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Erotismo, transgresión y pandemia

 

Hablamos de erotismo siempre que un
ser humano se conduce de una manera claramente
opuesta a los comportamientos y juicios habituales.

George Bataille

“#Quedate en casa.” “No sean inconscientes, cuídense, quédense en su casa.” “No sean desesperados, hagan sexting.” “Si me proponen sexo en cuarentena, los bloqueo.” “No lleves la muerte a tu casa…”

“Eviten el contacto sexual, tengan sexting o practiquen la masturbación.” “La pareja sexual más segura es uno mismo.” “Hay que desterrar la idea de que hay que tener relaciones todo el tiempo.”

En pos de evitar los encuentros entre personas que no conviven, se “autorizan” y prescriben las videollamadas, el sexo virtual, el sexting y una práctica históricamente proscripta: la masturbación

Las primeras son algunas de las afirmaciones que pudieron leerse en las aplicaciones de citas como tinder o grindr y las segundas por parte de profesionales y funcionarios de diversos países incluyendo la Argentina, desde el comienzo de la pandemia de coronavirus. Lo característico de la mayoría de ellas es un tono que causa irritación, cómo no provocarlo, es lo que suelen producir los intentos “bienintencionados” expresados en enunciados imperativos y/o descalificatorios o en recomendaciones que pretenden indicar cómo y de qué forma hay que vivir la propia vida sexual, haciendo gala de un reduccionismo asombroso.

Asimismo se han manifestado desde algún sector presuntamente ligado a la “reducción de daños” recomendando prácticas sexuales que eviten el cara a cara o los besos: el coito a tergo o “posición perrito”; una práctica asociada en el imaginario colectivo al ejercicio de la prostitución.

Esta pandemia ha generado algunos movimientos que suelen ponerse de relieve ante ciertas situaciones excepcionales o de crisis. Así ocurrió con el sida en los años 80/90. A pesar de un primer movimiento de contrarreforma conservador -catalogarlo como peste rosa o como castigo debido una sexualidad transgresora y proponer la abstinencia sexual como remedio, o incluso desde algunos grupos gays proponer el cierre de los sitios donde se concurría para tener relaciones sexuales-, le siguió una contraofensiva desde diversos sectores (trabajadorxs de salud, movimientos feministas y glttbi, etc.) que produjo que se empezara a hablar masivamente (incluidos los mass media) de sexualidad y en particular de sexualidades no tradicionales y no normalizadas, y también de la necesidad de uso del preservativo para poder continuar experimentando una vida sexual activa y placentera sin por eso ser vulnerable a la transmisión del virus. Un juego de fuerzas de instituidos e instituyentes donde nuevos imaginarios sociales comenzaron a circular y a instalarse en nuestra sociedad.

¿Qué es lo “nuevo” hoy?

En pos de evitar los encuentros entre personas que no conviven, se “autorizan” y prescriben las videollamadas, el sexo virtual, el sexting y una práctica históricamente proscripta: la masturbación.

En primer lugar notemos que en rigor, esto no es “nuevo”, en toda sociedad hay prácticas sexuales que se permiten y otras que están vedadas. En otro sentido, lo “nuevo” es que prácticas que no solo han sido proscriptas sino también castigadas, ahora son “recomendadas”.

¿Qué efectos subjetivos se producen cuando se intenta encauzar la sexualidad por ciertos carriles, es decir, a través de ciertas formas normalizadas de placer?

Hubo transformaciones en la subjetividad para que esto sea posible y en gran parte están asociadas a las luchas que se generaron y potenciaron a partir de la epidemia del sida.

¿Qué efectos subjetivos se producen cuando se intenta encauzar la sexualidad por ciertos carriles, es decir, a través de ciertas formas normalizadas de placer?

La respuesta es obvia: desde ese lugar de enunciación se promueve la transgresión a la norma.

