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Obstáculos

 

“El obstáculo estuvo desde el inicio hasta el final,y sobre todo en el final ¨

Haitham, llego a la Argentina hace 4 años, como consecuencia de los inconvenientes que tuvo al intentar llevar a cabo su propósito: escapar de la guerra de Iraq, y reencontrase con su familia, la cual se encuentra en los Estados Unidos. Durante estos años, estuvo preso, preso e internado, luego vivió en una pensión, y finalmente internado en el hospital Borda.

El obstáculo es que Haitham no habla castellano

(Cuando supe que Haitham no hablaba castellano, me pregunté cómo podía llegar a trabajar con una persona que iba a tratar de transmitirme su malestar en un idioma que yo desconocía. Con el correr de los encuentros, y mediante el uso de las pocas palabras en  español que Haitham conocía, fuimos produciendo diálogos que no tenían ningún sentido; él sólo puede pronunciar algunas palabras aisladas, pero no tiene el manejo de las personas gramaticales ni de los tiempos verbales. Con lo cual, no íbamos a entendernos por más que intentara hablarle más despacio, o casi gritando, o en modo tarzanés. Recursos éstos que utilicé hasta el cansancio y que sólo podían sostener la ilusión de que nos comprendíamos.)

Cuando estudiaba en la facultad, ya casi finalizando la carrera, decidí cursar como materia optativa Psicofarmacología, elección que estaba sostenida por el siguiente pensamiento: ¨…el trabajo interdisciplinario hace insoslayable el dominio de elementos de psicofarmacología básica y aplicada¨[1]. Pensamiento que me duró el tiempo suficiente como para cursar en el inicio de la residencia Psicofarmacología para psicólogos. Lo sorpresivo de estas elecciones fue que, en lugar de ir generando un acercamiento a la Psiquiatría (sin reducirla a la farmacología), fui consiguiendo argumentos para separarme. No había forma, mi sistema ideal de ideas entraba constantemente en contradicción con el “otro“ que reducía, simplificaba, desubjetivizaba, universalizaba. A pesar de esto, aún seguía y sigo creyendo en la posibilidad del trabajo interdisciplinario.

Empecé entonces a tratar de pensar qué lo impedía…

El clásico argumento “en la facultad no aprendí nada de la otra disciplina”, se me volvió insostenible. Las materias que había cursado habían transformado esa nada en algo que era peor que nada. ¿Debería de haber más materias? De ser así, ¿cuál sería el número ideal de materias a cursar de la otra disciplina? Digamos, al azar, que lo encontramos y es 5. ¿Qué hacemos con las otras especialidades? No es tan difícil: si psiquiatría tiene 5, trabajo social podría tener 4, terapia ocupacional 3, musicoterapia 2, filosofía, antropología, historia, sociología, ética, y así…

Esta solución además de ser fácticamente imposible, ya que haría eternas las carreras universitarias, es prácticamente inútil si su objetivo es el propiciar el trabajo interdisciplinario. Podría incluso arriesgar que agregar materias en la facultad a modo de cursos intensivos que brindan herramientas de trabajo, no sólo sirve para generar la incomprensión de lo que se pretende transmitir sino que además contribuye a fortalecer la oposición entre las especialidades.

Como ejemplo, podríamos retomar la ya nombrada Psicofarmacología para psicólogos, que implica una simplificación, reducción, trivialización de un conocimiento con el fin de hacerlo accesible a un determinado interlocutor, es decir, ¨Psicofarmacología para tarados¨. Cuando este conocimiento, ya deformado, llega a los psicólogos se genera una inversión de términos: el receptor se corre del lugar de tarado para concluir que lo único que escuchó fueron “Taradeces para psicólogos”.

¿No es este mismo funcionamiento el que se pone en juego en los cursos centralizados de la residencia? Muchos médicos, psicoanalistas y algunos psicólogos reunidos en un mismo lugar escuchando alternadamente clases de las distintas especialidades. Los invitados usan diferentes recursos para abordar un auditorio heterogéneo: algunos intentan ser simpáticos y empáticos, otros niegan a quien le están hablando, algunos piensan sus clases con la ilusión del para todos…

Los recursos poco efectivos del Hospital para apuntar a la interdisciplina ¿no generan también más distancia y sensación de impotencia? Por ejemplo, el gran cartel que hay en la entrada que nos invita a un “Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial”; la organización del servicio Emergencias I que implica que el tratamiento con cada sujeto es pensado por dos psicólogos y un médico. Claro está que ni el cartel ni la agrupación de profesionales posibilitan la interdisciplina.

Si estos pensamientos tienen algún punto de verdad, dada esta imposición del trabajo interdisciplinario ¿no estarían tanto la universidad, como la residencia y el modo de funcionamiento del hospital al servicio, no sólo de mantener las disciplinas como compartimentos estancos y completos, sino también de posibilitar la imposibilidad de un encuentro (que se temería transformador) bajo el slogan que aboga por un trabajo interdisciplinario?

El obstáculo es que Haitham no habla castellano y yo no hablo árabe

(La posibilidad de trabajar con Haitham se me hacía cada vez más complicada. Me invadían sentimientos de impotencia, bronca, tristeza, injusticia. Sentía y creía que algo se debía poder hacer, pero pensaba y nada se me ocurría, siempre se me interponía el problema insalvable de la diferencia idiomática)

Podría decirse que esta imposición a la interdisciplina, sólo genera o la acentuación de la diferencia en el reforzamiento de lo propio y el rechazo por lo otro, o a la simple tolerancia de lo diferente, la cual podría resumirse en un convivir sin relacionarse, un mero estar juntos, que tampoco creo modifique el estado de las cosas. Galende plantea que  ¨…la meta de la interdisciplina no ha llegado más lejos de una cierta laxitud intelectual, una tolerancia de las concepciones ajenas, que siempre raya con la

indiferencia…¨[2]

Con respecto a la acentuación de la diferencia, es interesante poder recordar las ideas de Benedetto Saraceno quien plantea que, en los procesos de constitución de una identidad, “los sujetos que en un principio habían reconocido en sí la existencia de una identidad (una, pero no la exclusiva) asumen esta identidad como la única y se vuelven integralistas. El integralismo es una forma de institución total¨[3].

Así, la posibilidad de encuentro con el otro se ve dificultada, no sólo por la reducción y simplificación que se supone necesaria para posibilitarlo, sino también por la amenaza que representa la intrusión de la otra disciplina en nuestro endeble edificio de saber. Es decir, no sólo nos damos cuenta (con suerte) que la fantasía de que egresaremos de la facultad con un saber teórico que nos permita hacer, es justamente solo una fantasía, sino que también nos enfrentamos con otro saber que, además de resultarnos muchas veces trivial e incomprensible, cuestiona constantemente lo mucho que creemos saber.

En este punto creo importante poder retomar la idea de Freud al respecto del narcisismo de las pequeñas diferencias: “Siempre es posible ligar en el amor a una multitud mayor de seres humanos, con tal que otros queden fuera para manifestarles la agresión”[4]. Podría decirse que la disciplina amenazada comienza a encerrarse sobre sí misma rechazando todo discurso que se presente como diferente, llegando a una sensación de completud que se disfraza de incompletud. En ese aislamiento protector se van coartando cada vez más las posibilidades de que las disciplinas puedan interrogarse, porque o no hay nada que las cuestione o se cuestionan para responderse a sí mismas con sus propias herramientas.

Considero que cuando uno utiliza sus propias herramientas pueden darse dos posibilidades, que ante ese obstáculo que se nos presenta (que, supongamos, alude a las contradicciones de la teoría y la práctica) esas herramientas nos resuelvan el obstáculo volviéndonos a poner en el camino de la claridad y el orden de la teoría ya escrita. O, la posibilidad que platearé más adelante que nos permitiría tomar esa contradicción, no para volver a encerrarla en el marco teórico, si no para que posibilite que éste avance.

Tomo para graficar un ejemplo que me es más familiar. Cuando los analistas se enfrentan con un obstáculo, aparecen para “subsanarlo” o para ayudar a pensarlo, más analistas, ya sean supervisores, el analista propio, textos escritos también por psicoanalistas. Lo que me interesa resaltar en este punto es que el resultado de estos encuentros puede o bien ser enriquecedor, o estar al servicio de defender una disciplina amenazada, que sólo se sostiene a sí misma al anular la posibilidad de una comprensión transformadora.

El obstáculo es que Haitham habla árabe y yo hablo castellano

(Se planteaba desde el servicio y se ofrecía desde la enorme cantidad de instituciones que intervienen en el tratamiento de Haitham, que el trabajo fuera mediado por un traductor. La idea me entusiasmaba, tal vez era la posibilidad que necesitábamos para entendernos. En las entrevistas que pudimos realizar, nos enteramos de algunos datos importantes: el traductor era también alguien por quien Haitham sentía confianza y cariño, pudimos diferenciar los dolores físicos de las manifestaciones alucinatorias. El resto sólo fueron datos de su historia con los cuales no podíamos trabajar y quedaban sólo como información interesante que contar en el pase de sala)

Si la imposición nos lleva al rechazo o a la tolerancia y no al pensar interdisciplinario ¿no podríamos ubicar a la interdisciplina como algo a construir? Si esto es posible, ¿cómo podría darse esa construcción?

En primer lugar me parece importante en este punto recurrir a las ideas de Edgar Morin. Para este autor la complejidad “…integra en sí misma todo aquello que pone orden, claridad, distinción, precisión en el conocimiento”[5]. Entiendo esto como un rescate al valor de las disciplinas. Creo necesaria la construcción de saberes disciplinarios que no se consideren verdades absolutas, sino que contemplen sus incongruencias e incertidumbres.

Aquí podría pensarse nuevamente si las condiciones en las que nos encontramos quienes acabamos de salir de la universidad, nos permiten acceder a la posibilidad de reconocer tanto los límites como las incongruencias e incertidumbres de nuestro marco teórico. No se trata aquí de rechazar o tolerar al otro, sino de no rechazar lo que se plantea como desorden en la propia disciplina. Es en este punto en donde creo y justifico la existencia de los espacios médicos y psicológicos. Espacios éstos necesarios, pero no únicos. Considero que estos encuentros entre sujetos de la misma disciplina, permiten el avance y crecimiento de las mismas. Aquí también es interesante el planteo de Galende en relación a la comprensión transformadora la cual posibilita, desde una actitud de comprensión, poner entre paréntesis los entendimientos previos. Así el comprender sería “… la virtud de quien interrogando sus propias creencias o certezas, descubre un nuevo sentido sobre lo hasta allí pensado y acepta las consecuencias de modificar, transformar, su relación, su posición subjetiva, con el saber de su propia disciplina”[6].

Retomo así la idea planteada anteriormente sobre las posibilidades que surgen cuando una disciplina se vale de sus propias herramientas ante los obstáculos. Decía que una de ellas, sólo mantenía las cosas en calma y claridad. La otra, la que creo es posible de rescatar como beneficiosa, es la que posibilita el uso de las propias herramientas para producir el avance de cada disciplina.

Entonces, creo que si bien es necesaria la construcción de una identidad disciplinaria, no hay que perder de vista que lo que  Saraceno plantea en relación a las identidades “…la fuerza de una identidad es inversamente proporcional a la fuerza y libertad del sujeto que está forzado y prisionero de ella”[7].

Ahora bien, ese avanzar del saber de las especialidades se encuentra siempre con un punto irreductible, punto en el cual puede pensarse se necesita de otros para volverlo reductible. Se crea así la ilusión de que la relación con los otros está basada en que si ellos nos prestan su saber, nosotros tapamos nuestro agujero, y viceversa. El problema aquí, es justamente que tapamos el agujero y así entramos en el campo de la multidisciplina. Si sumamos lo de uno y lo del otro nos complementamos y logramos la completud. Hablo de sumar, porque no creo que se trate de una relación y mucho menos de un entendimiento.

Tendríamos aquí nuevamente los mismos obstáculos: ¿se trata simplemente de tolerar al otro?, ¿se trata de recurrir a la otra disciplina, al modo de una interconsulta?, ¿se trata solo de no rechazarlo?  Creo que como ya planteé anteriormente estos interrogantes deberían contestarse con un “no”. Me volveré a apoyar en Morin para sustentar esta respuesta: “… el pensamiento complejo integra lo más posible los modos simplificadores del pensar, pero rechaza las consecuencias, mutilantes, reduccionistas, unidimensionalizantes y finalmente cegadoras…”

El obstáculo (no) es que Haitham habla árabe y yo hablo castellano

(Haitham ha esperado muchas veces que su amigo (el traductor), lo visite en el servicio, pero durante un tiempo estos encuentros no se pudieron concretar. Un día de esos en los que Haitham esperaba, me acerque a él para decirle que nuevamente su amigo no iba a poder venir a visitarlo. Ante esto, Haitham respondió con angustia y llanto. En esa situación (que no tenía ni la menor idea de cómo manejar), se me ocurrió preguntarle si quería hablar por teléfono con el traductor. Ésa fue la primera vez que lo escuché hablar su lengua, la sensación que me produjo es irreproducible. Comencé entonces a intentar facilitarle por diferentes medios la posibilidad de expresarse en su idioma, lo cual nos mantiene por ahora, y ojalá, sólo por ahora, un poco más tranquilos.)

Para poder pensar en la posibilidad de que una disciplina se relacione con otra, es necesario que ese agujero mantenga su propiedad de irreductible. Morin plantea que la complejidad es ¨…el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares…¨[8]. Para que este tejido pueda formarse es indispensable acceder al dialogo, que sólo es posible si ambas disciplinas se reconocen como incompletas, y se alejan de la ilusión de complementariedad. Ahora bien, si se trata de un tejido que se constituye a partir del dialogo y el intercambio. ¿No nos llevaría esto a una especie de síntesis, que aunque se plantee también como incompleta y requiera de nuevos diálogos, nos conduciría a alejarnos de nuestro saber teórico?, ¿Estamos dispuestos a poner en juego nuestro saber? Creo que estas son las preguntas que por el momento son contestadas con un ¨no¨, y aquellas antes plateadas, (¿se trata simplemente de tolerar al otro?, ¿se trata de recurrir a la otra disciplina, al modo de una interconsulta?, ¿se trata sólo de no rechazar lo diferente?), son las que considero tienen hoy, por lo menos para mi un ¨sí¨ como respuesta. Y aquí (como tampoco tengo idea de como manejar esta situación), retomo la pregunta inicial, ¿no estarían tanto la universidad, como la residencia y el modo de funcionamiento del hospital, al servicio, no sólo de mantener las disciplinas como compartimentos estancos y completos, sino también de posibilitar la imposibilidad de un encuentro (que se temería transformador) bajo el slogan que aboga por un trabajo interdisciplinario?. Creo que esta pregunta se contesta también con un ¨si¨,  lo cual nos mantiene por ahora, y ojalá, sólo por ahora, en el plano de la multidisciplina. 

 

Bibliografía

 

Freud, Sigmund. ¨El malestar en la cultura¨. En Obras Completas. Amorrortu editores, T XXI.

Galende, Emiliano. ¨Psicofármacos y salud mental: la ilusión de no ser¨. Buenos Aires, Lugar Editorial, 2008

Morin, Edgar.¨ Introducción al pensamiento complejo¨. Gedisa editorial

Saraceno, Benedeto: ¨La ciudadanía como forma de tolerancia¨ Revista de la Fundación CCSM Congres catalan de Salud Mental Nro. 1 2002

 

[1] Programa de la materia Psicofarmacologia, catedra Herlyn

[2] Galende, Emiliano. “Psicofármacos y salud mental: la ilusión de no ser”. Buenos Aires, Lugar Editorial, 2008, p 127

[3] Saraceno, Benedeto: “La ciudadanía como forma de tolerancia”, Revista de la Fundación CCSM Congres catalan de Salud Mental Nro. 1 2002, p 7

[4] Freud, Sigmund. ¨El malestar en la cultura¨. En Obras Completas. Amorrortu editores, t XXI, p, 111

[5] Morin, Edgar. “Introducción al pensamiento complejo”. Gedisa editorial, p 22

[6] Galende, Emiliano., op.cit, p 109

[7] Saraceno, Benedeto., op.cit, p 10

[8] Morin, Edgar.,op.cit, p 32

 

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2013

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