En mi larga trayectoria con el psicoanálisis he podido recorrer un extenso camino, que es el que lleva de mi casa al consultorio de mi analista primero (ya que gran parte de esa trayectoria la hice como paciente), y luego, el que va de la puerta de mi propio consultorio al sillón.
Una situación cotidiana en la clínica psicoanalítica es que el paciente deposita en su analista cierto poder, quizás, con la secreta esperanza de retirarlo en un lapso razonable y que ese poder haya devengado suculentos intereses. Si esto así ocurriese, es posible que el paciente deposite cada vez más y más poder, con la secreta esperanza de ser, al cabo de un tiempo, él también más poderoso.
Es uno de los descubrimientos básicos de Freud, sin el cual los pacientes hubieran debido recostarse en el piso del consultorio, o bien, quedar suspendidos en el aire. El diván es parte insoslayable del encuadre, tal como los honorarios, el horario, el retrato de Freud, o la presencia del psicoanalista.
Pero el diván no fue utilizado desde los comienzos mismos del psicoanálisis.
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra