MODALIDAD DE PRESENTACIÓN: MESA REDONDA: “POLÍTICAS MANICOMIALES: EL PRET A PORTER CORDOBÉS EN MATERIA SALUD MENTAL- DISCAPACIDAD- EDUCACIÓN SUPERIOR”
OBJETIVOS: Proponer un limitado esbozo respecto de la situación actual de las instituciones psiquiátricas de la provincia de Córdoba, a partir de la experiencia cotidiana desde el interior de una de ellas. Mostrando que determinado tipo de prácticas provocan diversos efectos sobre el cuerpo y la vida de los sujetos, se trate tanto de pacientes como de los trabajadores.
CONCLUSIONES: Los enunciados y discursos políticos de las autoridades actuales, se entrecruzan y contradicen con el ámbito de lo no discursivo, del acontecer cotidiano de la vida de las instituciones. Aún hoy en las instituciones psiquiátricas de la provincia de Córdoba, resulta más simple normalizar conductas que transformar condiciones perversas de existencia.
Nos hemos propuesto realizar un limitado esbozo respecto de la situación actual de las instituciones psiquiátricas de la provincia de Córdoba, a partir de la experiencia cotidiana desde el interior de una de ellas. Mostrando que determinado tipo de prácticas provocan diversos efectos sobre el cuerpo y la vida de los sujetos, se trate tanto de pacientes como de los trabajadores.Observamos que los enunciados y discursos políticos de las autoridades actuales, se entrecruzan y contradicen con el ámbito de lo no discursivo, del acontecer cotidiano de la vida de las instituciones. Aún hoy en las instituciones psiquiátricas de la provincia de Córdoba, resulta más simple normalizar conductas que transformar condiciones perversas de existencia.
En el año 1967 se utiliza la infraestructura edilicia de la Estación Climatérica Santa María (ex Sanatorio Tisiológico, 1899-1967) convirtiéndola en el hoy Hospital Colonia Santa María para la internación de pacientes psiquiátricos. Según datos que aporta el Departamento de Estadística de la institución, en épocas del proceso militar este hospital ha llegado a albergar a más de 900 personas. En el año 1984 atendía un promedio de 748 pacientes / día, actualmente el promedio de internación es de 300 pacientes.
Desde aquel mandato histórico, la Colonia Santa María es el reservorio social de referencia para la zona sanitaria II, en cuanto a la internación-reclusión de pacientes psiquiátricos. En 1986 Jorge Agüero, con respecto al nombre de la institución escribía lo siguiente: “Hospital: “Establecimiento para la asistencia de enfermos pobres”. Santa María: “advocación a la Madre de Cristo”. Colonia: “Conjunto de individuos de un país que vive en otro, extranjero. Territorio administrado por un país lejano, la mayoría de las veces se da una diferencia étnica entre la población autóctona y la metrópoli establecida en la colonia. Diferencia entre colonizados y colonizadores.” y continúa diciendo: “La mayoría de estas palabras por separado ya nos dicen bastante, pero podríamos intentar una síntesis: ¿Que es una Colonia?, “Conjunto de pobres enfermos, que para su asistencia viven en un país extranjero y son administrados desde la lejanía, en nombre de Dios”. Creemos que este es el punto de partida y en algún sentido el de llegada”.
Son 40 años con la mirada extraviada de la persona y sus padecimientos, mientras se continúa recortando a la enfermedad mental como fenómeno científico, centrada en la oposición normal-patológico propio de las ciencias bio-médicas que no pueden prescindir de las referencias a “síntomas”.
Son 40 años de marchas y contramarchas en materia de políticas sanitarias, con ciclos de vaciamiento e intentos por encontrar nuevos caminos: hasta la institución de hoy donde conviven el modelo manicomial tradicional del siglo pasado con una colonia de vacaciones, una empresa de limpieza y otra de alimentos privada, propios de los modelos mixtos de tercierización de servicios.
Y es en la práctica cotidiana de la colonia psiquiátrica, en el día a día, que se eternizan las contradicciones: se insiste en continuar sosteniendo la diferencia entre la salud mental como una entidad distinta de la salud general. Por ello lo de “colonia psiquiatrica” u “hospital monovalente” -como se gusta denominarlo actualmente-. Aún hoy el “objeto de estudio” de los que trabajamos en las instituciones continúa siendo la enfermedad mental: limitando nuestra visión a un peligroso reduccionismo que deshumaniza al sujeto que nos interpela. Para Jaspers “ningún hombre es totalmente abarcable, sobre ninguno es posible un juicio de conjunto definitivo”, por tanto “no quisiéramos perder la conciencia de la inagotabilidad de lo enigmático de cada individuo aislado mentalmente enfermo, ni siquiera frente a los casos aparentemente más cotidianos (Jaspers, 1999, p. 846)
Con los jirones o retazos que se han ido acumulando en la subjetividad de los que trabajamos en los hospitales se fue tratando de fabricar nuevas prendas que vistan o cubran estas desnudeces de sentido o bien otros modelos de “contrainstitución”. “Lo patológico implica un sentimiento directo y concreto de sufrimiento y de impotencia, sentimiento de vida contrariada” (Canguilhem, 1976, p. 187). Mientras que el carácter subjetivo es inseparable del concepto de salud.
Durante el presente año, en el H.C.S.M. un grupo de profesionales ha entrada en una vorágine de externación a como dé lugar: se ubican a pacientes en casas de la comunidad en un intento de medio camino: a partir de esta modalidad un grupo de ellos viven afuera del territorio del hospital, pero vienen a comer, o a solo estar, o a visitar a compañeros y a hacer algunos trabajos dentro de él, garantizando que la tutela y la asistencia sigan intactas. Para estos nuevos externados ¿será que su relación con el mundo se reduce a su relación con el mundo del manicomio?
Otro recurso al que se apela para que “los números de la externación cierren”, es la de exigir a los familiares que “se los lleven”, para que “se hagan cargo” , apelando nuevamente al remanido recurso de la compulsión o la amenaza, pero los pacientes retornan descompensados porque, entre otras cosas, las condiciones de soporte familiar son insuficientes. La capacidad de tolerancia para enfrentar las dificultades con las que se encuentren en el “afuera” institucional está vinculada a valores no solo biológicos y psíquicos sino también sociales. El “soporte familiar” es un objeto ajeno al campo del saber objetivo. Las familias de los pacientes también tienen problemas económicos, existenciales o morales!.
Día a día, se contabiliza el número de pacientes que se ha logrado externar como una extraña manera de dar cuenta de la eficacia de las medidas o de la eficiencia del equipo protagonista - parámetros más apropiados al discurso liberal- y el paciente nuevamente pasa a ser el objeto, el un número que mide el éxito de los “externadores”. Los responsables de las ficciones del “como si”, son los que funcionan muy cercanos al poder de turno marcando, a modo de sanción, que el resto de los profesionales “no trabajan” por ser “vagos e inútiles”. ¿Será que se está gestando un nuevo modelo institucional que instaura nuevas categorías y criterios o es el agiornamiento de lo antiguo y retrógrado para que finalmente nada cambie?.Y el traje se va armando solo sostenido con espaciadas puntadas de hilvanes que unen las partes que se desgarran al no resistir las sucesivas pruebas. Es importante resaltar que aún hoy, en las instituciones psiquiátricas de la Provincia de Córdoba existen condiciones de vida que son resultantes naturales de las instituciones totales que forjan, tal como Goffman describiera en 1957 , una “cultura institucional” particular : el sujeto está obligado a convivir en un medio con determinadas características que no son ni podrían ser escogidas: convivencia forzada en barracas sin privacidad; carencia o pérdida de sus efectos personales, la inactividad de una monotonía aburrida , limitaciones para la circulación y aislamiento social, salas enrejadas, presencia policial casi constante, entre otras. A todas estas circunstancias de vida de los pacientes, se le suman las condiciones derivadas de la política sanitaria en vigencia: las partidas presupuestarias insuficientes, la asignación de los recursos humanos y el modo irregular de como éstos acceden a los cargos públicos. En este contexto