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La masculinidad cuestionada

Apuntes sobre la clínica actual con pacientes varones

Vivimos tiempos extraños, la masculinidad hegemónica, el ideal viril caracterizado por el liderazgo, el éxito y la dominancia, ha devenido en la actualidad en un objeto denostado. Quienes hasta ayer fueron considerados como héroes, hoy estrenan el estatuto social de villanos, al menos para los grupos femeninos juveniles y los sectores progresistas e innovadores. Lo que hasta hace poco fue considerado como una galantería, ahora se ha resignificado como ultraje, y la iniciativa sexual orilla el riesgoso borde del abuso. En términos generales, asistimos a una transformación revolucionaria y, por lo tanto, extrema, de las representaciones y valoraciones colectivas acerca de lo que significa ser masculino.

Las modalidades represivas tradicionalmente conocidas no han desaparecido, pero los nuevos dispositivos de gobernanza pasan por la incitación al goce, y no tanto por la represión

Miguel: la masculinidad normativa como imposición traumática

De Miguel tengo presente el modo decidido de entrar al consultorio, el paso largo y elegante con el que trasponía el umbral. Cuando inició su análisis en 1987, Miguel tenía 36 años y yo 45.

El motivo de la consulta estaba referido al conflicto con las mujeres. No podría decir que Miguel amaba a su ex pareja, más bien, estaba obsesionado con ella. No tenía la menor intención de reconciliarse, pero no toleraba que ella pudiera acercarse a otro hombre. Además, estaba convencido de que las mujeres no lo deseaban.

Inevitable conclusión: deporte de riesgo, desafío al peligro, rivalidad y competencia entre varones, inmolación por la “causa”, toda una lista de estereotipos que convalidan una virilidad tradicional.

Miguel se casó en 1977 con Valeria, cuando ella tenía 31 años y él 26. En 1978 nació Marina. Antes de que Marina cumpliera los 4 años Miguel se separó de Valeria, pero no se divorció. Desde entonces, comenzó a hacer vida de soltero: muy dedicado al trabajo, amigos fiesteros, turismo aventura, mucho deporte de riesgo -“el año pasado tuve un accidente esquiando”-, encuentros amorosos fugaces, escasos, a decir verdad, e intrascendentes. Miguel presidía una empresa metalúrgica y era parte de los negocios familiares: campos, inversiones financieras, hoteles, compañías navieras. Su madre dirigía con mano férrea esos negocios y Valeria era su colaboradora y aliada incondicional. El padre de Miguel, mucho mayor que la madre, había fallecido cuando él tenía 25 años. Hombre de poco carácter y mucho apellido, había dejado una herencia cuantiosa para Miguel -único hijo- y su esposa.

Masculinidad gay

Desde el establecimiento de la homosexualidad como una categoría psiquiátrica en la segunda mitad del siglo XIX, fue considerada como el par antitético de la masculinidad y la “hombría”, y por ese motivo demonizada, rechazada y patologizada. Lynne Segal -psicóloga, especialista en estudios de género y masculinidad- afirma: “Durante más de cien años, las creencias científicas y populares han sostenido que la homosexualidad masculina deriva de -y al mismo tiempo expresa- algo “femenino” en el hombre -la ausencia de los niveles apropiados de masculinidad.” Deseos y/o prácticas homosexuales comenzaron entonces a definir a un tipo específico de hombre, el “invertido sexual”. Con este movimiento se expulsó lo homoerótico de lo masculino y se lo patologizó y asimiló simbólicamente a lo femenino y a la monstruosidad (o incluso lo abyecto en términos de Julia Kristeva). La asociación feminidad-pasividad y homoerotismo es un fenómeno de los dos últimos siglos, ya que no había sido así en otros momentos socio-históricos. La heterosexualidad se convirtió en requisito de virilidad y hombría.

La asociación feminidad-pasividad y homoerotismo es un fenómeno de los dos últimos siglos, ya que no había sido así en otros momentos socio-históricos

Masculinidad y Clase

La relación entre género y clase es muy compleja, y   tomando en cuenta que la teorización sobre masculinidad es relativamente reciente y todavía inestable, es evidente que emprender el análisis de la relación entre masculinidad y clase social es una tarea de una enorme magnitud. En este trabajo me propongo solo esbozar   algunas de las posibles relaciones que se pueden abordar en el estudio de la masculinidad y su relación con otras dimensiones de ordenación social, en este caso particular con la clase.

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