Psicología de una toma de fábrica y análisis del superyó (de obreros) | Topía

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Psicología de una toma de fábrica y análisis del superyó (de obreros)

 

Este es un artículo poco frecuente e importante, remite a la historia de la Izquierda Freudiana. Por ello, podemos tomar como un punto de partida teórico a Wilhelm Reich, quien en Psicología de masas del fascismo (1933) afirmaba que “la psicología reaccionaria se dedica a descubrir motivaciones irracionales para explicar el robo o la huelga, [pero] para la psicología social el problema se presenta de modo inverso: no se ocupa de las motivaciones que impulsan al hombre hambriento o explotado al robo o a la huelga, sino que intenta explicar por qué la mayoría de los hambrientos no roba y por qué la mayoría de los explotados no va a la huelga.” A partir de entonces, hubo experiencias de intervenciones de Trabajadores de Salud Mental en diferentes luchas obreras. Algunos lectores recordarán la intervención que los miembros de nuestra revista realizamos en la fábrica recuperada Grissinopoli en 2001. Algunas de estas experiencias se encuentran reflejadas en el libro Produciendo Realidad. Las empresas comunitarias, compiladores Enrique Carpintero y Mario Hernández, Ed. Topía, 2002.

En este artículo, su autor muestra sus intervenciones y a la vez intenta conceptualizar la experiencia misma de lo que implica subjetivamente la toma de una empresa para los trabajadores.

No valió de nada la tregua acordada y reafirmada a fines del año 2016 entre la principal Central Obrera (CGT) con el Gobierno Nacional, a pesar del cuadro creciente de despidos y desvalorización de salarios. La toma del taller gráfico AGR (Artes Gráficas Rioplatenses), uno de los principales establecimientos del principal Grupo de Multimedios del país (Grupo Clarín) donde se imprime -entre otras publicaciones de masiva distribución en el interior del país- la Revista Viva -que hace años sale los domingos con el Diario Clarín- sacudió por la borda la pachorrienta siesta que pretendieron instalar la CGT y el Gobierno Nacional a las luchas obreras en el comienzo del año.

Mientras los medios masivos de comunicación en el primer lunes de la segunda quincena de enero de 2017 derrochaban minutos y horas en especular sobre si la segunda temporada iba a ser mejor que la escuálida primer temporada (en términos de consumo y ocupación hotelera), o si los días iban a ser más soleados o lluviosos para los turistas de la Costa, la ocupación de AGR-Clarín comenzó a propagarse como un reguero de pólvora por las redes sociales. Más se difundía por redes sociales la ocupación de AGR-Clarín como respuesta a 380 despidos de la patronal, menos se comunicaba el conflicto en los medios de radio, televisión, diarios. Y hablamos de los medios no solamente del Grupo, sino de los otros grupos competidores de Clarín. Una verdadera solidaridad de clase...patronal.

La pérfida intención de la empresa cerrando la planta y despidiendo a la totalidad de sus operarios y empleados se pretendía a un cierre temporario y una reapertura posterior para incorporar nuevo personal, pero bajo condiciones de mucha mayor precarización laboral, con el fin de abaratar costos patronales. Resulta ser que la combatividad de la Comisión Interna de AGR-Clarín (opositora a la conducción del sindicato) había arrancado en los últimos años conquistas para sus trabajadores que otros talleres gráficos de similares dimensiones, pero dirigidos por otras agrupaciones sindicales -alineadas con la conducción oficialista del gremio- no pudieron o, principalmente, no quisieron.

Cuando comienza a “viralizarse” un conflicto de clase, cualquier militante que se reclame de “izquierda revolucionaria” -y que esté convencido de serlo- toma el convite como una cita de honor. Si ese conflicto es dirigido por la corriente u organización a la que pertenece, aún más. Y si el conflicto de clase resulta ser la toma u ocupación de un establecimiento, la cita de honor ya pasa a ser obligada e ineludible.

La toma de una empresa como medida de lucha -álgida, la más- de acción directa de la clase obrera no es una medida “más”. El propio Trotsky en El Programa de Transición destacaba el carácter simbólico de la acción, casi como acto fundacional en el salto cualitativo de la conciencia del obrero: “Las huelgas con ocupación de fábricas rebasan los límites del régimen capitalista normal. Independientemente de las reivindicaciones de los huelguistas, la ocupación temporaria de la empresa asesta un golpe al ídolo de la propiedad capitalista. Toda huelga de ocupación plantea prácticamente el problema de saber quién es el dueño de la fábrica: el capitalista o los obreros”. (negritas del autor de la nota). Nada más parecido a ese “ídolo de la propiedad capitalista” que ese Otro social inviolable: la empresa, la fábrica, el patrón, la propiedad.

La toma de una empresa como medida de lucha -álgida, la más- de acción directa de la clase obrera no es una medida “más”

No se suele tener muy en cuenta en determinadas ocasiones, lo que pueda estar en juego subjetivamente en un obrero que -por primera vez en su vida- decide ocupar la fábrica en la que trabaja, independientemente de la reivindicación económica y/o política en ciernes. Su “subjetividad” no se reduce solamente al grado de evolución o maduración de su conciencia de clase a la hora de “empoderarse” de su lugar de trabajo, que no le pertenece. Siempre hubo un “Otro” que toda su vida le enseñó que, cualquier acción que afecte la propiedad privada sería prácticamente homologable a un robo.

Para el caso, permanecer en su lugar de trabajo (cuyo título de propiedad no es de él, sino de su patrón) por fuera del horario laboral, sin permiso de la patronal o sus representantes formales, y encima ocuparlo por tiempo indefinido, resultaría ser una acción similar a meterse en la casa de, por ejemplo, un vecino, por la ventana y sin permiso de su dueño, para quedarse en ella todo lo que se le plazca. Un “delito” (generalmente tipificado como tal en cualquier código penal) para cualquier individuo con dos dedos de frente y algo de sentido común. Es en este tipo de situaciones donde, no solamente se conmueven los resortes de la dinámica y la evolución de la conciencia del obrero, que decide saltar un cerco, burlar parcialmente su alienación de clase y ocupar una fábrica, su fábrica.

Si bien la conciencia de clase resulta ser la autopista principal por donde transitan los saltos y avances en la evolución -no evolucionista- ideológica y política de cualquier explotado frente a una contingencia de vida que -empujado en la mayoría de los casos por organizaciones y programas- lo arroja a la arena de la lucha de clases y a la acción directa y colectiva contra el capital y su organización (Estado), también hay una colectora paralela a esa autopista principal por donde discurren aspectos -muchas veces de determinación inconsciente- que pueden llegar a afectar la velocidad del proceso de esa conciencia. Tanto en términos de aceleración como de enlentecimiento y, dependiendo del caso por caso, en el grupo o colectivo de la clase.

Sí podemos hablar en términos generales de una “conciencia de clase” (obrera, pequeñoburguesa, o burguesa), pero no de un “inconsciente de clase”. Así como dentro de la “clase para sí” hay “conciencia obrera”, así no hay “inconsciente obrero”. Sin embargo, en todo caso, hay “inconsciente” de obreros uno a uno, de carne y hueso, o determinismo inconsciente en cada obrero (como en cualquier individuo independientemente de su condición de clase) que, en tal o cual grado de evolución de la conciencia, decide confrontar con acciones directas los resortes de la estructura y superestructura capitalista ejecutados por su patrón -individual-, y/o por la patronal como clase social. Con esto decimos que, si bien muchas veces, el acto de, por ejemplo, ocupar una fábrica, acto subjetivo, donde hay un sujeto que elige y decide una acción en base a una elaboración y experiencia colectiva y de clase, en términos de “salto en la conciencia”, también intervienen factores -en cada caso- que pueden exceder a modo complementario al problema subjetivo de la conciencia.

No se suele tener muy en cuenta lo que pueda estar en juego subjetivamente en un obrero que -por primera vez en su vida- decide ocupar la fábrica en la que trabaja

Bien señala Marx en La Miseria de la Filosofía que “En principio, las condiciones económicas habían transformado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, intereses comunes. Así, esta masa viene a ser ya una clase frente al capital, pero todavía no para sí misma. En la lucha, de la cual hemos señalado algunas fases, esta masa se reúne, constituyéndose en clase para sí misma. Los intereses que defienden llegan a ser intereses de clase”.

Cuando un obrero inaugura su integración a su clase, pero como “clase para sí misma”, muchas veces decide ocupar una fábrica, levanta una barricada, impone su propia ley en el establecimiento ocupado, toma medidas -muchas veces “violentas”- de autodefensa contra la Policía y el Estado, probablemente no esté solamente enfrentando a su patrón con nombre y apellido y de “todos los días”, también a la patronal como clase social dominante, y al Estado como brazo dominador jurídico, político e ideológico de esa clase dominante. Dependiendo cada caso. También, cuando por la carretera principal de la conciencia (de clase) se comienza a gestar un salto en calidad, aún en esos tiempos lógicos de maduración, el inconsciente juega sus cartas.

