparte de la de la raza de los “petisos”; y la raza de las lindas y los lindos pudieran ser una raza aparte de la raza de las feas y de los feos.

Si bien es cierto que el racismo es un invento de los racistas y que las razas son un invento de los “raciólogos” no puede decirse lo mismo del psicoanálisis. Freud no inventó el sexo ni las diferencias sexuales que confirmaron las prácticas sexistas ya existentes, aunque haya introducido el concepto de sexualidad infantil que San Agustín había “denunciado” en el Siglo V. Pero lo que no es tan seguro, es que, biologista, convencido de la existencia de una bisexualidad fundante, no haya contribuido a reforzar el imperativo de una heterosexualidad compulsiva.

“Los procesos fundamentales que dan origen a la excitación erótica permanecen invariados. Lo excremental se halla ligado íntima e inseparablemente a lo sexual, y la situación de los genitales -inter urinas et faeces- continúa siendo el factor determinante invariable. Modificando una conocida frase de Napoleón el Grande, pudiera decirse que «la anatomía es el destino». Los genitales mismos no han seguido tampoco la evolución general de las formas humanas hacia la belleza”[10].

"Anatomía es destino". El cuerpo es destino. El sexo del infans -más que el color de su piel o de sus ojos, más que la proximidad o la lejanía al ideal estético que impone la cultura, más que la salud o la enfermedad que anida en sus tejidos- el sexo del infans, habla sobre su destino. Dice algo sobre el futuro que le espera. Y no me refiero, por supuesto, a su destino de varón o de mujer; no me refiero al impacto que la anatomía tiene para que un “machito” se virilice o para que una “hembrita” se feminice. Antes que a la diferencia, es a la desigualdad a la que aludo. Desigualdad que, claro está, implica la inferioridad de uno de los términos.

“La anatomía es el destino, podríamos decir glosando una frase de Napoleón. El clítoris de la niña se comporta al principio exactamente como un pene; pero cuando la sujeto tiene ocasión de compararlo con el pene verdadero de un niño, encuentra pequeño el suyo y siente este hecho como una desventaja y un motivo de inferioridad.”[11]

 

Barreras culturales

 

Airadas voces se levantaron desde un principio contra Freud. Karen Horney (1885-1952) no sólo se opuso firmemente a aceptar que la niña fuera un niño con desventajas sino que se apoyó en el concepto de cultura para estudiar la diversidad de comportamientos individuales en las diferentes sociedades. Por aquellos años -en las décadas del 40, del 50-, el impacto de las ideas de izquierda en la vida académica norteamericana se hizo sentir. Karen Horney, Harriet Sullivan y Erich Fromm[12] fueron los nombres mayores que aportaron al culturalismo norteamericano; y el culturalismo norteamericano fue la semilla que germinó dando forma a los estudios multiculturales contemporáneos.[13]

Tuvo que caer el Muro de Berlín; fue necesario que Fukuyama nos alertara con respecto al Fin de la Historia;[14] cantaron presente las consecuencias del Choque de Civilizaciones descriptas por Huntington;[15] hasta el Imperio de Hardt y Negri[16] contribuyó… para que las concepciones marxistas acerca de la lucha de clases quedaran cuestionadas y para que triunfara la subjetividad imaginaria característica del capitalismo -subjetividad sin faltas; subjetividad sin diferencias; “subjetividad clausurada bajo la forma de un múltiple sistema universal de equivalencias abstractas”[17]- que el multiculturalismo encarna.

Grüner[18] sostiene que el multiculturalismo intenta vanamente reemplazar la categoría “lucha de clases” al tiempo que pretende triunfalmente instalarse como totalidad articulada del capitalismo. Y ese vano intento se debe a que aún no ha sido posible eludir la evidencia marxista de que hay algo en la realidad del capitalismo que “no cierra”; algo que pone en evidencia una falla en el sistema de equivalencias universales; algo que ha dado en llamarse plus valía… La misma plus valía que Lacan asimila al plus de goce cuando sostiene la teoría psicoanalítica del síntoma. De ahí que, para Grüner (y, por supuesto, para Zizek) es Lacan quién defiende, contra otros psicoanálisis, la concepción del inconsciente como lugar de lo irrepresentable, como expresión del carácter inarticulable de lo Real.

