El aniversario de los 25 años de la 1° Marcha del Orgullo en Buenos Aires (Junio de 1992), me motivó a escribir unas líneas sobre nuestro grupo I.S.I.S. (Investigación en Sexualidad e Interacción Social) y lo que significó esa experiencia.
Nos conformamos como un grupo de estudio y reflexión en diciembre de 1991 / enero de 1992 en el ámbito de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina). Por diferencias con la comisión directiva de aquel entonces respecto del material que se estudiaría e investigaría y la modalidad de funcionamiento del grupo, decidimos abandonar la institución en marzo de ese mismo año y conformarnos como grupo independiente.
Nuestro objetivo era investigar la sexualidad desde diferentes campos y disciplinas. La discriminación y los prejuicios en el área familiar, laboral, institucional y político. Pero no todo eran libros, una idea primordial que nos unía era lograr el crecimiento y fortalecimiento de sus integrantes. Asimismo organizábamos actividades sociales, ya que considerábamos que esto era fundamental para el cumplimiento de este objetivo.
En un contexto donde había una desacreditación de los “libros” por sobre las marchas y la militancia política, consideramos y sostuvimos que lo que catalizaría el cambio social sería la sumatoria y no la disyunción. La disyuntiva no era Marchas “o” Libros. Sino Investigación “y” Reflexión “y” Marchas “y” Protestas “y” Acciones, etc. Por eso participamos de la convocatoria de las marchas del orgullo, pero también investigábamos acerca de las teorías que patologizaban las diversidades sexuales. Leíamos, comentábamos y discutíamos textos y acciones. Y dos aspectos que no fueron menores, la reflexión acerca de nuestras experiencias y como mencioné antes, la socialización; que nos permitió fortalecernos y empoderarnos a quienes íbamos saliendo progresivamente de los diversos placares.
Una de las primeras acciones hacia el afuera se produjo como consecuencia de que un compañero que había sido enlistado para el servicio militar obligatorio, declaró su homosexualidad y fue separado del resto de los conscriptos en un calabozo. Realizamos diferentes acciones que consistieron en una campaña de llamados telefónicos y telegramas colacionados exigiendo al Ejército su liberación. Objetivo que fue logrado. Los militares se pusieron “nerviosos” e indagaban a nuestro compañero acerca de quiénes éramos las personas que llamábamos al cuartel preguntando por él y que no éramos sus familiares. Ese logro nos fortaleció como grupo, ya que fue conseguido sin siquiera tener una personería jurídica.
En cuanto a la primera marcha del orgullo, una cuestión que nos atravesaba a algun*s era el temor al amarillismo de los medios y salir en primera plana en el noticiero de la noche con las consiguientes consecuencias a nivel laboral y/o familiar. Recordemos el contexto: existía una ley antidiscriminatoria, pero que no incluía ni orientación sexual, ni identidad de género como motivos de discriminación; ni una ley de unión civil, ni mucho menos de matrimonio igualitario. En 1991 la Inspección General de Justicia le había denegado la personería jurídica a la CHA, confirmada por la Corte Suprema de Justicia menemista con el voto en disidencia de sólo dos jueces: Fayt y Petracchi.
Fue así que algunos salimos a cara descubierta y otr*s utilizamos máscaras de los distintos personajes de los Simpsons. Estas máscaras eran una denuncia, daban cuenta del riesgo que implicaba mostrar con orgullo la propia identidad. Se podía perder el puesto de trabajo o ser blanco de burlas y/o discriminación. Veinticinco años después han cambiado muchas cosas: hemos conseguido las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género. Y el año pasado por iniciativa del legislador Maximiliano Ferraro, la legislatura de la CABA nos dio un reconocimiento a algun*s de nosotr*s por haber formado parte de I.S.I.S, una de las organizaciones convocantes de esa primera marcha. Pero aun en la actualidad seguimos percibiendo discriminación y prejuicios en virtud de la orientación sexual, la expresión y la identidad de género. En algunos países obscenamente violenta, llegando al asesinato, la violencia física y hasta la existencia de campos de concentración. En la Argentina, a pesar de los avances logrados, aun hoy la mayor parte de los reportes de bullying -acoso, burlas, exclusión, violencia- se dirigen a niñ*s y jóvenes que son percibid*s como diferentes de las normas sexuales y de género hegemónicas. Por esa razón en 2017 debemos seguir reclamando y exigiendo de diversas formas y desde los diferentes sectores que se establezcan políticas concretas desde el Estado para concientizar y transmitir prácticas no discriminatorias.