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Psicoanálisis implicado

 

1. Travesía Institucional: la génesis social.
Escribir sobre el psicoanálisis implicado deviene, sin prisa pero con inevitables pausas, en análisis de la implicación del autor. En efecto: es imposible escribir sobre esta concepción teórica del psicoanálisis. Apenas reconocer que escribo desde ella, o directamente, que la propia teoría se está escribiendo sola. Parecido a la situación del artista que empieza una obra con determinados objetivos y de pronto se sorprende con un destino no previsto.

Mas allá de los momentos de distracción y confusión a los que puedo ser propenso, entiendo que los personajes de la esta obra tienen vida propia mas allá del autor. Los personajes en este caso son los conceptos teóricos que adquieren vida propia y por lo tanto empiezan a luchar por su lugar en el mundo. En cierto sentido demasiado literal, todo autor es, a menos que se demuestre lo contrario, un émulo del Dr. Frankestein. Su teoría empieza siendo un muñeco deforme construido con pedazos diferentes de otras teorías que yacían muertas en su inconsciente. Unidas por procedimientos lógicos, coherentizadores, adquieren una nueva existencia a partir del deseo de su creador. Al principio, el muñeco que comienza torpemente a caminar , evoca la figura de un monstruo. Convoca lo siniestro y solamente por el amor de su madre-padre podrá aprender el lenguaje de la vida. El autor, puede al igual que el Dr. Frankestein, sucumbir a la culpa y decidir matar al monstruo. Muchas veces, releyendo las páginas de mi primer y único libro1, he deseado que no siguiera viviendo. Me daba cuenta que tengo que realizar un tremendo esfuerzo para que sus páginas sean leídas, discutidas, criticadas, pero al menos reconocidas en su origen y destino científico. Pero también me he dado cuenta , que a diferencia del Dr. Frankestein, amo demasiado al monstruo. Y que he encontrado desde su publicación algunos colegas que, por lo menos, lo han mirado con simpatía. El monstruo ha logrado algunos amigos. Entonces, lo maravilloso es convocado. Aquel que fuera creado desde las teorías muertas, que nos recuerdan que hemos pensado, al igual que las flores muertas nos recuerdan que hemos amado, aquel que fuera deseado y amado, sorpresivamente adquiere discurso propio. El monstruo inventa al Dr. Frankestein que tiene que decidir el acto que da cuenta de su máxima implicación: ¿tolera ser el monstruo del monstruo? Se trata de aceptar un nombre propio como creador - creado por sus propias teorías. Si no puede tolerarlo, los dos volverán a la tumba. Si por el contrario acepta el desafío, el riesgo será la sobreimplicación y el logro de la inmortalidad cultural..
Estos problemas se inscriben en una travesía institucional. No solo se hace camino al andar, sino que también el caminante se hace y modifica su ser mientras camina. El hacer modifica el ser. Una travesía institucional es un tránsito desde la novela familiar hacia la dramática social. Si en el monstruo recién creado solo podemos ver la proyección de nuestros miedos y terrores infantiles, nuestra creación tendrá el destino de las pesadillas. Si por el contrario, podemos reconciliarnos con nuestros deseos, el monstruo será el sueño infantil que solamente el adulto puede realizar por fuera del marco alucinatorio. Contemplamos al monstruo con la misma mirada que nos contempla. El caminante que se hizo al andar sabe que no puede anticipar el camino, pero si puede anticipar que el camino no será como lo espera, sino que hay una materialidad histórica y social por fuera de su inmanencia deseante. El “después del Edipo” tiene una legalidad diferente al “antes del Edipo”. El denominado “psicofamiliarismo”, concepto de Gerard Mendel, tiende a negar esta diferencia. Desde este lugar, la unidad de la familia siempre será garantía de la grandeza de la patria, y de la pequeñez del sujeto. El monstruo creado queda reducido a un osito de peluche. Por el contrario: el psicoanálisis implicado ahonda la brecha entre lo familiar y lo social hasta hacerla casi insoportable. Nos hemos quedado al este del paraíso. Sostener la condición de idiota del pesebre2 es el mínimo riesgo que hay que enfrentar. Ser destinatario de políticas de exterminio teórico por parte de queridos colegas ya es un riesgo de mediana intensidad. Me doy cuenta que ya lo he enfrentado y que esta propuesta de hablar de Psicoanálisis Implicado es una reafirmación que al menos el monstruo tiene un amigo y aliado en la Revista Topía. Que no solamente no es poco sino que es mucho.
La travesía institucional que propongo no tiene la seguridad de ninguna tierra prometida; apenas la convicción de una apuesta compartida. Por lo tanto no se inscribe en la tradición del “mito del héroe científico”. Emilio Rodrigué lo aplica para entender la idealización que los psicoanalistas han realizado de la figura de Freud. El mito de la Fundación consiste en una serie de pruebas, tales como la iniciación, el aislamiento, la pobreza, el descenso a los infiernos, el retorno3. Mi travesía institucional nunca fué solitaria. Tuvo siempre como marco el trabajo en grupos de profesionales, que si no ostentaban la condición de un colectivo autogestionario, al menos tenían una fuerte inclinación participativa. Me refiero en primer lugar al Instituto de Orientación Familiar que dirigiera en la década del setenta el Dr. Mauricio Knobel. Yo me incorporé en l975. Si bien no lo puedo considerar mi “cafetín de Buenos Aires” porque de chiquilín no lo miraba de afuera, no es menos cierto que en sus mesas - escritorios aprendí mi primer filosofía. Porque siendo su personería jurídica una asociación civil sin fines de lucro, el funcionamiento interno era análogo a una cooperativa de trabajo. Incluso con un aporte inicial de capital que se realizaba con seis meses de trabajo no remunerado. Este inicial entrecruzamiento entre teoría psicoanalítica y práctica organizacional, entre el ejercicio liberal de la profesión y la propiedad social de una empresa, marca lo que podríamos denominar la génesis social del psicoanálisis implicado. Hubieron otros lugares, pero mas referidos al espacio público. Como última marca de esta génesis social, debo señalar la fundación de la cooperativa de trabajo en salud mental ATICO, realizada el 1° de Mayo de l986 por quince profesionales. Experiencia que con diversos avatares se prolonga hasta la fecha.
El psicoanálisis implicado deviene, en primer lugar, análisis de la implicación del psicoanalista. Es decir, puesta en superficie de todas las instituciones que lo atraviesan (el poder, la sexualidad, el dinero, la política, la ciencia, el trabajo, la familia) y registro de todas las organizaciones en las cuales su práctica se inscribe. Desde esta perspectiva teórica y política el tratamiento psicoanalítico personal del psicoanalista es necesario , pero apenas suficiente. Cuando la novela familiar hace síntoma , la implicación queda reducida a su dimensión libidinal. El conflicto social se edipiza. La lucha de clases es transmutada a un pelea entre mamá, papá y los chicos en un almuerzo dominguero. El análisis de nuestra neurosis infantil nos permite hacer visible una sola política: el tabú del incesto. Nos quedamos anclados en el Edipo libidinal y antes del Edipo histórico - social. Por eso el psicoanálisis convencional abre una puerta a lo social, pero no garantiza que se atraviese. El efecto “puerta giratoria” describe que la salida de lo familiar puede recuperarse con la entrada en una organización hegemónica. De una masa artificial a otra masa artificial, de Guatemala en Guatepeor. Muchas de estas organizaciones se autodescriben como “una gran familia”. El “después del Edipo” reproduce y repite el “antes del Edipo” y es un análisis que Wilhem Reich realiza en su “Psicología de las masas del fascismo”. ¿No se habla con benévola neutralidad del “enano fascista”? Este enano habita en las “enanas masas artificiales” que sin llegar al grado de institucionalización que Freud describiera para la Iglesia y el Ejército, son dadores de identidad para millones de personas. Profesionales incluídos. Y son justamente las masas artificiales las enemigas culturales de todos los monstruos paridos en las noches del dolor y la creación. El análisis de la implicación del psicoanalista se cristaliza si se pretende realizar en el seno de una organización hegemónica. Aún reconociendo los válidos intentos que para escapar de ese destino realizan algunos psicoanalistas4. Ésta fue la causalidad fundante de la escisión del grupo Plataforma y Documento del seno de la Asociación Psicoanalítica Argentina y ésta no fue la causalidad fundante de la división entre APA y la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APDEBA).
El comienzo de esta travesía institucional pueda localizarse en el año 1986, cuando se realiza una Jornada Científica en ATICO, que profundiza mi relación personal y científica con Gregorio Baremblitt5. El institucionalismo deja su marca profunda en mi forma de entender el psicoanálisis y autores como Gerard Mendel, Rene Lourau y Roberto Castel pasan a formar parte de mi referencia teórica obligada. En algunas de esas noches en las cuales organizamos el 1 Encuentro El Espacio Institucional, el monstruo fue concebido. Es en este momento cuando se produce el pasaje de la génesis social a la génesis teórica. De las organizaciones transitadas a las conceptualizaciones pensadas. Pero es importante para cualquier teórico “confesar que ha vivido”, al igual que propone el poeta. No hay génesis teórica que no empiece por una génesis social que nunca debe ser invisible. Recién ahora entiendo a los pacientes que en una admisión, me pedían un psicoanalista con experiencias de vida. Parece que de eso se trata la génesis social de cualquier teoría. Al igual que el psicoanálisis convencional , la travesía institucional puede no ser suficiente, pero siempre es necesaria. Y eso es lo trágico de los profesionales jóvenes , condenados a travesías bizarras en los grandes mercados de la salud mental (sistemas de medicina prepaga, obras sociales, seguros de salud, etc). Se hace insoslayable la referencia que Alejandro Vainer, en una nota implicada, realiza de “El terapauta de $8--6. No es lo mismo parir un monstruo que transformarse en una monstruosidad. ¿Podrá la génesis teórica socorrernos?. El intento siempre vale la pena.

