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Más allá del Malestar en la Cultura

 
Versión ampliada del texto del mismo nombre publicado en Topía No XXV. Forma parte de "Argentina, tango y exilio", de próxima publicación por la Editorial Topía.

"Civilización y Barbarie": par que puede pensarse como una derivación del universal que hace al conjunto humano y al psiquismo en particular, descripto por Castoriadis como la "aparente incapacidad de constituirse en sí sin excluir al otro - y ... de excluir al otro sin desvalorizarlo y, finalmente, odiarlo". 1 Al fundarse toda sociedad en convenciones – que son finalmente creencias - el encuentro con otra cultura implica un riesgo, al descubrir que hay otros modos de hacer "coherente y sensato" al mundo."Rechazo del otro en tanto que otro: componente, no necesario, sino extremadamente probable de la institución de la sociedad. "Natural" - en el sentido en que la heteronomía de la sociedad es "natural". La superación de ese rechazo exigiría una creación a contrapelo - por lo tanto, es improbable."2 El racismo, como forma extrema que puede tomar esta disposición "natural" de la sociedad, lo lleva a formular esta pregunta: "¿Por qué, lo que hubiera podido permanecer como simple afirmación de la "inferioridad" de los otros, se vuelve discrimación, desprecio, confinamiento para, finalmente, exacerbarse hasta la rabia, el odio y la locura asesina?." 3

¿Qué respuestas pueden darse al interrogante de Castoriadis?. En principio debemos buscar en los fundamentos de la sociedad – esos frágiles fundamentos a los que alude Castoriadis cuando habla de convenciones/creencias – aquello que puede, al alterarse, producir barbarie, a la cual intentaremos redefinir desde parámetros psicoanalíticos. Hablaremos así de la existencia de una instancia tercera del conjunto, que llamamos el Otro de lo colectivo o del conjunto social, la cual es una construcción de la sociedad misma, de la capacidad instituyente de su imaginario social. Una de sus versiones es la que Freud describiera en Psicologia de las masas y análisis del yo. La identificación de los sujetos con sus enunciados – que reproducen las significaciones imaginarias sociales centrales de cada sociedad, transmitiéndose así leyes e ideales - produce el agrupamiento. De esa instancia provienen los dictados del principio de realidad – para la psique – y de lo que denominaremos principio de alteridad, para el conjunto: aquello que los colectivos tienden a instituir a contrapelo de sus propias tendencias (tanto como la psique debe introducir el citado principio de realidad, que va a contrapelo de sus tendencias originarias), y cuya presencia se hace más notable cuanto más democrática sea la forma social alcanzada. 4, 5 Permite que se reconozca que hay otro – es decir, que hay diferencias - y que las mismas no deben ser objeto de rechazo, menos de aniquilación. Esto exige un trabajo permanente del colectivo para sostenerlo, por la tendencia "natural" de la sociedad a desinstituirlo. Todo el andamiaje constitucional/legal de las sociedades – por lo menos las occidentales – viene a hablar de esto. Y a nivel universal, la temática de los Derechos del Hombre intenta reforzar dicho andamiaje, ante los embates de la modalidad que actualmente ha tomado la sociedad.

¿Cómo se construye esa instancia tercera?. Freud propuso que hubo un mítico momento en la prehistoria de la humanidad, en el cual la ley imperante era la de un padre narcisista que era la ley misma, y mantenía sojuzgados a sus hijos. Estos se unieron para darle muerte, pero no pudieron evitar luego caer en luchas fratricidas. Mediante un pacto, instituyeron una ley de autolimitación, en nombre del padre muerto. El pacto mismo es el intento de institución de ese Otro, como algo diferenciado del conjunto. Ese primer movimiento instituyente, la creación de un tótem, implica aún un grado importante de heteronomía para la sociedad: porque la ley instituida es vivida como sagrada y ajena a los sujetos. La totemización de las sociedades se observa en la distancia que hay entre los sujetos y la ley emanada de las instituciones. Alcanza su máximo grado en los estados totalitarios, donde la ley del jefe-padre narcisista parece reinstalarse, y la sociedad vuelve por lo tanto a un modo organizativo primitivo. Las llamadas democracias procedimentales 6 (como la nuestra), presentan aún un variable grado de heteronomía de la sociedad, es decir, de totemización de sus instituciones, aunque el principio de la alteridad encuentra una cierta institución. El Otro de lo colectivo recién llega a cumplir cabalmente su función en sociedades de régimen democrático. Hay así un antes de la ley fraterna, y un a partir de la misma. Esto último tiene que ver con lo que conocemos como malestar en la cultura: es decir, el malestar que adviene por tener que "civilizar" las pulsiones en beneficio de la vida en común, al hacerse presente – aún fallidamente - el principio de la alteridad en lo colectivo. Esto evita que los sujetos sufran la barbarie de la imposición de una ley tiránica, que llevaría a un estado de más allá del malestar en la cultura, al imponenerse un estado de coartación pulsional que va mucho más allá de las exigencias inherentes a la cultura, y que transforma a todos en bárbaros: han caído de la polis, que ha devenido extraña, y han dejado de poseer todo poder sobre la misma y sus instituciones.7 Es el fracaso del Otro de lo colectivo. Un fracaso que en el siglo XX ha mostrado todo el horror que puede desatar – en el Gulag, Auschwitz, la ESMA, etc. – Un fracaso que hace que el otro tienda a ser degradado de su condición de semejante. Es así: si no hay Otro del conjunto, no hay otro, toda diferencia se anula o no es tolerada, se masifican los sujetos (generalmente emprendiéndola contra el otro de turno), o se aislan 8 Pero, este es un extremo, el más ruidoso. Son los límites, que la humanidad no tolera y tiende a destituir.

Hallamos así un primer nivel de respuesta a la pregunta de Castoriadis: es el fracaso de dicha instancia tercera del conjunto lo que permite que se pase al odio aniquilatorio hacia el otro. Ahora necesitamos saber cómo es que esa instancia puede fracasar.

"Los aztecas se referían a los españoles como popolocas, que quería decir bárbaros por sus acciones, sus vicios y ambición desmedida por el oro". Martivón Galindo, poeta, narradora y pintora salvadoreña.

La noción de "bárbaros" – que de ser los extranjeros para los habitantes de la Grecia Antigua, pasaron a ser todos lo no pertenecientes a la cultura latina, para los romanos – fue traida como significación relativa a las diferencias entre las razas (etimológicamente entendidas como fallas) por los conquistadores de América, quienes encarnaban para sí mismos – y pretendían hacerlo para sus bárbaros (entendidos como razas inferiores)– el ideal de civilización. Por supuesto que esto no alcanza para explicar el desarrollo y encarnadura que tuvo en las sociedades latinoamericanas, donde dicha significación, hecha ideología racista, encontró no solamente una notable expansión – el paradigma de civilización y barbarie es común prácticamente a todas las civilizaciones originadas a partir de la Conquista – sino que dio una especial forma a dichas sociedades. Lo que ocurrió es que esta concepción, bendecida por la Iglesia de la Santa Inquisición, acompaño y justificó el mayor genocidio de la historia. Durante trescientos años se aniquiló a los indígenas y a su cultura, se esclavizó a africanos, se anatemizó a mestizos, criollos, etc.. El estado de fragmentación de las sociedades que resultaron de dicho genocidio, acompañada de un estado de desamparo en la población, jugó un papel destacado en mantener netamante marcadas las diferencias entre los otros. Así es como las sociedades que se fundaron durante la Conquista lo hicieron estratificadas en castas, de acuerdo a pretendidas diferencias raciales, haciendo perdurar el traumatismo y el desamparo concomitante, por su profunda fragmentación. Finalmente, el paradigma de civilización y barbarie se instituyó como ideología aún en los pueblos emancipados: es común prácticamente a todas las naciones originadas a partir de independizarse de España. Dentro de estas sociedades, con demasiada frecuencia, cada rechazado rechazará a los otros, que son sus bárbaros.

