La editorial Topía acaba de publicar este nuevo libro de Enrique Carpintero. Un texto fundamental para poder entender cuáles son los factores subjetivos en los ascensos de los neofascismos en el mundo. Una herramienta para comprender los procesos del sometimiento, un paso insoslayable para la necesaria transformación.
Lo primario para el fascismo clásico y, para el actual neofascismo neoliberal, es el odio hacia lo ajeno.
Es necesario alertar sobre la tentación neofascista del gobierno de Milei. Como psicoanalista no puedo quedar en silencio ante un gobierno cuyas políticas generan la ruptura del lazo social. Generan el aumento de los efectos de la pulsión de muerte: la violencia destructiva y autodestructiva. El sujeto se constituye en la relación con el otro en la alteridad; caso contrario no hay sujeto. De allí que su defensa se plantea como un desafío ético. Pero digámoslo de entrada: este no es un problema psicológico. El exceso de este liberalismo extremo que llamamos neoliberalismo es un exceso del sistema capitalista; el plus de valor que obtiene es lo que reclaman los sectores de poder. Si de esta manera reciben un goce en el odio o en la crueldad es para sacrificarla al capital: para que el capital goce en lugar de ellos.
Desde la crisis del 2008 hay un avance en el mundo de proyectos, fuerzas de grupos políticos y experiencias de gobierno que expresan diferentes modos de conservadurismo, autoritarismo y el neoliberalismo como proyecto económico y social. Aprovechan los mecanismos de la democracia para ganar elecciones a partir del fracaso de los partidos socialdemócratas y de las experiencias progresistas en América Latina.
Uno de sus modelos es el neofascista Viktor Orban en Hungría que en sus 15 años de gobierno se dedicó a desgastar la democracia en su país en una combinación de varios elementos: acoso legal, regulaciones, violentas críticas a los periodistas y a todos aquellos que se opongan a su política, ahogo financiero a los medios de comunicación independientes del gobierno, el uso de influencers de ultraderecha para promover Fake News en las redes sociales. Entre sus seguidores están Donald Trump y Bukele: el gobierno de Milei fue invitado este año para disertar sobre “el milagro argentino”; el secretario de Culto y el ideólogo Agustín Laje hablaron de la decadencia de Europa y reivindicaron el viejo lema fascista “Dios, patria y Familia”.
Hablar solamente de ultraderecha o de populismo de derecha elide un elemento central de estos gobiernos: que son expresión de la expansión del neoliberalismo o liberalismo extremo no solo como desarrollo económico sino como forma de vida.
Si retomamos a Freud vemos que lo primario para el fascismo clásico y, para el actual neofascismo neoliberal, es el odio hacia lo ajeno. Lo ajeno que se odia tiene características diferentes en cada país; puede ser el extranjero, el inmigrante pobre, el musulmán, el indígena, el homosexual, los disidentes sexuales, los izquierdistas, el loco, la mujer. Lo ajeno es odiado por ser diferente y el diferente por su religión o su falta de religión, por su género, por su opción sexual, por su posición política o simplemente por su comportamiento. El odio anula la empatía ya que como dice James Vance (vicepresidente de EEUU) hay que reivindicar el Ordo Amoris (en latín, el orden del amor). Este es un concepto de la teología cristiana, que deriva de las obras agustinianas, en el que se ocupa del orden correcto del amor cristiano. En este orden primero está el amor a Dios, luego a uno mismo y su familia para seguir con el amor a la comunidad y, por último, a los extranjeros. Esta perspectiva es utilizada por las nuevas derechas para justificar diferentes posturas sociales donde los pobres y los inmigrantes no deben ser tenidos en cuenta.
Llegado a este punto, creo que es importante fundamentar por qué es necesario caracterizar a estos gobiernos como neofascistas.
Hablar solamente de ultraderecha o de populismo de derecha elide un elemento central de estos gobiernos: que son expresión de la expansión del neoliberalismo o liberalismo extremo no solo como desarrollo económico sino como forma de vida. El capital y su lógica de reproducción debe seguir en aumento. Para ello las formas democráticas molestan; es necesario poner límites a las libertades de los sujetos a través del miedo y la violencia represiva. Su objetivo es conseguir un capital desinhibido, protegido en el libre mercado, sin límites, sin frenos: esta es la libertad que pregonan. Es así como el neoliberalismo es visible-invisible ya que se confunde con todo lo existente como organización social. De esta manera obtura la posibilidad de diferenciar el capital del sujeto o ver el capital como expresión de sectores sociales que se benefician. La libertad del capital se confunde con la libertad del sujeto. De allí la dificultad para que aparezca un pensamiento alternativo ya que se impone como pensamiento único. Su estructura socioeconómica ofrece la ilusión de un espacio vacío, un espacio como el libre mercado donde circulan mercancías y sujetos que deben concebirse a sí mismos como empresarios (como diría Foucault, Homo economicus) que deben competir entre sí. En este espacio, donde se pregona una libertad ilusoria, lo determinante no son las fuerzas económicas en juego, sino las aptitudes individuales de los emprendedores. No hay explotados y explotadores; no hay dominantes y dominados; solo el sujeto que se auto explota: si fracasa es porque no hizo bien su proyecto. El enemigo es interno: su falta de capacidad. Afuera los enemigos son todos aquellos que limitan su libertad de hacer lo que crea conveniente. De esta manera, encontramos ideas negacionistas del cambio climático, conspiranoicas y un individualismo darwiniano del “sálvese quien pueda”; su objetivo es defender la desigualdad y el derecho de los ricos a ser más ricos y los pobres más pobres. Su meta es la búsqueda de una sociedad del rendimiento, donde la lógica es el exceso de positividad y la voluntad de los emprendedores. Lo cual nos lleva a preguntarnos por los dispositivos de poder que dan lugar a una subjetividad del sometimiento y la ilusión de la meritocracia.