2. Travesía Institucional: la génesis teórica.

La cuestión a elucidar es en que momento la teoría se apoya en un nivel convencional y cuando en un nivel fundante. León Rozitchner, un gladiador cuya arma es la filosofía, me enseñó que en el primer caso apenas podemos hablar de cientificismo. Es justamente Roberto Castel el que enuncia este aspecto en un libro ya clásico7. En la página 50 leemos: “Si el psicoanalista es neutral, por tanto, lo es en primer lugar porque es socialmente neutralizable al menor costo, en la medida en que no se diferencia del telón de fondo de las actitudes político - sociales dominantes en su medio. Está además técnicamente nuetralizado por el papel que le corresponde dentro del marco de la convención analítica. Por tal razón se vuelve prácticamente neutralizador, el agente activo de un proceso de neutralización al invalidar, en tanto la trata analiticamente, la dimensión político - social del material”. Neutralidad y virtualidad del psicoanalista son hermanitos de leche, que transitan mucho antes del Edipo. Y nunca se asoman al después. La neutralidad -virtualidad es una negación maníaca de la implicación. Sin memoria, sin deseo, sin pertenencia de clase social, sin religión, sin convicciones partidarias, sin esperanzas, sin pasado. Quizá , sin saberlo, sin futuro. Apenas sustentado en una ética que apoyada en una convencionalidad no cuestionada deviene moralina pequeño burguesa profesional. Por lo tanto el psicoanálisis implicado nunca es neutral y frecuentemente tampoco puede ser abstinente. Si nadie se puede curar “en ausencia o en efigie” como señalara Freud, tampoco nadie puede psicoanalizar en forma no neutral, es decir, implicada, pretendiendo dejar solamente su imagen o su efigie. El riesgo, lo sabemos, es la sugestión. Actualmente prefiero correr ese riesgo que organizar mi práctica desde un corrimiento fóbico de las demandas de los pacientes. Prefiero ingresar en un cuadro de “psicoanalitik disorder”, que mantener encuadres impolutos y excomuniones contratransferenciales. Incluso la decisión consciente o inconsciente de mantener la neutralidad no es neutral. La neutralización es un proceso activo de invalidación y no solamente una omisión culposa. No hay instintos pasivos nos enseñó Freud. Sin embargo, es necesario reconocer que la neutralidad - virtualidad ha sufrido una cierta metamorfosis, pasando de una circunstancia que afectaba al profesional a ser una de las políticas de ciertas organizaciones. La crueldad del “analizador dinero” nos informa del “terapeuta de $8-”. Pero éste profesional está incluido en una organización donde este analizador es silenciado. Es decir, neutralizado. Por eso el psicoanálisis implicado solamente es posible cuando la profesión está organizada en forma de un dispositivo colectivo autogestionario. En estos dispositivos los analizadores hablan y no encontramos ninguna mayoría ni minoría silenciosa. Si el análisis lo hacen los analizadores, el análisis de la implicación de los psicoanalistas solo es posible cuando el encuadre de la organización no escinde ningún aspecto de la vida. Cuando los grandes reguladores del intercambio social, eros y ananké , son el objeto de la producción, circulación y consumo del poder social.