Ni siquiera estamos hablando de la pulsión de muerte que es otro aspecto a tener en cuenta que añade aun más complejidad a la cuestión, sino sencillamente del modo de comunicar y acercarse al otro/a/e. Esto que los psicoanalistas sabemos muy bien, que la información es necesaria, pero no suficiente para que un sujeto lleve adelante prácticas de cuidado. Muchas veces para sortear la suposición de sometimiento que implica acatar ciertos decires imperativos y/o condescendientes, es decir, queriendo rechazar el lugar, el modo de enunciación se rechaza íntegramente lo enunciado.

A esta altura, algún lector podría pensar que quien escribe estas líneas va abogar en contra de la cuarentena y el distanciamiento físico. No es esa la cuestión. El virus se transmite de un modo específico y concreto, eso es lo que tenemos que evitar si no queremos infectarnos. Qué estrategias construye cada quien para lograr ese objetivo es una cuestión que podemos acompañar, pero no dirigir. “Bajar línea” levanta barreras, genera distancia (y no precisamente la que se necesita para evitar la transmisión del virus).

Julián y Ernesto se conocieron dos semanas antes de comenzar la cuarentena, como ninguno de los dos tienen un trabajo considerado “actividad esencial” decidieron quedarse en la casa de fin de semana de uno de ellos. En dos meses de convivencia pasaron del enamoramiento más acaramelado a una convivencia que se les hizo insoportable. Y ante la primera oportunidad, decidieron continuarla en soledad. Julián reflexiona en una entrevista “me apuré demasiado en convivir con Ernesto, por no querer quedar solo, casi arruino algo que la verdad no quiero cortar… si bien ahora lo extraño y me gustaría volver a hacer el amor con él, disfruto mucho de calentarnos con mensajes de wasap, descubrí que ese intercambio de guarradas me calienta un montón.”

Por el contrario, Guido y Diego decidieron quedarse cada uno en su casa ya que ambos tienen hijxs de matrimonios anteriores y si bien de vez en cuando tenían conversaciones sexuales y masturbaciones compartidas por wasap, lo que extrañaban era el estar cerca, “encontrarse”. La abstinencia no era sexual, sino la de compartir algo juntos. Así que un día programaron una cita en el supermercado e hicieron las compras, actividad que repiten de vez en cuando para poder verse y no ponerse en riesgo, ni a sus hijxs.

Nora y Carmen con una situación similar, la posibilidad de verse les resultaba difícil debido a que una vive en el conurbano y la otra en Capital Federal. Tampoco para ellas el así llamado sexting era algo novedoso, se vincularon de ese modo desde que se conocieron. “Antes nos trataban a las que hacíamos sexting como bichos raros, resulta que ahora todos los gurúes salen a recomendarlo. Vos sabes que nosotras siempre lo hicimos, pero lo que extrañamos es quedarnos una junto a la otra, simplemente mirándonos y sintiéndonos cerca.” La salida temporaria que encontraron fue armar una comunicación por skype donde lograron disponer las camaritas de modo tal que al mirar la pantalla pudieran verse a los ojos (cuestión que les llevó varias maniobras, dado que en general cuando se mira el monitor en una pc no se está mirando a la cámara).

De la misma forma, Lalo y Fabián dos adolescentes de 17 años recrearon el “estar cerca” dejando abierta la llamada de wasap con el altavoz toda la noche para poder “despertarse juntos”. El que se despierta primero, despierta al otro.

Estas situaciones entre tantas otras dan cuentan de que si bien la abstinencia sexual ha representado un tema con el cual vérselas, las respuestas encontradas no siempre han sido “recomendaciones” repetidas al modo de estribillos iterativos.

Si el erotismo, como propone Bataille, es excesivo, explora lo nuevo y es transgresor ya que discurre en la libertad, las fórmulas mágicas y las recetas lo que logran es liquidarlo, extinguirlo.

Junio 2020

 
Articulo publicado en
Agosto / 2020

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