Si, como lo hemos hecho a lo largo de este texto, tomamos como ejemplo a la sociedad argentina, en la cual observamos "excelentes" ejemplos de rechazo y aniquilación del que es señalado como bárbaro, tal vez hallemos más elementos para indagar en cómo la barbarie puede entronizarse en un conjunto social.

Su turbulento período de independencia, durante el cual – como hemos podido apreciar – no logró superarse la presencia de un poder autoritario y por lo tanto instituir una sociedad con componentes democráticos, fue seguido de luchas fratricidas que demostraron la imposibilidad de sus integrantes en consolidar un pacto. Podemos observar más adelante la llegada de Rosas al poder, luego del parricidio cometido en la figura de Dorrego. Rosas vino a restaurar una ley que será la de la Corona, restauración antecedida y rodeada de un estado de desamparo colectivo que él mismo reconocerá en sus discursos públicos y que le hará proclamar su función de "padre protector". No olvidemos el par que gobernó al colectivo durante el siglo XIX: unitarios y federales, en el cual cada uno consideraba al otro como su bárbaro. La fundación de la moderna Argentina fue hecha sobre la base de la ideología racista preponderante en la generación del ’37, que se plasmó en la persecución y aniquilación de indios, negros, gauchos, la guerra de exterminio contra el Paraguay y los federales, el rechazo de la masa de inmigrantes, etc ... Un estado permanente de fragmentación y desamparo estuvo presente en la prehistoria, orígenes y buena parte de la historia de este grupo social.

La pregunta de Castoriadis halla así un segundo nivel de respuesta: a toda situación traumática social como la citada le es correlativo un estado de desamparo y fragmentación, que puede llevar a que la alteridad no sea respetada y sea combatida, dado que el Otro como instancia tercera no puede ser construído.. ¿Qué impide que los sujetos logren instituir un estado de lo social más amable; qué los lleva a entronizar un amo que los sojuzga?. Porque, volviendo a nuestro ejemplo, las distintas castas, luegos los criollos y españoles, gauchos, indios, negros e inmigrantes, serán cada uno visualizado como el otro-bárbaro a su turno, sumatoriamente y entre sí. Como psicoanalistas debemos resaltar que la pasivizacion originaria del sujeto humano debida a su inmadurez y dependencia, suele llevarlo a caer en las redes de todo aquel que venga a ocupar el lugar, en la escena de lo real, de un objeto omnipotente. El sujeto siempre intentará reencontrarse con sus objetos omnipotentes, búsqueda que es incrementada por todo estado de desamparo que produzca una resonancia en las huellas dejadas por el desamparo originario, lo que se potencia a nivel de lo colectivo 9 .

Pero hace falta que alguien esté dispuesto a ocupar dicho lugar de omnipotencia, y que posea determinadas características que lo hagan posible. Cuestión fundamental, para no caer en la simplista y tendenciosa explicación que se refiere a que las masas son culpables exclusivas de sus padecimientos.10

Tercer nivel de respuesta: es necesario un estado de desamparo que produzca la convocatoria a una figura omnipotente, pero también es necesaria la existencia de una figura dispuesta a ocupar esa función.