 

Barreras científicas

 

Es posible que así sea. Pero eso no tiene porque impedirnos enunciar que la operación teórica de Lacan con respecto a las otras disciplinas científicas se parece, en mucho, a la sostenida por el multiculturalismo; tiene un aire de familia con ese discurso totalizante y totalizador que hace virtud del respeto a los “otros” al tiempo que se instala en el lugar privilegiado del “único”. Tiende puentes en los límites de las demás disciplinas, pero el flujo siempre respeta la misma dirección.

Porque el caso es que cuando Lacan propone esa mezcla original y fascinante de filosofía, de matemáticas, de lingüística, de etnología, de teología, su discurso reviste la característica de ser -o parecer, al menos- como “esencialmente” multidisciplinario. En el discurso de Lacan todas las disciplinas dispersas y frecuentemente difíciles adquieren un carácter excitante -aprehensible y evanescente- siendo convocadas a ubicarse en una situación de subordinación bajo la batuta de un director de orquesta que explica todo, al tiempo que asume su práctica como imposible y basa su saber en “la falta”.

Quién haya leído alguna vez a Lacan guarda la impresión de no haberse visto nunca antes frente a algo igual, aunque no sea gran cosa lo que se comprenda. Sin embargo, al leer a Lacan, uno sospecha que allí está la síntesis, la totalización de un saber que a nosotros se nos escapa pero que Lacan sí tiene y que, tarde o temprano, si nos tomamos el trabajo de estudiarlo sistemáticamente, vamos a poder participar del mismo. Esta es, tal vez, una de las claves de la enorme divulgación, y la fascinación que produce: la ilusión compartida de un saber que tiene que estar en algún lado; que Lacan revela y oculta; alude y elude.

En realidad, el discurso lacaniano no funciona como puente en el abismo que separa las distintas disciplinas; el discurso lacaniano no es un discurso multidisciplinario ni es un discurso interdisciplinario. Es, por el contrario, un discurso absorbente[19]. Es un discurso absorbente porque Lacan jamás muestra o explícita los lazos entre las diferentes disciplinas que convoca para construir esa totalidad. Por el contrario, él sugiere que detenta las claves de esa síntesis y suscita en los lectores el trabajo infatigable de descubrir esa clave. Su inmensa erudición supone que ha agotado lo mejor de la tradición conceptual de Occidente y que, solo confiándonos a el, llegaremos a conocer la quintaesencia del saber. De ahí que Lacan remite a textos, citas que los discípulos buscan internándose en disciplinas lejanas guiados por la convicción que, siguiendo por esas ramificaciones, se llegará a los confines del conocimiento. Así, uno empieza a leer a Lacan y, al poco tiempo, acumula en su mesa de trabajo a Parménides junto a Kant, a Heidegger, a Kojeve, a Thom, a las matemáticas con el teorema de Gödel, a la paradoja de Russel, a la teoría de los conjuntos, a Moebius, a Saussure, y a tantos más, en una suerte de estudio talmúdico laicizado.

Después de todo: ¿Qué criterio más humilde y sincero que intentar desandar el camino realizado por Lacan y buscar en la lingüística, en la lógica, en la topología, los fragmentos que nos permitirán reconstruir la estructura de la totalidad? Pero ocurre que el equívoco reside en insinuar la existencia de esa totalidad. Así, el investigador queda cautivo de un trabajo que deviene infinito, en parte gracias a la oscuridad y a la ambigüedad del texto que se ha construido voluntariamente inaprensible, y en parte porque jamás se pueden revelar los lazos que anudan a las diferentes disciplinas ya que aquéllos descansan en un plano metafórico.

