“Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado se profana...”
Karl Marx, Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.
El llamado del Director de la Revista Topía Enrique Carpintero, a mediados de julio del 2025, por el cual tuvo la extrema – y en parte irresponsable- generosidad de invitarme a escribir un artículo sobre “¿Por qué la Izquierda hoy?” en la sección inaugurada en Topía a partir del brillante artículo de Eduardo Grüner (Revista Topía Nro 103, Abril 2025), me generó, por un lado, el beneplácito y orgullo que me genera la oportunidad que me da Enrique cada vez que me ofrece transmitir mis ideas sobre política, salud mental y psicoanálisis -como tan dadivosamente lo viene haciendo hace más de 15 años- pero, en un punto también, un problema (no tengo dudas que no era su intención).
Ocurre que por tiempos de economía organizacional de edición de artículos de una revista trimestral -y esto lo he aprendido por mi propia experiencia con Topía en todos estos años-, entiendo que algunos artículos deben estar listos a ser publicados con cierta anticipación a la fecha de salida del número correspondiente de la revista, sumado a la anticipación que corresponde solicitarse la redacción a los autores de los mismos -aclaración de fecha de cierre mediante-, lo cual a veces pueden ser entre 2 y 4 meses entre que se escribe el primer renglón y que el artículo termina publicado en la edición impresa y en la web. Independientemente de toda la neurosis que siempre puede jugar sus cartas en relación con el problema de la producción del objeto, la demanda del otro y la línea de tiempo -goce por la procrastinación mediante hasta la culminación de la obra, claro- presente en la escritura, o al menos en la mía-, el contenido de la temática que Enrique me solicitó me puso -reitero- verdaderamente en problemas..
La irrupción de formaciones “neofascistas” -desde Milei y Bolsonaro en Sudamérica hasta Meloni y Trump en las potencias imperialistas- no es un fenómeno aislado. Es el resultado del fracaso estrepitoso de las alternativas que el sistema había logrado cooptar o reciclar.
Sucede que para un militante con más de 35 años de participación en una organización partidaria trotskista (en mi caso en el Partido Obrero de Argentina) pedirle en este cuadro de situación política global un artículo sobre “Por Qué la Izquierda hoy”, en los tiempos de surgimiento de formaciones y gobiernos “neofascistas” (que tan bien describe el propio Enrique Carpintero en su reciente libro “La Tentación Neofascista”) a ser publicado meses después por una cuestión organizativa editorial, puede terminar siendo ciertamente “problemático” (e insisto, no solamente por las aristas de mi neurosis obsesiva).
Si algo caracteriza a la actual crisis capitalista mundial, en la cual se observa entre otras cuestiones, la aparición y surgimiento de fuerzas y gobiernos “neofascistas” y de “ultraderecha” -que llegan al poder por la vía electoral democrático burguesa), principalmente en América y Europa (Javier Milei en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador, Donald Trump en Estados Unidos, Giogia Meloni en Italia, Viktor Orban en Hungría, solamente por nombrar algunos, que vale destacar suelen ponerse “en la misma bolsa” pero que en muchos aspectos son diferentes -salvo en el pavor y terror que les genera “el comunismo” y “los zurdos”- es su volatilidad, vertiginosidad y dinámica por momentos meteórica, además de su morfología barbárica, tomando el significante “bárbaro” en el sentido del “Socialismo o Barbarie” que Rosa Luxemburgo patentó en 1915, al comienzo de la Gran Guerra Imperialista, frente a la advertencia de los efectos que tendría no solamente para los países intervinientes, sino para la clase obrera mundial y la humanidad toda.
Si bien suena “catastrofista” (en breve desarrollaremos este problema -o “solución”-), nos encontramos en las puertas de una más que probable Tercera Guerra Mundial. Así, sin comillas. El conflicto bélico de Rusia con la OTAN por la guerra con Ucrania, el genocidio barbárico perpetrado por el Estado de Israel contra el pueblo palestino en Gaza (Cisjordania también) -el cual ya es tan evidente que hasta los organismos internacionales, muchos Estados imperialistas como por ejemplo Francia y la mismísima ONU ya lo describen como “genocidio- más los países árabes de Medio Oriente, los efectos de la “guerra comercial” de Trump con la China “comunista” amenazan con convertirse en “la tormenta perfecta” para el inicio de una guerra militar internacional (que a nivel político y comercial ya se ha iniciado), la cual en términos del desarrollo tecnológico y militar, sí amenaza directamente al conjunto de la civilización en términos literales y a convertir en un axioma irrefutable esa frase que reza “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras” (y que algunos le atribuyen a Albert Einstein).
En esta situación global es que Enrique me pide “Por qué La Izquierda Hoy”. Pero todavía no expliqué en qué aprietos me metía el Director de Topía al pedirme un artículo bajo dicha rúbrica unos meses antes de su publicación. No podemos escindir un planteo sobre el “Qué Hacer” de hoy frente a la dinámica de la crisis capitalista terminal y -reitero- su vertiginosidad. Todo lo planteado como una verdad irrefutable, en un abrir y cerrar de ojos, puede quedar en breve absolutamente anacrónico.
A mediados de julio, cuando se produjo el llamado para que escriba el artículo, todavía la Comisión Investigadora de la ONU (ni estados imperialistas como la propia Francia o hasta Gran Bretaña) no había declarado “genocidio” al genocidio cometido por Israel en Gaza, no se había producido el levantamiento popular en Nepal contra el gobierno “comunista”, Trump no había rodeado con sus buques militares las costas de Venezuela como amenaza directa a “desembarcar” en los modos más “clásicos” y “históricos” del imperialismo (el último desembarco imperialista de Estados Unidos fue hace 35 años en Panamá). Por otro lado, en nuestro país, Milei y su banda de neofascistas -tomo el término de Carpintero para su último libro, nunca me gustó la categoría “neoliberal” - y lúmpenes “de bolsillo lleno” parecía comerse “a los chicos crudos” metiéndose en el bolsillo al PRO (o a sus restos) luego del triunfo electoral en la Ciudad de Buenos Aires en las elecciones de mayo y de cara a las elecciones legislativas de la Provincia de Buenos en el mes de septiembre; el Riesgo País no subía de los armónicos 750 puntos y el dólar “flotaba” en el decibel de los 1350 pesos de “la banda”. Mientras el Presidente y su Ministro de Economía “estrella” -me resulta curioso adivinar si al momento que el lector lea estas líneas lo seguirá siendo- se paseaban por los “streamings” amigos exclamando que “el dólar flota!” y a llamar a la población a “comprá, campeón” (divisas).
La clase dominante tiene más claro que muchos izquierdistas que la izquierda revolucionaria es “la única alternativa posible” ante la profundidad de la crisis. Esta certeza es la que explica el delirio neofascista de tildar de “comunista” cualquier intervención estatal, por mínima que sea.
Al momento de ultimar y corregir detalles de este artículo, y dos semanas después de la “paliza electoral” propiciada por el peronismo “postkirchnerista” en la Provincia de Buenos Aires el primer domingo de septiembre, el Riesgo País orilla los 1500 puntos -planteando un escenario virtual de “default”- mientras el Ministro “estrella”, (el mismo del “compra, campeón”), horas atrás, también en un streaming oficialista acaba de afirmar sin ponerse colorado que “va a vender hasta el último dólar”. El dólar que “flotaba en la banda” por exclamación, y que se iba a “caer como un piano”, acaba de perforar el techo de la dichosa “banda de flotación” y por estas horas, Milei se apresta a subirse a un avión “de emergencia” para reunirse con Trump y rogar “de rodillas” un préstamo -meses después que han quedado prácticamente “rematado” el préstamo de los 20 mil millones de dólares del FMI para “planchar” el dólar- para evitar el default y una eventual derrota electoral nacional en octubre (con “salida del poder” como combo de la crisis).
Ni que hablar que lo escándalos de corrupción por las causas de las “coimas” en los fondos de discapacidad (que torpedean la línea de flotación del gobierno, con su hermana Karina a la cabeza), más el avance del escándalo de la causa “Libra” y la caída de los vetos presidenciales en las votaciones del Congreso (sí, el mismo Congreso que le votó la Ley de Bases), rodeado de multitudinarias movilizaciones, parecían casi una “utopía” o algo “muy a largo plazo” al momento que Enrique me pidió el artículo. Era otra Argentina y otro Mundo. Y la misma Argentina y el mismo Mundo a la vez.