No hay explotados y explotadores; no hay dominantes y dominados; solo el sujeto que se auto explota: si fracasa es porque no hizo bien su proyecto. El enemigo es interno: su falta de capacidad.
En los ´80 y ´90 el neoliberalismo de Margaret Thatcher y Ronald Reagan exigieron austeridad, privatización, la reducción de los servicios públicos, la represión de la protesta, la desregulación de los impuestos. La promesa era “la teoría del derrame”: cuando los ricos sean más ricos iban a invertir su capital en el conjunto de la sociedad. Obviamente esto no ocurrió, pero su fracaso no impidió paralizar al movimiento obrero como fuerza política y el socialismo como perspectiva de futuro: ya que lo único posible era el capitalismo. Sin embargo, la crisis del capital no dejó de sucederse; es aquí donde el neoliberalismo encontró en las dictaduras latinoamericanas de Pinochet en Chile y de Videla-Martínez de Hoz en nuestro país su mayor forma de expresión. Este proceso se consolida con la caída de la URSS y el auge de la globalización neoliberal acompañada de una apertura multiculturalista. Como señala Lazzarato esta es “la violencia fundadora” de la imposición del neoliberalismo.
Por ello en la actualidad la eficacia del neoliberalismo en destruir las formas democráticas deja un vacío que es ocupado por el neofascismo en su intento de consolidar formas autoritarias de gobierno que eliminen las conquistas sociales y civiles conseguidas.
El texto que escribimos está constituido por artículos que, con algunas modificaciones, aparecieron en la revista Topía. En la segunda parte decidimos poner la fecha de publicación con el fin de mostrar el proceso que comienza con la pandemia y finaliza con el triunfo de Milei.
Con el ascenso de Milei al gobierno en nuestro país se afianza una época de un traumatismo generalizado que abarca al conjunto de la sociedad.
En la primera parte titulada “El sujeto es portador de cultura” destacamos que en la actualidad de nuestra cultura se han generado nuevas formas de subjetivación producto de lo que denominamos “el exceso de realidad produce monstruos”. Es decir, una realidad que excede las posibilidades de simbolización por parte del sujeto y, por lo tanto, genera situaciones traumáticas. La respuesta de la cultura dominante es el consumismo que se transforma en un deseo irrefrenable de consumir que, al no quedar satisfecho, activa permanentemente el circuito. Los que no pueden consumir ni para satisfacer sus necesidades básicas quedan arrasados en la propuesta del individualismo darwiniano. En esta perspectiva, debemos decir que la enfermedad más importante no es el cáncer o las enfermedades cardiovasculares sino la desigualdad social y las graves consecuencias que producen en la desigualdad de la salud.
La segunda parte, “El autoritarismo neoliberal neofascista neoliberal de Milei” comienza con la importancia de diferenciar el fascismo clásico del actual neofascismo neoliberal. Luego continuamos con el análisis de los efectos de la pandemia que fue constituyendo una corposubjetividad basada en la precariedad de la relación con uno mismo (Intrasubjetividad) con los otros (intersubjetividad) y con la cultura (transubjetividad). En esta circunstancia aparecen nuevas formas del fascismo y de la extrema derecha cuyo objetivo es destruir las libertades, la igualdad, la justicia social y el medio ambiente apelando al odio que se sostiene en miedos que generan problemas de Salud Mental y contribuyen a que el mundo vaya siendo un lugar imposible de ser habitado.
La pandemia fue constituyendo una corposubjetividad basada en la precariedad de la relación con uno mismo, con los otros y con la cultura.
Como decimos en el capítulo XVIII con el ascenso de Milei al gobierno en nuestro país se afianza una época de un traumatismo generalizado que abarca al conjunto de la sociedad. Este traumatismo que toma una dimensión colectiva nos lleva a la necesidad de apropiarnos de la cultura en la que estamos y pertenecemos para dar cuenta de nuestros deseos y necesidades que nos lleve a construir alternativas individuales, familiares y sociales que enfrenten los procesos de sometimiento.
La lechuza representa a la sabiduría porque es el símbolo de Minerva, la diosa de la razón que nace de la cabeza de Zeus. Posee unos ojos grandes que le permiten moverse en la oscuridad con destreza. Hegel en la introducción a su libro Filosofía del derecho escribe una frase que va a ser repetida muy seguido: “La lechuza de Minerva inicia su vuelo al caer el crepúsculo.” Esto quiere decir que la filosofía -por extensión, también todo saber- no puede anticipar nuestro mundo; siempre llega tarde al futuro ya que: “Surge en el tiempo después de que la realidad haya cumplido su propósito de formación y se haya realizado.” Según Hegel la teoría no va por delante de la vida a lo sumo permite reconocerse en sus tonalidades. Por esta razón la lechuza de Minerva levanta vuelo en el crepúsculo. Sin embargo, de algún modo el pensamiento ayuda a formar la vida, al igual que un gallo anuncia un nuevo día. Cómo dice Spinoza: “Somos activos en la medida que comprendemos.” Este es el objetivo de un pensamiento crítico. Este es el objetivo de este libro. ◼
Buenos Aires, junio de 2025
Enrique Carpintero
Psicoanalista
enrique.carpintero [at] topia.com.ar