Fui convocado como “psicólogo” (más que como psicoanalista) el primer fin de semana posterior a la toma de AGR. Spaltung freudiana mediante, ya que como militante de la corriente política sindical perteneciente al mismo espacio que integra lista que dirige la Comisión Interna del taller gráfico ocupado (Coordinadora Sindical Clasista-PO), ya me venía haciendo presente en la planta gráfica ocupada desde el primer día de la toma. Sin embargo, ese domingo recibí un mensaje de los compañeros que estaban al frente de la organización de la ocupación, quienes consideraron necesario una intervención “terapéutica” en el amplio y difuso universo de “los compañeros de AGR y sus familias”.

De buenas a primera, lo primero que atinamos en estos casos es a hacernos la idea de la situación “de manual” homologada a “intervenciones en la emergencia”, o mejor dicho “urgencia” (el psicoanálisis de orientación lacaniana toma el concepto de “emergencia” como emergencia subjetiva a partir de algún desbarajuste del registro de lo real en el fantasma, muy distinto a lo que comúnmente en el campo del discurso médico o del sentido común llamamos urgencia). Como ya venía concurriendo “como militante”, casi diariamente los días previos a ese fin de semana, observando espontáneamente distintas escenas, escuchando sin querer demandas en los intersticios de los reclamos y las denuncias contra la patronal de Clarín (es inevitable que nuestro ojo-oído clínico siempre esté activo, aún de manera latente, todas las horas de vigilia del día, aún fuera de nuestros consultorios y encuadres ortodoxos) me hacía preliminarmente una idea que terminó siendo equivocada: lo más “urgente” sería “poner el cuerpo” (y sobre todo el oído) en los compañeros “de adentro”, los que venían también “poniendo el cuerpo” de la reja perimetral para adentro, montando guardias al interior del establecimiento, colgando los lienzos y banderas con los reclamos de “reincorporación de los 380 compañeros despedidos”, “Abajo el Lock Out Patronal de Clarín”. Pero me equivoqué.

Nada más parecido a una escena de “visita carcelaria” la simple observación de cómo los obreros “ocupantes”, los “de adentro”, se turnaban en la reja que divide “el adentro” (la planta gráfica) de “el afuera” (la vía pública con el acampe de los obreros despedidos que “bancaban” la toma desde la calle junto a distintas organizaciones sociales y de izquierda en un acampe que con el correr de los días fue tomando color y masividad) para hablar con sus esposas, hijos y familiares, tomando mate y hasta haciendo a veces esfuerzos malabáricos para poder recibir víveres y afines por medio de la reja.

Reja perimetral que establece la división de la unidad celular vital en toda sociedad capitalista, lo “público” de lo “privado” (más si se trata de una fuerza productiva como una fábrica) por momentos parecía un infranqueable muro, casi similar al que por esos días anunció Donald Trump para construir en la frontera con México: la reja establecería no solamente la división “público-privado” como función constitutiva de toda disposición arquitectónica patronal en sus propios establecimientos. La reja marcaría una división indefectible en lo simbólico-imaginario en la unidad de clase entre los obreros de “adentro” y los de “afuera” en la toma de AGR.

Consideraron necesario una intervención “terapéutica” en el amplio y difuso universo de “los compañeros de AGR y sus familias”

Aislamiento, encierro, reja, sumado a que el segundo día de la ocupación, el campamento de afuera fue brutalmente reprimido (sin orden judicial) por las fuerzas de la Policía Federal y la Gendarmería Nacional (represión que a pesar del bloqueo mediático cobró difusión por las redes sociales), que también llegó “adentro” (varios obreros en el interior de la planta sufrieron perdigonazos y principios de asfixia por gases). Aislamiento, encierro, represión. “Cocktail” ideal y de manual para presuponer las típicas secuelas por “estrés post traumático” o cuanto “trastorno” (principalmente de ansiedad) “episódico” pueda encontrarse en las “sagradas escrituras” de la psiquiatría. El operativo represivo no triunfó. Las fuerzas de seguridad no pudieron entrar a la planta. Y hasta se retiraron de la vía pública. Solamente dejaron dos camionetas blancas estacionadas, día y noche, las 24 horas, en las dos esquinas adyacentes a la planta para vigilar e interceptar las comunicaciones de los obreros.