Tenemos así la serie: traumatismo-desamparo-fragmentación del conjunto-búsqueda de una figura omnipotente-objeto dispuesto a ocupar ese lugar. La institución de dicha figura en la realidad es contraria y opuesta a la institución del Otro como instancia tercera, y por ende, al mencionado principio de la alteridad, y conduce al más allá del malestar en la cultura. Este objeto omnipotente, con cuya identificación la masa se conforma, desaloja de su lugar al ideal del yo de sus integrantes, alienándolos. Los sujetos podrán incorporar acríticamente su discurso y el principio de realidad que le es brindado, bajo amenaza. La amenaza - de vida, de subsistencia, de existencia en el conjunto - está siempre presente en el discurso de dichos objetos. 11

"... de la fusión de estas tres familias [española, africana e india] ha resultado un todo homogéneo, que se distingue por su amor a la ociosidad e incapacidad industrial, cuando la educación y las exigencias de una posición social no vienen a ponerle espuela y sacarla de su paso habitual. Mucho debe haber contribuido (...) la incorporación de indígenas que hizo la colonización. Las razas americanas viven en la ociosidad ... Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido. Pero no se ha mostrado mejor dotada de acción la raza española, cuando se ha visto en los desiertos americanos abandonada a sus propios instintos" D.F. Sarmiento, Facundo. Civilización y Barbarie.

"Los que nos llamamos americanos, no somos otra cosa que europeos nacidos en América … En América todo lo que no es europeo es bárbaro…". J.B. Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina ...

La incorporacion de determinadas significaciones imaginarias sociales que hizo el colectivo argentino a fines del siglo XIX, principios del XX, puede ser pensada como una de las causas de lo que denominaremos fracaso de la institucion del Otro de lo colectivo en la Argentina, causa a su vez del naufragio de ésta - en muchos momentos de su historia - en el más allá del malestar en la cultura. Fue un momento fundacional de la Argentina actual, y pudiendo haberse producido la destitución de la significación racista imperante hasta entonces, se instituyeron las significaciones pertenecientes a la Generación del 37. Una elite intelectual que terminó aliándose con el poder económico de la Argentina, antes y durante la década del 80 del siglo XIX. Poder al cual no solo le dió argumentos para su dominio, sino también herramientas para producirlo. A partir de las figuras de Sarmiento y Alberdi, planteó una disyuntiva de hierro: Civilizacion y Barbarie, que debe entenderse en realidad como Civilizacion o Barbarie.

Su discurso prometía el progreso, el ir de lo incivilizado - la barbarie - a lo civilizado, en una marcha indetenible hacia un estado ideal de la sociedad. Dentro de esta ética, los fines justifican los medios. Por lo cual en su búsqueda de civilización no puede evitar producir barbarie (aunque esta sea solo para un observador y no para quienes la producen). Es más, la barbarie producida es muchas veces entendida como los inevitables excesos o accidentes en dicho "avance". Las situaciones engendradas por dicho discurso, muestran, en realidad, distintos rostros del totalitarismo, el que está presente en todo racismo o persecución de otros. La incorporación del totalitarismo como modo de lo social acompañó a la incorporación que los argentinos hicieron de las significaciones que les dieron origen en la fase moderna de su historia.
otros. La incorporación del totalitarismo como modo de lo social acompañó a la incorporación que los argentinos hicieron de las significaciones que les dieron origen en la fase moderna de su historia.

Bárbaros

Bárbaros eran los indígenas, los esclavos africanos, los inmigrantes europeos iletrados, también los campesinos ... La civilización estaba en todo lo que fuera europeo (Alberdi) y/o estadounidense (Sarmiento). Y en los autoproclamados descendientes de los divinizados padres fundadores de la patria: la denominada oligarquía terrateniente. Esto halló su institucionalización a partir de la creación de instituciones cuya finalidad fue la de crear una subjetividad que incorporara y reprodujera las significaciones de ese grupo dominante.

A esto se dedicaron la escuela pública, el ejército, el voto obligatorio, la canonización y transmisión de la historia oficial escrita por Mitre, y el creciente papel de la prensa como formadora de opinión pública - con el mismo Mitre ocupando un lugar destacado a partir de su diario "La Nación", habiendo sido además el primer presidente del país.12 Ha sido uno de los actos políticos más eficaces de la historia argentina, sino el más. Los inmigrantes, los campesinos, los proletarios de diverso origen, fueron sumidos en el desamparo por el autoritario grupo que detentaba el poder, debiendo incorporarar obligadamente las significaciones imaginarias colectivas que las instituciones transmitían.

