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La precarización del Yo

 
Editorial Revista Topía #93 noviembre/2021

El capitalismo tardío fue constituyendo lo que llamamos una corposubjetividad construida en la precariedad de la relación con uno mismo (intrasubjetividad), con los otros (intersubjetividad) y con la cultura (transubjetividad). La subjetividad da cuenta de un cuerpo construido en el anudamiento de los espacios psíquico, orgánico y cultural que adecuan nuestra forma de vivir. Por ello no reducimos la subjetividad al aparato psíquico, sino a las formas singulares en que se conforma este anudamiento los cuales van a determinar los procesos de corposubjetivación.

En este sentido, la precariedad corposubjetiva de los sujetos es uno de los síntomas estructurales del capitalismo tardío

Una de las particularidades de la cultura actual es que ha dejado de ser un espacio-soporte afectivo, libidinal, imaginario y simbólico generando el triunfo de la pulsión de muerte sobre la pulsión de vida, el Eros. Su consecuencia es la sensación de incertidumbre y desvalimiento en la que resulta difícil vislumbrar un futuro posible. Hay que vivir un puro presente. Puro presente que se caracteriza por políticas que afianzan la precariedad. Esta situación aparece con claridad en las relaciones laborales y las condiciones de desocupación y pobreza en amplios sectores de la población. También en la ruptura del lazo social que ha acentuado la pandemia a partir de las necesarias medidas que se deben realizar para protegerse del virus.

La precariedad corposubjetiva

Las características de la cultura actual han llevado a una precarización del Yo. Ésta le ofrece al sujeto un consumismo cuya ilusión es comprar la felicidad en cómodas cuotas mensuales; su imposibilidad genera una sensación de fracaso e impotencia cuyo resultado es un Yo debilitado en sus procesos identificatorios. Es decir, un yo-soporte que se constituye como garantía del proceso de estructuración-desestructuración del interjuego entre las pulsiones de vida y de muerte. Por ello, en el caso de una estasis pulsional, el yo desaparece en su función soporte al quedar atravesado por los efectos de la pulsión de muerte.  Esta paradoja entre un capitalismo que propone una valorización del Yo y un Yo que se precariza es resuelto por cada sujeto de diferentes maneras. En su singularidad cada uno trata de vestir su desnudez -la nuta vita, diría Agamben- en la que se encuentra con su desvalimiento donde predominan los síntomas de lo negativo: la desesperanza de que nada puede ser alcanzado. Su coartada es la indiferencia hacia el otro; la alteridad es reemplazada por los disfraces ilusorios donde creemos que nos relacionamos con el otro, pero el otro no existe: lo importante es el discurso “políticamente correcto” de quedar bien para que nada de nuestra desnudez pueda entorpecer la falsa felicidad que creamos.

En este sentido, la precariedad corposubjetiva de los sujetos es uno de los síntomas estructurales del capitalismo tardío. Es la instalación de políticas donde se afianza una cultura en la que predomina la ruptura del lazo social. Donde se impone la cancelación de un futuro que supere sus efectos. Esto se expresa en tratar de imponer una impotencia reflexiva cuyas consecuencias son la depresión, la ansiedad, la fragilidad; en definitiva, los efectos de la pulsión de muerte: la violencia destructiva y autodestructiva, la sensación de vacío, la nada. De allí el resentimiento y la frustración que funciona como base de una corposubjetividad sostenida en el desvalimiento.

Veamos algunas características de estas políticas: 1°) Una tendencia a hacer vulnerables la salud y la educación pública al impulsar la comercialización y el consumo privado; 2°) Como vamos a desarrollar en el próximo apartado, la llamada “flexibilización” de los marcos de estabilidad en el empleo que determina el aumento del subempleo, la subocupación y el desempleo; 3°) La naturalización de la pobreza y el endeudamiento como estrategia para sobrevivir; 4°) La estigmatización y criminalización de ciertas poblaciones como los migrantes, los jóvenes y mujeres pobres y aquellos que pertenecen a identidades sexuales no hegemónicas (LGTB+); 5°) Una producción que lleva al deterioro del tejido social y ecológico que amenaza la habitabilidad del planeta.

