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Editorial: El yo es nosotros

 
(Comentario sobre psicoanálisis, subjetividad e ideología)*

El presente tiene que devenir pasado si es que han
de obtenerse de él unos puntos de apoyo para formular
juicios sobre las cosas venideras.
Sigmund Freud

La palabra “nuevo” aparece como modalidad de un discurso postmoderno que pretende negar la historia.”Nuevo” no se opone a “viejo”, sino a la historización de procesos que conllevan interrogantes que es necesario dilucidar. Continuidad y ruptura. Continuidad de problemas no resueltos por la humanidad y ruptura ante los desafíos que nos plantea la actualidad de nuestra época. Evidentemente nada nuevo.1

Si el director alemán Werner Herzog quisiera volver a filmar su película “El enigma de Kaspar Hauser”, trasladándola a la actualidad de nuestro país, no tendría que cambiar mucho su guión. Hoy Kaspar Hauser sería un obrero desocupado. Su exclusión social lo llevaría a un proceso de desubjetivación. Estaría solo y deprimido. Se juntaría con otros para pedir lo que le corresponde y se haría piquetero -para el poder estos piqueteros son delincuentes ya que interrumpen el tránsito de calles, puentes y rutas-. Al final de la película sería asesinado en una confusa acción de la policía. Nunca se descubriría el culpable. Cuando realizaran la autopsia, los médicos forenses hallarían un gen de la pobreza y llegarían a una clara conclusión: nunca podría vivir en una sociedad de mercado. La única alternativa para evitar su muerte hubiera sido darle un antidepresivo de última generación para soportar el destino de su existencia. En la actualidad el enigma de Kaspar Hauser también hubiera sido resuelto. De esta idea surge el título de nuestra revista: “Qué hay de nuevo, viejo”. Para decirlo de otra manera, lo nuevo obliga a releer las experiencias del pasado, para que no se cristalicen en un conjunto de enunciados donde está establecido lo que tenemos que hacer. También para que no quede sujeto a la espera de un “acontecimiento”, sin la posibilidad de elaborar estrategias organizativas adecuadas para su desarrollo.

I

En la actualidad, la ideología no es un concepto que se debate. Aun más, se lo piensa como un concepto “pasado de moda”. Sin embargo, en el mundo hay un resurgimiento de importantes movimientos ideológicos. A modo de ejemplo podemos citar el fundamentalismo islámico, diferentes formas de nacionalismo, los movimientos sociales y contestatarios, cuya expresión es reflejada en el mundo por el movimiento antiglobalización, etc. Pero lo importante que queremos destacar es la fuerza que ha tomado el pensamiento neoliberal capitalista. En la última elección en EEUU ganó, gracias a ciertos “artilugios legales” en el Estado de la Florida, el conservadurismo de Bush. Él es el representante de una ideología evangélica de derecha que desvergonzadamente favorece a los ricos, ignora a los pobres y rechaza todos los tratados internacionales que permiten la habitabilidad del planeta. Por ejemplo, el protocolo de Kyoto sobre el calentamiento global, la Corte Penal Internacional que juzga delitos contra la humanidad y la convención sobre armas biológicas. Por lo tanto, no es extraño que iniciara una guerra contra Irak sin el consentimiento de las Naciones Unidas, ya que ésta tiene como objetivo consolidar su hegemonía mundial. Los acuerdos entre países y/o regiones tienen que subordinarse a los intereses políticos y económicos de la pax americana. De esta manera, el Imperio ha generado una ideología conservadora que trata de imponer un capitalismo mundializado y éste debe ser incorporado como una verdad absoluta. Como una verdad inmodificable. Por ello, sus intelectuales -como los llamaba Marx, “ideólogos activos” de las clases dominantes- plantean que las ideologías son esquemas políticos de oposición, cuyo objetivo es la hostilidad común a la modernidad. Es decir, al liberalismo en política, al individualismo en la práctica moral y al mercado en economía.

En este sentido, podemos decir que el pensamiento de la derecha política del “fin de la ideologías” se encuentra con el pensamiento postmoderno y postestructuralista ya que convergen al entender que el concepto de ideología es “viejo” y corresponde a un sistema cerrado y dogmático producto de un pensamiento teleológico y “totalitario”. Por ello el filósofo postmoderno Gianni Vattimo dice que el fin de la modernidad y el fin de las ideologías son momentos idénticos. Esta perspectiva limitada para entender el concepto de ideología anula la posibilidad de plantear formas de oposición que permitan un proceso de transformación social. No es posible cambiar nada. Debemos conformarnos. A lo sumo se puede aceptar realizar modificaciones mientras no se cuestione el Dios mercado.

