Si en el campo de juego el jugador de fútbol se detuviera a pensar en lo que hace o va a hacer, lo que automáticamente devendría es su paralización: sus movimientos son impensados, y mantiene al mismo tiempo que los realiza la apreciación de dónde se encuentran ubicados sus compañeros y los contrarios, puede "adivinar" sus movimientos; cada tanto alza la cabeza para confirmar o procesar correctamente sus cálculos, en los cuales no piensa un solo segundo pero que igualmente realiza, y le permiten acomodar su cuerpo, crear movimientos y jugadas, deslizar con precisión la pelota, eludir contra