En relación a este punto, me parece importante incluir la siguiente cita de Gerard Mendel.8 “El primer elemento referente a ese poder social es éste: dicho poder solo es recuperable por el individuo en y mediante una institución, y solamente si la dimensión de lo político está presente. La institución permite que la fuerza de trabajo individual, y por lo tanto el poder social, se multipliquen; y su tamaño, incluso reducido, permite que su voz no sea ahogada por el concierte de voces institucionales y estatales. Además, una institución aun muy pequeña, ejerce como paradigma, una influencia subversiva sobre las instituciones de la misma naturaleza. Siempre volvemos al hecho fundamental que, fuera del caso del terrorismo, el poder social de un individuo es igual a cero.(...) En otras palabras, en este caso , únicamente una institución permite el crecimiento (formación, investigaciones) la captación y recuperación del acto psicoterapéutico cargado de poder social.”. Esta descripción se ha verificado durante estos diez años de funcionamiento cooperativo. La recuperación del poder social del acto, incluso el psicoanalítico, solo puede ser realizado en colectivos donde la división técnica del trabajo no encubra la división social . Donde no haya reproducción “para adentro” de la división de clases que hay “para afuera”. Hasta puedo afirmar que en los colectivos autogestionarios el principio de realidad institucional antecede al principio de placer - displacer individual. El psicoanálisis implicado aspira a poder ejercer ese poder social. No como una “ganancia secundaria” de la terapia, sino como un “beneficio primario” de la misma.
La génesis teórica del psicoanálisis implicado incluye en su nivel fundante los denominados escritos sociales de Freud, con la ampliación del análisis filosófico y político que León Rozitchner realizó de “El Malestar en la Cultura” y “Psicología de las masas y Análisis del Yo”9. En el prólogo, el autor señala: “Nuestra tesis consiste en afirmar que cada sujeto es también núcleo de verdad histórica.” El psicoanalista - sujeto, capaz de realizar el análisis de su implicación dentro de un colectivo autogestionario, puede construir una verdad que tiene que ver con el después del Edipo libidinal, es decir, con el Edipo histórico. Y agrega mas adelante Rozitchner: “El normal es un sujeto enfermo de realidad”. Esta enfermedad para el psicoanálisis es lo que Castel llama “psicoanalismo”. El psicoanálisis implicado buscará curarse de esta realidad, abriendo una distancia dentro y fuera del sujeto, donde la realidad pueda ser pensada en sus repliegues y despliegues contradictorios, sin nunca ceder en el intento de transformarla. Ampliando lo señalado anteriormente, también los colectivos autogestionarios son núcleo de verdad histórica, y en su fundación y desarrollo podemos verificar muchas de las determinaciones deseantes y políticas del modo de producción social. El psicoanálisis implicado se nutre de los colectivos autogestivos de igual forma que el psicoanalismo se nutre de las asociaciones transnacionales de profesionales . Por lo tanto no podemos plantear un análisis de la implicación hegemónico. No habría nada parecido a un “didáctico” para el análisis de la implicación. Justamente porque tratándose de una teoría sobre la subjetividad, no está disociada de una forma de entender y enfrentar la vida. Por eso el colectivo autogestionario no es contexto sino texto que construye al psicoanalista implicado ampliando la novela familiar a una dramática institucional.
No quiero dejar de mencionar dos conceptos teóricos que están mencionados en mi libro ya citado10: la sexualidad represora y el ideal del superyó. Ambos completan junto al de análisis de la implicación del psicoanalista, el trípode conceptual en el que pretendo apoyar al psicoanálisis implicado. La puesta en superficie de la captura superyoica de la sexualidad y del equipamiento intrapsíquico que se rinde al represor no por terror sino por amor, amplifican el horizonte conceptual del psicoanálisis implicado. Espero desarrollarlos en posteriores publicaciones.