Este hecho nos lleva al eje de lo que queremos plantear en este breve artículo editorial. Es decir, la existencia de lo que podemos denominar una “ideología invisible”, aceptada acríticamente, donde el sujeto trabaja para su propia infelicidad. O, para decirlo de otro modo, cómo el poder intenta dominar el colectivo social llevando a que los sujetos deseen y se identifiquen con los valores que el propio poder transmite. Esta situación la podemos encontrar actualmente en el interior de los movimientos sociales y políticos donde se generan enfrentamientos que impiden su desarrollo. Es aquí donde el psicoanálisis se puede transformar en un instrumento necesario para dar cuenta de los efectos de la ideología, en la estructuración de la subjetividad de un sujeto insertado en las relaciones de producción.

II

Nadie todavía a realizado una definición clara de ideología. La misma está sujeta a una compleja red de factores donde diferentes autores han desarrollado perspectivas útiles, no todas compatibles entre sí. Es que el concepto de ideología se compone de un entramado que hace difícil plasmar una teoría general. Aun más, esta polisemia del concepto es lo que enriquece su utilización, para dar cuenta de sus efectos en la relación del sujeto con sí mismo y con el mundo que lo rodea.

Si mencionamos algunas de las definiciones de ideología podemos señalar que se la define como:

1) El proceso de producción de significados, signos y valores de la vida cotidiana.

2) Conjunto de ideas de una clase social.

3) Ideas que legitiman un poder político dominante.

4) Ideas falsas que permiten o legitiman un poder político dominante.

5) Ilusión socialmente necesaria.

6) La forma en que los sujetos sociales dan sentido a su mundo.

7) Creencias orientadas a la acción.

Podríamos seguir con muchas otras definiciones. Lo que nos interesa señalar es que, en términos generales, desde Hegel y Marx hasta la actualidad algunos se han interesado por la noción de ideología como ilusión y mistificación. Es decir, por definir ideas de conocimiento como verdaderas o falsas, mientras que otro pensamiento, menos epistemológico que sociológico, se ha interesado más por las ideas dentro de la vida social que por su realidad o irrealidad.

Siguiendo a Terry Eagleton pensamos que ambas perspectivas tienen interés y se complementan. 2 En este sentido, este autor plantea que el término ideología hace referencia no sólo a un sistema de creencias sino a asuntos relativos al poder. Por ello la respuesta más general que alude al concepto de ideología tiene que ver con la legitimación del poder de un grupo o clase social dominante. 3 Ésta es la definición de ideología más ampliamente aceptada. Este proceso de legitimación tiene seis estrategias diferentes. Primera: un poder dominante se puede legitimar por sí mismo promocionando creencias y valores propios de su clase social. Segunda y tercera: naturalizando y universalizando estas creencias para hacerlas evidentes e inevitables. Cuarta: denigrando ideas que pueden oponerse. Quinta: excluyendo formas contrarias de pensamiento y, la última estrategia posible oscureciendo la realidad social de modo conveniente a sí misma.

De esta manera, en cualquier ideología estas seis estrategias se relacionan en forma compleja. Su resultado es la mistificación al suprimir y enmascarar los conflictos sociales.

III

En Freud no encontramos una referencia explícita al tema de la ideología. Pero los mecanismos que encontramos en la ideología son similares a los del sueño y la fantasía: proyección, desplazamiento, sublimación, condensación, represión, idealización, sustitución, racionalización y negación. En este sentido, desde el psicoanálisis podemos entender la ideología como una psicopatología de la vida cotidiana. Es decir, un sistema donde los sujetos se relacionan dando cuenta de una distorsión que se presenta como una absoluta normalidad. Es allí donde la visibilidad del poder se hace invisible, donde la ideología se presenta a través de los sistemas de creencias hegemónicas de una cultura.

Para Freud la cultura aparece cuando los seres humanos se organizan en comunidad. Allí la cultura se constituye en un espacio-soporte que permite sublimar las pulsiones sexuales transformándolas en ideales culturales y permite desplazar los efectos de la pulsión de muerte: la violencia destructiva y autodestructiva. Freud al entender la cultura como producto de la sublimación, compensación y resolución imaginaria, la hace sinónimo del concepto de ideología.

