Mientras que las medidas de aislamiento preventivo en el escenario de pandemia demarcaron cierta detención, demora en las prácticas sociales habituales, el trabajo en salud, entre otros exceptuados, insiste de modo ininterrumpido, no sin transformaciones que la situación ha conllevado.
La transformación de dispositivos de escucha y circulación de la palabra en distintos ámbitos abrieron la interrogación que fisura la ortodoxia
Recuerdo los primeros días de la medida, en camino al trabajo, las calles desiertas, plazas desoladas, comercios cerrados, mientras que los espacios de salud pública persistían transitados y vividos, no sin angustias, pero sin pausa.
Al tiempo que las disposiciones y las noticias de diversos medios y organismos iban llegando, las primeras acciones de las y los trabajadores de salud pública se orientaron a sostener y fortalecer los lazos: se canalizaron distintos espacios de circulación de la palabra, algunos presenciales en grupos reducidos, otros virtuales a través de plataformas de videoconferencia o por grupos en el celular. Se transmitían lineamientos de acción, prácticas de cuidados, así como temores y esperanzas. Por momentos la presencia del enojo parecía encubrir la angustia a modo de semblante. Entre las palabras que circulaban en estos espacios, recuerdo la persistencia en la referencia al derecho a la salud como pilar fundamental de las prácticas. Hablamos de los miedos -a enfermar, o morir, o transmitir la peste a nuestras familias- y que, asimismo, el deseo de desarrollar prácticas tendientes a la garantía de derechos y la equidad en el cuidado de la salud se presentara con igual fuerza. “Ésta es nuestra misión”, decía una médica en medio de la pandemia. Y si bien uno podría pensar en lo equívoca de la figura heroica socialmente construida, sí podemos divisar en las palabras y presencias un deseo que insiste. Deseo que trasciende la individualidad para hacerse construcción colectiva.
En esos primeros momentos, mientras se observaba un repliegue de ciertos ámbitos privados de la salud, desde el Estado persistían las prácticas, las reflexiones y los cuidados. Algo que insiste en la consideración de que la salud y el mercado cuentan con lógicas diversas que propician desencuentros e inequidades.
Es fundamental estar advertidos de estas desigualdades sociales, para poder construir prácticas que tiendan a la igualdad de oportunidades en la garantía de derechos
Al mismo tiempo, la transformación de dispositivos de escucha y circulación de la palabra en distintos ámbitos abrieron la interrogación que fisura la ortodoxia. En esto, Lacan decía en su Seminario, Freud siempre fue liberador. Las técnicas que enumeraba a modo propositivo las presentaba como instrumentos hechos a medida, otros podrían preferir otros. Nada muestra mejor que lo fundamental va por otro lado. Siempre me genera cierta disonancia cuando se habla del “encuadre”, como si la técnica se encontrara por sobre el fin que orienta nuestros actos.
Así es que las llamadas, videoconferencias y otros dispositivos se diversificaron en el contexto de pandemia, a través de una transformación de las prácticas. Me parece fundamental rescatar este proceso que propició la creación en el caos.
Más allá de esto, me parece importante no desoír las desigualdades sociales en el acceso a este tipo de prácticas: se requiere para estas oportunidades contar con celulares, no cualesquiera, sino aquellos con la posibilidad de instalar ciertas aplicaciones, con computadoras, con internet, con electricidad. De esta manera, creo que es fundamental estar advertidos de estas desigualdades sociales, para poder construir prácticas que tiendan a la igualdad de oportunidades en la garantía de derechos.
En esos días se acercó al servicio él, de más de setenta años, cuya angustia lo desbordaba al punto de la persistencia de ideas de muerte. Relataba su tránsito cotidiano a través de los años por un mismo espacio comercial y laboral al que hoy no podía concurrir. Sin celular o computadora, en condición de persona “de riesgo” no era visitado por familiares o amigos. La escucha, para él, tenía que ser ahí, en presencia, con los recaudos necesarios que la situación ameritaba. Pero ahí, con él.
En esos resquicios, el colectivo de trabajadoras y trabajadores del Estado han ofrecido presencia y continuidad. Abramos el interrogante a las nuevas prácticas, no sin dejar fuera de ese debate la consideración por la equidad y la justicia social.
María Eugenia Padrón
Psicoanalista. Trabajadora de salud pública. Docente e investigadora