3. Travesía institucional: la autogestión y sus riesgos.
Como ya señalé, el psicoanálisis implicado no es posible sin la inclusión del psicoanalista en colectivos autogestionarios. Siguiendo la definición de Pierre Rosanvallon, “la autogestión se define como ejercicio colectivo de la decisión, posibilidad de intervenir directamente en cada uno de los problemas que nos conciernen".11 Queda insinuado un problema político de extrema importancia. Desde la perspectiva de un psicoanalista, ¿cuales serían los problemas que nos conciernen? Hay dos cosas que un psicoanalista convencional detesta: la sangre y las cuestiones administrativas. Éstas últimas descalificadas con el anatema de “lo burocrático”. Esta despreocupación por el funcionamiento interno, aún el mas sencillo, es un perjuicio muy severo para cualquier organización que intente autogestionarse. Esta dificultad de los profesionales “psi” habitualmente queda encubierta cuando la institución tiene recursos y agentes administrativos que se ocupan de todas las circunstancias terrenales. Por supuesto, este encubrimiento perpetúa una actitud pasiva y dependiente de los profesionales en relación a “los administrativos”. Es uno de los casos denominados “grupo objeto”. Al respecto Gregorio Baremblitt señala: “El grado de concientización - asunción y potenciación de la tranversalidad distinguiría a un grupo sujetado (sometido al lugar que la Ley dominante le impone, centrado en una versión especificista de su dinámica, empeñado en su subsistencia, identificado, territorializado y fijado en entidades molares del sistema) de un grupo sujeto (capaz de darse sus propias leyes, abierto al entendimiento de su lugar intersectivo en la encrucijada de determinaciones de un socius, dispuesto a crear estrategias revolucionarias que pueden incluir su propia muerte, generados de sentidos, fantasmas y singularidades insólitas y fluídas)”.12 La decisión colectiva es en primer lugar, la decisión de la legalidad que organizará los intercambios dentro del colectivo. Decidir colectivamente cuales son los problemas que conciernen. Momento fundacional que permitirá que la alianza fraterna se institucionalice. De lo contrario puede naufragar en el momento de la negación de un instituído heterogestivo, para apenas constituir una psicología de horda.
Con diferentes términos, creo que la proposición de León Rozitchner tiene puntos de encuentro con las afirmaciones anteriores. “Por eso pensamos que el psicoanálisis aplicado , que en la consideración convencional y habitual de un sistema terapéutico parcializado, recortado, se lo excluye como algo exterior a si mismo, como una extensión indebida, arbitraria y hasta falsa, - la economía, la historia , la política, el arte, etc. que permitirían plantear un “principio de realidad” esclarecido en su verdad científica - lo que ese psicoanálisis liberal encubre en su llamada “cura” restringida al individuo aislado en su consultorio es nada menos que lo mas importante: esta exclusión del momento de conversión en el cual para el sujeto el saber de la complejidad histórica del mundo se transformaría en concreto, en una psico-síntesis subjetiva, fundamental, que ninguna ciencia puede contener en si misma, pero que debería ser abierta desde ellas.”13
Esta “psico-síntesis” entiendo que es análoga al análisis de la implicación. Quizá la diferencia es que la propuesta autogestionaria permite una efecto escala mas accesible a la subjetividad. La organización está “aquí, ahora y conmigo” y yo estoy en el “aquí y ahora” de la organización. Es posible un proceso de apropiación colectiva que pueda ser pensada como una extensión del concepto de pulsión de dominio o de apoderamiento que Freud incluye entre las pulsiones de autoconservación. Y si bien es cierto que la libido está en todo, recordemos con Freud que no todo es libido. Los procesos de autoconservación, de territorialización, de registro, de acumulación del excedente, todo lo que permite la prolongación del individuo - organización muchas veces no están lidinizados. Sin embargo, son imprescindibles de mantener para impedir el colapso y la disgregación. El psicoanálisis implicado vuelve a jerarquizar los primeros dualismos pulsionales decriptos por Freud: pulsiones de autoconservación vs. pulsiones sexuales y pulsiones del yo vs. pulsiones sexuales. Justamente porque al pretender un acercamiento al nivel fundante de la subjetividad, las situaciones límite que configuran lo humano vuelven a estar en la superficie. La polaridad vida - muerte vulnera nuestro horizonte convencional. Incluyendo la autoconservación de la profesión psicoanalítica.
En un apasionante comentario sobre mi libro, Vicente Galli señala: “Anoto dos de mis observaciones polémicas. La primera tiene que ver con lo que me parece una exagerada separación de aguas entre lo que a Alfredo le parece muy criticable y lo que le parece muy recomendable entre los perfiles, formaciones y modos de prácticas de los psicoanalistas (..)”.14 El psicoanálisis implicado aborrece de los tonos de los grises. El riesgo permanente es quedar atrapado en un maniqueísmo bizarro. Pero debemos afrontar ese riesgo si queremos liberarnos del beso de la mujer araña de la cultura light que nos atraviesa. En ese sentido, rescato la profundidad de Gabriela Beker cuando al reseñar la presentación del libro, no lo hace “sobre” sino “desde”.15 En ese momento, ella es co-autora y yo soy solamente un implicado lector.
La autogestión tiene sus riesgos. El mas importante es que se disocie el componente político del económico. El colectivo empieza a transitar un imaginario libertario pero sin atender a las cuestiones de la supervivencia y los recursos que son necesarios instrumentar para poder vivir dignamente del trabajo. El psicoanálisis implicado jerarquiza el trabajo permanente con el “analizador dinero”, via regia para el análisis del inconsciente político y social que constituye una de las tantas rocas vivas de la subjetividad.
Quisiera reseñar cuatro áreas de problemas que el análisis de la implicación permite plantear. Su desarrollo mas exhaustivo quedará para una travesía institucional futura.
1) Diferencia entre trabajo y actividad . 2) Diferencia entre cooperación, competencia y rivalidad. 3) Discriminación entre lo similar, lo diferente y lo incompatible. 4) La autogestión de las jerarquías.
También me he permitido describir un listado de “efectos” que pueden agregarse a los mas conocidos del institucionalismo (efecto Weber, Lukacs, Mülhman, etc)
1) Efecto escala: micropsia de la dramática social y macropsia de la novela familiar. 2)Efecto ornitorrinco: es una de una singularidad obscena, una hiperdiscriminación negativa. 3)Efecto manteca: es el salto cualitativo negativo o sobreimplicación bizarra.

