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la entropía del poder

 
(Una reflexión sobre la lectura de “Lengua Sucia”)

Y la crueldad navegó como si fuera un sueño.......
Vicente Zito Lema

 

El teatro es un desbordamiento pasional,
una horrorosa transferencia de fuerzas
del cuerpo
al cuerpo.
Antonin Artaud

 

El castor es cazado por sus órganos sexuales,
muy útiles en medicina. El castor lo sabe, y
cuando es perseguido se los arranca con los
dientes para que lo dejen tranquilo.
V. Langlois

 

CONCEBIR LO INCONCEBIBLE:
En estos “autos sacramentales argentinos”, que se suceden a lo largo del último libro publicado de Zito Lema “Lengua Sucia” (escenas de poder, servidumbres y muertes), la verdad de los cuerpos que el lenguaje disfraza se torna teatro de la crueldad como clausura de la representación.
Una destrucción o una nueva manifestación de la negatividad que a pesar de todo no es el símbolo de un vacío ausente. Este teatro “poético” de Zito Lema, en realidad afirma, produce la afirmación misma de la vida en su rigor pleno y necesario. La teatralidad de estos textos atraviesan y restauran la existencia de la carne, que a fuerza de morir ha acabado por alcanzar una vida: teatralidad marcada por el exceso y el desborde, donde la blasfemia es un grito interior y desgarrado. Y la maldición de la “lengua sucia” y obscena acumula y desborda los efectos tragicómicos de la muerte que todo lo corrompe. Así, pues, puede decirse que este es un teatro “corporal” cuya gramática es la de la tortura como revelación del poder destructor que nos acecha y nos humilla.
La panoplia del objeto introduce en la agresión sádica un código del acto. El teatro como exigencia de abertura escénica y mirada del exterior, como intento de espectáculo donde representar lo no representable , una pesadilla intencionalmente destinada a llevar al espectador hasta los límites de lo soportable: ......” Y la crueldad navegó/ como si fuera un sueño.../ Con tristísima pasión, nada dejó de traficarse/ Toda materia fue humillada, sin gozo.../ Aquí, en estos días, que de vivir, morimos..../ más que en demencias, solos...”, nos dice Zito Lema a manera de prólogo.
Pareciera –como en el teatro de la crueldad de Artaud– que su esencia es “afirmativa”, y es el movimiento mismo del origen como muerte. Nació de su propia desaparición y el descendiente de este movimiento es el hombre. Su
necesidad opera como una fuerza permanente. La crueldad está siempre a punto. Pero este teatro no es una representación. Es la vida misma en lo que ésta tiene de irrepresentable . “La vida es el origen no representable de la representación”.*1
En este sentido Zito Lema en “Lengua Sucia”, opone al poder de la mímesis (la forma más ingenua de la representación) un lugar primordial, “poético”, y privilegiado: la destrucción de la imitación. Un trabajo con el lenguaje en el que la afirmación de la vida se deja desdoblar y surcar por la negación.
Lo orgiástico como sentimiento desbordante de vida y de fuerza, en cuyo interior, incluso el propio sufrimiento opera como un estimulante. No se trata de librarse del terror y de la piedad, como pensaba Aristóteles en su “teatro catártico”, sino de, atravesando el terror y la piedad, “ser uno mismo” la alegría del devenir, esa alegría que encierra también en sí misma la alegría de destruir. “El arte no sería la imitación de la vida, sino que la vida es la imitación de un principio trascendente con el que el arte nos pone en comunicación.”
Este teatro expulsa a Dios de la escena. Pero no escenifica un nuevo discurso ateo, no concede la palabra ni entrega el espacio a una lógica logocéntrica. Es acción teatral que habita, o mejor dicho “produce” un espacio no-teológico.
Debido a la unidad de la palabra y del concepto y al influjo teológico del “VERBO”, que indica en realidad la medida de nuestra impotencia, y de nuestro miedo. En este sentido la escena en la tradición occidental se ha encontrado siempre amenazada. La energía de su esencia no ha trabajado más que con la intención de desvalorizar la escena como acción. Pues una escena que se limita simplemente a ilustrar un discurso ya no es una escena. Su relación con la palabra es su enfermedad y remarcamos que esta época está enferma. Esta es la reversión (repulsiva) que nos propone Zito Lema con su “Lengua Sucia”. Reconstituir la escena, escenificar y enfrentar la tiranía del texto. Esto explica que por ejemplo, a los ojos de Artaud, el teatro clásico no sea simplemente la ausencia, la negación o el olvido del teatro: antes bien es una obstrucción que permite leer lo que recubre. Liberada del texto la escena recuperaría su libertad creadora e instauradora. Es decir producción de un espacio que ninguna palabra sabría resumir o comprender. Clausura de la representación clásica pero reconstitución de un espacio de la representación originaria de la fuerza de la vida. Espacio producido desde dentro y no organizado desde otro lugar ausente. Como una “utopía invisible” donde concebir lo inconcebible.