Sin embargo, no fue menor mi sorpresa cuando comencé a hablar con los de “adentro” y los de “afuera”. “Hay que ayudar a los compañeros que están afuera, están mal, angustiados” me decían los obreros encerrados de “adentro”. “Ellos ahí adentro están bien, están organizados, cada uno tiene una tarea”. Hasta uno me llegó a decir “están como reyes” (sic). Sí, “reyes”, pero no en un Palacio, sino en una planta gráfica ocupada y enrejada. Curioso e interesante a la vez.

La escena “tumbera” (paradójicamente nada más en las antípodas del código tumbero-lumpen que la disciplina obrera en una toma) de la reja, la “ranchada” en el playón de la planta con cumbia de fondo, el mate en las charlas con familiares, reja mediante, ofrecerían un espacio imaginario-simbólico de unidad y cohesión. Hasta entre los propios obreros de “adentro”, con el correr de los días, comenzó a circular el chiste de exigir sus “visitas higiénicas” con sus compañeras y parejas. Ya sabemos lo que significa freudianamente “el chiste y su relación con el inconsciente” como mecanismo de defensa.

Los superyoes (en la versión más culposa y gozosa lacaniana que de “padre-introyectado” freudiano) de los obreros de “afuera” no hacían esperar sus hostigamientos a los “Yo-es” de esos mismos obreros. Otra vez Spaltung freudiana, pero esta vez en los obreros “de afuera”. Contrariamente a lo que el sentido común podía hacer creer a más de uno, en lugar de ser los de “adentro” quienes ansiaban salir, muchos de los de “afuera” ansiaban entrar. Claro está, el inconsciente no siempre se lleva bien con el sentido común. En realidad, casi nunca. La gesta heroica obrera, su protagonismo, estaba en el escenario de la toma propiamente dicha, “adentro”.

Muchos obreros de “afuera” que estaban tan en lucha -y también “en la toma”- como sus compañeros de “adentro”- y que en ambos casos desistían aceptar las suculentas indemnizaciones que la patronal ofrecía día y noche, sentían casi en el cuerpo (y sobre todo en sus conciencias que como parte de la experiencia que estaban viviendo evolucionaban a pasos agigantados como “clase para sí”) esa frase que de niño solíamos escuchar de “los grandes” (y en algunas ocasiones vociferarla si nos convenía): “los de afuera son de palo”. Al contrario de lo que dictan los ideales de una sociedad moderna con sus propias instituciones penitenciarias y de encierro, aquí “los de adentro”, los del “lado de allá” de la reja no son los “villanos” sino, contrariamente, los “héroes”.

“Hay que ayudar a los compañeros que están afuera, están mal, angustiados” me decían los obreros encerrados de “adentro”

Una simple reja como muro o frontera simbólica-imaginaria en un mismo grupo de obreros, que luchan por lo mismo y con la misma convicción de clase, una simple reja como muro que divide lo público de lo privado o, mejor dicho, la vía pública de la santa e inviolable propiedad capitalista representada en el taller, el acampe de la toma “en sentido estricto”, los de “adentro” a los de “afuera”. Una reja como coraza de defensa -principalmente para los de “adentro”- para evitar la exposición a las presiones inevitables y lógicas del afuera en estas circunstancias: ofrecimientos no del todo despreciables -económicamente hablando- en muchos casos por parte de la patronal para “bajarse” de la lucha, pedidos de algún que otro familiar (“todo bien con tu lucha por defender por tu laburo, pero no sabés cómo puede terminar esto, ¿por qué no agarrás la guita y listo?”) alias “demanda del Otro”, y ver correr los días desde afuera con el consiguiente “desgaste” del conflicto con un bloqueo informativo hermético.

Christophe Dejours, psiquiatra y psicoanalista francés, padre de la “psicodinámica del trabajo” -disciplina derivada de la psicopatología del trabajo- ha desarrollado en la última década el concepto de estrategias colectivas de defensa” para describir los mecanismos -inconscientes- que muchas veces los trabajadores -colectivamente- despliegan para hacer más “soportable” las condiciones -psíquicas- insoportables de existencia y vivencia de la venta de la fuerza de trabajo bajo las relaciones sociales de producción capitalistas. Dice Dejours que …si el sufrimiento no está acompañado por una descompensación psicopatológica -por una ruptura del equilibrio psíquico que se manifiesta en la eclosión de una enfermedad mental-, es porque el sujeto despliega contra él ciertas defensas que le permiten controlarlo. La investigación clínica demostró que, en el campo de la clínica del trabajo, junto a los mecanismos de defensa clásicos descriptos por el psicoanálisis, están las defensas construidas y sostenidas colectivamente por los trabajadores…”