Es evidente al terminar esta travesía que el monstruo sigue viviendo y que a diferencia de mi colega el Dr. Frankestein, no pretenderé destruirlo. Mas aún: me parece que hay que protegerlo porque todavía no puede defenderse solo. De todos modos, estoy seguro que aun con el riesgo de la supervivencia presente, un psicoanalista implicado haría suyas las estrofas del poeta: “Yo no sé lo que es el destino, caminando fuí lo que fui; ala Dios que será divino, yo me muero como viví.”16

Alfredo Grande
Psicoanalista

Notas
1.  Grande. Alfredo. “El Edipo después de el Edipo: del psicoanálisis aplicado al psicoanálisis implicado”. Editorial Topía. 1996.
2.  Op.cit. Capítulo 20.
3.  Rodrigué, Emilio. “Sigmund Freud: El Siglo del Psicoanálisis.” página 17. Editorial Sudamericana. 1996.
4.  Me refiero especialmente a los trabajos teóricos y de campo de Rafael Abramovici y Osvaldo Landoni, miembros de la Asociación Psicoanalítica Argentina y del Centro Racker. Fueron expuestos en la mesa Psicoanálisis y Autogestión, organizada por ATICO el 3 de Octubre de 1997.
5.  “Acto Psicoterapéutico II: el porvenir de nuestra ilusión. Reflexiones sobre el futuro de las prácticas Psi. en la Argentina”. Septiembre 27 y 28 de l986.
6.  “En pocas palabras...el terapeuta de $8”. Alejandro Vainer. Revista Topía n° 19. Abril/Julio l997.
7.  Castel, Roberto. “El psicoanalismo: el orden psicoanalitico y el poder”. Siglo XXI Editores. 1980.
8.  Mendel, Gerard. “Sociopsicoanálisis 2”. Página 90. Amorrortu Editores. 1974.
9.  Rozitchner, León. “Freud y los límites del individualismo burgués”. Editorial Siglo XXI.
10.  Grande, Alfredo. Op.cit. Pág. 48 hasta 63.
11. Rosanvallon, Pierre. “La autogestión”. Editorial Fundamentos. 1979.
12.  Baremblitt, Gregorio. “Saber, poder, quehacer y deseo”. Pág. 81. Ediciones Nueva Visión. 1988.
13.  Rozitchner, León. “El psicoanálisis como profesión liberal y el psicoanálisis aplicado”. Revista Topía. N° 19. Año VII. Abril/Julio 1997.
14.  Galli , Vicente. Comentario a “El Edipo después de El Edipo”. En Revista Topía. Año VI. N° 18.
15.  Beker, Gabriela. “Crónica de una presentación implicada”. Revista Topía. N° 17.
16.  Silvio Rodriguez. “El necio”.
 

 

Articulo publicado en
Marzo / 1998

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