El siguiente texto es un fragmento del capítulo VI, "Honrar la vida con el trabajo", del libro "Trabajo Vivo (Tomo II). Trabajo y emancipación" de Christophe Dejours (Topía Editorial, 2012).
La ausencia de obligaciones que se ilustra en la pereza o el ocio es también indiscutiblemente una forma posible de libertad, pero es precisamente libertad de gozar de lo que es, en la repetición de lo mismo. Lo que para algunos es, indudablemente, el bien más preciado.
El riesgo de esta práctica específica de la libertad, sin embargo, es el entumecimiento, la ralentización, la progresiva disminución del placer. Porque cuando se rehúye el esfuerzo en el sentido biraniano de la palabra, se perfila el riesgo de un empobrecimiento de la
subjetividad. Rehuir el esfuerzo es arriesgarse a apartarse de uno mismo. La apatía, la morbidez, el taedium vitae, y más allá la depresión como pérdida del sentimiento de la existencia, son consecuencias posibles de esta opción.
Recobrar, recuperar el sentimiento de la vida que se experimenta en uno mismo -porque puede apartarse o eludirlo a uno cuando se niega al esfuerzo- sin por ello romper con la opción de la pereza, incita a buscar la intensificación de las excitaciones faltantes yendo a buscarlas al exterior: agregar cada vez más especias a las comidas que se degustan, comer cada vez más, como lo hacen con talento los actores de La Grande Bouffe (La gran comilona), consumir alcoholes más concentrados para volver a encontrar la embriaguez, aumentar el ritmo de las festividades, diversificar los placeres eróticos para incrementar su intensidad. La escalada se encuentra en el principio de la lucha contra el riesgo de taedium vitae y del empobrecimiento de la subjetividad. Su forma patológica común se observa en los toxicómanos, pero existen otras formas, más sutiles por resistir mejor al agotamiento: las que se nutren en las fuentes del sadismo y del masoquismo, inagotables proveedores de excitación.
Desde el punto de vista de la relación con la subjetividad, el riesgo al que expone la pereza es la adicción, o más sencillamente la dependencia respecto de lo excitante, es decir la alienación de esa libertad que estaba en el origen de la opción por el ocio.
Indudablemente la pereza es una forma de ejercicio de la libertad, ya que no puede ser prescrita. Cuando es impuesto, el ocio de inmediato se vuelve deletéreo. Eso es lo que muestran las “patologías del desempleo” que resultan de la interrupción de las condiciones sociales de la sublimación.
De tal manera, en la esfera de la sublimación, pereza libremente elegida y prueba de sí mismo en el trabajo libremente elegido se oponen una a otra. En el ocio, la relación hedónica con la voluptuosidad busca poner a prueba la subjetividad en la desligazón y en la excitación sensual del cuerpo. La economía de la libre pereza es del orden de lo sexual propiamente dicho, o aún del goce.