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Hemos vivido por la alegría, por la alegría hemos ido al combate y por la alegría morimos

 

La palabra libertad en esta época está asociada al neoliberalismo (y permítanme agregar) medieval. Retomar el legado setentista frente a tanto negacionismo que nos quiere quitar la alegría, me resulta fundamental para este número. Así como titular recordando a Julius Fucik.

La década del ‘70 fue un período de agitación en todo el mundo, con movimientos de liberación nacional, luchas obreras y la consolidación de movimientos sociales que desafiaron los sentidos comunes. Estos movimientos no eran simplemente una serie de luchas separadas, sino parte de una contradicción fundamental en el capitalismo: la tensión entre la producción de riqueza y su distribución desigual, que afecta no solo a la clase trabajadora sino también a las mujeres y a las personas LGTBIQ+.

En la década de 1970 se vivió un auge de la experimentación lisérgica y la expansión de la contracultura. Esta era estuvo marcada por una vibrante exploración de nuevas formas de expresión personal y social, que incluyeron el amor libre. Los movimientos contraculturales abrazaron la psicodelia y el cuestionamiento de normas tradicionales, fomentando una cultura under que promovía la liberación sexual, el rechazo de las convenciones establecidas y un nuevo enfoque hacia la identidad y el género. Esta época sentó las bases para cambios sociales profundos y contribuyó a la visibilidad y aceptación de las identidades LGTBI a nivel internacional.

Lo más precioso de las elaboraciones marxistas sobre la sexualidad es que conciben que ésta se inscribe en el ámbito de las relaciones sociales y, por lo tanto, también está determinada históricamente, de acuerdo a las relaciones de producción dominantes en una época determinada

En mayo de 1968, Francia fue testigo de un levantamiento que unió a estudiantes y trabajadores en una crítica radical al capitalismo y las instituciones que lo sostenían. Este evento fue un hito dentro de una ola de insurgencias que, en conjunto, conformaron una crítica profunda al sistema establecido. La revuelta en Stonewall puede entenderse como parte de este proceso internacional de lucha, donde los movimientos sociales comenzaron a reconocer la intersección entre las opresiones de clase, género y sexualidad.

Allí estaba Jean Nicolas, militante trotskista y activista del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria francés. Publica La cuestión homosexual: un brillante análisis de la historia de la opresión a los homosexuales y la lucha por su liberación, y un manifiesto estratégico para luchar por el socialismo y las nuevas relaciones humanas.

Él planteaba que lo más precioso de las elaboraciones marxistas sobre la sexualidad es que conciben que ésta se inscribe en el ámbito de las relaciones sociales y, por lo tanto, también está determinada históricamente, de acuerdo a las relaciones de producción dominantes en una época determinada. La opresión a los homosexuales es una de las partes de un “proceso de normalización sexual” construido históricamente, y del cual la burguesía se apropia, profundizando, con el objetivo de consolidar el matrimonio heterosexual, monogámico, basado en la propiedad privada, la opresión de la mujer y los niños y la represión de la “homosexualidad latente” en todos los individuos, a fin de reproducir estas relaciones sociales que se ajustan al modo de producción capitalista y crear individuos aptos para insertarse en él.

Jean Nicolas, sabía que había un gran debate alrededor de la unificación de las luchas. Contra los estereotipos y el “gueto homosexual” y sobre todo apuesta a la unidad con el movimiento de mujeres que “desposeídas de todo poder, son excluidas también del saber y, si se razonará acerca de su sexualidad, se hace en función de la sexualidad del hombre, de los problemas que éste puede plantearse en relación con ella, nunca como un discurso de mujeres sobre su propia sexualidad. Así es como se niega y reniega de toda sexualidad femenina”, explica. Desde ya que estos prejuicios, en la actualidad, así como en aquellos años deben entenderse por la “norma sexual” que opera en el seno de tres instituciones principales “la familia, la escuela y la Iglesia”.

En Italia, el “Otoño Caliente” de 1969 fue otra expresión de esta lucha global. Los trabajadores italianos, inspirados por los acontecimientos en Francia, llevaron a cabo huelgas masivas que pusieron en jaque al Estado y a la patronal. Esta movilización masiva fue parte de un cuestionamiento más amplio de la hegemonía capitalista, dentro del cual se puede situar el levantamiento de Stonewall. Aunque inicialmente no vinculado directamente, este último resonó con el espíritu de rebelión y el desafío al orden social. Alex B. hace un repaso por los inicios de los Frentes Homosexuales en Europa de la década del ‘70. Rescata sobre todo al activista y marxista Mario Mieli, cuya tesis será publicada en 1977 con el título de Elementi di critica omosessuale (Elementos de crítica homosexual) y que se convertirá en uno de los fundamentos de la teoría sobre género en Italia. Mieli, a principios de la década de 1970, parte hacia Londres, donde frecuenta el Frente de Liberación Homosexual local. De vuelta en Italia -en 1971- forma parte de la fundación del FUORI (Frente Unitario Homosexual Italiano) el primer movimiento de liberación gay italiano, con el que rompe por izquierda cuando, en 1974, éste forma una federación paritaria con el Partido Radical.

