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Rapunzel y el estrago materno

 

Rapunzel canta en la torre en la que permanece oculta: ¿Cuándo comenzaré a vivir?, hay agobio en su voz. Esta joven que se encuentra a un paso de comenzar la vida adulta se interroga acerca de la libertad y los riesgos de aquella, que la sitúa entre el sometimiento y la soledad. Sus pulsiones actúan como una nota discordante en la vida que lleva junto a su madre omnipotente, cuyo deseo es ley.

El motivo por el que madre Gothel no quiere separase de Rapunzel es porque a través de su cabello mágico logra conservar la juventud. De este modo, el pelo de la joven es el cordón umbilical que la sujeta y no la deja escapar del deseo materno.

La pequeña Rapunzel nace e inmediatamente es introducida por madre Gothel en una díada mortífera. Esta relación madre- hija que se cuenta en la película Enredados, adaptación del cuento Rapunzel de los hermanos Grimm, refleja aquella cara oscura del arquetipo materno, concepto del que habla Carl Jung,

Según este psiquiatra, todo arquetipo posee dos aspectos: uno luminoso y otro oscuro. Cuando hablamos de luminoso nos referimos a la madre nutricia, y oscuro, a la madre devoradora. Los humanos proyectamos este arquetipo en las respectivas madres o aquellas personas que cumplen dicha función. Dado que en el comienzo de la vida el cachorro humano vive exclusivamente a través de Otro y en plena identificación con quien cumple la función materna; decimos que esta no solo es precondición física, sino también psíquica para el niño.

En esta película, como suele suceder en la ficción, la línea que separa el bien del mal está mucho más marcada: madre Gothel es una verdadera villana que secuestra a la princesa para poder hacer uso del don que posee su largo cabello que le permite mantenerse eternamente joven. Sin embargo, en la vida cotidiana y en la mayoría de los vínculos madre-hija el estrago materno no sucede por la extrema maldad de quien ejerce dicha función, sino que, en la mayoría de los casos, se da de manera inconsciente.

Silvia Bleichmar habló de las crueldades del amor y se sirvió del siguiente cuento para explicar la idea: un pajarito volador es adoptado por un ave que no sabe volar, y como es de esperar a medida que el pajarito crece, lo hacen también sus alas. Pasado un tiempo, una bandada de pájaros de la misma especie que la cría pasa por el pueblo donde habitan. La madre piensa: “si supiera volar, le enseñaría a mi hijo a hacerlo y lo vería retozar en el cielo con sus iguales”. Por el otro lado, el pajarito razona: “si mi madre, que es tan sabia, aún no me ha enseñado a volar es porque no debe haber llegado mi tiempo de hacerlo”.

¿En verdad, es el deseo materno que el pajarito vuele? Sin duda, lo es. Aunque la mamá-ave pueda temer a que por el vuelo se marque la diferencia entre ambos y la cría se vaya de su lado, concluye Bleichmar, aquello no sería producto del odio de la madre, sino de las crueldades del amor.

El deseo de Rapunzel de conocer las linternas mágicas no era otra cosa que el deseo de hallarse, conocer su identidad.

El motivo por el que madre Gothel no quiere separase de Rapunzel es porque a través de su cabello mágico logra conservar la juventud. De este modo, el pelo de la joven es el cordón umbilical que la sujeta y no la deja escapar del deseo materno. La lógica freudiana explica que las mujeres se completan o, mejor dicho, se sientan completas teniendo hijos. No es raro escuchar a muchas mujeres recordar con nostalgia sus embarazos, porque cargando al niño dentro de su vientre no se sentían solas. Pero, luego de haber parido, las invade una sensación de vacío que nace de un vientre deshabitado. Lacan explica que el deseo de la madre tiene sus raíces en la falta y el deseo de completud. En este juego el niño queda completamente a merced del deseo caprichoso de la madre, desamparado ante la omnipotencia de ella.

Día tras día, durante aquel encierro, el cordón umbilical (el cabello) crecía y se hacía más fuerte y poderoso. Pero, también, a medida que la niña se hacía mayor sus pulsiones la empujaban hacia la conquista de su libertad. Sus deseos comenzaron a entrar en conflicto con la ley de aquel vínculo asfixiante, esto le produjo angustia, culpa y momentos de crisis que generaron las discusiones con su madre, Gothel.

El deseo de Rapunzel de conocer las linternas mágicas no era otra cosa que el deseo de hallarse, conocer su identidad. Salir de la torre era un tema del que no se hablaba, porque cualquier intento de mencionarlo desataba el malestar y el enojo de la madre. “Sabia es mamá” canta Gothel a su hija (pequeña ave), enumerando los supuestos peligros de la libertad: “algo saldrá mal, yo lo sé”, manipula con miedo a Rapunzel para que la joven sienta la necesidad de mantenerse a salvo y bajo el ala protectora de su cuidadora: “madres está aquí, madre te protege. Nadie más te ama…sabia es mamá”.

Si con esta canción no logra doblegar el espíritu de libertad de la joven y crear inseguridades en ella: “ingenua, torpe, no sobrevivirás, madre te apoya y te advierte nada más”, seguirá el enojo y la prohibición: “Te prohíbo que desees dejar la torre”, dijo en un exabrupto que se constituye en un acto fallido. Madre Gothel le prohíbe desear, porque si Rapunzel desea se convierte en sujeto y deja de ser objeto de ella. Si aquel pelo (cordón umbilical) era cortado, la madre quedaría indefensa frente a su propia falta, porque Gothel también es esclava de aquel vínculo al no tener deseo de algo más que de su cría. De allí la importancia, según Lacan, de que la mujer no sea toda madre y que su deseo diverja hacia otro lado y no recaiga todo sobre el niño.

Jacques Lacan describió el deseo de la madre como la boca de un cocodrilo que busca engullirse su cría, y es el padre el que puede introducir el palo que traba la boca dándole una salida al niño. Si no se produce este pasaje, se produce una fijación en el estrago a la ligazón-madre, por lo que el niño queda condenado a la decepción y la hostilidad. De esta forma queda deshabilitada la posibilidad de un proceso de discriminación que permita tanto a la madre, Gothel, como a Rapunzel tener su propio espacio corporal y psíquico; poder pensarse fuera de la relación. Una relación en la que hay un amo absoluto (madre Gothel) y el otro, víctima sacrificial (Rapunzel). La joven queda atada como si el cordón umbilical (cabello) no se hubiese cortado nunca.

Son dos las vertientes del deseo materno: aquella que permite vivir, su cara amble y aquella otra (madre Gothel) oculta tras la primera, la que impide la vida, su cara siniestra y mortífera.

El estrago materno se produce si la madre no puede sostener su división entre la madre y la mujer. El estrago no tendrá lugar si ella deja ver a su hijo que no es toda madre, que su deseo de madre no lo colma todo, sino que su castración le permite desear otra cosa más allá del hijo.

Para ello es fundamental la función paterna, el significante del nombre del padre. Es este el que deberá barrar al significante materno, permitiendo emerger el deseo, ya no como deseo de la madre, sino como función del sujeto. En la película que estamos trabajando aquel significante del nombre del padre lo ocupará Flynn Raider, aquel ladrón que huye de la ley y que por accidente descubre la torre en la que Rapunzel se encuentra encerrada. Es él quien ayuda a la joven a liberase de las ataduras de su madre. Literalmente, corta el cabello de Rapunzel y, simbólicamente, corta el cordón umbilical que la esclavizaba al deseo de Gothel.

María Nieves Gorosito
m.nievesgorosito [at] hotmail.com
Escritora

Realizó estudios de materias de la carrera Licenciatura en Letras en la UNR (Universidad Nacional de Rosario), y de la carrera Licenciatura en Psicología en UCES (Universidad Ciencia Empresariales y Sociales), San Francisco, Córdoba.
Actualmente, continúa su formación en cursos de corrección de textos y en la participación de talleres literarios de escritura creativa.
Es autora del ensayo "El fenómeno Queen desde la mirada del psicoanálisis vincular" (Editorial Alción) y de la novela "PANAMBI" (Selecta, de Penguin Random House).
Publicó cuentos de ficción en Revista Cultural Siete Artes, de la ciudad de La Plata y en Revista Cronopio, de Medellín, Colombia.
Colaboró coomo columnista en la Revista El Gran Otro, Buenos Aires.

Bibliografía

 

 

 

 

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Articulo publicado en
Junio / 2023

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