Si bien Dejours en La Banalización de la Injusticia Social puntualiza como ejemplo a los obreros de la construcción, la obra pública, operadores del control de producción de la industria, química y hasta soldados de ejército, el fenómeno de las estrategias colectivas se pueden extender a vastos sectores del mundo de los trabajadores, tanto de la industria como de servicios. La pregunta que orienta a Dejours para proponer dicha “defensa de clase” es “¿cómo hacen estos trabajadores para no volverse locos, a pesar de los requerimientos del trabajo a que se ven confrontados?” Así, el autor sostiene que “…las estrategias defensivas pueden contribuir a hacer aceptable lo que no debería serlo. Por eso, juegan un papel paradójico, pero capital, en el orden de los resortes subjetivos de la dominación. Las estrategias defensivas, necesarias para la protección de la salud mental contra los efectos deletéreos del sufrimiento, pueden funcionar también como una trampa que desensibiliza ante aquello que produce sufrimiento. Y a veces permiten que resulte tolerable no sólo el sufrimiento psíquico, sino también el sufrimiento ético…”

A partir de la experiencia en la toma de AGR Clarín, y tomando lo planteado por Dejours, podemos afirmar que las estrategias colectivas de defensa se ponen en juego no solamente en lo “insoportable” de la vivencia cotidiana de explotación del obrero, sino muchas veces -y paradójicamente- en aquellas situaciones límites en que el obrero se levanta contra esas condiciones de explotación y decide -por ejemplo- ocupar la fábrica de su patrón.

A veces, en determinadas condiciones materiales de existencia del obrero, ciertos “intríngulis” existenciales a la hora de tomar decisiones en circunstancias por demás complejas, pueden no agotarse -ni resolverse- en la fe inquebrantable y la maduración de la conciencia de clase-para-sí, aún de los obreros más “avanzados”. Los dilemas neuróticos donde el sujeto puede verse “suspendido” en una impasse de su propio deseo (por convicciones, también) y el deseo (o demanda) del Otro no reconocen las fronteras de clase. El Superyó es el Superyó, aún en el obrero más consciente.

El “ser-visto-de-este-lado-de-la-reja” bajo una escenografía carcelaria (reja, mate, ranchada, cumbia de fondo) por el “otro” (esposas, hijos, familiares) de seguro sería insoportable o directamente imposible de aceptar por parte de esos mismos obreros “de adentro” en cualquier otra circunstancia. Pero “el adentro” ofrece una cobertura a las presiones y dilemas neuróticos de situaciones tan límites que muchas veces “el afuera” no.

No por nada el propio Freud (1920) en su Psicología de las Masas y Análisis del Yo, casi al comienzo del escrito, advierte que “En la vida anímica individual, aparece integrado siempre, efectivamente, «el otro», como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado. Esa “psicología social” que nos propone Freud podría incluir jirones de vestigios de los registros simbólico e imaginario, las identificaciones, el Superyó, el Ideal del Yo, el Otro “social”, cuestiones para nada ajenas a la conciencia de clase.

La asamblea de fábrica en la toma de AGR Clarín, único tiempo y espacio sin reja ni distinción entre los de “adentro” y “afuera” pasó a tener -involuntariamente- efectos “terapéuticos” grupales. Por supuesto que una asamblea obrera, máxime en condiciones de excepción (como en este caso) no tiene como objetivo funcionar como un dispositivo de “asamblea de convivencia” o terapéutica. Es simplemente una asamblea obrera cuyo fin es la deliberación colectiva y avanzar en las reivindicaciones económicas y políticas contra la clase antagónica, en situaciones particulares o generales. Sin embargo, la necesidad tiene cara de hereje y además de las discusiones sobre la táctica y estrategia para que la lucha triunfe, el espacio asambleario colateralmente comenzó a redefinir roles, tanto “adentro” como principalmente “afuera”.

Los de “afuera” -que clamaban por entrar para luchar “en serio” en la toma- comenzaron a realizar recorridas con las alcancías del fondo de huelga (o de lucha, como prefirieron redefinir en asamblea) por infinidad de lugares de trabajo, espacios gremiales, fábricas, ministerios, transportes públicos bajo un agobiante sol del clima casi tropical del enero porteño. Con el correr de los días, los de “afuera” dejaron de ser simplemente el apuntalamiento de los de “adentro”. La reja imaginaria comenzó a caer. Los de “afuera” pasaron a ser una “clase para sí” de la clase para sí. Las recorridas sistemáticas de ellos comenzaron a cobrar una fuerza fundamental y estratégica para quebrar el cerco informativo de todos los medios de comunicación (y no solo los del Grupo Clarín).