la intervención del “equipo técnico” no se convierte en necesaria. Lo “técnico” está vaciado de contenido: los hospitales han ido desligándose de la formación técnica, ya la capacitación no está puesta en valor. Los cargos se cubren con contratos precarios de tres meses, con profesionales que deben sostener dos o más trabajos para poder sobrevivir dignamente. No acceden a ellos “los más formados” sino “los más necesitados” de trabajo. Las estrategias de rehabilitación están en manos de punteros políticos que garantizan la reproducción de la tutela, el disciplinamiento y la inactividad de los pobres recluidos. Así parece que resulta más simple normalizar conductas que transformar condiciones perversas de existencia. ¿Como repercute en la vida de las personas que permanecen confinadas en las instituciones psiquiátricas cordobesas este padecimiento, esta limitación en sus relaciones interpersonales, frente a las condiciones de adversidad que le toca vivir a diario en el manicomio?. Este conjunto de condiciones desfavorables de existencia son las causas predisponentes para enfermedades futuras?. ¿Es el exceso de adaptación o de conformidad con las cuales estos pacientes aceptan la reclusión , “el interrelacionamiento pasivo entre la materia orgánica y las fuerzas que actúan sobre ella” su principal rasgo de enfermedad?. Sin embargo para esta cultura, “el buen paciente” es aquel que ha logrado adaptarse al medio ambiente manicomial: no molesta, no demanda, es obediente, su conducta “se ha normalizado” no pensamos si es o no saludable. Convengamos que “saludable” es, desde la perspectiva de Canguilhem , “aquel que tolera y enfrenta las agresiones del medio ambiente” ... “Es preciso recordar que la normalización de las conductas y de los estilos de vida forman parte del propio nacimiento de la medicina social ... e involucra intervenciones coercitivas sobre la vida privada de los sujetos considerados como promiscuos, alienados o simplemente irresponsables” . Cualquier variación de la conducta esperable del “buen paciente” será considerada patológica, equivalente a una variación biológica de valor negativo y consecuentemente medicalizable.
“El concepto de bienestar, tal como el concepto de equilibrio, limita el alcance de la salud a ese ámbito que es propio del concepto de normalidad, que piensa la normalidad no ya en términos de promedios estadísticos y constantes funcionales, sino en términos de valores que son social e históricamente afirmado como tales”
Podemos hablar de salud cuando tenemos los medios para enfrentar nuestras dificultades y compromisos. Y la conquista y ampliación de esos medios es una tarea al mismo tiempo individual y colectiva.
Esta crisis de vaciamiento de sentido institucional, aparece como contradicción, no ya para ser superada, o como instancia que produce malestar que da paso a la búsqueda del conocimiento, sino configurándose como obstáculo epistemológico que lo obtura, cristalizando los equívocos. El desaliento y la impotencia inmovilizan a los trabajadores de los hospitales que quedan imposibilitados por el malestar.
Romper con lo instituido no resulta tan simple, no alcanza con la energía desplegada por un grupo empoderado por la dirección, ni con la desazón y la impotencia de otros que aparecen como fuerzas opositoras internas, porque no son convocados a participar de los proyectos o de las decisiones.
Por ello cuando el discurso político habla de cambios se convierte en enunciados vaciados de sentido. Porque continúa disociado de lo no discursivo...de lo institucional. Lo discursivo sigue sin implicar la redefinición de los espacios institucionales porque solo se ejerce el control administrativo de la enfermedad de los individuos y no interesa la conformación del punto de vista común compartido más o menos con otros, para evaluar el sentido o la finalidad de las acciones.
¿Podremos nombrar a esta institución de una nueva manera?. Cómo pensar en nombrarla sin desprenderla de la necesidad de generar un nuevo discurso en nosotros mismos, (¿Podemos seguir hablando de un “nosotros”?) que defina de otra manera nuestra forma de relacionarnos y de operar, que sea tan fuerte, capaz de lograr otra historicidad en el futuro.
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CAPONI Sandra. “Georges Canguilhem y el estatuto epistemológico del concepto de salud”
Lic. T.O. Graciela Robles M.P: 1662Hospital Colonia Santa Maríagracirobles03 [at] yahoo.com.ar