Escucho por primera vez sobre un joven a quien llamaré Franco a través del llamado de una psicóloga de uno de los Patronatos de Liberados. La Lic. P. se comunica conmigo manifestando preocupación por un joven de 18 años que tiene una causa por robo, varios antecedentes de peleas callejeras y consumo adictivo de sustancias: alcohol, y posiblemente cocaína y marihuana. La profesional manifiesta no saber qué hacer, pues el joven habría comenzado varios tratamientos por su adicción a lo largo de su adolescencia y rápidamente abandonado. El último fue una internación en una comunidad terapéutica de la que se escapó ya que no aceptaba las normas de la misma. Manifiesta que Franco tiene buen rapport con ella y que le da pena también por su familia a quienes ve desesperados y sin saber qué hacer.
Evalúo que Franco no considera su adicción un problema y que solo concurre como requisito para “sacarse de encima la causa” y “hacer tiempo” hasta conseguir un lugar donde vivir
Con este panorama le respondo que entrevistaré al joven y a sus padres y que luego le daría una devolución respecto de los posibles pasos a seguir.
Franco se presenta a la entrevista con su madre, lo hago pasar; se muestra desafiante. “Vengo acá porque me mandó P., con ella tengo onda, me entiende. Que te cuente ella mi historia, yo no tengo ganas de contar todo otra vez.” Le respondo que P. algo me contó, de modo que, si no quiere, que por ahora no me cuente: “Por lo que me dijo P. estás bastante complicado, si no hacés tratamiento podés terminar preso. También me dijo que tenés problemas de adicción a drogas y que estuviste en una comunidad terapéutica de la que te escapaste.”
“No me escapé, es de puertas abiertas. Pero bueno, sí; no avisé que me iba, me fui porque no me gusta que me pongan límites, y ahí tenías un montón de tareas que hacer y si no las hacías te castigaban, tenías que cavar pozos y otras cosas, ni en pedo me bancaba eso.”
- “¿Y cuál es el problema que tenés con las drogas?”
- “No es un problema, yo lo hago porque me gusta, no porque tengo problemas, en todos los lugares a los que fui me querían “psicologear”1 ...Yo tomo alcohol y crack, a veces, pastillas. Cocaína y marihuana no me gustan.”
- “¿Y por qué motivo tenés esta causa judicial por la que te manda P.?”
- “Porque estaba medio loco y salí a robar y me agarró la yuta.”
Si bien esto que cuenta es contradictorio con “yo lo manejo”, no me pareció el momento de señalárselo, ya que habría sido instarlo a ponerse en guardia y entrar en la serie de los adultos/autoridades a desafiar, o de los que lo “psicologean”.
- “¿Y qué querés hacer?”
- “No sé qué hacer. Vengo también porque mi mamá está encima mío y me dijo que para vivir en su casa tengo que venir. Estoy viendo si me voy a vivir con algún amigo.”
- “Ah, entiendo, mientras tanto tendrías que hacer el tratamiento... (lo miro a los ojos), para poder vivir en lo de tus padres y para que te cierren la causa por robo...”
- “Digamos que necesito tiempo” (también me mira y se ríe).
Entrevisto a su madre quien manifiesta ya no saber qué hacer, que tiene miedo que Franco termine preso o muerto. “No tiene límites, se escapa de la casa todas las noches a tomar y consumir drogas, vuelve por la mañana drogado y borracho.” En una de las comunidades le dijeron que si volvía fuera de horario no lo dejara entrar, pero ella a veces le abre la puerta por miedo a que le pase algo peor. Pero a la vez piensa en que tal vez lo mejor sería echarlo de la casa como le dijeron en otra comunidad.
Hasta aquí evalúo que Franco no considera su adicción un problema y que solo concurre como requisito para “sacarse de encima la causa” y “hacer tiempo” hasta conseguir un lugar donde vivir. En cuanto a su madre, se la nota muy confundida y desbordada respecto de qué hacer en las situaciones de consumo de Franco. Sumado a una suma de discursos de diversas instituciones que han intervenido.
Considero que debo dar una devolución clara y concreta y establecer un encuadre claro de la situación.
A Franco le digo que no sé si podré ayudarlo, ni si hacer un tratamiento lo va a ayudar, ya que no es lo que él está buscando. Pero dado que decidió venir por recomendación de P., podemos probar de tener algunas entrevistas para ver si un espacio psicoterapéutico lo puede ayudar, si es que él llegara a decidirlo. En entrevista conjunta, les digo que sólo un espacio individual no va a ser suficiente dado el grado de adicción de Franco y la dificultad que tiene la familia en contenerlo. Realizo una derivación a una institución pública que trabajaba en ese entonces en tratamiento y prevención de las adicciones, para que los padres participen de un grupo de orientación a padres y que Franco participe de un grupo de pares y en paralelo yo lo vería en un espacio semanal individual. Asimismo, le sugiero a la madre que si es posible lo acompañe su padre a las entrevistas conmigo ya que además quería conocerlo. Mi objetivo era ver la posibilidad de armarles a Franco y a sus padres un espacio soporte constituido por varias instituciones/profesionales.2
Me propuse un dispositivo que pudiera constituir un espacio-soporte que encuentra en la función del tercero (la institución-el grupo-las leyes) un límite -ya que no hay espacio sin un límite-
De este modo Franco inicia un espacio individual y en paralelo comienza una evaluación en la institución de tratamiento de las adicciones y los padres se incluyen en un dispositivo de orientación a padres al cual finalmente concurre regularmente su madre.
A las entrevistas conmigo Franco comienza a concurrir acompañado por su padre quien en el pasillo habitualmente me solía comentar algunas “macanas” que Franco realizaba durante la semana. Dado que uno de los temas que empiezan a aparecer es que Franco permanece todo el día sin hacer nada, les sugiero que se incluya en un centro juvenil o en algún taller de alguna institución comunitaria, cuestión que no llega a hacer nunca (veremos más adelante los motivos). Franco y su padre asisten regularmente, excepto en algunas pocas oportunidades donde Franco sale por la noche y vuelve alcoholizado por la madrugada y no puede levantarse para llegar al horario de la entrevista. En las entrevistas con él comienzo a trabajar sobre sus “convicciones” en cuanto a las “bondades” de las drogas que consumía y sobre las situaciones de riesgo a las que se va exponiendo.
Por ejemplo, uno de los temas recurrentes era el de sus amistades de consumo. “Yo consumo porque quiero, nadie me obliga a consumir”, decía en cuanto al riesgo que implicaba salir con amigos con los que había consumido “crack”. De este modo acordamos como “prueba” que se comprometía a que, si los padres lo dejaban salir, solo tomaría alcohol, pero no drogas. Esto llevó a que en varias ocasiones consumiera drogas y generara peleas callejeras. Ante estos episodios en la institución de tratamiento de las adicciones indican que el tratamiento debe ser por internación, de modo que no es incluido en los dispositivos ambulatorios, pero tampoco aparece la vacante para ser internado. Asimismo, dadas las experiencias anteriores, los padres tampoco estaban convencidos que un tratamiento por internación fuera a funcionar. Comienzan a buscar tratamientos por hospital de día, pero tampoco encuentran.
Dada esta situación (en la que se cae parte del sostén institucional de Franco) mantengo una reunión con él y sus padres donde les digo que por la complejidad de la situación -dado que Franco no podía sostener los acuerdos- esto no sería un tratamiento, sino un “acompañamiento” (hasta tanto comenzara un tratamiento).3 Paralelamente me comunico con la psicóloga del Patronato y acordamos un encuadre en el que ella le diría que, si él dejaba el “tratamiento”, ella no le firmaría la probation y la causa seguiría su curso y podría llegar la orden de detención y que lo vería mensualmente ya que le interesaba saber cómo seguía.
A posteriori comprobamos que este hecho hizo que aceptara dejar de salir con ese grupo de amigos y en el espacio de acompañamiento “recordó” que tenía un grupo de amigos que había dejado de ver a causa de su consumo. Con ellos sólo tomaba alcohol. Empezó a salir con ese grupo con quienes blanqueó su situación de consumo; estos amigos tuvieron una reunión con sus padres y se comprometieron a acompañarlo. Asimismo, la Lic. P. realiza gestiones, evalúa varias posibilidades, pero tampoco logra conseguir vacante en ninguna comunidad terapéutica.
En entrevista con su padre planteo la posibilidad de que trabaje con él hasta tanto se pueda conseguir algún tratamiento diario, éste se muestra reacio ya que refiere que hace un tiempo Franco trabajó con él, pero le pidió que no fuera más porque faltaba mucho.
La situación más compleja fue un día de semana que el padre no le quiso dar dinero y Franco -delante de él- quiso “asaltar” a una pareja que pasaba por la puerta de su casa. Y ante la presencia de su padre, por supuesto, no se efectivizó. Luego Franco reconoció que había consumido cocaína. Este “acting” fue un punto de inflexión ya que reflexionó que, si caía detenido, al tener la causa anterior podría haber ido preso de forma efectiva. Además, pudo reconocer que el consumo lo llevó a actuar de una manera que podría haberlo perjudicado “mal”. “Yo no la manejé, la cocaína me manejó a mí.” (sic)
Luego de este episodio, el padre decide hablar en la empresa donde trabaja hace muchos años y Franco comienza a trabajar allí en carga y descarga. Asimismo, su padre comienza a administrar su sueldo quincenal ya que entra a trabajar allí con esta condición. Este dispositivo logra contener a Franco, ya que deja de salir durante la semana y acota las salidas a los fines de semana. Si bien uno de los trabajos fundamentales era disminuir las situaciones de riesgo, esto constituiría solo un parche, si el joven no podía ubicar algún horizonte más allá del aquí y ahora de su realidad. Logramos ubicar un “proyecto” que fue “juntar dinero para irse de vacaciones a Pinamar con sus amigos”. Este “proyecto” habría un período ventana donde establecer un freno provisorio a las actuaciones constantes de Franco. Esto, sumado al cambio de grupo de amigos hace que Franco deje de consumir drogas y su consumo se limite a tomar alcohol y solo durante los fines de semana, dado que no quería faltar al trabajo para llegar a juntar el dinero que necesitaba. Acordamos con su padre que podría salir los viernes y sábados y que le daría una suma de dinero acotada. Cuestión que Franco reprobaba ya que decía que no le alcanzaba para “invitar a una mina”. Pero a la vez se le señaló que si él tenía demasiado dinero encima lo más probable es que fuera a consumir, según algunas experiencias anteriores. De este modo, que su padre guardara el dinero pasó a constituir un beneficio para Franco, ya que según decía “si lo tengo yo me lo gasto todo”. Por otro lado, en el trabajo logra ocupar un nuevo lugar entre los trabajadores: el del “pibe” y del que “más fuerza tiene”. Un nombre alternativo al de “drogón” u “oveja negra” con el que venía ocupando en su familia. Para cualquier trabajo que se necesitara el uso de la fuerza lo convocaban a él. Situación que contaba con orgullo, ya que siempre le habían gustado los deportes. Lo necesitaban a él para esos trabajos, si llegaba tarde no podían hacerse porque “los viejos son unos flojos”. Las entrevistas transcurrían fundamentalmente con relatos de sus salidas los fines de semana. Al llegar el verano se va de vacaciones a Pinamar por un mes; dos semanas con sus padres y dos con un amigo.
A la vuelta, retoma el espacio y decide reanudar la escuela en el horario nocturno, ya que, según sus palabras, le gustó eso de ganar plata. De este modo, comienza el año lectivo trabajando en la empresa con su padre durante el día y estudiando en la escuela nocturna. Cerca de las vacaciones de invierno Franco plantea la posibilidad de concluir con el espacio psicoterapéutico dado que ya llevaba varios meses sin consumir drogas ni tener situaciones de riesgo como las que lo habían traído. Su padre manifiesta estar de acuerdo, ya que lo ve a Franco entusiasmado con algunos proyectos personales y no falta ni al trabajo ni a la escuela ya que según dice “quiero hacer plata para tener mi propio negocio”.
Unos meses después Franco me manda un mensaje con la foto de una hoja donde dice que se cerró la causa judicial contra él y un emoticón sonriendo. ◼
Carlos Alberto Barzani
Psicoanalista
carlos.barzani [at] topia.com.ar
Notas
1 Coloquialmente “psicologear” suele usarse para referirse al acto a través del cual “alguien” (un adulto, un profesional, etc.) intentaría -a través de una estrategia discursiva- que un sujeto “haga las cosas bien”, es decir, manipularlo para inculcarle reglas que considera correctas, por “el bien” del sujeto intervenido.
2 Me propuse un dispositivo que pudiera constituir un espacio soporte que encuentra en la función del tercero (la institución-el grupo-las leyes) un límite -ya que no hay espacio sin un límite-. Como afirma Carpintero “para delimitar un espacio hay que in-corporar una ley que lo funde.” Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Buenos Aires, Topía, 2014, p. 133-134.
3 Cf. Barzani, Carlos A., “El valor de las paradojas en el psicoanálisis y las toxicomanías”, Revista Topía Nº 41, Buenos Aires, Agosto de 2004, pp. 13-14.