Sin lugar a duda, el inicio de la etapa política del gobierno del filofascista y reaccionario Javier Milei ha marcado un “fin de ciclo” de las ilusiones de un vasto sector de la población -al menos provisoriamente- de los gobiernos y fuerzas políticas que se vienen alternando en el poder de nuestro país en los últimos 40 años de retorno de la democracia, luego de la dictadura genocida cívico-militar. Será parte de la “herida narcisista” de muchos asumir que el fracaso de esos gobiernos que Milei ha sabido acuñar bajo el significante “casta política”, como término cuasidemoníaco, ha dado lugar a la aparición del “cisne negro”. Algunos llaman “cisne negro” a aquella metáfora donde ciertos hechos y situaciones que ocurren de manera imprevista, en el cual ningún especialista ni analista había podido anticipar porque el hecho que ocurran, bajo las leyes específicas de una disciplina determinada, resultaba prácticamente imposible, terminan transfigurando la realidad.
La sintomatología de las secuelas de la pandemia en el campo de la salud mental de la población, frente a la ausencia de políticas públicas de Estado, no solo se pueden relevar en alguna investigación, que no realizó ningún organismo sanitario estatal hasta el día de hoy, sino en el “síntoma” de lo político