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Institucionalización del “cuerpo saludable”

 

Resumen: El presente trabajo, basado en algunas investigaciones llevadas a cabo por los españoles José Devís Devís y Víctor Pérez Samaniego, tiene como meta analizar el campo de la actividad física como agente para la salud, enfocando brevemente sus beneficios y más en detalles sus mitos y la arbitrariedad cultural con la que se enmascara su real forma de existencia: la mercantilización de la salud. En esta sociedad capitalista neoliberal en la que el mercado ha logrado asentarse como la forma legítima de relación social, se producen ciertas distorsiones en los que la actividad física no queda exenta en su búsqueda por lograr cuerpos saludables: aparecen el salutismo, el consumismo, y el individualismo en el ámbito de la salud y la actividad física. Para este autor, doctor en filosofía, y su compañero es necesario que los agentes de la salud tomen conciencia de esta situación si buscan realmente mejorar la salud de la población. Para ampliar un poco este trabajo, intentaré articular este tema con conceptos de diversos autores como Flora Hillert, Oscar del Barco, Bourdieu y David Kirk.

 

Introducción

Estamos en presencia de un mundo devastado, en ruinas, donde los ideales de antaño no tienen nombre, ni guía, ni dirección. La palabra “derecho” nunca suena de hecho, sino como ilusión, como fantasía. El “dasein” heideggeriano se enfrenta a su propia existencia, choca, se desmiembra, ya que el hombre ha creado un mundo que le es perjudicial a sí mismo, ajeno, extraño. Atrás quedaron los “30 años dorados del capitalismo” (según Eric Hobsbawm), donde a pesar del desarrollismo impulsado, de la teoría del capital humano, de la guerra fría y de Vietnam, el mundo supo reconocer los derechos del ser humano y ser garantizados por un Estado que se hacía cargo de lo que le correspondía. Educación, salud, sindicalización, pleno empleo, aumento salarial y planes eran sí palabras que de hecho estaban garantizados por un Estado que intervenía directamente para asegurarlas. Pero ni siquiera el capitalismo puede existir sin crisis, y sus “años dorados” volvieron a convertirse en consecuencia de su propia existencia: la crisis del petróleo de 1973 marcará definitivamente el fin del Estado Benefactor como hegemónico y dará paso a una lucha ideológica que terminará siendo ganada por un Estado opuesto a su antecesor: el neoliberal.

Escasa intención en realizar un análisis histórico que gire en torno a esta cuestión, pero veo importante el describir el contexto en el cual está inmerso el tema que presento. Por este motivo, voy a enunciar algunas de las características que posee el Estado Neoliberal y que afectan directamente al ámbito de la salud que haré referencia más adelante.

Como ya he mencionado, se acepta entre los especialistas en historia que la crisis del petróleo marca el inicio de un Estado que se denominó neoliberal porque retoma entre sus ideales los planteos del liberal Adam Smith. Critica al Estado de Bienestar, considerando inútil la intervención estatal que proclamaba, juzgándolo como ineficiente y costoso en exceso. También critica que bloquea el verdadero motor de la economía, a saber, la iniciativa privada movilizada por el interés personal.

El Estado neoliberal se caracteriza, en primer lugar, por promover este interés personal como motor de la economía, un individualismo sin medida en que el Estado no debe intervenir más que asegurando el derecho de su práctica. Sólo alcanza leyendo un fragmento de “La riqueza de las naciones” autoría de Adam Smith: “No esperamos nuestro sustento de la generosidad del carnicero, del cervecero, o del panadero; lo esperamos del cuidado que ellos tienen en su propio interés. Nadie quiere depender, a excepción de los mendigos, de la generosidad de los conciudadanos”. También nos dice Milton Friedman, interpretando a Adam Smith que “(…) El egoísmo hará que los vendedores engañen a los compradores. Se aprovecharán de su inocencia e ignorancia para cobrarles un precio excesivo (…) Les engañarán para que compren mercancía que ellos no quieren”.

En segundo lugar, y no menos importante, podemos ver que este Estado provoca una mercantilización de todo, todo se pone en el libre juego del mercado, los bienes materiales y no materiales, incluso la educación, las personas, hasta la salud. Al haber un mercado en el cual algunos agentes ofertan y otros demandan, la competencia que se genera es ardua y fatal en un estado que no interviene y que se justifica con el supuesto aumento de la calidad, producto de la competencia, sin importar quién puede participar y quién queda afuera del mercado. Tomando a Pablo Gentili y a Michael Apple, vemos como el concepto de “propiedad” y de “igualdad” es transformado en este pasaje de un Estado interventor a uno que no lo es. La propiedad es tomada en este periodo analizado por Gentili como “un derecho individual exclusivo a usar y disponer cosas materiales”, definición que habla por sí sola al incluir la exclusión como parte de su razón de ser. El concepto de “igualdad” sufre (siguiendo a Apple) un pasaje de “igualdad de derechos” a “igualdad en el mercado”, lo que nos muestra cuál es la visión de lo real en la que se desenvuelve el planteo neoliberal. 

Finalmente, si bien pueden citarse muchas otras características de este tipo de Estado, voy a mencionar una más que tiene relación directa con el tema a tratar: consenso. Ningún tipo de imposición puede encuadrarse pura y exclusivamente en el campo de la fuerza. Se necesita de un consenso que legitime esa imposición, esa fuerza, y eso es lo que logró la nueva derecha estableciendo el modelo neoliberal. Su discurso supo arraigarse en los temores, esperanzas, miedos, sueños de la sociedad consiguiendo de esa forma combinar fuerza y consenso. Y este factor es fundamental para comprender cómo un modelo tan devastador, tan sanguinario no desde lo material sino desde lo simbólico pudo dominar y establecerse como legítimo.

El Estado neoliberal no es la caída ni la ruptura del capitalismo, sino que es una reconfiguración del mismo. El capitalismo ha tenido momentos de crisis y ha podido transformarse para poder subsistir. Nos habla al respecto Gilles Deleuze en sus “derrames” argumentando que existe una “potencia de recuperación del capitalismo”, algo así como la posibilidad de “creación de un nuevo axioma de más que hace que todo vuelva a funcionar. El capitalismo dispone así de algo nuevo que no se conocía.”

En resumen, mercantilización extrema, individualismo violento, competitividad, disminución del salario, desempleo, Estado no interventor ni garante del cumplimiento de los derechos del ser humano, privatización, iniciativa privada, nueva concepción de “igualdad” y de “propiedad”, nuevo enfoque de lo social y su consenso como forma de legitimación, son las características más importantes de un contexto histórico-social que nos permitirá adentrarnos en el tema que voy a hacer referencia en esta oportunidad y que refiere a la concepción del binomio cuerpo-salud que se instituye en este marco político y económico. 

 

Todo puesto en mercado

Como mencioné anteriormente, una característica fundamental de este periodo es la mercantilización, ya que el mercado cobra un papel importantísimo en el mundo neoliberal, asentándose como el principal regulador de las relaciones sociales. Las posibilidades de lucro, de rédito económico y de grandes negocios aparecen en todo su esplendor en esta etapa, presentando los niveles históricamente más elevados de prácticas mercantiles. Se produce una privatización sin precedentes, y todo adquiere forma de negocio, de mercado y de lucro.

Sin entrar en detalle para no desenfocarme totalmente de lo que quiero exponer, simplemente quisiera hacer referencia a uno de los tantos libros que ilustran esta sociedad consumista (recordemos que en el mercado hay dos fuerzas que se encuentran, la de los vendedores y la de los consumidores) y se titula “Para salvar al planeta, salir del capitalismo”, de Herve Kempf, en el cual nos muestra cómo la sociedad capitalista aliena a los sujetos, convierte su consumismo en su forma de existencia, su ser pasa a ser un ser para tener. Y nos dice en un fragmento: “El punto cúlmine de la alienación capitalista tiene lugar cuando el humano mismo se convierte en mercancía”.

Sin ir más lejos y con un ejemplo reciente (literalmente), hoy en el programa de CQC se muestra como un entrevistador entra en una favela de Brasil con un contingente de turistas que hace excursiones dentro del barrio. Turistas de todas partes del mundo, con dólares y euros, viendo a semejantes, hombres, mujeres y niños viviendo en condición de pobreza. ¿Mercantilización de los sujetos? Sí. ¿Mercantilización de la pobreza? También. El precio para las 4 horas de excursión tiene un costo de casi 50 euros ($366).

Con todo lo dicho hasta el momento y para enfocarnos más en el tema, podemos deducir que otro ámbito que queda sujeto a esta lógica es el de la salud y el deporte. De este último podemos a simple vista notarlo: el deporte se ha convertido en uno de los mayores negocios a nivel mundial, como nos ilustra el sociólogo venezolano Eloy Altuve en su trabajo titulado “Cuerpo, deporte y globalización” la globalización del deporte desde la llegada del neoliberalismo tuvo efectos económicos altísimos. Nos dice entre sus líneas “La FIFA en 1996 movió más de 200 mil millones de $ al año: 200 millardos, en términos actuales;... durante 1999 movió más de 700 millardos de $"; en el año 2000, movilizó 800 millardos de $”. Y estamos hablando solamente de la FIFA a lo largo de 4 años, sin mencionar lo que moviliza en millones los Juegos Olímpicos, ni las empresas patrocinantes, ni los medios de comunicación, ni los contratos y traspaso de jugadores, ni las empresas de marketing deportivo, etc.

 

 

El mercado de la salud

Escenario similar a los anteriores sufrió el ámbito de la salud desde la década del 80 en adelante. Desde privatización de un servicio público como la salud (y la educación) hasta el negocio tan rentable de los medicamentos, este terreno fue uno de los más afectados por la oleada neoliberal. Basta para representar esta situación sólo con leer alguno de los títulos del libro “El negocio de la salud. Los intereses de las multinacionales y la privatización de un bien público” (Oscar Gish et al), entre los que se encuentra “El movimiento en favor de la atención primaria de la salud se enfrenta al libre mercado” o “Los fracasos del neoliberalismo: la reforma del sector sanitario”.

El de los medicamentos es un caso interesante y que ilustra lo dicho por dos motivos principales. Por un lado, el aumento que sufrieron los mismos en los últimos años, y por el otro, las “nuevas patologías” que marca el famoso manual de psiquiatría DSM IV y que requieren obligatorio consumo de drogas “estabilizantes”.

“En un mundo donde un niño menor de diez años muere cada cinco segundos por hambre; más de 60 millones de mujeres dan a luz sin asistencia médica; 2,400 millones de personas carecen del acceso a servicios sanitarios básicos; una tercera parte del planeta, según la OMS, no tienen acceso a los medicamentos esenciales y más de 10 millones de niños mueren anualmente por enfermedades para las que existen tratamientos; la poderosa industria farmacéutica, concentrada en un puñado de empresas de países altamente desarrollados y que monopolizan más del 85% del valor de la producción mundial de fármacos, en buena parte protegidos por un sistema de patentes totalmente injusto, arbitrario y fuera de control, genera utilidades superiores a los 446 mil millones de dólares anuales.”

La venta de drogas no alcanza pura y exclusivamente a los enfermos, ya que en la actualidad existen también medicamentos para bajar de peso, para consumo estético, antidepresivos, etc, es decir, para gente (mejor dicho, clientes) que se encuentra en una condición física sana. “La salud, que junto a la educación y a la alimentación, constituyen derechos básicos de cualquier ser humano con total independencia de su nivel de ingreso, aparece, para felicidad y complacencia de la industria farmacéutica transnacional, considerada como una mercancía más en los tratados de libre comercio y en la OMC”

Al igual que lo que ocurrió con la educación, el ámbito de la salud sufrió un cambio sustancial en su paradigma. No se trata ya de que la población mundial en su totalidad sea sana, sino que lo sean aquellos que puedan pagar por su bienestar. De esta forma, la salud también pasa a ser un privilegio, y no un derecho. La visión en el mundo de la salud ha dejado de estar del lado de los sujetos y se ha posicionado en la vereda de los negocios.

En este contexto, el neoliberalismo nuevamente logra insertarse en el sentido común de los sujetos y se consideran dos mitos que giran en torno a la salud impulsado desde su lógica. El primero hace referencia a considerar a la actividad física como sinónimo de calidad de vida y el segundo toma a la belleza y lo estético como resultado del ejercicio físico. En realidad, esta doble concepción mítica de la actividad física viene dada por una sociedad que, como desarrollaré más adelante busca por un lado garantizarse la productividad eficiente de los trabajadores, a la par de fomentar el mercado del deporte y el ejercicio a expensas de la salud real de los agentes sociales. Lo que se esconde realmente tras la imposición (arbitraria, adelante mejor profundizado desde Bourdieu) de este sentido común capitalista, lo que hace que la actividad física se distancie de la calidad de vida, es que la propuesta neoliberal es la de mercantilizar no sólo la salud, sino también la actividad física, impulsando un modelo de belleza nuevo, incentivando a comprar productos estéticos, buscando fomentar la venta masiva de vitaminas y suplementos, instalando un discurso pro fitness y wellness ignorando las reales condiciones de salud, brindando desde los medios de comunicación y difusión imágenes de modelos femeninos y masculinos, con el sólo objetivo de generar ganancias y rédito económico a expensas de lo que puede todo esto producir en las personas que caen en sus redes. El consumidor es consumido por la mercancía.

En esta creencia –la que argumenta que consumir artículos cosméticos o asistir a 4 clases en el gimnasio barrial es sinónimo de salud y calidad de vida- se esconde la verdadera razón de su imposición: la mercantilización de la actividad física para la salud. Nos dice David Le Breton en su Arqueología del cuerpo y la modernidad que “la salvación por medio del cuerpo, a través de lo que éste experimenta, de su apariencia, de la búsqueda de la mejor seducción posible, de la obsesión por la forma, por el bienestar, de la preocupación por mantener la juventud. El cuerpo es objeto de un mercado floreciente que se desarrolló en los últimos años alrededor de los cosméticos, de los cuidados cosméticos, de los cuidados estéticos, de los gimnasios, de los tratamientos para adelgazar, del mantenimiento de la forma, de la preocupación por sentirse bien o del desarrollo de terapias corporales”. Sin embargo, como ya haré referencia más adelante, este exceso de salud y preocupación en alcanzarla va a generar la antítesis de lo que argumenta su práctica; es así como surgen ciertas distorsiones en la actividad física cuyo resultado final es la de perjudicar el bienestar y la salud de quien se expone a esas prácticas.

Así como ocurrió con los conceptos de “igualdad” y “derecho” que mencionaba al principio en la introducción, los conceptos de belleza y salud también se han visto modificados a lo largo de la historia, y es totalmente comprensible al considerar al cuerpo como una construcción histórica, social y cultural. Por ejemplo, en la época medieval  vemos cómo la Belleza (del mundo inteligible, siguiendo un poco a Platón) es medida en el mundo sensible a través de la gordura y sobrepeso, sinónimo de salud y dinero. Panorama muy distinto al canon de belleza de la sociedad actual, el cual es dominado por una delgadez extrema, derivando en problemas alimenticios y saludables.

Hay teorías que sostienen que justamente, dada la naturaleza del Estado neoliberal y su imposición economicista, mercantilizante y consumista, el hecho de optar por un ejercicio físico que luche contra esta realidad es un hecho propio de un “superyó social”. No sólo me mantengo en contra de esta posición, sino que la juzgo completamente funcional al discurso capitalista.

Gilles Deleuze plantea una cierta relación mutua entre capitalismo y esquizofrenia. Según mi opinión y rechazando sus postulados más consistentes, sí veo allí en lo personal una relación de por sí dialéctica. Creo que su comunicación es necesaria para la sociedad neoliberal, ya que su propia lógica se basa en reproducir sujetos dependientes y esquizos. Hay aquí una recíproca respuesta de la sociedad al sujeto que es sujetado, a la vez de éste en la producción de la sociedad que lo sujeta. Y veo aquí la única razón por la cual los sujetos aceptamos un mundo excluyente y devastador y es que no podemos vivir sin ella. La resistencia no alcanza, los actos de rebeldía son inútiles, y el simple rechazo muere en una oposición que no logra alcanzar su cometido. O al menos hasta ahora. El momento en que esta relación se rompa o se quiebre definitivamente, podrá entonces aparecer un nuevo horizonte de sentido (Aníbal Quijano). El surgimiento de los nuevos movimientos sociales y el hecho de que individuos aborígenes o de raza negra lleguen a ser presidentes es una esperanza de que esa comunicación está perdiendo fuerza, pero también conocemos cómo el capitalismo ha logrado superar crisis.

 

 

Cuerpos saludables

Me remitiré a un par de conceptos del sociólogo francés Pierre Bourdieu que son importantes para desarrollar mi idea referida a la búsqueda de la salud. Si bien la salud remite a la calidad de vida en general y más específicamente en la búsqueda de vivir más y mejor, en la sociedad actual bajo esa necesidad casi instintiva que nos alcanza a todos los seres humanos, los grupos dominantes de la cultura hegemónica se suben a ese colectivo y a esa justificación para llevar a cabo una misión oculta.

Es importante, en primer lugar, poder reconocer el concepto de campos culturales que elabora este autor y que plantea brevemente  cómo los diversos agentes o instancias que se ocupan de cuestiones culturales similares se alzan en una lucha ideológica para determinar cuál domina a cuál en la sociedad civil. Es el monopolio de la legitimidad cultural lo que está en juego en la competencia entre agentes. En segundo lugar, me referiré al concepto de arbitrariedad cultural, el cual brevemente explicado refiere a la selección (y exclusión) de determinadas significaciones, representaciones y prácticas que resultan legítimas para los individuos en una sociedad determinada, pero esta selección no está sujeta a la naturaleza del ser humano, sino que responde a los intereses de la clase dominante y se impone al resto de los sujetos como necesario. La arbitrariedad cultural es doble, porque no solamente existe esta selección (e imposición) de creencias y prácticas, sino que también éstas logran asentarse en la sociedad encubriendo su carácter arbitrario, no natural, y por lo tanto histórico y susceptible de ser modificado.

Ahora bien, ¿qué tiene todo esto que ver con la salud y el cuerpo? Pues bien, como ya anticipé, las clases dominantes se encargan de la cuestión de la salud no por la necesidad de vivir mejor de las personas ni solamente por el rédito económico que implica, sino que tienen una razón encubierta para fomentarla. Para lograrlo, instituciones y agentes de la salud compiten por hegemonizar sus intereses en el campo que les compete y si bien es la medicina (desde el Modelo Médico Hegemónico siguiendo al antropólogo social Eduardo Menéndez) la que ha logrado subsumir a otras formas de concebir la salud y se ha instalado en la sociedad como la disciplina hegemónica, el campo de la actividad física para la salud también disputa esta lucha. Entorno a la salud, también se da un encubrimiento de la verdad, una razón de ser oculta de la búsqueda de la “buena salud” de las personas. Medicina mediante, el ámbito del ejercicio físico es funcional a las clases dominantes para fomentar cuerpos saludables y así lograr su cometido, el cual comentaré a continuación desde la Dr. en educación Flora Hillert.

Esta autora, en su libro “Educación, ciudadanía y democracia”, nos resalta algunos fragmentos de un documento presentado en el año 1993 en la 9° convención de Bancos Privados Nacionales, a través del Profesor de la Universidad de Chicago, Shervin Rose, lo siguiente: “La gente con buena salud es más productiva” o “la mejor salud de la mano de obra calificada hace cada hora de trabajo más productiva”.

Es bajo este sentido donde se unen actividad física, cuerpo, mercado y comercio, donde el mundo del negocio necesita de los agentes de la salud –entre ellos los profesionales de la actividad física para la salud- para mejorar la calidad de vida de los sujetos, no con ese fin en sí mismo, sino con la intención de mejorar la calidad y eficiencia de la mano de obra, de generar cuerpos competentes para la competencia en el mercado de tal o cual producto,  se instituye una noción de cuerpo saludable para que éste puede desempeñarse en su trabajo en favor de un mundo centrado en el mercado, argumentando mejorar la calidad de vida de las personas encubriendo esta verdad objetiva de la realidad.

No se trata ya de formar cuerpos domesticados ni disciplinados, la teoría foucaultiana es superada por una teoría que se aseguró de formar otro discurso, un metalenguaje perverso que busca los intereses de la clase dominante sobre un lenguaje que promulga beneficiar a toda la población. No se trata ya de formar cuerpos disciplinados, sino cuerpos saludables para garantizar las relaciones clasistas.

Tengo el atrevimiento de criticarle a Louis Althusser el no haber incluido el aparato ideológico del estado “saludable” en su lista, es decir, las instituciones públicas o privadas que se encargan de servicios relacionados a la salud, ya sean hospitales, clínicas, centros de rehabilitación, etc., y que participan de la reproducción de las relaciones de producción, ya que se encargan de que el trabajador pueda estar en condiciones saludables  óptimas para desempeñarse en su trabajo eficientemente.

 

Trastornos del cuerpo saludable en la cultura neoliberal

Tomando el apartado anterior como base, veremos a continuación qué ocurre una vez que identificamos las raíces de la búsqueda de un cuerpo saludable para el mercado y el desarrollo económico.

Vimos cómo la sociedad actual aspira a conseguir cuerpos saludables no para mejorar la calidad de vida de las personas como fin único, sino que busca aumentar su eficiencia y productividad en el mercado laboral. Esta búsqueda de salud a todo costo es llevada a cabo por un conjunto de agentes sociales legitimados –y legalizados- entre los cuales se encuentran los profesionales de la actividad física para la salud.

Siguiendo a José Devís Devís y a Víctor Pérez Samaniego, estos profesionales presentan una ausencia en términos generales de cuestiones morales y éticas a la hora de planificar sus sesiones. Al no reconocer la misión encubierta que han sido enviados a realizar, los autores consideran que estos principios morales no son fácilmente alcanzables en un mundo que presenta las características que he enumerado al comienzo del texto. Afirman que “Las cuestiones éticas y morales no forman parte de las principales preocupaciones de los profesionales de la actividad física y el deporte entre los que se encuentran aquellos que se dedican a la promoción de la actividad física relacionada con la salud.” Más adelante enfatizan lo siguiente: “Este propósito (el de valorar su quehacer profesional desde y con una exigencia ética) no es fácil de alcanzar en un momento en el que el consumismo imperante puede tergiversar los valores y misiones que dieron origen a esta actividad profesional (…) Los intereses económicos hacen del fitness y el culto a la delgadez la finalidad de nuestra actividad profesional sin cuestionar los problemas de salud que puede acarrear”. Una vez más, como ya mencioné en repetidas circunstancias, el mercado es el regulador de la actividad social.

Con lo anterior podemos reflexionar acerca de los riesgos profesionales a los que estamos expuestos si no reconocemos cómo se maneja la sociedad actual y los flujos encubiertos en los cuales se mueve. El resultado de esa frenética búsqueda de salud, producto de una sociedad centrada en el mercado y que a la vez sigue con ciertos parámetros comerciales de belleza y estética, es la aparición de ciertas distorsiones culturales como lo son el salutismo, el consumismo, o el individualismo. Éstos son el resultado de un sistema de representaciones, creencias, valores, costumbres que generan mitos o falsas conciencias que impactan en la actividad física, la salud y el cuerpo. Son distorsiones que se constituyeron socialmente en las sociedades postindustriales en temas relacionados con la actividad física relacionada con la salud. Tomando nuevamente a los autores “Estas ideologías orientan la acción de personas y grupos sociales, impregnan las actividades profesionales e incluso son fomentadas, consciente o inconscientemente, por las profesiones de la salud o la actividad física”, y llaman la atención a los agentes que se encargan de su difusión: “(…)se hace imprescindible que los profesionales identifiquen y tomen conciencia de la influencia social de estas distorsiones si la finalidad última de su actividad es mejorar la salud de la población. Es decir, debemos conocer bien el contexto en el cual estamos inmersos y las consecuencias que conscientemente o no generamos en los sujetos para alcanzar nuestro real objetivo y no perjudicarlo en el camino. No responder a un modelo establecido sin cuestionarlo es parte de la ética profesional que perdimos en el camino, hemos sido presos por considerarnos “la suma de nuestras partes” en tanto y en cuanto Heidegger se remite a esa expresión diciendo que somos más que eso, es decir, no una entidad predecible sino sujetos a la falta, al error, a la falla, a lo inmensurable. Pero no nos vayamos de foco.

Siguiendo nuevamente a Devís Devís y Samaniego en libro titulado “La educación física y el deporte en la edad escolar. El giro reflexivo de la enseñanza” y enfocándonos nuevamente en esta relación que vengo desarrollando entre cuerpo-actividad física-consumismo-capitalismo, nos dicen   que “en las sociedades modernas y consumistas, el cuerpo se convierte en una moneda de cambio y los medios de comunicación difunden imágenes sobre el cuerpo deseado socialmente”, y también que “El culto a la delgadez y el mesomorfismo son dos caras de una misma moneda (…) el culto a la delgadez se asocia con las mujeres y el mesomorfismo a los hombres (…) en el trabajo realizado se evidenció como el físico atlético era una metáfora del cuerpo saludable en hombres y el físico delgado era el cuerpo saludable en mujeres (…)los estudiantes asumían que las personas que tenían un cuerpo atlético se cuidaban más y realizaban ejercicio. Un cuerpo saludable era mesomorfo y lo tomaban como natural y normal (…) Las personas delgadas recibían una valoración positiva por creer que estaban exentas de poseer enfermedades cardiovasculares y por el contrario las personas con sobrepeso recibían una valoración negativa (…) Los adolescentes dicen estar obesos y desear un cuerpo más delgado tengan o no sobrepeso“. Debería añadir un elemento más a este trabajo, pero deberá serlo para algún otro, y se refiere al sexismo. PAG.116

Vemos, con las frases del párrafo anterior una cuestión más que considerable: despertar un ideal de cuerpo por parte de una determinada clase social que conlleva a lucrar en el mundo del mercado con productos, artículos, mega gimnasios, etc., a expensas de las consecuencias negativas que tiene la búsqueda incansable por el culto del cuerpo esbelto y “bello”. También vemos como se asocia delgadez/mesomorfismo / belleza/estética con “cuerpos saludables” en la teoría que no siempre se corresponde con la realidad. Esta naturalización de lo bello, lo saludable, lo estético en cuerpos delgados hace que se programen sesiones de entrenamiento que se olviden del sujeto y de la búsqueda de salud objetivamente en pro de alcanzar cuerpos delgados y por ende bellos para el resto de la población. Lo que, como ya mencioné en reiteradas oportunidades y a falta de preocupación ética de parte de los profesionales de la actividad física para la salud, genera distorsiones culturales que tienden a empeorar más que a mejorar la calidad de vida de los sujetos.

 

 

 

Distorsiones culturales

He mencionado tres y los desarrollaré brevemente. El salutismo hace referencia a la obsesión por la salud, el cuerpo y la actividad física y requiere de una interpretación de la salud como el primer objetivo al que debe aspirar el ser humano, el valor más importante. “Sin embargo, la salud es un recurso para la vida diaria más que el objetivo de la vida misma.”. El hecho de estar obsesionado en buscar continuamente la salud, lleva al fin y al cabo a ponerla en verdadero riesgo, amenazándola seriamente. El sujeto es preso de su propio objeto, y en verdad se transforma en objeto de ese objeto, ya que va en busca de salud y termina cada vez más lejos de ella. Esta obsesión por la salud remite a un culto por el cuerpo, considerado éste como una máquina o como danone. El cuerpo-máquina refiere a que un cuerpo sano es el que “rinde”, que vence a sus rivales, funciona eficientemente y desconoce toda conexión del cuerpo con lo social. Por otro lado, lo “danone” se remite a lo publicitario, a una imagen que vende productos y en el caso del cuerpo-danone vendría a equivaler al cuerpo dentro del universo de lo bello, lo estético, lo saludable, en una especie de culto a la apariencia. “El cuerpo danone utiliza la grasa y la salud como excusa para justificar prácticas destinadas a únicamente modelar el aspecto externo”. Entonces, tenemos por un lado al cuerpo-culto-máquina eficiente y por el otro al cuerpo-culto-apariencia como cuerpos instituidos socialmente como los cuerpos ideales y el pretexto de “salud” es introducida en el medio de todo este meollo. El resultado que queda de esta violencia simbólica es la aparición de enfermedades culturales  relacionadas con problemas alimentarios, con la  realización excesiva –y hasta adicta- de actividad física o deportiva y además la falsa creencia que las personas con ligero sobrepeso están más expuestas a riesgos cardiovasculares, cuando en realidad aquel posee más beneficios para la salud que riesgos. Relacionado a esto, es un hecho médico el que demuestra que a partir de un determinado nivel, las prácticas deportivas dejan de brindar beneficios para la salud y empiezan los riesgos. La clave, según los autores, está en “saber cuánto ejercicio es suficiente y desde qué momento empieza a ser perjudicial”, cuestión que a mi entender no importa para los vendedores del mercado, sino que ese principio va contra sus intereses. Podemos leer en los autores una afirmación clave en lo que intento descifrar: “(…) el salutismo contribuye indirectamente a legitimar las prácticas neoliberales de salud”. También nos llaman la atención a nosotros, los profesores de educación física, en advertirnos que esta “obsesión por la actividad física influyen consciente o inconscientemente, colectivos e instituciones profesionales y comerciales, como el profesorado de educación física, los médicos deportivos, los agentes comerciales, los fabricantes de complementos, los patrocinadores, entre otros.

No sólo la obsesión por la salud es consecuencia de los efectos simbólicos que produce el mundo neoliberal en la sociedad, sino también un exacerbado consumismo en el mercado: cremas, aparatos, prendas de vestir, productos alimenticios, libros, programas de adelgazamiento, gimnasios, bebidas, prendas deportivas, actividades físicas y otros cuidados y atenciones corporales; en fin, el mercado de la salud. “El gran negocio de la salud refleja (…) la implicación de grandes grupos empresariales y profesionales relacionados con los temas aludidos, debido al inalcanzable ideal de salud y cuerpo de los modelos estéticos dominantes y al individualismo existente, se obliga al consumo infinito.”

Justamente, ese individualismo al que hacen referencia los autores (y el que vimos al principio del texto en el contexto de surgimiento del estado neoliberal) remite a la creencia de que la salud se alcanza a través del esfuerzo individual, siendo los sujetos los responsables de su logro. Vemos dos cuestiones que he marcado anteriormente con este concepto: en primer lugar, este individualismo conlleva una falsa responsabilidad que significa principio de meritocracia, es decir, tendrá salud el que quiere, olvidándose de todos los factores tanto sociales como culturales y hasta hereditarios que la obstaculizan; en segundo lugar y que se desprende del primero, la salud es tomada como privilegio y no como derecho, con un acceso limitado (como también ya vimos) a la población. Sin duda, como también he hecho referencia, esta es una cuestión que viene desde los agentes promotores de la salud que no hemos logrado vencer y tiene que ver con la falta de preocupaciones éticas que nos marcan. El mercado de la salud no sólo excluye a quienes no pueden pagar por ella, sino que las vuelve víctimas responsables y culpables de sus males.

Para finalizar, quisiera cerrar una idea que ha girado en todo el texto y no he concluido. Los patrones de “normalidad” en una sociedad, de qué es considerado normal, sano, bello, estético, vienen dado por instituciones y grupos dominantes que buscan satisfacer sus intereses (capital y arbitrariedad cultural según Bourdieu que ya hice mención) y estas definiciones pueden forzar a los sujetos a tomar decisiones que consideran saludables y seguir prácticas corporales determinadas, pero que en realidad atentan contra su salud y se orientan en beneficio de aquel grupo.

 

Aclaraciones finales

Primero hemos analizado la sociedad actual neoliberal, cómo funciona, qué características tiene, entre las cuales las más relacionadas con el tema de la salud y las distorsiones culturales que tiene su búsqueda excesiva son la mercantilización, el individualismo y la restructuración del sentido común.

En segunda instancia, vimos cómo el mercado ha logrado asentarse como la forma legítima de relación social, en todos los ámbitos sociales se habla en términos mercantiles y se dirige todo en función a él, hasta en el sector del deporte, salud, y corporal. En lo que salud respecta, vimos cómo las clases dominantes seleccionan significaciones y las imponen al resto de la población como legítimas, y cómo el neoliberalismo ha establecido ciertos parámetros de salud, actividad física y estética y promociona ciertos tipos de ejercicio para su consecución, buscando lucrar económicamente en exceso sin importar las consecuencias que puede tener en la salud realmente la exacerbada búsqueda de la misma.

No es la intención de estas líneas el desprestigiar la labor de aquellos profesionales de la actividad física relacionada con la salud que día a día luchamos para mejorar la calidad de vida de nuestros alumnos. Nuestro esfuerzo (digo “nuestro” porque además de profesor nacional de educación física, soy también entrenador en poblaciones especiales), amor y dedicación en cada clase, cada logro, en el campo embarrándonos, en cada palabra, en cada avance, ya sea en la rehabilitación, en el trabajo diario con sujetos con síndromes, con cualquier tipo de discapacidad, lesión o enfermedad, con el que contribuimos a la mejora de calidad de vida de los sujetos.

El objetivo de estas líneas no es el criticar su labor, sino el realizar un llamado de atención. Debemos reconocer los riesgos profesionales a lo que estamos expuestos para poder centrarnos en los sujetos y luchar en su favor y en contra de los medios hegemónicos los cuales buscan solamente y a través de nosotros obtener beneficios económicos o rendimientos deportivos sin importar más que el aspecto comercial. La cuestión de la falta de ética en los profesionales de la actividad física relacionada con la salud es un tema que necesitamos reflexionar para poder reconocer el contexto en el que desarrollamos nuestro quehacer profesional y poder contribuir a la verdadera mejora en la calidad de vida de la población.

El gran filósofo argentino Oscar del Barco, en sus “Notas sobre la política” nos dice “Después de las grandes guerras, genocidios, matanzas, del hambre y la venta de órganos de niños, entre tantas otras monstruosidades ¿la política puede seguir siendo “política” como si nada hubiera pasado (…)?” La pregunta que quiero hacer yo es: ¿Se puede seguir fomentando un plan de ejercicio físico que pretenda buscar la salud de la población mientras ocultamente beneficiamos los negocios de un reducido grupo a expensas incluso empeorar la calidad de vida y no su mejoría? ¿Podemos seguir ejerciendo nuestro quehacer profesional como si esto no estuviera pasando?

 

 

 

 

a.      Bibliografía

 

 

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Del Barco, O. (2010) “Notas sobre la política”. En revista Nombres, año 19, N°24, Córdoba.

 

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Articulo publicado en
Noviembre / 2013

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