Claro está, “por qué la izquierda hoy” en función de proponer una salida histórica, política y social ya no a tal o cual sector o clase, sino al conjunto de la humanidad, frente al agotamiento histórico de un régimen (capitalista) y la manifestación de éste a través de su fisonomía más barbárica y destructiva es inseparable de su naturaleza volátil, y a la vez, de la riqueza dialéctica del debate y la escritura que lo involucra para una publicación proyectada a un futuro de “pocos meses”. Implica que la producción literaria pueda conservar algunas cuestiones conservadas “ en el “freezer” como variables inmodificables, mientras que otras tienen que esperar a madurar casi hasta “la fecha de vencimiento” (del cierre del artículo) para incorporarse en el pretendido “plato fuerte”. Considero que, si hoy el lector estuviera leyendo una versión de artículo que podría haber enviado a Topía sobre “Por Qué la Izquierda Hoy” a los pocos días que fue solicitado, parecería una exageración si dijera que le resonaría de “una vida pasada” u “otro mundo” aunque sí podría aparentar una extemporalidad no menor para un debate estratégico tan profundo.
El surgimiento de estas variopintas formaciones “neofascistas” no ha sido un “rayo en cielo sereno”. Su irrupción en el terreno político y electoral, sus victorias electorales y ascensos al poder político, resultan un emergente del fracaso rotundo de las socialdemocracias (muchas provenientes del “refrito” histórico y reciclado del ex stalinismo de los PC europeos post caída del Muro de Berlín) y las fuerzas “wokistas” (por tomar el término utilizado por los propios neofascistas para calificar peyorativamente al progresismo pequeñoburgués cuya agenda incluye la defensa del medio ambiente, las minorías sexuales y raciales, y que en gran parte fue “cooptada” por fuerzas rabiosamente capitalistas en las últimas décadas) para el caso de Europa, mientras que en América Latina el derrumbe y el agotamiento del nacionalismo burgués y el “progresismo” como salida para las masas también ha contribuido al surgimiento del monstruo neofascista.
La estrategia para derribar este régimen ya está “inventada”. La dialéctica de la crisis puede transformar rápidamente lo latente en manifiesto. Lo “líquido” puede devenir abruptamente en consistencia, y lo “potencial” en potencia concreta.
El caso de Argentina con la llegada de Milei al poder es patente: no simplemente por lo quese ha hecho (y/o no hecho) desde las experiencias de los distintos gobiernos nacionalistas burgueses (kirchnerismo, Alberto Fernández) para que oportunamente surja un individuo como Milei (y la corriente que representa) como alternativa electoral para las masas. Sino porque el propio peronismo, cuando advenía el declive del gobierno de Alberto Fernández y con las elecciones presidenciales del 2023 haciendo flotar “el fantasma del retorno de la derecha”, encarnado en ese entonces en Juntos por el Cambio (Macri, Patricia Bullrich, Rodriguez Larreta), abonó disimuladamente -o no tanto- el terreno para que “Las Fuerzas del Cielo” crezcan y La Libertad Avance avance nomás, con la brillante idea de “comerle votos” a “la otra derecha”, llegar a las elecciones al escenario de “los tres tercios” (proclamado por la propia ex Presidenta Cristina Fernandez de Kirchner, quien al momento de terminar este artículo acaba de cumplir 100 días de prisión domiciliaria) con la candidatura de Sergio Massa y ganar “raspando” en el ballotage. El final de la película de esta “ingeniería electoral” ya lo conocemos todos. Y sobre todo lo padecemos la inmensa mayoría.