Este proceso de precarización define un sujeto caracterizado por el dolor, el padecer y el sufrir. Por ello la precariedad emerge como una política propia del capitalismo tardío para someter al conjunto de la población

Estas políticas que conducen a la precariedad de la corposubjetividad del sujeto se han constituido en sistémicas como los altos niveles de pobreza, los conflictos sociales y ambientales y las crisis migratorias que han determinado profundas transformaciones entre la sociedad, el gobierno y la calidad de vida. Este proceso de precarización define un sujeto caracterizado por el dolor, el padecer y el sufrir. Por ello la precariedad emerge como una política propia del capitalismo tardío para someter al conjunto de la población. Es lo que Robert Castel denomina “desafiliados” donde el sujeto genera ámbitos de integración social frágiles, con espacios en que se inscriben tipos heterogéneos de precariedad laboral y de aflojamiento del lazo social. Sin embargo, ingresos, relaciones laborales y seguridad social no se encuentran articulados de manera mecánica. Pueden darse situaciones de bajos ingresos, incluso de desocupación, con presencia de relaciones sociales relativamente estables, como es el caso de sectores del artesanado. Para Castel la desafiliación del mundo del trabajo fragiliza el contexto de relaciones sociales en que se incluyen individuos y grupos. La privación de redes sociales, de protección estatal y la falta de asistencia de la comunidad provoca la invalidación social del individuo. Por esa razón Castel plantea que la noción de exclusión es estática e invisibiliza las situaciones de tránsito y movilidad de una zona a otra. Desafiliación, por lo contrario, alude a un proceso.

En oposición a la ilusión populista-progresista de organizar un orden keynesiano que, en definitiva, lleva a una actitud de resignación y corrección política aparecen los movimientos sociales, el movimiento de mujeres, las luchas por la diversidad sexual que tratan de romper el orden neoliberal fascista

La solución que da la cultura hegemónica a estas situaciones sociales es generar culpa (“no gano suficiente dinero para mantener a mi familia debido a mi falta de capacidad”), impotencia (“no sirvo para nada”) o la medicalización de los problemas (donde, al contrario de la necesaria medicación ante determinados síntomas psíquicos, los psicofármacos son usados para sostener las exigencias alienantes de la cultura dominante).

Sin embargo, en oposición a la ilusión populista-progresista de organizar un orden keynesiano que, en definitiva, lleva a una actitud de resignación y corrección política aparecen los movimientos sociales de organizaciones de desocupados o con empleos precarios, el movimiento de mujeres, las luchas por la diversidad sexual que tratan de romper el orden neoliberal fascista. Es aquí donde las correlaciones de clase, género y generación no son solo exteriores, sino que se in-corporan en forma de deseos ambiguos de integración y ruptura, de compromiso y oposición. Por ello hay que modificar la crítica que se satisface en sí misma del neoliberalismo para dar cuenta del verdadero problema: el capitalismo en sus diferentes variantes.

El trabajo precario

Estamos al inicio de 2001. La situación económica, política y social se ha convertido en una verdadera catástrofe. Con unos amigos vamos en auto por la avenida Corrientes cuando cruzamos la avenida Callao la visión que tenemos es tremenda: los depósitos de basura están todos abiertos y sus restos tirados en la calle; cientos de personas caminan por la calle buscando alimentos, otras hacen fuego en los restos que quedan. Algunos restaurantes deciden ofrecer la comida sobrante que dejan los clientes; esta situación lleva a que se formen largas colas para poder recibir una porción: parece una película apocalíptica. Nunca habíamos visto nada igual; con mis amigos quedamos impactados: la precarización de un sector de la sociedad se ponía en evidencia. Al poco tiempo se comenzaron a organizar las asambleas de vecinos y los obreros desocupados que conformaban los grupos piqueteros que cortaban calles y rutas. Casualmente veo un noticiero de televisión donde un periodista le pregunta a una persona cuáles eran las razones para estar en el piquete cortando la ruta. La respuesta fue contundente: “Cuando me echaron de la empresa me quedé en mi casa deprimido. Al estar en la ruta con otros compañeros sentí que no estaba solo: algo podíamos hacer.” Quizás sin saberlo, rescata la potencia del colectivo social; la potencia de las pasiones alegres. Pasaron 20 años y la precariedad tuvo diferentes variaciones. Aunque debemos reconocer que la calidad de vida se ha precarizado en todos estos años. La pandemia reforzó esta situación.