Para que dichas significaciones fueran incorporadas de modo mayoritario, la cultura debió valerse del proceso identificatorio de sus integrantes. La socialización de la psique conduce en algún momento a la suscripción de un contrato narcisista del sujeto con la sociedad. Allí el sujeto debe adscribir al patrimonio común de certeza, que hace que cada sociedad sea lo que es, dictado por las significaciones imaginarias sociales, contrato que le asigna a cada sujeto – a cambio de su adscripción – un lugar en la misma. Ahora bien, los movimientos anarquistas, socialistas, y aún la irrupcion del partido Radical, hablan de otros movimientos que fueron posibles para los sujetos, y de la coexistencia de subjetividades diferenciadas, donde el contrato narcisita fue firmado adscribiendo tal vez solo a una parte del mismo, bajo protesta, condicionalmente, etc.. Pero está claro que un tipo de subjetividad fue declarada el bárbaro del conjunto, combatida y en muchos casos aniquilada. Con esto hemos arribado a otro nivel de respuesta posible al interrogante planteado por Castoriadis: para que el otro sea no solamente odiado, sino perseguido y aniquilado, es necesaria la creación de instituciones que provean de las significaciones correspondientes a un grupo ávido de encontrar un sentido al mundo que lo rodea, ante la situación de desamparo en la cual se encuentra, y bajo la amenaza de exclusión, persecución, etc., por parte de un objeto omnipotente.

"No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza". José Martí, Nuestra América.

"Pensando en los habitantes de Leuvuco (Mansilla) habló contra la civilización sin clemencia, y denunció la rígida dicotomía de civilización y barbarie (mostrando que los presuntos 'bárbaros' tenían no pocas cosas que enseñar a los sedicentes 'civilizados'). Para él, la teoría positivista en boga, que proclamaba unas razas superiores a otras, no era sino una falacia instrumentada políticamente para justifícar el despotismo.Los ranqueles se dispersaron luego de la conquista de Roca. Murió Mariano, aún joven, en 1877. Lo sucedió su hermano Epumer, que no suscitó el mismo respeto entre los suyos. Los que no cayeron muertos o cautivos huyeron hacia el sur y hacia Chile. Hoy sólo queda un grupo de ranqueles en la población pampeana de Emilio Mitre. Lo que sus antecesores dejaron resulta casi imperceptible para la mirada de una civilización que mide los logros humanos, sobre todo, por los éxitos técnicos y materiales: apenas algunos cantos y danzas; instrumentos musicales, tejidos y alhajas de plata; mitos y cuentos; viajes al país de los muertos desde un árbol sagrado, y algunos poemas que nos recuerdan -en estos tiempos ecológicos- hasta qué punto se sentían, no ya los dueños y expoliadores, sino las criaturas de la tierra: Toda la mapu es uno sola alma, somos partes de ella. No podrán morir nuestras almas. Cambiar, sí que pueden, pero no apagarse. Una sola almo somos, como hay un solo mundo.] Una nueva excursión a los indios ranqueles . María Rosa Lojo

 

Como resultado de lo hasta aquí detallado, lo que finalmente preponderó fue la tendencia del conjunto social a estabilizarse alrededor de la figura de un Otro demasiado afectado por las imagos resultantes de un poder ejercido durante siglos por los conquistadores, fallidamente liquidado en el también fallido movimiento independentista. De ese modo, la barbarie (que hemos redefinido como ese estado de más allá del malestar en la cultura) fue incorporada conjuntamente con la institucionalización "civilizada" del país. El autoritarismo es un rasgo demasiado presente en la historia Argentina, algo enquistado a raiz de lo inelaborado de su devenir: marca de la incorporación del totalitarismo de origen.

