“#Quedate en casa.” “No sean inconscientes, cuídense, quédense en su casa.” “No sean desesperados, hagan sexting.” “Si me proponen sexo en cuarentena, los bloqueo.” “No lleves la muerte a tu casa…”
“Eviten el contacto sexual, tengan sexting o practiquen la masturbación.” “La pareja sexual más segura es uno mismo.” “Hay que desterrar la idea de que hay que tener relaciones todo el tiempo.”
Las primeras son algunas de las afirmaciones que pudieron leerse en las aplicaciones de citas como tinder o grindr y las segundas por parte de profesionales y funcionarios de diversos países incluyendo la Argentina, desde el comienzo de la pandemia de coronavirus. Lo característico de la mayoría de ellas es un tono que causa irritación, cómo no provocarlo, es lo que suelen producir los intentos “bienintencionados” expresados en enunciados imperativos y/o descalificatorios o en recomendaciones que pretenden indicar cómo y de qué forma hay que vivir la propia vida sexual, haciendo gala de un reduccionismo asombroso.
En pos de evitar los encuentros entre personas que no conviven, se “autorizan” y prescriben las videollamadas, el sexo virtual, el sexting y una práctica históricamente proscripta: la masturbación
El sábado 18 de octubre de 2014 se presentó el libro El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser de Enrique Carpintero. Los presentadores fueron el Dr. Vicente Galli y el Dr. Juan Carlos Volnovich. A continuación se transcriben las exposiciones de los panelistas y el cierre del autor.
Allí donde hay mucha luz, la sombra es más negra Johann Wolfgang Goethe
Este artículo es una versión ampliada de la introducción al libro El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, de reciente aparición por la editorial Topía. Los fragmentos en bastardilla corresponden al texto original.
El título de este libro alude a Freud; el subtítulo toma como referencia el pensamiento de Spinoza. Desde ambas perspectivas venimos trabajando hace muchos años para tratar de responder al reto que tiene el psicoanálisis de dar cuenta conceptualmente de nuestra época. Esto nos lleva a rescatar nociones que definen la particularidad de su práctica; pero también, modificar otras a partir de los nuevos paradigmas de nuestra época. Esta propone nuevos procesos de subjetivación que ponen en cuestionamiento la sexualidad heteronormativa y patriarcal. En este sentido, vivimos en un momento de transición donde el patriarcado sigue siendo la estructura familiar dominante pese a que han surgido nuevas formas de familia que han provocado su crisis: monoparentales, monoparentales extendidas, homoparentales, unipersonales, familias ensambladas, etc. Por otro lado, las teorías e investigaciones ligadas al género y la sexualidad ponen en evidencia lo que sostiene el psicoanálisis: la sexualidad humana es desviada. De allí la importancia de dar cuenta de los procesos singulares que cada sujeto realiza en la construcción de su corposubjetividad.
Sigmund Freud fue construyendo el psicoanálisis en el marco de una sociedad victoriana, heteronormativa y patriarcal. Nuestros tiempos son otros. Vivimos en el marco de un capitalismo mundializado donde esta forma de subjetivación ha dejado de ser hegemónica. Han cambiado muchas cuestiones, desde las formas de organización familiar a las sexualidades. Si la cultura actual promueve la mercantilización de cada rincón de las entrañas de nuestra subjetividad, la sexualidad no está ajena a esta transformación. Y es el tema central de este número, aquello que denominamos “sexualidad de consumo”. Diferentes autores desde distintos ángulos permiten vislumbrar alcances de este fenómeno en nuestra subjetividad a partir de indagar sobre la mercantilización de la sexualidad, el erotismo y la pornografía de hoy.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de pornografía o decimos que algo es pornográfico?
Éste es uno de esos términos o “conceptos” que hablan más del sujeto clasificador que de los objetos o sujetos que son clasificados. En este sentido la socióloga Raquel Osborne señala que existen tantas definiciones de pornografía como personas deseen proponer una, de este modo “se habla de obscenidad, erotismo, pornografía o indecencia para referirse a las mismas cosas, dependiendo de quién use estos términos." Algunas definiciones apuntan al contenido del material: toda representación - texto, imagen- de sexo explícito no simulado, destinada a ser consumida por el público. Otras más en términos funcionales: el material que apunta a estimular la fantasía con el fin de provocar reacciones corporales y emocionales de placer sexual. Hasta llegar a afirmaciones que develan el carácter polisémico y moralizante del término como la del escritor francés Alain Robbe-Grillet: “la pornografía es el erotismo de los otros”. El intento de distinguir entre “erotismo” y “pornografía” ha sido una tarea controvertida a lo largo de la historia del cine. Dependiendo del censor o el ente calificador, determinado film ha sido permitido, prohibido, censurado o calificado como “X” o “condicionado”. ¿Las películas “El imperio de los sentidos” (Nagisa Oshima), “Calígula” (Tinto Bras) y “Emanuelle” (Just Jaeckin) son eróticas o pornográficas? Hacerse esta pregunta en la actualidad puede llevarnos a una respuesta obvia; pero ¿qué habrían respondido distintos sectores sociales en la década del 70, cuando fueron estrenadas? Sin dudas, la respuesta nos lleva a darle crédito a la irónica frase que postula que la pornografía de hoy no es más que el erotismo de mañana.