El término precario proviene del latín “precarius” que es aquello que se obtiene por medio de una petición, súplica o ruego. En el derecho romano definía un tipo de contrato por el cual, el beneficiario que arrendaba, tenía la obligación de entregar el arriendo cuando el dueño lo reclamaba. Es decir, era un alquiler inseguro ya que en cualquier momento el propietario lo podía reclamar. En este sentido la etimología del sustantivo “precariedad” y el adjetivo “precario” están relacionados con la carencia de recursos propios, la falta de autosuficiencia y la necesidad de pedir o suplicar favores; se halla unido a lo inestable e incierto, a aquello que es corto, fugaz, así como a lo que es delicado y frágil. En la actualidad el sociólogo Standing Guy creó el término “precariado” donde relaciona precario con proletario. Este término alude a un sector social que trabaja en regímenes laborales desregulados y flexibilizados donde no tienen derechos sociales y laborales. Esta situación es producto de la competencia que ha traído el desarrollo del tardocapitalismo en el que podemos destacar tres características: 1°) El debilitamiento del poder de los trabajadores efecto de sus direcciones sindicales burocráticas; 2°) La adopción de trabajos “flexibles”. Es decir, de trabajos donde quienes los realizan no tienen derechos y obtienen un sueldo muy bajo para disminuir los costos laborales; 3°) Las políticas de desprotección social y laboral basadas en la desregulación del mundo laboral.

Sin embargo, la flexibilización del trabajo promueve la precariedad de la vida humana perjudicando la experiencia individual y comunitaria al limitar el control de las personas sobre sus propias vidas

Es necesario destacar que estas políticas no se desarrollan de manera homogénea ya que dependen de las luchas de los diferentes sectores sociales y sindicales. En nuestro país un importante grupo del llamado “precariado” se transformó en el 2001 en piquetero y hoy conforman los movimientos sociales que a partir de sus movilizaciones logran beneficios sociales para paliar su situación. Sin embargo, la flexibilización del trabajo promueve la precariedad de la vida humana perjudicando la experiencia individual y comunitaria al limitar el control de las personas sobre sus propias vidas. De esta manera el trabajo establece los ritmos de la corposubjetividad a tiempos cada vez más acelerados; lo cual lleva a que la actividad no está determinada por una jornada reglada ya que depende -entre otras- de las necesidades de la empresa, del cliente, del equipo y de los incentivos económicos. Las limitaciones de la jornada de trabajo de ocho horas no se cumplen ya que las horas en que se trabaja ha ocupado la intimidad del hogar y el tiempo libre; los límites entre el tiempo de trabajo y el hogar han desaparecido. Como veremos más adelante este hecho se ha acentuado con la pandemia y la imposición del teletrabajo.

Cómo dice Richard Sennett, esta situación ha llevado a la “corrosión del carácter” ya que la flexibilidad “se centra principalmente en las fuerzas que doblegan a la gente.” De allí que “el sistema de poder que acecha en las formas modernas de flexibilidad está compuesto de tres elementos: reinvención discontinua de las instituciones, especialización flexible de la producción y concentración sin centralización del poder. Los hechos que caen dentro de estas categorías no son desconocidos ni misteriosos para la mayoría de nosotros; no obstante, más difícil es evaluar las consecuencias personales de tales hechos.”

En este sentido el precariado es la clase más característica que produce el capitalismo financiero; no tienen una memoria colectiva en común y producen una identidad que los lleva a una solidaridad frágil

Si seguimos con lo que plantea Standing, es interesante destacar cómo a partir de la precarización del trabajo se reconfiguran las estructuras de clase en siete grupos: 1°) La elite económica de individuos ricos y superricos; 2°) El sector de trabajadores privilegiados que mantienen trabajos formales y estables con salarios altos; 3°) Los profesionales y técnicos sin seguridad en el empleo, que los lleva a ser precarizados, pero dada su especialidad obtienen altos ingresos; 4°) El tradicional obrero, que constituye la base de la clase trabajadora, y que tiene beneficios sociales y relativa seguridad laboral; 5°) El precariado que son aquellos trabajadores que tienen trabajos muy inseguros; 6°) Los desocupados que se transforman en “el ejercito de reserva” de mano de obra barata; 7°) El llamado “lumpen proletariado” que son aquellos marginados por la sociedad (adictos, criminales, enfermos mentales, etc.).

En este sentido el precariado es la clase más característica que produce el capitalismo financiero; no tienen una memoria colectiva en común y producen una identidad que los lleva a una solidaridad frágil. Aunque los espacios de lucha y acción de los piqueteros en su momento y actualmente de los movimientos sociales permiten superar estos obstáculos. Sin embargo, la experiencia de aquellos que padecen un trabajo precario acrecentan diferentes malestares corposubjetivos: 1°) Rabia y resentimiento debido a que sus expectativas se han frustrado; 2°) Desesperanza ya que no encuentran un lugar social; 3°) Ansiedad y depresión por su inseguridad laboral; 4°) Alienación debido a su falta de motivación y reconocimiento social.

La sociedad de la mascarilla

“Trabajo precario”, “precariedad” y “precarización” son términos que no se pueden resumir en una sola característica ya que tienen diversos sentidos. Los procesos de precarización que se dan en la sociedad no aparecen solamente en las clases populares ya que también podemos observarlo en otros sectores sociales en el que predomina la subcontratación y la externalización de la mano de obra. De allí que estos términos permiten reflexionar sobre los cambios culturales y los procesos de corposubjetivación en relación al trabajo y otras actividades en cuanto a la forma de subordinación propia de los asalariados y de aquellos que hacen emprendimientos que se caracterizan por una gran inestabilidad.

En la juventud se ha institucionalizado la desocupación y la precariedad en los empleos, así como la falta de salida laboral en aquellos que egresan con diferentes títulos terciarios o universitarios. Las mujeres, pese a todos los logros alcanzados desde la primera ola feminista hasta la actual, siguen invisibles en muchas instancias. No se trata solamente de las tareas de cuidado que la pandemia aumentó con la escolaridad en la casa y otros efectos de las cuarentenas. La mujer es la víctima principal de la violencia intrafamiliar y de la pareja donde en casi todos los casos el agresor es un varón. La mujer es objeto de trata. El sexo de las víctimas es un 2% de hombres y un 98% de mujeres. Esta es una forma de esclavitud que tiene diversos niveles de complicidad. La trata se vincula con la brecha de género que impulsa la pobreza y la pobreza lleva a la sensación de precariedad retroalimentando esta brecha. De esta manera encontramos mujeres “mula”, paridoras, esclavas sexuales y otras formas de explotación.

En esta cultura en la que los procesos de corposubjetivación se construyen en la precariedad individual y colectiva llega la pandemia que pone en evidencia y refuerza estas circunstancias

Si seguimos con el tema de la pobreza podemos decir que en nuestro país durante 1970 había un 4,5% de pobreza, mientras que en la actualidad hemos llegado casi al 50%. Una situación inédita en nuestra historia. A este hecho debemos agregarle los trabajadores sobreocupados que trabajan más de 45 horas semanales con salarios muy bajos. Esto ha llevado a la “uberización” de los salarios. En la Argentina sigue siendo la jornada legal más larga del mundo que son 48 horas de trabajo por semana. Es decir, 6 días de trabajo de 8 horas y uno de descanso. Esta Ley número 11.544 sancionada en 1929 todavía no fue anulada por ningún gobierno.