Un texto donde podemos encontrar esta perspectiva es su estudio sobre la religión en El porvenir de una ilusión. Allí la religión –concepto que hace extensivo a toda forma de ilusión- tiene por finalidad reconciliar al sujeto con la renuncia pulsional que le impone la cultura. De esta manera, podemos pensar que la ideología ofrece una resolución imaginaria a contradicciones reales, para que las personas no se rebelen contra una cultura que tanto le exige. Por ello la ideología se transforma en la ilusión de una realidad que no podemos soportar: nuestra condición pulsional. Este malestar es utilizado por el poder de las clases dominantes para someternos a través de lo que Pierre Bourdieu denomina una “violencia simbólica”. Ésta es la “forma de violencia amable e invisible que nunca se reconoce como tal, y no se sufre tanto como se elige, la violencia del crédito, de la confianza, de la obligación, de la lealtad personal, de los regalos…”. La misma en la actualidad tiene la forma de la utopía de la felicidad privada donde se construye un yo en oposición a un “nosotros”. Su resultado es la ruptura de los lazos sociales para vivir en comunidad, ya que la afirmación de uno implica la destrucción del otro. Es aquí donde el poder se interioriza en nuestra subjetividad como ley de la cultura dominante a través del superyó. Éste se transforma en la autoridad, pero ya no como un poder impuesto sino en el fundamento mismo de nuestra “conciencia moral”. Una vez inscripto este poder en nuestra subjetividad cualquier rebelión contra él corre el riesgo de transformarse en una autoagresión. De esta manera, emanciparnos de nosotros mismos es una tarea tan difícil como oponerse al modelo de dominio exterior. Esto lo sabe muy bien el poder del capitalismo mundializado y lo demuestra al otorgarle el año pasado el premio Nobel de economía al psicólogo Daniel Kahneman. Éste fue premiado por sus estudios durante tres décadas dedicadas a defender el capitalismo liberal en numerosos textos. En ellos fundamenta que las decisiones económicas son “motivadas por mecanismos psicológicos permeables a percepciones infundadas, terrores, prejuicios, ilusiones, etc.”.

Sin embargo, la apropiación de la ley no resuelve el problema de la cultura. Esta apropiación es siempre parcial y tiene la ambivalencia de una estructura edípica que nunca se disuelve por completo. Si deseamos la ley, también la odiamos. Pero como el superyó es cruel y sádico nos devuelve ese odio como culpa neurótica. En este sentido, la cultura se sostiene en un odio hacia nosotros mismos al exigirnos demandas que nos enferman y cuyo único consuelo por nuestro fracaso es vivir de acuerdo con ella.

La pregunta es por qué el sujeto no se rebela contra cualquier autoridad tan cruel como el superyó. No lo hace porque el superyó obtiene su fuerza de lo inconsciente. Es decir las mismas energías del inconsciente alimentan las exigencias del superyó.

IV

¿Qué ocurre cuando aparece una crisis de hegemonía de las clases dominantes?

¿Cuándo la cultura deja de ser un espacio-soporte de los efectos de lo negativo? 4

Responde Freud “Cabe esperar que estas clases relegadas envidien a los privilegiados sus prerrogativas y lo hagan todo para liberarse de su <plus> de privación…Donde esto no es posible, se consolidará cierto grado de permanente descontento dentro de esa cultura, que puede llevar a peligrosas rebeliones” y continúa: “Por eso no cabe esperar en ellos una interiorización de las prohibiciones culturales; por el contrario: no están dispuestos a reconocerlas, se afanan por destruir la cultura misma y eventualmente cancelar sus premisas.”

Es en esta crisis de hegemonía donde aparece la posibilidad de transformar las condiciones de dominación. Allí los hombres y mujeres se implican en una práctica de resistencia y lucha política, social y cultural, donde la ideología tiene la importancia de ir mostrando los obstáculos para liberarnos de creencias que nos someten. Es decir, el valor de permitir desarrollar la potencia –en el sentido de enfrentar la pasiones tristes (el odio, la melancolía, la depresión, etc.) con la fuerza de las pasiones alegres (el amor, la solidaridad, etc.)- de un yo en un nosotros para oponerse a la fragmentación social de la cultura dominante. De ahí la importancia de dar cuenta de las dimensiones inconscientes de la ideología, ya que nos permite entender la fuerza de la fantasía y lo imaginario, en la dimensión política. Política que también se juega en nuestra subjetividad como un espacio de contradicción y lucha, cuya consecuencia la podemos encontrar en la construcción de las identidades individuales y colectivas.

Para decirlo con palabras de Spinoza: “El cuerpo humano está compuesto de un gran número de individuos (de naturaleza diferente), de los cuales, cada uno está a su vez muy compuesto.” Por otro lado “el alma humana…no es simple sino que está formada de un gran número de ideas”. De este modo, Spinoza entiende que la sociedad es un todo compuesto de un gran número de cuerpos humanos que mantiene ciertos modos, relativamente constantes, de interrelación y de cohesión interna. 5 Esta idea de sujeto colectivo, como un conjunto de cuerpos interrelacionados, es lo que vamos a encontrar en los movimientos sociales y políticos que se oponen al poder de las clases dominantes. Allí, como plantea Terry Eagleton: “Si la teoría de la ideología tiene algún valor, es el de que contribuye a iluminar el proceso por el que puede llevarse a cabo en la práctica esta liberación respecto a creencias que versan sobre la muerte.”

* Este artículo esta basado en una exposición realizada en el Primer Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos organizado por la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo los días 14/17 de noviembre de 2002.

NOTAS

1 Con relación a la práctica del psicoanálisis podemos señalar que los modos de enfermar están sujetos a situaciones históricas y variables determinadas. Hoy, en la etiología de las “enfermedades mentales”, el factor de la represión de la sexualidad es tan importante como el accionar de la pulsión de muerte -como lo señaló Freud en su último período- que deviene en un aumento de pacientes límite, adicciones, suicidios, etc. Esta problemática nos llevó a un grupo de profesionales a realizar durante le año 1994 las primeras Jornadas sobre Nuevos dispositivos Psicoanalíticos. En ocasión de la realización de las segundas Jornadas, en noviembre de 1996, planteaba: “Todo lo que venimos afirmando nos lleva a preguntarnos no sólo acerca de las nuevas formas de atención, sino también acerca de la transmisión y formación de la práctica del psicoanálisis. Lo nuevo alude a dar cuenta de los cambios en una subjetividad atravesada por las manifestaciones de la actualidad de nuestra cultura… Lo nuevo implica incorporar los nuevos paradigmas que han surgido en la cultura contemporánea, donde quizá podemos hablar del final de una perspectiva determinista, lineal y homogénea… Lo nuevo refiere a entender las transformaciones que están ocurriendo en la sociedad y que han modificado esencialmente la práctica del psicoanálisis… En definitiva, lo nuevo es una vieja actitud que estuvo presente desde los orígenes del psicoanálisis: interrogar y cuestionar la teoría y la técnica no sólo escuchando las manifestaciones del inconsciente, sino también los procesos de transformación de la cultura.”

2 Eagleton, Terry Ideología, Una introducción. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997.

3 Es importante destacar que en el pensamiento de Marx no vamos a encontrar una teoría de la “conciencia de clase”, en el sentido de un sistema de ideas que exprese los objetivos de una clase social. Marx elaboró una teoría del carácter de clase de la conciencia. Es decir, que las ideas reflejan o reproducen los límites a la comunicación impuestos por la división de la sociedad en clases sociales, sectores de poder, regiones, naciones, etc. En este sentido sostiene que “los pensamientos de la clase dominante también son, en todas las épocas, los pensamientos dominantes; en otras palabras, que la potencia material dominante de la sociedad es también la potencia espiritual dominante. La clase que dispone de los medios de producción material cuenta, al mismo tiempo, con los medios de producción intelectual, de manera que, si juntamos una cosa con la otra, los pensamientos de aquellos a quienes se niegan los medios de producción intelectual están sometidos a la vez a esa clase dominante. Los pensamientos dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, son esas relaciones materiales captadas en forma de ideas y, por lo tanto, la expresión de las relaciones que hacen que una clase sea dominante; en otras palabras, las ideas de su dominación. Los individuos que constituyen la clase dominante poseen igualmente, entre otras cosas, una conciencia, y en consecuencia piensan.” Marx, Carlos; Engels, Federico, La ideología alemana. Ediciones pueblos Unidos, Uruguay, Montevideo, 1971.

4 Con el término “negativo” nos referimos a patologías en las que prevalece el vacío, la nada, un destino trágico del funcionamiento psíquico y el pasaje al acto. Por ello venimos planteando que el trabajo con la pulsión de muerte es el paradigma de la práctica analítica en la actualidad. Esto lleva al giro del trabajo con la pulsión sexual, a los efectos de la pulsión de muerte como violencia destructiva y autodestructiva. Carpintero, Enrique,“El giro del psicoanálisis” Topía en la clínica, año IV, N°5, marzo de 2001.

5 Spinoza, Baruch, Tratado político. Introducción, traducción, notas, index latinus translations y bibliografía Giannini, Humberto y Flisfisch, María Isabel. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1990.

 

Articulo publicado en
Abril / 2003

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