El carácter económico y cuantitativo de lo recaudado en el Fondo de Lucha empezó a expresar una masiva solidaridad con los obreros de AGR Clarín. La batalla en las redes sociales logró romper el silencio mediático: los “hashtag” en Twitter impulsados por los trabajadores de AGR Clarín pasaron a ser Trending Topic Número 1 (en criollo, el principal tema de lo que se habla en Twitter) inclusive imponiéndose a eventos importantes y significativos como el único superclásico de verano que se disputó entre River y Boca o la final del Abierto de Australia de tenis que se desarrollaban en simultáneo. Rockeros y músicos de renombre, artistas, personalidades comenzaron a subir sus fotos junto a los “de afuera” con el cartelito #NoCompreClarin. Al momento de escribir estas líneas segundo domingo de febrero de 2017-, y cuando el conflicto sigue abierto-, por segundo fin de semana consecutivo la empresa cerró su edición impresa dominguera ayer sábado, ofreciendo hoy un diario vetusto, bajo la militarización de la “planta Zepita” de Clarín (donde se imprime el cuerpo principal del diario), por temor a los bloqueos y la solidaridad de los camioneros repartidores con los trabajadores que ocupan la planta AGR.

De seguro, al momento de leer este artículo en Topía el conflicto ya esté cerrado. No podemos pronosticar cómo. Los diversos desenlaces de los acontecimientos más importantes de la lucha de clases son impredecibles. Pero no quedan dudas que independientemente del resultado de la lucha de los obreros de AGR Clarín, en el sentido más estricto del mismo (si se van a efectivizar las reincorporaciones que exigen los obreros despedidos a la gráfica y mantener las condiciones de trabajo que regían previamente al lock out patronal) el legado de una experiencia es inalienable. Aún, teniendo como posibilidad una derrota.

A poco de comenzado el conflicto, se conformó una “Comisión de Familiares” integrada principalmente por las compañeras de los obreros. Tuvimos la oportunidad de tener algunas “charlas terapéuticas” con ellas. Desistir de aceptar los ofrecimientos de la patronal para “bajarse” de la lucha y tomar la decisión de acompañar a sus maridos y compañeros en la lucha no fue gratuito. Máxime cuando la incertidumbre de cómo “pagar la olla” de la familia resulta ser una realidad acuciante. Una de ellas, acompañada de otras dos, en una de las charlas que tuvimos me comentaba: “Cuando ellos estaban trabajando, ni nos conocíamos entre nosotras. Es más, cuando ellos organizaban cenas donde iban las esposas, yo ni quería ir, ni tenía la intención de conocer a las otras mujeres. Ahora nos hicimos amigas. Vamos juntas a los cortes y a recorrer con la alcancía un montón de lugares. Nos contamos cosas y nos ayudamos. No sabemos cómo va a terminar esto, pero nos deja una amistad”.

A modo de cierre, este artículo no pretende esbozar ningún reduccionismo psicologizante en el desenvolvimiento de un conflicto de clase. Todo lo contrario. Simplemente, a partir de una experiencia, compartir las conclusiones de la misma en lo referente a una intervención política y “psicoterapéutica” donde se ponen de relieve los factores psicológicos, subjetivos e inconscientes que muchas veces se ponen en juego en situaciones donde lo que está a prueba se encarrila por la carretera principal del salto de la conciencia de clase (y una dirección política) ante un conflicto, el cual resulta de excepción y límite en la vivencia de un trabajador.

En 1923, León Trotsky publica Problemas de la Vida Cotidiana, un artículo donde describía los aspectos más intrínsecos en la cultura de las masas rusas -en términos de obstáculos- que se planteaban como desafío de transformación para la naciente Revolución de Octubre (que este año cumple su Centenario). Dice en él que “La revolución, sin embargo, es primordialmente el despertar de la personalidad humana en las masas, en esas masas que supuestamente no poseían ninguna personalidad. Pese a la crueldad ocasional y a la sanguinaria inexorabilidad de sus métodos, la revolución…se caracteriza por el creciente respeto a la dignidad del individuo y por una atención cada vez mayor a los débiles.” De seguro que no casualmente, Trotsky titula el primer capítulo de la publicación como No Sólo de “Política” Vive el Hombre.

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Articulo publicado en
Abril / 2017

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