En esta cultura en la que los procesos de corposubjetivación se construyen en la precariedad individual y colectiva llega la pandemia que pone en evidencia y refuerza estas circunstancias. La mascarilla que nos sirve para evitar el contagio y para no contagiar a otros nos lleva a no reconocernos y a tomar distancia con el otro. La mascarilla se transformó en una metáfora de las relaciones sociales en esta cultura de la precariedad y la incertidumbre. La necesidad de cuidarnos nos ha llevado a perder socialización. Hemos escrito bastante sobre las consecuencias de la pandemia; sin embargo, debemos destacar que la cantidad de muertos e infectados no es natural; si bien es consecuencia de un virus, su circulación es producto de un tardocapitalismo que trata de extraer más valor de la naturaleza, de los intercambios sociales y económicos y del abandono de los sectores públicos de salud, educación y vivienda para dejarlos en manos privadas.

A modo de conclusión: la lechuza de Minerva

La lechuza representa a la sabiduría porque es el símbolo de Minerva, la diosa de la razón que nace de la cabeza de Zeus. Posee unos ojos grandes que le permiten moverse en la oscuridad con destreza. Hegel en la introducción a su libro Filosofía del derecho escribe una frase que va a ser repetida muy seguido: “La lechuza de Minerva inicia su vuelo al caer el crepúsculo.” Esto quiere decir que la filosofía -por extensión, también todo saber- no puede anticipar nuestro mundo; siempre llega tarde al futuro ya que: “Surge en el tiempo después de que la realidad haya cumplido su propósito de formación y se haya realizado.” Según Hegel la teoría no va por delante de la vida a lo sumo permite reconocerse en sus tonalidades. Por esta razón la lechuza de Minerva levanta vuelo en el crepúsculo. Sin embargo, de algún modo el pensamiento ayuda a formar la vida, al igual que un gallo anuncia un nuevo día. Cómo dice Spinoza: “Somos activos en la medida que comprendemos.” Este es el objetivo de un pensamiento crítico.

 

Enrique Carpintero
Psicoanalista
enrique.carpintero [at] topia.com.ar

 

Bibliografía

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Agamben, Giorgio, El poder soberano y la nuda vida, Editorial pretextos, España 2005.

Carpintero, Enrique (compilador), El año de la peste. Produciendo pensamiento crítico, Editorial Topía, Buenos Aires, 2020, e-book de distribución libre en www.topia.com.ar

Carpintero, Enrique, “Femicidio y feminicidio: las formas más extremas de la violencia hacia las mujeres”, revista Topía, Nº 92, abril 2021.

Castel, Robert, Las trampas de la exclusión. Trabajo y utilidad social, Editorial Topía, Buenos Aires, 2015 (segunda edición).

Dejours, Cristophe, El sufrimiento en el trabajo, Editorial Topía, Buenos Aires 2015.

Exposto, Emilio, “Una precarización psíquica de magnitud casi inconcebible. Escritura a partir de e-punk 2 de Mark Fisher” en https://cajanegraeditora.com.ar/blog/una-precarizacion-psiquica-de-magni...

Hegel, Federico Guillermo, Filosofía del derecho, prólogo de Karl Marx, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1960.

Montenegro, Roberto Saúl, “La desafiliación social y el cuidado de sí”, Acta Académica https://www.aacademica.org.

Olivera, Rocío Guadarrama, Hualde Alfaro, Alfredo y López Estrada, Silvia, “Precariedad laboral y heterogeneidad ocupacional: una propuesta teórico-metodológica”, Revista mexicana de sociología en http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-2503201...

Sennett, Richard, La corrosión del carácter. Las consecuencias del trabajo en el nuevo capitalismo, Editorial Anagrama, Barcelona, 1998.

Standing, Guy, El precariado. Una nueva clase social, Editorial Pasado y Presente, Madrid, 2013.

Valenzuela, Hernán Cuevas, “Precariedad, Precariado y Precarización. Un comentario crítico desde América Latina a The Precariat. The New Dangerous Class de Guy Standing”, en https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-6568201500...

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Articulo publicado en
Noviembre / 2021

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