De manera tan simple como contudente, Eduardo Grüner en el artículo “Izquierda / Derecha: Elogio al Binarismo” publicado en la inauguración de esta sección de Topía, nos recuerda que “todos los fascismos históricos tuvieron como antecedentes casi inmediatos la posibilidad de un terror “rojo”: el bienio rosso en Italia, el movimiento espartaquista en Alemania, el republicanismo revolucionario en España. Es cierto que no hay en el horizonte actual nada de esa dimensión terrorífica para los grupos dominantes –aunque no es que no haya pasado estrictamente nada, como en seguida mencionaremos-, pero la crisis es tan catastrófica que, si bien la clase dominante toma nota tanto como nosotros de la todavía debilidad de unas izquierdas revolucionarias capaces de pergeñar una alternativa radical, al mismo tiempo saben que ellas serían la única alternativa posible…”
Si trazáramos imaginariamente una tabla comparativa entre los fascismos clásicos surgidos de ese “botón rojo” que la burguesía preferiría no apretar -pero si “las papas queman” no duda en apretar- en distintos momentos de la historia para evitar el ascenso revolucionario de la clase obrera al poder, con estos “neofascismos” actuales, bajo el prisma de la caracterización sociológica histórica del marxismo, encontraríamos varias diferencias. De eso no hay dudas (Carpintero bien lo describe también en “La Tentación Fascista”, también Grüner en el artículo de marras). Para el caso, estos neofascismos no resultan ser justamente ese “taco de acero que se transforma en el último recurso del desesperado capitalismo” que metaforiza Trotsky en 1934, sino que emerge -insistimos- efecto del fracaso del nacionalismo burgués -en los países semicoloniales- y de la socialdemocracia y el “wokismo” pequeñoburgués en las potencias imperialistas. Casi que asemejarlo en términos históricos a los fascismos “clásicos” sería un acto de optimismo y pesimismo a la vez: lo primero, porque el “peligro revolucionario rojo” estaría más cerca de lo “lejano” que para muchos parecería estar. Lo segundo, porque de ser estos gobiernos neofascistas, un fascismo “clásico”, de seguro no se podría publicar por ejemplo un artículo de este tenor -o conllevaría ciertos riesgos que creería hoy no se corren- y las libertades democráticas -que de, por cierto, muchas parecen progresivamente cercenadas y reprimidas por el gobierno de Milei-Bullrich- estarían suprimidas casi de manera absoluta.
Tomo la “potencialidad” (más que -por ahora- la “potencia”) que plantea Grüner con relación a la izquierda revolucionaria como alternativa de poder en esta etapa de catástrofe. Y que la clase dominante sabe que la izquierda revolucionaria -a pesar de su actual “inconsistencia”- sabe que es ella “la única alternativa posible”. Y que por eso “el temor al “comunismo” vuelve a recorrer con un escalofrío la espina dorsal del poder”. En el mismo sentido, el Eppur Si Muove que, la historiadora, periodista y editora de La Izquierda Diario Josefina Martinez, señala en el artículo Los Desafíos de la Izquierda en el Mundo Convulso del número anterior de Topía frente a los resabios noventistas fukuyamistas de la proclamación del “fin del comunismo y las ideologías”.
El” fantasma del comunismo” en la actualidad, o la manía neofascista de tildar de “comunista” a todo lo que pueda contemplar la intervención del Estado (capitalista) en la vida pública y de un país, aún en su mínima expresión, homologando “estatismo” con “comunismo” no resulta solamente una supina “burrada” conceptual, o en todo caso, ese delirio “macarthista” de ver “comunismo” en todo lado, que a veces pareciera emular la película satírica norteamericana “Que Vienen Los Rusos!” de la década del 60. Muchas veces nos despierta la risa irónica que -lamentablemente inherente a la condición humana- suele producir el delirio de un sujeto.
Retomando un axioma correctísimo del psicoanálisis (especialmente freudiano lacaniano), bien dice Grüner que “todo síntoma suele enunciar una verdad”. Efectivamente, así como el síntoma como formación del inconsciente “habla” de una verdad “a-dicta” del sujeto desde la enunciación (y no del enunciado), el delirio -nos valemos de la metáfora a modo de analogía sin con esto pretender llevar el debate a un plano clínico- también habla de una verdad del sujeto. Y para el caso, en este “fantasma del comunismo” donde todo parece “comunista” (desde Rodriguez Larreta hasta Kicillof pasando por Macri y Néstor Kirchner) y delirante, lo bizarro se vuelve realista y más próximo al principio de realidad. Pero, curiosamente, son los “delirantes” neofascistas que ofician de voceros de esa clase dominante que, como bien dice Grüner, tiene más claro sobre la “potencialidad” de la izquierda revolucionaria como alternativa “potencial” (y real), a pesar de la presunta inconsistencia política a nivel global, que muchos izquierdistas para quienes “mientras tanto”, se trata de apoyar a esas “alternativas electorales de centroizquierda, o “progresismos” o “populismos de izquierda”, que, a lo sumo, intentarán una gestión “amable” o “decente” de la miseria capitalista” bien descriptas por Josefina Martinez en su artículo porque “el socialismo es la salida pero para eso, falta mucho”. A modo de síntesis, hay más “verdad” en el delirio del neofascismo actual, que en el “realismo” del izquierdista.
Pertenezco a una corriente política la cual, muchas veces -y hasta el día de hoy- ha sido caracterizada como “catastrofista”, en el plano de la izquierda mundial, el trotskismo y hasta por el resto de los partidos compañeros que integran el Frente de Izquierda hace ya casi 15 años.
En la chicana y crítica al “catastrofismo”, a modo de fábula del “Pastorcito mentiroso” y bajo la premisa burlona de “estos pronostican crisis capitalista todo el tiempo, el día que verdaderamente haya, no se van a dar cuenta” (como cuando luego de reiteradas alertas chistosas del pastorcito sobre la venida del lobo, el día que verdaderamente fue, nadie se hizo presente en su socorro porque ya no le creían), la referencia a la catástrofe del “catastrofismo” se remite a conservar el núcleo fundamental del legado marxista, esto es, el que se orienta con el carácter históricamente determinado (mal llamado hasta el día de hoy -y también peyorativamente- como “determinista”) -dialéctica mediante también transicional- del régimen capitalista como modo histórico de producción y régimen histórico social en el mundo.
La crítica al “catastrofismo” desconoce el núcleo fundamental del legado marxista: el carácter históricamente determinado -y por lo tanto, transitorio- del régimen capitalista. Lejos de ser un “determinismo” mecánico, se trata de una comprensión dialéctica de su desarrollo.
Para quien quiera profundizar lo central del planteamiento “catastrofista” en el debate (que en realidad no pretende “inventar nada” sino continuar la obra de Marx desde su tarea histórica y política, a partir de una caracterización científica mediante) puede leer el artículo “En Defensa del Catastrofismo” de Pablo Rieznik, economista y teórico marxista, dirigente de décadas del Partido Obrero de Argentina (de quien se cumplen 10 años de su fallecimiento) en la Revista En Defensa del Marxismo Nro. 34.
La naturaleza inevitable del capitalismo (fuera de toda lectura “esencialista”) como motor hacia la catástrofe y la barbarie por sobre los “avances” y “progresos “en beneficio de la humanidad es la tesis nuclear del materialismo histórico y dialéctico de Marx y Engels.
El surgimiento de los neofascismos diversos, la amenaza lisa y llana de una Tercera Guerra Mundial, la proliferación de movilizaciones de masas en todo el mundo en defensa del pueblo palestino frente a la masacre genocida de Nethanyahu y el sionismo -la cual obliga a los gobiernos burgueses e imperialistas a tener que denunciar al Estado de Israel en las propias Naciones Unidas-, la volatilidad y alternancia en las experiencias políticas de formaciones presuntamente antagónicas a partir de las crisis políticas se ofrecen como “síntoma” de la regresión histórica del capital y lo “relativo” (por decir algo) de “igualmente, hay capitalismo para rato”. Retomando a Rieznik, quien señala en un debate, frente a un planteo sobre las “infinitas” posibilidades y recursos que tiene el capital para “reproducirse” a pesar de sus crisis cíclicas, que el capitalismo “sí, sigue en pie con sus métodos; a cada catástrofe y a cada manifestación de su crisis, la “salida” que puede encontrar reproduce y potencia esa misma catástrofe capitalista. Si uno no sabe lo que busca, dijo alguna vez un gran historiador, no entiende lo que encuentra” (“Catastrofismo, forma y contenido, En Defensa del Marxismo, Nro. 35).
La volatilidad es inherente a la dialéctica, y fuera de la dialéctica, está la nada misma (al menos para trazar una caracterización histórica, un programa y una estrategia para un marxista). Eso sí, la lucha de clases (como el inconsciente freudiano) tiene tiempos lógicos, y también cronológicos. Que van variando. Bajo las leyes dialécticas y “deterministas” del catastrofismo, un fenómeno y/o proceso de similares características, que hace décadas podía durar lustros, hoy podría quizás durar meses. Párrafos arriba señalaba con cierta ironía que cuando Enrique Carpintero me solicitó el presente artículo, allá por mediados del mes de julio, pero para “noviembre”, era otra Argentina y otro Mundo. Y la misma Argentina y el mismo Mundo”, y lo problemático que -al menos- para mi fantasma neurótico, eso podría resultar en relación con el tema del tiempo (¿cuándo no?).
Retomando nuevamente un párrafo citado de Grüner de su artículo referenciado. Claro que es cierto que, en este panorama mundial, la izquierda revolucionaria (la que estratégica y literalmente plantea la revolución socialista como única salida) está más en el plano de las “potencialidades” y “no todavía de potencias”. Tan cierto como dice Grüner que “el fantasma del comunismo permanece en estado de latencia” y por, sobre todo, “la responsabilidad que en ello les cabe a los propios derrotados, incluidas unas izquierdas revolucionarias que hasta ahora no han podido estar a la altura de las circunstancias”.
Dicho esto (y reivindicando lo parafraseado de Grüner), “no hay otra” que la salida revolucionaria ante lo actual (e inminente) de la barbarie y la catástrofe. Sí estamos viviendo la época de “la virtualidad”, las redes sociales, la IA, los neofascismos, la crueldad como forma de gobierno como nuevos fenómenos de subjetividad. Pero frente a esto y a “lo otro” que venimos desarrollando, que opera a modo “resistencial” en la historia, no hay que inventar nada. La reconstrucción del Partido Mundial de la Clase Obrera ante el advenimiento (y la profundización) de la barbarie y el peligro de extinción literal del mundo que vivimos está a la orden del día.
La clase dominante tiene más claro que muchos izquierdistas que la izquierda revolucionaria es “la única alternativa posible” ante la profundidad de la crisis. Esta certeza es la que explica el delirio neofascista de tildar de “comunista” cualquier intervención estatal, por mínima que sea.
Aún frente a lo insípido que aparenta hoy presentarse la izquierda revolucionaria mundial como salida política e históricas para los oprimidos de todo el mundo ante la barbarie. Primero y fundamental, la delimitación de aquellas “izquierdas posibilistas” fusionadas en el ex stalinismo y las llamadas “nuevas izquierdas”, aún en un plano de fragmentación y tendencia a las rupturas. Por fuera de toda “autoproclamación” y sectarismo de tal o cual corriente internacional, secretariado o liga y proponiéndose mínimamente el reagrupamiento a las corrientes obreras y socialistas internacionalistas a un proceso de debate y acuerdos comunes. Sin mayores apuros en lanzar nuevas corrientes o Partidos que se presenten o autoproclamen como “lo nuevo” o “lo mejor”. Y desde luego, fuera de toda adaptación a cualquier electoralismo febril con la instalación de rostridades atractivas para el electorado por sobre la construcción del Partido revolucionario a nivel nacional y mundial como estrategia.
¿Estarán las izquierdas actuales en condiciones de afrontar ese trabajo abrumador? pregunta Grüner en su artículo. No podemos contestar a ciencia cierta, pero, por otro lado, sí decimos que “no le queda otra” que estar a la altura de las circunstancias históricas ante la catástrofe. “No le queda otra”, a la izquierda revolucionaria, pero por sobre todas las cosas, a toda la humanidad. ¿Habrá que inventar otras, arrojarse a una nueva, gigantesca, apuesta pascaliana? También pregunta Grüner. Supongo que no, opino yo. No hay nada que inventar, a pesar de que sí, las circunstancias nos obligan a ser “creativos” e “inventivos” detrás de una perspectiva estratégica que ya está “inventada”.
Empezamos el artículo con la resonante frase de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1848, de “todo lo sólido se desvanece en el aire” para graficar el carácter transitorio y relativo de un régimen mundial que parece imbatible y eterno, pero ya se encuentra en su estadío de descomposición, decadencia y agotamiento.
¿Cómo derribarlo si carecemos de fuerza? La dialéctica también juega sus cartas, en esa vertiginosidad de la línea de tiempo donde “de repente”, lo “inconsistente” deviene en consistencia y realidad, lo latente en manifiesto, y lo “potencial” en potencia.
Hay un pasaje simple y grandioso en Los Miserables de Victor Hugo (publicado en 1862) sobre el levantamiento popular en París contra la monarquía de Luis Felipe I durante 1832.
“Por un instante, París parecía dormido, y luego, de pronto, una muralla de ardor y de fuego se levantó contra la opresión”
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Hernán Scorofitz
Psicoanalista. Militante del Partido Obrero (Argentina).
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IG: @scorohernan