Todo aquello que acerca al grupo a un funcionamiento democrático, implica la destotemización de sus instituciones y significaciones. Los valores de la generación del 80 quedaron totemizados, en una medida tal que debiéramos rastrear qué actualidad aún poseen. Actualidad en el psiquismo, en el conjunto, en las instituciones. Por cierto que no fue el único ni el último momento en el cual se generaron significaciones importantes para el conjunto: el peronismo, los movimientos revolucionarios de los 60 y 70, el autodenominado Proceso de Reorganizacion Nacional, etc., muestran a las claras otros momentos de institucion imaginaria de la sociedad. Lo común, lamentablente, ha sido ese estado del más allá del malestar en la cultura que es la barbarie que debiera interesarnos en tanto analistas: la que se produce cuando el Otro del colectivo fracasa en su funcion de instancia tercera, y la escena social es ocupada por figuras omnipotentes (que pueden ser doctrinas, ideologías, regímenes) y los sujetos se hallan sin Otro y sin otro, y su espacio psíquico es colonizado por un exceso de realidad. 13

La actual barbarie - la dictadura del mercado - sirve para mostrarnos los diversos rostros que la exclusión del otro puede tomar. Sólo la reintroducción de los otros, de la otra historia del conjunto, mediante una profunda democratización de la sociedad, podrá favorecer la institución de ese Otro del conjunto, y que así se reconquiste el espacio de lo público. Un paso actual y posible, es el de instituir un régimen democrático en cada institución o grupo, o crear nuevas instituciones donde el principio fundamental sea la autonomía del otro y la propia. Un modo - no el único - de ir construyendo a ese Otro para que el otro sea reintegrado al lugar que desde siempre le ha pertenecido.

 

1 Castoriadis, C.: Reflexiones sobre el racismo, artículo de El mundo fragmentado, Ed. Altamira, Buenos Aires. Castoriadis, C.: Reflexiones sobre el racismo, artículo de El mundo fragmentado, Ed. Altamira, Buenos Aires.

2 Castoriadis, C.: ob.cit

3 3 Castoriadis, C.: ob.cit. Castoriadis, C.: ob.cit.

4 que los sujetos hayan incorporado a su psiquismo el principio de realidad , implica que han adquirido la posibilidad de diferenciar entre su psique y el mundo – su fracaso conducirá a la psicosis o a estados colectivos de alienación – pero no impedirá que por las tendencias propias de la psique de afirmarse anulando todo aquello que viva como ataque – justamente las diferencias que cuestionan su propio sentido y coherencia del mundo – el otro no sea rechazado, anulado, odiado, etc.. Si desde la escena de lo social el principio de alteridad no se hace presente – y por lo tanto se refuerzan las tendencias destructivas hacia el otro – se podrá llegar a extremos ligados al totalitarismo. De últimas, el totalitarismo es tanto la dictadura de lo único, así como en lo profundo de la psique permanece agazapada la dictadura del narcisismo, que todo lo que sea diferente lo borrará. De la conjunción de ambos surgirá el narcisismo de las pequeñas diferencias. No es necesario – por otra parte – que un estado devenga autoritario para observar este fenómeno: los sujetos – en su inmensa mayoría - rápidamente reaccionarán ante el llamado al odio hacia el que ha sido decretado bárbaro.

5 5 Estamos hablando de una tendencia, cuya idealización no es nuestro objetivo. Se trata de señalar tendencias muy opuestas en los colectivos, conscientes de que lo totalitario ha ocupado, sin dudas, el centro de la escena durante el siglo XX. Lo cual no debe hacernos olvidar que la tendencia igualitaria y libertaria está también presente. Estamos hablando de una tendencia, cuya idealización no es nuestro objetivo. Se trata de señalar tendencias muy opuestas en los colectivos, conscientes de que lo totalitario ha ocupado, sin dudas, el centro de la escena durante el siglo XX. Lo cual no debe hacernos olvidar que la tendencia igualitaria y libertaria está también presente.

