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Lo innombrable. Psicosis y curación

 

La heterogeneidad reinante en el campo clínico de las psicosis, los insuficientes conocimientos que aún poseemos acerca de las mismas, la diversidad de posicionamientos teóricos existentes- tributarios, indudablemente, de la dificultad que plantea como entidad gnoseológica -, los impares resultados obtenidos mediante los tratamientos psicoanalíticos, me autorizan a adelantar que lo que sigue debe ser tomado como los comentarios sobre las posibilidades de curación que se abren en algunos casos de psicosis, y algunas sugerencias y puntualizaciones acerca del modo de conducir los tratamientos de los mismos1.

Solo haré referencias a la etiología – tema dentro de las psicosis fruto de constante controversia - para mostrar cómo el trabajo en transferencia puede permitir llegar a inteligir la misma. Y en esto ya puede observarse una primera diferenciación en relación a Freud, para quien no habría posibilidad de pensar en transferencia en las psicosis: esto ha sido contradicho por la práctica clínica. Sin embargo, uno de sus últimos textos2 – en el cual me basaré en gran medida para sostener las argumentaciones de este escrito – lo encuentra postulando la posibilidad del trabajo de construcción con psicóticos. ¿Pero, puede plantearse la posibilidad de la construcción por fuera de la transferencia?. La respuesta negativa a esta pregunta no debe tomarse como la simplificación del problema, ya que el trabajo en y sobre la transferencia en las psicosis implica exigencias y cuidados específicos, pavimentando a su vez la ruta de la curación. Dejaré esta aseveración en suspenso, para retomarla – en parte - en un punto que permitirá su desarrollo.

 

Psicosis y reminiscencias

En su trabajo sobre las construcciones, Freud sostiene la cuestión de que el delirio no solamente tiene un sentido3 – temática puesta fuertemente en juego en su análisis de Schreber – sino que el mismo aludiría a una verdad histórica, lo que le lleva a decir que los psicóticos sufren de reminiscencias – como las histéricas y los pueblos, según hipotetizará en su texto sobre Moisés, posterior en un año al que aquí nos ocupa –. Los delirios y alucinaciones que les son característicos – pero no con exclusividad, bueno es siempre recordarlo en beneficio del diagnóstico diferencial4– poseerían entre sus elementos verdad histórica, serían el regreso por esa vía de lo no inscripto de ésta en el psiquismo del sujeto.
Diremos aquí que el tratamiento de ciertas psicosis en las cuales se pudieran analizar – como si se tratara de un sueño – los delirios y alucinaciones, permitiría arribar a una escritura de la historia del sujeto, en lo respectivo a aquellos elementos de fundamento ausentes y claves para su subjetivación. La cuestión de la verdad histórica, entonces, alude a elementos de certeza identificatoria indispensables para la existencia del sujeto.
Es en la situación transferencial donde se podría producir un nuevo sentido para el sujeto, reordenándose su modo de significar el mundo. El psicótico podría así abandonar en cierta medida su mundo creado autísticamente y entrar en el sentido común de un modo más estable, pudiendo tener un cierto manejo de sus crisis, a veces llegando a evitarlas, o a abortarlas tempranamente. Nos referiremos, por lo tanto, a aquellos pacientes cuyo cuadro se caracteriza por la creación de un mundo – para retomar la proposición de Castoriadis5– a través de alucinaciones y delirios, y que al hacer una interpretación del mismo en un tratamiento psicoanalítico, permitirán establecer construcciones a partir de aquello que de lo repudiado de su historia hace aparición en la crisis psicótica6.

 

Desencadenamiento. Retorno de lo innombrado

Las psicosis se caracterizan por el desencadenamiento. ¿Desencadenamiento de qué? Lacan se ocupó insistentemente de indagar en aquello que precipitaba al psicótico a la crisis. Indudablemente, se trata de una cuestión esencial para la cura. Es decir: saber qué es aquello que puede llevar al sujeto a producir una crisis delirante/alucinatoria. Por distintas razones – diferentes, además sea que se trate de una ezquizofrenia o de una paranoia – el sujeto no ha logrado incorporar significaciones que tienen que ver con su origen, con el orden de los sexos y las generaciones. Piera Aulagnier centraliza su análisis en las fallas de la función materna (en las ezquizofrenias) y paterna (en la paranoia). Los padres habrían fallado en la transmisión de un orden de significación, lo que pone al sujeto en posición de, o descatectizar el mundo del sentido – llevándolo a la muerte psíquica, o, como muchas veces es posible apreciar, al pasaje al acto – o crear un sentido allí donde se produce la falta de significación. Cada vez que determinadas significaciones deban entrar en juego por los reclamos de la realidad, se producirá un hecho traumático, que lleva al desencadenamiento: se desencadenan las significaciones, el sentido, y un nuevo sentido debe ser allí creado por el sujeto, por el yo del sujeto, y es entonces donde adviene la crisis. Aquello de lo cual el sujeto ha sido/está desposeído, aquello que ha devenido innombrable, intentará ser nombrado en la crisis.
Los delirios y alucinaciones son el modo de retorno – desde lo real, y estando perdido el status de la fantasía como tal – de aquello que al sujeto no le fue transmitido7. En relación a la etiología, la fuerte posición de Piera Aulagnier – que hace todo un desarrollo referido al sadismo paterno en relación a la paranoia, en lo que, por otra parte, sigue a Lacan, y a la ezquizofrenia, donde propone la existencia de un no deseo de que advenga un nuevo sujeto, en la madre – fue un tanto relativizada por ella misma. Y esto es porque el sujeto tiene en su psique una capacidad de creación, que tanto sirve para la alucinación, el delirio, el pensamiento, la obra artística o científica, como para su modo de transcribir las experiencias infantiles. De todos modos, debemos destacar – y en esto debemos recurrir a la experiencia clínica – que es observarble la presencia de historias notablemente plagadas de situaciones extremadamente violentas o “locas”, en la gran mayoría de los cuadros de psicosis.

 

Función del analista en las psicosis

El analista se encontrará con alguien que se ha visto obligado a sostener una figura – materna o paterna – de la cual no ha recibido un pilar significante, a cambio de lo cual ha debido mantener una idealización de la misma: siendo imposible ir contra ese Otro – sostén de su precaria subjetividad – ha debido sostenerlo. Esa figura deviene así en la de un Otro absoluto, que no ha sido destituido de su poder sobre el sujeto, de su poder de significación, de significar lo que la realidad es. Es un Otro inexorable, sin deseo, pura impulsión y orden8. La transferencia se verá afectada por este modo del Otro: el analista podrá ser objeto inexorable, persecutorio, derivado del abuso de poder del cual fue objeto el sujeto, al no ser reconocido como tal9. Esto es lo que puede ser repetido en la transferencia.

La posición que el analista debiera ocupar para sostenerse en su función es por demás complicada: Piera Aulagnier señala que para que la psicosis solo sea potencialidad, es decir que no se desencadene la crisis, el sujeto debe poder contar con un “Otro – tanto el primero que se mantuvo en vida como un sustituto que posee atributos favorables a esa transferencia - que muestre cierta complicidad y proximidad con los pensamientos y teorías”10 delirantes. Lugar al cual será proyectado el analista, quien “deberá asumir la función de la voz única que le garantice al sujeto la verdad de su enunciado acerca de su origen”. Para que esto se transforme en otra cosa – y no sea mera repetición - , éste “reivindica un sentido para ese pensamiento, pero no puede compartir el orden causal invocado”11. Esta tal vez sea la clave para pensar en lo que esta autora denomina como apertura12 de estos tratamientos.
Con lo que retomo el párrafo dejado en suspenso al inicio de este trabajo: la posibilidad de tratamiento dependerá de que el analista pueda sostenerse en esta posición.
Esto, se desprende, depende a su vez de algo esencial: su escucha, que es algo absolutamente inédito para el paciente.
Recordemos, en relación a esto, que nos encontramos, en las psicosis, con la ruptura que el sujeto ha hecho del patrimonio común de certeza13. El mundo simbólico compartido ha perdido su sentido, y en su lugar se produce la creación autística de otro, de posesión exclusiva. Décadas atrás, la antipsiquiatría denunció el movimiento de apartamiento que la sociedad realiza sobre las psicosis. Su escucha implica el riesgo de oir un discurso que cuestiona dicho mundo. También produce la experiencia de lo siniestro para quien escucha, por la emergencia, por identificación y resonancia, de lo familiar reprimido: la fantasmática inconsciente familiar de cada cultura. Así, escuchar la locura anidada en las psicosis, atribuirle un sentido, implica una subversión radical de la posición habitual en relación a ésta.

Nombrar lo innombrable
Retomando lo dicho previamente: la escucha, que permite hallar un sentido en el sinsentido, o encontrar otro/s al de la certeza delirante, ligados ambos a la historia del sujeto, es lo que puede permitir abrir una zona de no repetición; y favorecer, por lo tanto, que el sujeto pase de la reminiscencia a la historización – construcción analítica mediante –. En esta operación, el trabajo clínico sobre los desencadenantes de las crisis ocupa un lugar privilegiado. A partir de esto pueden generarse las condiciones para que advenga un tipo de identificación e incorporación en un sujeto que no posee – y difícilmente pueda poseer – a su disposición su identificación simbólica de fundamento. Una identificación con el método analítico: interpretaciones analíticas y construcciones, en lugar de interpretaciones delirantes o construcción de un mundo delirante. Y, a veces, una apropiación de las construcciones elaboradas en el análisis, que – parcialmente, por supuesto – vienen a ocupar el lugar faltante de los enunciados identificatorios de fundamento. Se observa así el pasaje de lo innombrable, a un discurso con tendencia a ligarse al discurso del conjunto mediante la creación de una suerte de puente-entre-sentidos que se produce en el transcurso del análisis. También, cierta capacidad de anticipación sobre sus crisis: resultado del trabajo sobre lo que las desencadena. Habrá pasado en parte de la reminiscencia a la historia, de un Otro absoluto como única presencia, a un Otro que tiene un status tolerable. El trabajo analítico en y sobre la transferencia es indispensable para ello, para que algo de aquello innombrable halle palabras.

Yago Franco

Notas
1.  Forzozamente he debido dejar fuera de estas consideraciones varias cuestiones esenciales: entre ellas que el tratamiento de estas entidades clínicas requiere habitualmente de la participación del paciente en instituciones – hospitales de día, clínicas psiquiátricas, comunidades terapéuticas – y/o dispositivos como el de acompañamiento terapéutico, tratamientos y entrevistas familiares, medicación, etc.. El modo de articulación entre diferentes prácticas, su indicación y oportunidad, etc. forman parte de una dimensión de la que no me ocuparé en este texto.
2.  Freud, S., Construcciones en análisis, O.Completas T. III, Ed. B.Nueva, Madrid, 1973.
3.  Freud es quien instituye de modo definitivo que la locura tiene un sentido.

4.  Es importante diferenciar a las ezquizofrenias de ciertas formas histéricas – la llamada locura histérica – , tanto como a la paranoia de algunos cuadros graves de obsesiones y fobias. En general se ha tendido a simplificar un campo absolutamente heterogéneo.

5.  Castoriadis, C., La construcción del mundo en las psicosis, en Hecho y por hacer, EUDEBA, Buenos Aires, 1999.
6.  Quedan así afuera de lo aquí tratado, aquellos caso de psicosis sin producción de delirios sistemáticos, como en algunas ezquizofrenias y en ciertos cuadros de psicosis maníaco-depresiva.
7.  Lo cierto es que en las psicosis algo diferente de la represión o sus fallas se ha puesto en juego, ya que es sobre la realidad que recae la defensa – la realidad de las leyes de parentesco, del ordenamiento sexual, etc. -, no sobre representaciones. Por ello es que hablamos de retorno desde lo real, y no de retorno de lo reprimido, como en las neurosis. De allí, además, la importancia del trabajo sobre el desencadenante de la crisis, generalmente algún episodio que impacta en las huellas de episodios infantiles que impidieron la represión por, a su vez, confirmar en vez de desmentir fantasmas ligados a la sexualidad infantil - castración, seducción, origen, etc.. Si recalco esto es porque la falla en las funciones maternas y/o paternas, o la traducción que el infans realiza, no alcanzan para explicar la producción del delirio o la alucinación: hace falta la aparición de un mecanismo psíquico específico que recae sobre la realidad de una percepción– la verwerfung freudiana – para que el retorno se produzca desde lo real. Este es siempre una cuestión polémica – alguien podrá preguntar por qué no menciono la forclusión lacaniana en este punto – que no es posible tratar en este trabajo.

8.  Castoriadis, C., ob.cit.
9.  Finalmente, a esto podría reducirse la posición paterna en las psicosis: la imposibilidad de aceptar el advenimiento de un sujeto, el no-lugar simbólico para el mismo. Y más allá de la “realidad” de esto, es lo que apreciamos en la realidad psíquica de estos sujetos.
10.  Aulagnier, P., El aprendíz de historiador y el maestro brujo, pág. 237, Amorrortu Ed., Buenos Aires, 1986.
11.  Aulagnier, P., ob.cit.
12.  Aulagnier, P., ob.cit.
13.  Aulagnier, Piera. La violencia de la interpretación, Amorrortu Ed., Buenos Aires, 1977.
 

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Articulo publicado en
Julio / 1999

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