Por Rubén Oscar Leva
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Ese día llegó inusualmente temprano. En la calle los recortes de papeles celestes y blancos, residuos patrióticos del heroico seis a cero frente a Perú, se alzaban en remolinos agitados por el viento helado del amanecer. El vigilante de la garita, haciendo la “V” de la victoria, agitó su mano en señal de saludo.