A veces nos olvidamos que todos y todas portamos saberes. Algunos disciplinares y disciplinados; otros, no tanto. Unos cuantos construidos colectivamente. Todos valiosos si se sustentan en principios éticos.
Por momentos, la interdisciplina deviene un ideal, un imperativo superyoico que termina por apelmazar la singularidad de los saberes y por homogeneizar las diferencias. Las cancela, las borra, las barre, en vez de tomarlas y hacerles lugar.
La interdisciplina ni es la receta para todos los males, ni es la meta de todas nuestras intervenciones