 

UNA SOCIEDAD DE CASTORES:
Las “escenas de poder, servidumbres y muertes” de Lengua Sucia, nos permiten reflexionar sobre el poder y las sociedades históricas en las que se inscribe. Pero desde una “mirada al sesgo”, (por ejemplo leer a Sade desde San Ignacio de Loyola, o a Lacan desde Hitchcock) que permite discernir rasgos que por lo general se sustraen a una mirada académica “de frente”.
Esta compilación de obras de teatro, que al decir de Julio Cortázar, son como “latigazos de belleza”, dolorosos, pues van dirigidos a la carne del cuerpo, retoman los olvidados temas de la burguesía como enfermedad. Y de la continuidad entre los esquemas de poder del fascismo y el más salvaje de los capitalismos. En estas escenas, donde “la captaciòn de la humillación” se da en su origen , la ley de la jungla se restablece. Cabría entonces esta pregunta: ¿en qué se convierte esta concepción del poder en Zito Lema? ¿Cuál es su actualidad?
Como podemos ver en la estructura del libro, “Lengua Sucia” está constituido por varias historias ( “Servidumbres”, Pasados por agua”, “La ley del gallinero”, “La historia del Palangana”, “Locas por Gardel”) que aunque independientes se entrecruzan. La cuestión fundamental que las vertebra y sutilmente las enhebra es “la desobediencia civil”: la desobediencia a través de una lengua “sucia”, marginal, diabólica, poética y por lo tanto subversiva respecto a la “pureza” de las lenguas oficiales. O mejor dicho, del “monopolio lingüístico” ejercido por el poder central. En este sentido Zito Lema apuesta a permanecer en la frontera, un confín que defienda esta otra lengua: marcada siempre de alguna manera por la violencia y la herida que sangra.
La desobediencia civil respecto al poder en sus diferentes formas, ya sea éste un poder patriarcal, militar, religioso o económico. “Lengua Sucia” pone en escena el enfrentamiento, y también la continuidad entre uno y otro poder y el pacto criminal entre ambos. La contraposición adquiere por momentos un tono casi caricaturesco. Su escritura quiere probar la presencia del significado, probar que todo significante no es más que cifra, teatro, escritura de una idea, es decir, “ideo-grama”: un sacudimiento que debe permitir el hallazgo de su soporte, en este caso el concepto del poder como tortura. La sociedad tolera sólo a los hijos obedientes. La desobediencia molesta al poder, al igual que el erotismo de una “lengua sucia” fuera de las reglas. La desobediencia es la verdadera entropía del poder. Las formas de insubordinación son muchas y deben ser como en el caso de este libro, reinventadas para que tengan efecto sobre un poder que es capaz de hacerse de nuevo con todo. Una desobediencia total que, si así se puede decir, continúa desobedeciendo y continúa siendo eficaz más allá de la destrucción de su portador. Sobre el poder, la desobediencia adquiere en el teatro de Zito Lema varias formas: canibalismo, erotismo intolerable, rebelión desesperada de las víctimas. Se trata de formas extremas, en que la distancia entre la perversión y la santidad se desvanece en un acto de rebelión contra el conformismo hipócrita.
Mientras que la violencia animal se cumple sin demora, franca en su crimen, la violencia contra el hombre va a ser “sabiamente” hipócrita. En la violencia, Zito Lema va a integrar la mentira. Y la mentira es el signo humano por excelencia. Como dice Wells, el animal carece de gestos mentirosos. Estas “escenas de poder, servidumbres y muertes”, dan la impresión de un “tiempo suspendido”, la esencia temporal de la amenaza, de la agresión diferida. En estas escenas no se duerme. Ausencia de sueño y ausencia de risa. Seres humanos reducidos a objetos, consumibles como cualquier otro producto de esa sociedad. “Lengua Sucia”, es la puesta en escena del genocidio cultural y físico de un mundo perpetrado por el poder, así como de la perpetuación de la infamia y de la violencia hasta que ésta se vuelve mecánica: la puesta en escena de una verdadera y auténtica tecnología de la violencia. Expresadas con el vigor de sus descripciones y la indecencia de su ferocidad.
La vida y el verbo reales deben ser rebeliones elocuentes, ya que el sufrimiento padecido no puede ser borrado más que por el sufrimiento proyectado. Elegir a Zito Lema es también desafiar el ostracismo con el que la sociedad condena a quien decide denunciar y hacer visible la perversión del poder, un poder que no confiesa jamás su secreto homicida. Más allá de este desafío al conformismo artístico de derechas y de izquierdas, dispuesto a silenciar la infamia del poder, la obra de Zito Lema desarrolla una “intuición” como lugar crítico desde el que considerar la construcción social en la que participamos y sus límites. La “lengua sucia” es el armazón mismo de “la entropía del poder burgués”, y no la metáfora superficial del poder. Dicha interpretación obliga de hecho a quedarse en el mismo marco ideológico que produce dicho poder. Que a su vez, permanece intacto, es más, se confirma en su positividad ante tanto horror. En otras palabras, no repetir la leyenda del castor, que es cazado por sus órganos sexuales, y cuando es perseguido se los arranca con los dientes para que lo “dejen tranquilo”. No transformarnos en una sociedad de castores castrados por persuasión.

 

Héctor J.Freire
Crítico de Arte
hector.freire [at] topia.com.ar

*1 Jacques Derrida. Dos Ensayos. Ed.Anagrama1967, Barcelona
 

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Articulo publicado en
Mayo / 2001

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