El resultado de esta estrategia ha sido la creación de un universo psicoanalítico balcanizado: sectas que comparten una jerga cada vez más esotérica; grupos de psicoanalistas que hablan solo entre ellos, que se entienden solo entre ellos y que clausuran la posibilidad de cualquier intento por aceptar el verdadero desafío interdisciplinario. O, dicho de otra manera: como psicoanalista puedo opinar sobre el discurso de las otras disciplinas ya que siempre están en el campo del que me considero propietario; campo inexpugnable que me permite ignorar olímpicamente lo que intenten decir del psicoanálisis. Y esto es así porque lo que Lacan propone es, a la vez, una supremacía sobre el saber de los otros y una desilusión sobre el saber propio. Esa asimetría lo vuelve inexpugnable; puede decirlo “todo” sobre las demás disciplinas y, por el contrario, nada puede ser dicho sobre el psicoanálisis, salvo por un psicoanalista que, a su vez, es el primero en reconocer la imposibilidad de su práctica; se instala en la pura omnipotencia al tiempo que se ubica en la crítica más radical a esa omnipotencia.

 

Babel

 

Babel es el nombre del mito bíblico.

Babel es el nombre de la torre que pretendieron construir los antiguos para llegar al cielo. En cierto sentido, Babel es el mito fundador de la diversidad; mito que estableció barreras lingüísticas allí donde reinaba la lengua única. A partir de ese momento la lengua matera, la lengua compartida le cedió el lugar, intervención mediante, a la lengua divina. Y la lengua divina fue, desde entonces, las lenguas; y las barreras lingüísticas se convirtieron, así, en modelo sobre el cual se instalaron las otras barreras de la diversidad: barreras generacionales, barreras étnicas, barreras de género, barreras de clase social, barreras culturales, etc.

Dice el Génesis[20] que “En ese entonces se hablaba un solo idioma en toda la tierra. Al emigrar al oriente, la gente encontró una llanura en la región de Sinar, y allí se asentaron. Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos, y a cocerlos al fuego.» Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras, y brea en vez de mezcla. Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra.»Pero el Señor bajó para observar la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, y se dijo: «Todos forman un solo pueblo y hablan un solo idioma; esto es sólo el comienzo de sus obras, y todo lo que se propongan lo podrán lograr. Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos.»De esta manera Dios los dispersó desde allí por toda la tierra, y por lo tanto dejaron de construir la ciudad. Por eso a la ciudad se le llamó Babel, porque fue allí donde el Señor confundió el idioma de toda la gente de la tierra, y de donde los dispersó por todo el mundo.”

Queda claro, entonces, que no había diferencias en el origen, que en un principio estaban todos juntos, que ese espíritu de cuerpo estaba dado por la lengua compartida, por el anhelo de ser famosos y el temor a la dispersión (dispersión que, dicho sea de paso, no conocían ya que nunca habían sido dispersados). 

Queda claro, entonces, que la intervención del Señor estuvo destinada a separarlos de la lengua materna, invitarlos, obligarlos, digamos, a olvidarse de la lengua original (nada de bilingüismo) para acceder a la lengua divina, y que esa acción tuvo algo de castigo; algo de punición por haberse atrevido a desafiar su poder, por haber intentado alcanzar  a Dios, por pretender estar a su altura. 

Según algunas interpretaciones del capítulo 11 del Génesis, los hombres[21] aspiraban, con la construcción de esta torre, alcanzar el cielo; tocar el cielo con las manos; vencer el obstáculo que separaba el cielo de la tierra; atravesar la barrera que se interponía entre los hombres y Dios; diseñar un puente entre lo humano y lo divino. Llegar al lugar dónde moraba Dios. Y, quien dice llegar al lugar de Dios, dice ocupar el lugar de Dios. Por eso fueron castigados con la pena de la dispersión. Todo quedó reducido, entonces, a una renuncia vertical y un desafío horizontal: interrumpir la edificación y administrar la dispersión, desempeñarse en la totalidad de la diversidad.

