Por Mónica Debuchy
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Estoy sola en la oficina. El sol tempranero entibia el lugar. Cuelgo mi cartera y abro la ventana que da a Paseo Colón. Tres pisos más abajo la ciudad bulle: colectivos atestados, impacientes automovilistas que se pegan a la bocina, el sonido de un bombo y el grito de ¡justicia, justicia para los trabajadores! me indica que una marcha se dirige a Plaza de Mayo. Me asomo al balcón.