Este texto corresponde a un capítulo del libro El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser.[1] Allí tratamos de responder al reto que tiene el psicoanálisis para dar cuenta conceptual de nuestra época. Esto nos lleva a rescatar nociones que definen la particularidad de su práctica; pero también, modificar otras a partir de los nuevos paradigmas de nuestra época. Esta propone nuevos procesos de subjetivación que ponen en cuestionamiento la sexualidad heteronormativa y patriarcal. En este sentido vivimos en un momento de transición donde el patriarcado sigue siendo la estructura familiar dominante pese a que han surgido nuevas formas de familia que ha provocado su crisis: monoparentales, monoparentales extendidas, homoparentales, unipersonales, familias ensambladas, etc. Por otro lado, las teorías e investigaciones ligadas al género y la sexualidad, la importancia de la imagen en la construcción de subjetividad plantean nuevos desarrollos en la teoría.
La música es más que sonidos y silencios. La mejor comprobación es poder explorar la relación de la música con el erotismo. En ese entrecruzamiento no quedarán dudas que la música va más allá del fenómeno auditivo. Si la música es mucho más que lo sonoro significante, el erotismo es mucho más que la sexualidad. El erotismo implica la transgresión de un interdicto y de las normas establecidas. Para Bataille, “lo que está en juego en el erotismo es siempre una disolución de las formas constituidas." Por eso, el erotismo es transgresor, aspira a la libertad, busca lo nuevo y permite ampliar los límites de la propia subjetividad.
Como vimos anteriormente Freud fue el primero que saco la sexualidad de los determinantes biológicos para señalar la contingencia del objeto sexual. La sexualidad es una construcción histórica.
Pero a mediados del Siglo XX aparece un nuevo concepto que complementa esta perspectiva freudiana: el concepto de género. Este surgió en la década de los sesenta. Se empleó para destacar un acontecimiento hasta entonces no valorado: existía algo fuera del sexo biológico que determinaba la identidad y el comportamiento de lo masculino y femenino
La humanidad aparece cuando el sexo se transforma en sexualidad regulado mediante el tabú del incesto y la subjetividad se constituye en el pasaje del instinto a la pulsión y de ésta al deseo. De esta manera la sexualidad esta sometida a la cultura que, en cada período histórico, controla el carácter transgresor del deseo erótico mediante mecanismos de dominación que modulan el deseo y crea subjetividades.
El erotismo en la vejez es una temática poco abordada desde el punto de vista cultural, histórico y político. En un contexto donde diversos grupos sociales han ido conformando una lectura alternativa acerca de la construcción de su diferencia, la forma de hablar de la vejez mantiene un estilo medicalizado o asociado a la salud. Esta reducción en sus abordajes, limita sus perspectivas e impide que se la problematice en términos políticos, es decir, que pueda convertirse en una variable de recambio e innovación cultural.
Corría el año 79 el equipo de psicología del CAMI (Consejo Argentino de Mujeres Israelitas) recibió de la comisión directiva de la institución la propuesta de realizar una serie de talleres sobre el amor en el club Edad de Plata -a la sazón el sector de la institución que agrupaba a los adultos de la tercera edad. Las razones: “Hay dificultades con las personas que se ponen en pareja dentro del club. Se dan situaciones de reprobación y censura, los que se animan a esas relaciones suelen sentir sentimientos de culpa y exclusión. Se han constituido dos bandos: los que tienen parejas que se forman dentro del club -son los menos- y los que no. Estas últimas, son viudas que hacen un frente común ante estas parejas”.
El gran mitólogo y poeta inglés Robert Graves (el mismo de Yo, Claudio, y Los Mitos Griegos), en un famoso discurso dedicado a los poetas, nos da cuenta de que la poesía al igual que el erotismo, es básicamente un medio para conservar el poder, sobre todo el “mágico” poder del amor frente a la rutina y la muerte. Según Graves hay tres formas de este amor: el amor fraterno, en especial cuando el poeta se siente particularmente vinculado a un lugar, a una profesión o a un arte. Luego hay el amor físico del “noviazgo” poético que lentamente se funde en amor marital. Y finalmente está el amor “poético-erótico”, el cual, aunque se basa en el lenguaje del amor físico, trasciende el eslabón sexual y es utilizado para realizar “milagros”.
Para introducirnos en el tema de este dossier es necesario destacar la condición pulsional del ser humano. Es decir, el interjuego entre las pulsiones de vida (Eros) que tienden a la creatividad y las pulsiones de muerte que llevan la destrucción. Sin embargo, cada una de estas pulsiones son indispensables ya que, como plantea Freud, los fenómenos de la vida son una acción conjugada y contraria entre ambas.
Entre sus prodigiosas historias cortas, OHenry publicó sobre el final del siglo XIX uno de los mejores, esenciales y menos conocidos relatos amorosos. Una joven pareja, tan pobre como feliz, según la convención de los cuentos morales, se aproximaba silenciosamente preocupada a la fecha del aniversario de bodas. La vida de sacrificio exaltaba el vínculo, y el anhelo de regalarse sobre el fondo de la pobreza era testimonio del amor. Como emblemas del romance, el admiraba la hermosa cabellera de ella y ella el hermoso reloj sin cadena del esposo. En el intercambio de regalos del gran día, desenvuelven una cadena para el reloj y una redecilla para el pelo, pero advierten dolorosamente que para comprar sus regalos el había vendido el reloj y ella su precioso cabello. La hermosa y patética historia ejemplifica, como ninguna otra, la esencial ausencia de complementariedad del amor, el desencuentro como destino, la central escasez que Jacques Lacan había descripto, casi como lo prefigura este relato, como “dar lo que no se tiene y entregar lo que falta “.
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra