Cuando recibimos chicos que no juegan, solemos verificar que en realidad se trata de familias que no juegan las que tenemos frente nuestro. Y es por eso que los tratamientos que incluyen un espacio para los chicos y otro para los padres suelen funcionar mejor. Me interesa aquí la óptica de lo familiar, porque cuando no se incluye algún modo de pensar el jugar en nuestra visión clínica de conjunto, se suele ver psicopatológicamente lo que es un potencial juego que para desarrollarse necesita ser reconocido y recibido por un otro. El pensar a nivel de las familias abre otras perspectivas clínicas.
La primera, una mujer joven consulta a un analista pero se le dificulta hablar sobre su padecer, en las primeras entrevistas se queja de que el consultorio parece una oficina y que no se siente cómoda sentada cara a cara en un ambiente tan formal. Que le parece que el analista no sabe nada comparado con otro famoso y que debiera tener sillones de cuero y un gran escritorio. Después dice que consultó a este analista porque el famoso debe ser muy caro.
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra