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El niño de la pobreza

 

Preliminares

 

  1. Al igual que la locura y también la muerte que la conlleva, la pobreza es un escándalo cultural; pervierte el orden del mundo, del ser y de las cosas. Pone a quien la piensa fuera de sí. Ya antes, el sufriente, el sujeto de la pobreza, dejó de ser en sí y en los otros: es ahora la pobreza.
  2. La niñez, como estadía de indefensión extrema del sujeto de la pobreza (un sujeto nacido ya en un escenario de desgracia y portavoz desgraciado de la herencia sin derecho a inventario de la pobreza), agudiza el conflicto, al punto que obliga a pensar el fin de la pobreza (tanto su finalidad como su destrucción) como una debida acción de crimen, en el lenguaje clásico del poder, y de simultánea resucitación.
  3. Pensar la pobreza, sin ser en ella, se potencia y acaso sólo se justifica como acto de la verdad (cuanto menos en una honesta intención), en tanto la naturaleza de la pobreza es un fenómeno agraviante, humilla la dignidad humana que atraviesa las civilizaciones. Hay aquí una aguda tensión, histórica y no resuelta, entre la libertad de quien piensa la pobreza frente a la agonía de quien está atado a ella. Situación que nos demanda una ética del límite: no profundizar con malicia, dolo, la herida abierta de la pobreza, que no tiene olvidos y apenas cicatriza a la buena de dios.

Es una herida que no existiría sin acción de los otros, en los distintos grados de eficacia y responsabilidad. Realidad de dolor permanente, más allá de las comunes prácticas de auto exculpación, proyección y otras patéticas formas de encubrimiento de la verdad, continuamente renovadas, en su lenguaje y en su fantasmática, aunque mantienen su núcleo  patógeno, la serpiente se desliza debajo de las aguas.

  1. El viento de la pobreza pasa por la vida como un absoluto, y no hay ventana ni sarcófago que se le resista. Lo que es, está, en su totalidad, espantoso y expuesto como el horror del mundo, tan desnudo que ya no se ve, tan naturalizado que ya no se refleja, confundido con sus iguales, como un grano de arena en el desierto. La pobreza nos provoca, nos excita. Es la muerte del otro que aún como sombra sin rostro roza nuestra piel, cuanto menos nos inquieta, desconcierta, y en mucho nos culpa, lastima, agobia, desespera, conmueve y también mueve a ser parte de la pobreza, sea en su capítulo de la destrucción  o bien en su reproducción, cualquiera sea su especie o el uso de las múltiples paradojas.
  2. Pensar la pobreza es un proceso que coloca al pensamiento en el centro de la acción, al rojo vivo, es un rito de sangre. De ahí nuestra necesidad de acompañar simultáneamente lo pensado, como materia de la razón, como sospecha en el camino de la certeza, con una poética de la realidad profunda, que la registre sensiblemente aún más allá de lo dicho. Poética para la pobreza donde la belleza no escamotee el dolor, ni se conforme con las apariencias. Poética y también teatralidad para que la pobreza sea desnudada en toda su monstruosidad, expuesta como la locura y la muerte en su orfandad originaria.
  3. Aproximación en proceso, espirales candentes hacia un cielo de nubes fugitivas, espasmos sin tamizar, un logo tétrico más que sublime si es preciso para pensar por fuera de los prejuicios, miedos y mea culpas usurarios el escándalo de la pobreza; esa marca definitoria de nuestra época, su paradigma insoportable, sabiendo que somos una parte necesaria de su existencia. ¿O acaso la peste fluiría en su totalidad y derrame sin nuestras notas, poéticas y comentarios, sin los salmos y sus expiaciones, también estéticas en sus alegorías y catarsis? Limpiezas del alma… sublimaciones, cuando las agonías desbordan esas almas como si fueran las lluvias del infierno en el verano… El desvelo acosa… Las contradicciones agudiza lo que aún no somos…

 

II         Comentarios

 

Así como sin viento no hay tormenta y del mar no viene la riqueza como espiritual despojamiento que supera el padecer de la pobreza, sino el naufragio para el pavor del remero que atado a su remo maldice y clama; así también la pobreza existe como muerte para la riqueza, que resulta ser en el espejo final  la sombra cruel de la pobreza acumulada: ola contra ola, espasmo en el espasmo, mortaja sobre mortaja.

Bien se sabe que la esencia del hacha es su filo; en el mismo sentido la pobreza demanda la orfandad, mientras la riqueza ahoga en un pozo de aguas servidas la ternura.

Antes de la riqueza la pobreza no existía como construcción humana; había una escasez propia de la arpía naturaleza, sin privilegios por fuera de la real necesidad, con un contenido amoroso, también equitativo, del más sacrificado. A la par esa misma necesidad estimulaba la creación, la puesta en función de la libertad como destino. En ese marco la razón no superaba todavía el terror ni la agonía de lo desconocido. Fue la cultura a caballo de la téchne quien desde la división del trabajo desató la primera y fundante batalla, y propagó las pestes: a los muertos ya no se les devoró el corazón, y los vencidos fueron esclavos de la pobreza a través de la riqueza.

La relación entre la pobreza y la riqueza (tal como se ha dado y nada augura una próxima tormenta que mueva el cielo) nos arrojó en el mal como criaturas abandonadas; morimos más que vivimos con los ojos abiertos en la noche del desamor. En nombre de las necesidades convertidas en fetiche de la muerte, donde la libertad se confunde perversamente con la imposición del valor de cambio de los bienes, los hombres naturales se disfrazaron de Dioses y los Dioses profanaron el bien primordial de nuestras almas.

No hay belleza, gloria ni honra, menos aún un vínculo de amor al prójimo en las cadenas que atan la pobreza y la riqueza. No logran caminar por separado, tampoco pueden pensarse sólo en sí por mucho tiempo ni en profundidad; apenas como accidente la realidad nos la muestra a una fuera de la otra; ya no se distingue la materia de su sombra, y ambas ocurren  simultáneamente ante nuestra llamada, muchas veces impune, con una liviandad consagrada en siglos y siglos de poder, que a unos consuela y beneficia, mientras a otros exaspera. De allí en más el camino se bifurca entre la rebeldía y la resignación.

La pobreza sólo como pobreza es silencio; la riqueza por la pura riqueza es un grito tan vasto que devasta y al fin se confunde con la muerte, magnificada en el cuerpo de la riqueza.  La cuestión que se plantea aquí es si de semejante muerte nacerá en algún instante la vida, si resta una legítima esperanza, o apenas se construye como mañana la peste del mañana, que es el horror de la vida que jamás podrá ser acto de vida ni de verdad en la pura conciencia.

 

III       Nota de contradicción

 

El niño de la pobreza: ¿lo que nace en la muerte, lo resucita en la vida la destrucción y el crimen…?

El cuerpo del dolor: ¿el registro del dolor tiene lugar en un cuerpo traspasado por el gozo, que se aferra a la vida aún por fuera de la conciencia, como si dicho acto constituyera el único pecado que se debe cometer…?

El alma del espanto: ¿hay un alma que busca con profundo anhelo a su cuerpo perdido en el abismo del espanto, que es inmenso pero no infinito…?

 

  1. (La contradicción viene al galope, porque la resucitación es sentida como materia más que deseada, siniestra; también hay temor y resignación, como formas primarias de amor.)

De pie en la contradicción. Aquí se disputa acerca de la salvación y resucitación del niño de la pobreza, fruto del dolor y ganada su alma por el espanto.

¿Qué hacemos? ¿Cortar los pies del salvado en la arena, para que no aparezcan en su desesperación las huellas del naufragio…?

¿O apenas hablar de la salvación, como un salir de la muerte que nos trae y lleva por el padecer, más allá de sí, por dentro como cenizas y por fuera en su cloaca…?

¿Se trata de la resucitación, cuando el niño de la pobreza integra su cuerpo, en la penumbra hosca del dolor, con el alma que le fue birlada y forzada a punta de humillaciones, abusos y sevicias…?

  1. (La contradicción sucede porque lo que estaba fuera de sí padece en lo más recóndito de nuestro espíritu…)

¿La salvación es que la sombra de nuestros cuerpos deje paso a la luz que en su desvarío nunca contesta, si cuando llegué a tí estabas inmensamente muerto…?

¿Resucitación como pasión de vida y no representación del muerto y yacente fuera de su cuerpo y de su alma en la oscuridad, sea antes o sea después del crimen…? ¿O ya ni siquiera lo oscuro en semejante vacío?

  1. (La contradicción ocurre porque lo justo no tiene definición, certeza ni medida…)

¿La destrucción fundante del horror de la pobreza, primero como crimen y después reproducida como parodia y grotesco hasta el confín de la criminalidad, no fue arrasando el alma y apestando el cuerpo tanto, que habrá otra vez necesidad justa de plantar, desde lo hondo en lo hondo, allí donde no llega la mancha original de la riqueza, la ternura y verdad de los iguales en lo distinto, para que crezca, aún como materia de sueño, algo de buena eternidad y sereno regocijo?4

  1. (La contradicción ocurre cuando el arte de la destrucción, en su perfección de vida, termina por emponzoñar y asfixiar todo espíritu de creación y belleza…)

El sujeto del mundo, sujetado, mortificado y alzado en el sacrificio, está vivo desde la conciencia naciente hasta pasar a la muerte en la no conciencia, devenida como secuencia postrera de la pobreza. Hubo un crimen aquí.

El niño de la pobreza, a su vez, diferenciado por la acumulación de las herencias mortíferas recibidas y socorridas en el tiempo y en el espacio de reproducción y contagio, ya nace necesariamente muerto por la pobreza; es sustancia en la peste, que todo lo muere, sea cosa del espíritu o de la materia. En tal naturaleza, obligada y maléfica, el bien queda para la riqueza que se lo auto adjudica, también como bondad y como belleza…5

El niño de la pobreza es concebido, madurado y puesto a luz como consecuencia de la maldad que en su necesidad le atribuye la riqueza. Haya o no haya aquí alegría de vida y placer en los cuerpos que lo gestaron.

La salvación y resucitación del niño de la pobreza pasa a ser un proceso de destrucción amorosa; a partir de una vuelta campana, el navío de la vida torna a ser polvo originario de la tierra en una espesa fosa marina. Hay un movimiento constante, imparable en su gota a gota, que responde a una misma urgencia y socorro. Las criaturas de la vida no se suicidan. Se las mata o son suicidadas.

Es una destrucción absoluta. Sin matices. Sin medio tonos ni intermedios. Aquí la peste no tiene nada que pueda ser reconstituido, reciclado. Ni siquiera hay espacio para el cambio. Todo debe surgir de un nuevo momento, desde un inédito paradigma.

No hay un viaje a un destino, incierto pero previsto; no hay un puerto, y acaso nunca estuvo el mar con su navío; no hay un ser para la salvación, ni salvador ni salvado; no hay un cuerpo de la pobreza muerto que sea resucitado. Sólo la vida resucita lo que estaba vivo y se lo tragó la muerte.

Más aún… la pobreza de los niños, la pobreza en toda su potencia, no deja que nada de la vida, ni siquiera lo vivido por fuera de la pobreza sea vida. No queda espacio más allá de la peste.

La belleza del sol que sube y baja de las aguas y de los horizontes, aquí se torna flores que apestan en la cabeza malcomida del ahogado.

 

Post scriptum: ¿También tú, belleza, mortificada por el desvarío? ¿No tener límites es tu fin, pobreza? ¿La monstruosidad que te refleja, pobreza, es el espejo de nuestra alma…?

 

IV       Sonatina

                       

Ahí está, como un sonido agrio, el niño de la pobreza…

¿Ese cuerpo, maldecido como movimiento?; ¿Cómo quietud? ¿O ya es nube, arenilla, rocío, la llama que duerme sin el soplo? ¿La lluvia que alivia lejos de mirar? ¿Esa lluvia sin pudor ni piedad? ¿Agua de la lejanía…?

¿Quién despierta? ¿Es una hoja o es un quejido humano lo que llega? ¿Quién llega del reino secreto de la luna con su cuerpo de sangre?

¿Quién hizo del niño de la pobreza un cuerpo sin nombre, una historia sin destino ni azar, nada más que lo dicho o escrito en la arena antes de la tormenta…?

¿Es un cuerpo o es su sombra?

Sean pálidos, morados que van al rojo, o grises amenazantes, todas esas nubes, esos cielos abiertos o profundos como fosas, a boca de jarro o entre tapujos, lo dicho será así: ese cuerpo viene de la muerte y devendrá en más muerte sin haber estado en la vida más que como sombra, arrojado de la vida; lo que pudo ser y no fue anterior a la conciencia del ser…; antes del murmullo pero después del silencio…

¿Es un ruido, es el sueño fugaz de la palabra que mueve los labios, o el rasgueo silente de una lágrima, el estado anterior al estallido que atraviesa de un lado al otro el cuerpo del niño de la pobreza…?

 

Post Scriptum

Sucedió como vacío en los intersticios del misterio; el amor más que la compasión fue la ajenidad; nunca existió un alumbramiento, ni siquiera como sospecha, una carta tirada al azar, la botella en el mar, las flores y los frutos al vaivén de las rompientes… Todo estaba escrito antes de nacer…

 

V         Exordio

           

(Sobre la deuda y la culpa)

La deuda y la culpa, igual que la usura, agotan al ser, corrompen el cuerpo, perviertan las ideas donde se nutre el espíritu para enfrentar el espanto…

Nacer en la pobreza hace de la vida una deuda y una culpa; perfectísima en su usura la una, perpetua en su angustia la otra… La deuda y la culpa acreditan la riqueza, ponen agua en sus raíces, le conceden legalidad e imperio…

Hay aquí un absoluto, una cartografía sin espacio, sin fronteras, ni siquiera esbozos de un mapa que haga de lo absoluto una medida humana. De allí en más todo es un viaje por el mismo mar. No se pida entonces al niño sufriente en la nave del espanto una nueva culpa, ya no podrá sentirla ni registrarla.

Llovido sobre mojado: en tanto la historia del dolor es puro dolor, no hay culpa ni hacia el otro ni más culpa para uno; no se pretendan castigo o placer, solo existen los hechos, aún el más atroz es uno entre los otros.

Hasta cuando mate, porque el niño sufriente de la pobreza como todo lo que está vivo entra en la muerte, y si vino de la pobreza ya está en la muerte, la muerte más que un fin será un incidente.

El bien y el mal ni siquiera serán el resultado de los actos. También la eficacia del crimen se vuelve una escena gratuita. La sensación es que todo flota, la liviandad es también un desgarro, no hay espacio ni tiempo. Ayer, es el terror; hoy, se viste de nunca; mañana, en el lenguaje cifrado por el despojo, se balbucea o se grita: ¡ya fue!

 

 

VI       Nota: una vuelta de tuerca

 

Se busca que el niño pague

                                                por el hombre al que mató…

                                                Quién pagará por el niño

                                                que matando ya murió…

 

1. Niño que mata… Agua que fluye y se escurre entre las manos… mientras llega la agonía y la piedad huye con pasos de gigante…

2. El niño sin alma… El desalmado y el desamor… El exasperado y la desesperación…

Su cuerpo es una casa vacía. El fuego está apagado. ¿O es peor aún, sucede que nunca fue prendido…?

3. El niño que muerde la mano del remordimiento… El viento que mueve y palpita, ¿ahora duerme al niño en brazos vacíos…?

Aquí la culpa existe como pasión que impulsa la razón…

¿ O más que pasión hay un sentir impuesto, oscuro y obsceno…?

4. Fuera del amor que se nombra y desaparece como una mancha de sangre entre las manos, sobre las sábanas y hacia las nubes… Ese ser que carece de palabras, apenas la boca que se forma y se deforma, que despierta lo que dormía y se mueve en lo que yacía… Ese cuerpo para el momento en que la muerte puede más que la vida…

5. Todo es negrura en la quietud y nadie clama. ¿No hay clamor para los sufrientes entre los sufrientes? ¿Nadie clama por el que habla como silencio, como ausencia que jamás llega, como hielo que nunca volverá a ser agua…? ¡Donde está la lengua y el cuchillo!

6. Todavía no es el tiempo de apostrofar a los Dioses…

La violencia es hoy y aquí un soplo en los labios, un vacío en los pulmones…

¿Perdurará la justica como ley sin pasiones?

¿Surgirá la justicia en la conducta que mueve las conductas al conmoverlas…?

¿Una sensibilidad en la punta de la lengua que primero se opaca y después se escapa…?

¿La primera piedra la tiró el miedo…? ¿Y detrás del miedo, quién abrió las puertas…?

¿Nuestras almas que todo lo podían, cuándo sucumbieron…? ¿Cuándo nuestra gloria se desvaneció entre los ronquidos de la agonía, bajo la ciénaga de la naturalización…?

7. El niño de la pobreza ya está muerto, sólo espera una palada de tierra…

La resignación, ¿siempre?

¿Alguien besará esos labios fríos…?

                       

VII      Poéticas

 

1.         También la muerte en su esencia como sueño,

que vuela sobre la bóveda de nuestro lecho…

Y después los hechos que la ponen de pie

para que ande igual que una sombra

a la hora de los cuervos en los ojos de la pobreza… (ah, boca

de criatura que nace enmudecida)

Jamás dejará de ser la muerte de las muertes

una cuestión de persistencia musical

Así en los cielos como en la tierra…

 

  1. Tu cuerpo de la pobreza desde el principio

estuvo allí, lejano y ajeno como las

piedras y las nubes… Cuando abriste

los ojos ya eras un niño muerto con los

ojos cerrados…

Y así mirabas sin odio

ni piedad, oscuro muy oscuro…

 

  1. ¿Quemaremos tu cuerpo en nuestra hoguera

Para ser redimidos en quien se destruye…?

 

  1. El peor de los suplicios

en los confines más crueles de la pobreza

es el niño que nacido para la vida

mata…

Mata porque ya está muerto

en su primer grito

Y en la muerte del otro

igual no renace…

Ni escapa del destino

oscuro de los Dioses vengativos…

 

  1. La víctima seguirá siendo

un sueño llorado…

Y el niño victimario

llevará al sueño y a la muerte sobre su alma

todas las noches de lunas bajas

Y también sus días…

Hasta convertirse en el ángel del espanto.

 

Vicente Zito Lema

Poeta, dramaturgo y periodista

remarcar [at] yahoo.com

 
Articulo publicado en
Agosto / 2011

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