Pues bien, todo hace pensar que el capitalismo en su fase actual está cumpliendo el mito religioso de la Torre de Babel. Y el multiculturalismo ha devenido en la ideología perfecta de la globalización capitalista. Porque al tiempo que propone y enaltece la aceptación de la diversidad, conduce no sólo a la segregación autoafirmatoria de cada minoría en una especie de “al don pirulero” absoluto, sino que siendo sólo “la lógica cultural del capitalismo multinacional”[22] se instala como única y eterna: lógica totalitaria.[23]

Cuando aún no ha cesado el modelo clásico de la colonización -los países metropolitanos subordinando y explotando económica, política y culturalmente a los países colonizados- ya un nuevo esquema protagoniza el cuadro: las empresas multinacionales explotando por igual a la población global. Se da, entonces, la paradoja de una colonización donde sólo hay colonias sin países colonizadores: “el poder colonizador no proviene más del Estado-Nación, sino que surge directamente de las empresas globales”[24]

Es en ese sentido que el multiculturalismo se postula como ideología privilegiada del capitalismo tardío: cuando desde una posición supra -por encima de todo- trata a cada cultura como “nativos”, como “aborígenes”, como “pueblos originarios” que deben ser estudiados y respetados. “En otras palabras (dice Zizek) el multiculturalismo es una forma de racismo negada, invertida, autorreferencial; un ¨racismo con distancia¨: ¨respeta¨ la identidad del Otro, concibiendo a éste como una comunidad ¨auténtica¨ cerrada, hacia la cual él, el multiculturalista, mantiene una distancia que se hace posible gracias a su posición universal privilegiada. El multiculturalismo es un racismo que vacía su posición de todo contenido positivo (el multiculturalismo no es directamente racista, no opone al Otro los valores particulares de su propia cultura), pero igualmente mantiene esta posición como un privilegiado punto vacío de universalidad, desde el cual uno puede apreciar (y despreciar) adecuadamente las otras culturas particulares: el respeto multiculturalista por la especificidad del Otro es precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad.”[25]

Porque lo que aquí está en juego es la universalidad del multiculturalismo que supone la permanencia eterna del capitalismo ya que, esa coexistencia dispersa, esa hibridación cultural que no encuentra traducción simultánea, la heteroglosia Bajtiana, termina aceptando la absolutización del sistema; deja intacta la homogeneidad del capitalismo gracias al abandono de la lucha de clases.     

El reemplazo de la lucha de clases por el multiculturalismo es una operación fundamental para mantener la ilusión de un Sistema que, de haber funcionado bien, hubiera evitado las catástrofes que protagonizamos. Pero ocurre que el capitalismo cuando funciona bien, funciona así: y ha triunfado porque logró instalar en el imaginario social su condición de único sistema posible, dueño absoluto de la democracia, de los valores de la libertad y de la igualdad, de modo tal que las crisis por las que atraviesa (y que pone en riesgo a la humanidad, toda) vendrían a ser el resultado de su falla y no de su “naturaleza”.  Así como Marx sostenía que todo sistema lleva en su seno las fuerzas que le son antagónicas, el capitalismo triunfa cada vez que logra reforzar la idea de que lleva en su seno las fuerzas que se encargarán de salvarlo. El capitalismo triunfa cada vez que logra instalar la idea de un capitalismo malo (racista y explotador) y un capitalismo bueno (multicultural).

“Es como si, dado que el horizonte de la imaginación social ya no nos permite considerar la idea de una eventual caída del capitalismo (se podría decir que todos tácitamente aceptan que el capitalismo está aquí para quedarse), la energía crítica hubiera encontrado una válvula de escape en la pelea por diferencias culturales que dejan intacta la homogeneidad básica del sistema capitalista mundial. Entonces, nuestras batallas electrónicas giran sobre los derechos de las minorías étnicas, los gays, y las lesbianas, los diferentes estilos de vida y otras cuestiones de ese tipo, mientras el capitalismo continúa su marcha triunfal.”[26]

 

Juan Carlos Volnovich

Psicoanalista

jcvolnovich [at] gmail.com

 

Notas

 

[1] Hobsbawm, Eric: La Historia del Siglo XX. En https://lahistoriadeldia.wordpress.com/2009/07/29/eric-hobsbawm-historia-del-siglo-xx-descargar-libro/ Marzo 2011-03-08

[2] Con la inseguridad en Afganistán e Irak como principal motivo, el flujo de refugiados y personas desplazadas que huyen de un conflicto o un desastre en el mundo ha aumentado en 2009, según el informe anual del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El informe establece que el número de refugiados ha alcanzado la cifra de 15,2 millones, las personas internamente desplazadas son cerca de 27,1 millones y los solicitantes de asilo han llegado a ser 43,3 millones de personas en 2009, 1,3 millones más que el año anterior.

[3] Schneider, Peter: El saltador del muro. Editorial: Anagrama, 1989, ISBN: 978-84-339-3056-9. Título original: Der Mauerspringer (1982).

[4] Freud, Sigmund: “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”.

[5] Y, hasta donde yo sé, aún no se ha investigado en el niño y en la niña la génesis de los conceptos de etnia, de clase social, de diferencias lingüísticas. Eso es: cuándo y cómo tanto niñas como niños comienzan a reconocer las diferencias entre ricos y pobres, entre negros y blancos, entre lenguas dominantes y lenguas subalternas. Cuándo y cómo comienzan a reconocer las diferencias y, por lo tanto, cuándo y cómo construyen las desigualdades que garantizan la inferioridad de uno de los términos. 

[6] Whisman, Vera. Rich, Adrienne: Compulsory heterosexuality and lesbian existence  Echols, 1983.

[7]Butler, Judith: Bodies that matter, on the discursive limits of sex. Rouledge. New York. 1993.

[8] Kristeva, Julia: Sentido y sinsentido de la revuelta. Eudeba. Buenos Aires. 1998. “...procuraré integrar una apuesta más, que consiste en superar la noción de texto, a cuya elaboración contribuí junto con tantos otros, y que llegó a ser una forma de dogma. En su lugar me esforzaré por introducir la noción de experiencia”.

[9] Stolcke, Verena: ¿Es el sexo  para el género lo que la raza es para la etnicidad?

[10] Freud, S: Obras Completas. LXVII - Sobre una degradación general de la vida erótica. (*345) - 1912.

[11] Freud, S: Obras Completas CXXIX - La disolución del Complejo de Edipo  (*512) - 1924.

[12] En El psicoanálisis revisado (texto de  una conferencia pronunciada en 1946 en la Sociedad Psicoanalítica de San Francisco) Theodor Adorno critica el psicoanálisis que cede ante la tentación de otorgarle el papel fundamental en la constitución subjetiva a las determinantes de tipo social o cultural postergando “los ocultos mecanismos del inconsciente.” Ese ensayo crítico está dirigido a la psicología del yo, al culturalismo americano, a Karen Horney y, por encima de todo, a Erich Fromm. Fromm, que había formado parte de la Escuela de Frankfurt desde la primera época y que, según Adorno, quedaba tributario de concepciones adaptacionistas.

[13] La Escuela de Birmingham aspira a comprender y explicar la articulación entre clase social y práctica cultural con una mirada que trasciende lo socioeconómico. A pesar de que el grupo y sus obras datan de los años cincuenta, recién se institucionaliza aproximadamente diez años más tarde, en torno al Center for Contemporary Cultural Studies de Birmingham, Inglaterra, fundado en 1964 por Richard Hoggart. Entre los padres fundadores, además de Hoggart, se encuentran Stuart Hall, Edward Thompson y Williams Raymond.

[14] Fukuyama, Francis: El fin de la Historia y el último hombre. 1992.

[15] Huntington, S. P.: El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidós, Barcelona. 1997.

[16] Hardt, Michel; Negri, Antonio: Empire. Harvard University Press. 2001.

[17] Grüner, Eduardo: Introducción a los Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Paidos. 2003.

[18] Grüner, Eduardo: op. cit.

[19] Roustang, F: “La ilusión lacaniana”.

[20] Biblia (Nueva Versión Internacional): Génesis 11:1-9 

[21] Digo bien: “los hombres” porque no hay referencia alguna a las mujeres allí.

[22] Zizek, Slavoj: Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional en  Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Paidós. 2003.

[23] Grüner, Eduardo: op.cit.

[24] Zizek, Slavoj: op.cit

[25] Zizek, Slavoj: op.cit

[26] Zizek, Slavoj: op.cit.

 

 
Articulo publicado en
Abril / 2011

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