Es importante este italiano porque hace una fuerte crítica a la adaptación de algunas agrupaciones LGTBIQ+ y sobre todo a la familia: “La prensa y la televisión discuten el derecho al matrimonio de los homosexuales mientras las organizaciones gays modernas se limitan a la reivindicación de una aceptación completa por parte de la sociedad. El statu quo LGTBIQ+ a través del “progresismo”, piensa una integración total de la homosexualidad, una vuelta (por la parte de atrás) a las estructuras patriarcales como la familia.”

Este es el contexto en el que es fundado en Argentina el Frente de Liberación Homosexual en 1971. El Grupo Nuestro Mundo, los anarquistas de Bandera Negra y una serie de intelectuales conformaron este grupo de acción y militancia, principalmente por la libertad sexual. Los más reconocidos son Néstor Perlongher, Blas Matamoro, Juan José Sebreli y Manuel Puig, entre otros. El acuerdo fue escrito en un documento que sería repartido por toda la Argentina, y la lucha principal era por la eliminación de los códigos contravencionales y las leyes que criminalizaban y patologizaban la homosexualidad. Pensaban que la misoginia y la homofobia de la época se basaban en la ideología capitalista, que quería imponer una “moral dominante”. Esta moral, a su vez, les otorga a los capitalistas un poder sobre el “control de los cuerpos”, necesario para la alienación laboral. Por ende, el placer queda relegado a un segundo plano. Según sus propias palabras, “somos todo placer, y los cuerpos se presentan mutilados, castrados, para el trabajo capitalista”. El placer está reducido al coito heterosexual, culturalmente necesario para la reproducción biológica de los seres humanos y, además, para que se fortalezca el sistema de dominación. En el mes de marzo del año 1972, jóvenes estudiantes ingresan al FLH, principalmente de las carreras de Filosofía, Psicología y Sociología de la UBA, algunos con militancia en diversos partidos y agrupaciones de izquierda o anarquistas, como el propio Perlongher, que lo hacía en Política Obrera cumpliendo un rol de seguridad, siendo luego separado de la organización. Todos tenían un mismo acuerdo, y ésta era la batalla cultural contra la opresión. Integraban un frente amplio, ya que también tenían un grupo de Acción Católica Homosexual. Los miembros del FLH caracterizaban que la opresión era propia del sistema “heterosexual compulsivo y exclusivo”, funcional al capitalismo. En el proceso de conformación del Frente se unen con la Unión Femenina Argentina (UFA), Safo, el Movimiento de Liberación Feminista (MLF) y la Asociación de Mujeres Socialistas, entre otros. Durante la primavera del 73 asume Cámpora, a partir del Pacto Social se congelaron precios y salarios, se sancionaron leyes antiobreras, se intervinieron los sindicatos y hubo gran persecución y detención de dirigentes sindicales combativos. El FLH promovió un acercamiento a la izquierda peronista y fue echado de sus columnas en la asunción de Héctor Cámpora con una consigna de los Montoneros: “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Evita y Montoneros”. En junio de ese mismo año, con una bandera que decía “Para que reine en el pueblo el amor y la igualad” lo esperaron a Perón en Ezeiza, quien los terminó por defraudar. Juan Domingo gobernó con López Rega y la derecha peronista que prometía limpiar al país de “zurdos y putos”, e incluso las agrupaciones de izquierda peronistas ni siquiera tuvieron la intención de tomar las demandas del Frente. Para el año 1975 la revista Caudillo de la Triple A publicó una nota titulada “Acabemos con los homosexuales”. De esa forma el FLH tuvo que pasar a la clandestinidad. Y lo que pasó después ya es historia conocida.

El espíritu de rebelión de los años 60 y 70, que culminó en eventos como Stonewall, sigue inspirando a las nuevas generaciones. En un contexto de crisis económica y social, la juventud radicalizada busca soluciones que vayan más allá del sistema actual, lo que a menudo significa una crítica profunda al capitalismo y su estructura de opresión múltiple. Retomar la lucha setentista en épocas de negacionismo no es solo un ejercicio de conmemoración, sino una herramienta de lucha... y de alegría. ◼

 

Tom Máscolo - Periodista
tomas.mascolo [at] gmail.com
IG: @pibetiger

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Articulo publicado en
Noviembre / 2024

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