Presentación de Más que sonidos en XI Congreso de Salud Mental (Federico Pavlovsky) | Topía

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Presentación de Más que sonidos en XI Congreso de Salud Mental (Federico Pavlovsky)

Por Federico Pavlovsky

Soy una persona con poco conocimiento de música, pero al mismo tiempo tengo una enorme sensibilidad corporal a los sonidos. El ruido de gol, que rebota en el pasto y en millares de desconocidos; la tiza en el pizarrón que una y otra vez se hace presente y el ultimo dialogo por teléfono con mi padre, son sonidos que me atraviesan. La suma de estímulos es caprichosa y atemporal: el tema “Shine on you crazy diamond” de Pink Floyd, que dura 13 minutos, el coro de hombres anónimos e inmortales, que se escucha de fondo y lejos, en la versión de Gardel de “Por una cabeza” y las trompetas de Jericó, de los aviones Stuka, que en la segunda guerra causaban más miedo que las mismas bombas, son tan solo ejemplos de mi ADN musical.  Alejandro Vainer en su libro Mas que sonidos realiza una exploración del mundo musical donde compacta su procedencia como músico y psicoanalista. En momentos de hiperespecializacion y fragmentación molecular del constructo salud mental, este libro va a contramano. Si Vainer hubiese realizado una investigación sobre el impacto de las ondas musicales en la corteza prefrontal seria recibido por el statu quo de forma más acalorada. Vainer advierte desde un principio que las definiciones habituales sobre el fenómenos musicales, excluyen al sujeto, no dan cuenta que se trata de una experiencia y reducen la música al efecto sonoro. Está hablando de música pero podría estar hablando de los riesgos de su oficio como terapeuta y de las heridas actuales que experimenta la salud mental, mordisqueada por tantas disciplinas que la fragmentan y encasillan a fenómenos específicos. Un punto recurrente del libro es valorar el rol del cuerpo en relación al fenómeno musical. El mismo cuerpo es uno de los grandes olvidados en el campo de la salud mental, fobia al cuerpo, lógica de leprosario. La falta de terapias grupales, de recursos psicodramaticos e incluso la ausencia de juegos lúdicos básicos son una postal habitual en los servicios de salud mental. Cuerpos de escritorio, de pasillo, de oficina. Cuerpos estáticos. Lo corporal es algo menor para un horario contraturno que no interfiera con lo importante. -La música es tripa, baile, musculo y cuerpo- dice Vainer y denuncia en el texto como la violencia interpretativa, también puede ser reduccionista del fenómeno musical. La música puede ser un elemento de tortura (experiencias de sometimiento en los campos de exterminio, en prisiones como Guantánamo o en invasiones como la de Panamá) y también puede ser un acto de resistencia, paradójicamente, en esos mismos escenarios.

Hace pocos días asistí al concierto de Martha Argerich y Daniel Bareinboin, y a mi pesar, me aburrí con una selección de temas de Claude Debussy que los eruditos aplaudieron de pie. Además desde la cazuela -que lejos- tampoco se ven las manos,  que es claramente el otro espectáculo a disfrutar. La música es experiencia en un contexto y tiempo, lo que debería haber sido sublime resulto un programa anodino de domingo lluvioso. Una de las cosas a destacar de Vainer es la dosis de provocación que tiene al explicitar y poner en tensión aspectos de la práctica naturalizada, relaciones de poder asimétricas y olvidos injustos. En su ya clásico libro Las huellas de la memoria  (Carpintero y Vainer) fue el primero que publico la lista de los 110 profesionales de la salud mental desaparecidos, conto la historia olvidada y desvalorizada de muchos servicios de salud mental, así como dio cuenta de otras desapariciones, como las practicas grupales.  Tanto el psicoanálisis como la psiquiatría tienen cierta facilidad para adormecerse en el seno de su propio saber, abrazar el canto de sirenas que atonta y hace naufragar. El rol de un profesional de la salud mental en este momento de precariedad social, de padecimiento, es un ejercicio de poder y responsabilidad, necesita ser disarmonico frente a la lógica del poder, una nota en falso que se caiga del pentagrama. Necesita ser incomodo, con su cuerpo tenso, expresar el grito de los que no tienen voz y, muchas veces, incluso de sus propios colegas que también están oprimidos por un sistema alienado de trabajo. El profesional implicado rompe con el clima de música funcional, explora los silencios, va más allá de los límites del manual de la especialidad y fundamentalmente dice lo que otros (habitualmente los que ostentan el poder) señalan que es mejor no decir; ahí se juega la “salud mental” del que se dedica a este oficio.  

Este libro de Alejandro Vainer, escritor, músico y psicoanalista es un ejemplo de este ejercicio.

 

XI Congreso de Salud Mental, Bs. As., 31 de agosto de 2017.