Una situación cotidiana en la clínica psicoanalítica es que el paciente deposita en su analista cierto poder, quizás, con la secreta esperanza de retirarlo en un lapso razonable y que ese poder haya devengado suculentos intereses. Si esto así ocurriese, es posible que el paciente deposite cada vez más y más poder, con la secreta esperanza de ser, al cabo de un tiempo, él también más poderoso.