6 6 Castoriadis, C: La democracia como procedimiento y como régimen, artículo de El avance de la insignificancia, EUDEBA, Buenos Aires, 1997. Castoriadis, C: La democracia como procedimiento y como régimen, artículo de El avance de la insignificancia, EUDEBA, Buenos Aires, 1997.

7 7 Vuelvo sobre un párrafo perteneciente a la primera parte de este texto: "... no todo lo que hay en la cultura es malestar: existe también (y obligadamente) el bienestar, cuando la cultura provee a sus participantes algo a cambio de sus renuncias - sea algo material o simbólico - . Esta fracasa si todo lo que produce son renuncias, tornándose muchas veces el malestar tan intenso que obligará al desinvestimiento del registro social. Los casos de los grandes traumatismos sociales nos ubican en la perspectiva de un más allá del malestar en la cultura. Esta se transforma en lo contrario de lo que debiera ser su función, es decir, brindar los elementos para una convivencia cuya incomodidad no sea mayor que la renuncia o imposibilidad de participación en la misma."

8 Y el fracaso en conformar un grupo incrementa notablemente la presencia de la pulsión de muerte en la psique – al desanudarse los lazos sociales que la contienen - , produciendo directos e indirectos efectos en la cultura, aportando su cuota al más allá del malestar en la misma. De paso diremos que la pulsión de muerte también – como hemos ya advertido – se presenta en este estado de la cultura, como sentimiento inconsciente de culpabilidad, por la situación traumática imperante.

9 "Freud estableció cómo el lugar del padre omnipotente – el prehistórico Jefe-padre de la Horda – es también un lugar en la tópica psíquica, una eterna búsqueda del otro prehistórico inolvidable, que suele activarse en las masas ante determinadas circunstancias, produciendo efectos catastróficos, ya sea que se trate de un líder, una ideología, una doctrina". Franco, Y.: fragmento del mensaje enviado a la lista de discusión Psicoanálisis y sociedad el 16-12-98. La versión completa puede ser leída en http://www.psiconet.com/foros/psa-sociedad

10 10 De no entenderlo así "... quedaremos entrampados en la cuestión de que todo es creación y producción de los sometidos, de quienes padecen a la bestia, como si esta no tuviera deseo, pulsión, entidad propia, y por lo tanto, iniciativa" . Franco, Y.: fragmento del mensaje enviado a la lista de discusión Psicoanálisis y sociedad el 10-11-98. La versión completa puede ser leída en http://www.psiconet.com/foros/psa-sociedad De no entenderlo así "... quedaremos entrampados en la cuestión de que todo es creación y producción de los sometidos, de quienes padecen a la bestia, como si esta no tuviera deseo, pulsión, entidad propia, y por lo tanto, iniciativa" . Franco, Y.: fragmento del mensaje enviado a la lista de discusión Psicoanálisis y sociedad el 10-11-98. La versión completa puede ser leída en [ENLACE NO OPERATIVO] psiconet.com/foros/psa-sociedad

11 11 Claude Olievenstein menciona introyecciones psíquicas que pueden ser aceptadas aún contra la voluntad. Citado por Hazaki, C.: El pensamiento bestia. TOPIA Nro XXIII, Buenos Aires, 1998. Claude Olievenstein menciona introyecciones psíquicas que pueden ser aceptadas aún contra la voluntad. Citado por Hazaki, C.: El pensamiento bestia. TOPIA Nro XXIII, Buenos Aires, 1998.

12 12 Naturalmente, algunas de estas instituciones no pudieron evitar transmitir significaciones ligadas a la democracia. Naturalmente, algunas de estas instituciones no pudieron evitar transmitir significaciones ligadas a la democracia.

13 13 Carpintero, E.: El exceso de realidad produce monstruos. TOPIA Nro XXIV, Buenos Aires, 1998. Carpintero, E.: El exceso de realidad produce monstruos. TOPIA Nro XXIV, Buenos Aires, 1998.

 

Articulo publicado en
Marzo / 1999

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