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Un cínico ejemplar

 

Eso que llaman modernidad podría fácilmente definirse como el sistema significante de moda, en el sentido estadístico del término, por supuesto. Esos significantes que se repiten, mejor, se retransmiten, a diario, son lo que define nuestra época, han definido épocas en sus variaciones diacrónicas, pues esa es su función. Y a cada relevo de sistemas significantes, a cada entrada de un nuevo conjunto organizado, digamos, a cada entrada de un nuevo discurso, corresponden ciertos efectos sobre lo que llamamos sujeto. Ciertas variaciones sobre lo que podemos consentir en llamar subjetividad. Nacen así las subjetividades de la época.

Es indudable que en nuestra época asistimos al desborde del cinismo, pero no de ese cinismo que algunos osados practicaban en la antigua Grecia, sino otro, uno nuevo, quizás producto del discurso posmoderno. Tratemos de distinguir primero estos dos cinismos.

A Diógenes de Sínope el oráculo le dijo que tenía que cambiar el valor de la moneda si quería ser famoso. Bueno, llegó a ser famoso, así que evidentemente entendió lo que el oráculo le transmitía, siendo por vía de la falsificación del dinero como tal o por esa otra vía, mas sutil pero siempre presente, en la que la moneda equivale a aquello que tiene valor en un contexto, aquello que rige los intercambios de valor. La moneda es el significante, y no cualquiera, sino aquel en el que los demás significantes se enganchan, un S1, significante amo. Llevado esto a los cuaternarios de los discursos que propone Lacan en su seminario de 1969-1970 daría para hablar largo. Por ahora nos conformaremos con decir que este “cambiar el valor de la moneda” se puede entender como subvertir el discurso del amo. Mejor, no reconocer los semblantes en los cuales está enmarcado dicho discurso, como un acto de voluntad, como una elección, como una practica y yendo aún mas allá, como una ética. Diógenes no aceptaba los mandatos del Otro, pero esto distaba mucho de no reconocer a este Otro que se escogía no acatar. Despreciar los Semblantes no implica no reconocer su circulación Hay que decir que Diógenes no era un incrédulo.

Por otro lado y para establecer un contrapunto tenemos el ejemplo de lo que a mi juicio puede llamarse un cínico moderno, es el caso de Francis Fukuyama, un experto en ciencias políticas, profesor de algunas prestigiosas universidades en los Estados Unidos y por supuesto una figura mediática. Fukuyama fue uno de los 40 firmantes de un documento que puso en marcha el andamiaje ideológico que culminó en la invasión de los Estados Unidos de Norteamérica a Afganistán hace unos años, en supuesta respuesta a los atentados de lo que circula como el 9/11. Hasta mediados del año 2008, que es el momento en el que quiero centrarme, Fukuyama perteneció e impulsó el movimiento de los Neocons, que muy aparte de tener un nombre Cyberpunk solo quiere decir Nuevo Conservatismo, la nueva derecha Estadounidense.

Presentaré algunos recortes de una entrevista* realizada a Fukuyama en mayo del 2008 en un programa de televisión australiano que trata de temas políticos que nos permitirán ubicar la posición de lo que considero un cínico moderno. La traducción de estos comentarios corre por mi propia cuenta.

El entrevistador menciona aquella carta que comentábamos mas arriba y cita una parte de la misma: "Incluso sin pruebas que conecten a Irak con los atentados del 11/9 es necesario un cambio de régimen", acto seguido pregunta a Fukuyama si se siente moralmente responsable por los ataques que suscitó la misma. A lo cual este responde que él no pensaba que en realidad el estado Americano podría llevar a cabo el plan de implantar una democracia en Afganistán efectivamente. Que el presidente, digamos, se dejó llevar. La división entre palabra y acto es patente en este ejemplo, es lo que Diógenes denunciaría como Hipocresía, una “característica” que no estaba presente en los cínicos de la antigüedad. El cínico moderno toma distancia de su acto, hay una división radical entre la palabra y el acto.

Más adelante, cuando es interpelado por su interlocutor acerca de la necesidad de apelar a una comunidad internacional para la toma de una decisión del calibre de una invasión a otro país y luego de ser citado en uno de sus artículos escrito para el aniversario del 9/11 en donde escribió: "No hay tal cosa como una comunidad internacional, cada país debe cuidar de si mismo cuando se trata de cuestiones de seguridad". Fukuyama responde: "Lo que yo dije es que si los Estados Unidos no pueden obtener mas apoyo para ir a la guerra deberían pensarlo dos veces". A mi parecer, en esa primera frase puede localizarse una característica clave para ubicar al cínico moderno, su posición frente al Otro. El Otro como referente de la ley no existe, no es tal como garante de la ley o lugar de la verdad. Aquí podemos ubicar a su vez la distancia que hay entre el cínico moderno y el perverso. Para el perverso la existencia del Otro es una verdad inconmovible, como cruzado del Otro el perverso no alberga duda acerca del Otro, aunque esa certeza solo sea para hacerlo gozar. El cínico antiguo precisamente cuestiona a ese Otro, el Otro le es necesario para poder ponerlo en cuestión. Mientras que el cínico moderno parece ser aquel que leyendo de manera particular a Miller y Laurent, hace de las suyas en el mundo del “Otro que no existe”.

El cínico de la antigüedad solía ser un crítico, un opositor a una forma de vida que consideraba vacía, de allí su rechazo a los semblantes, su marca era la autodisciplina y como al mismo Diógenes, el único gobierno que le interesaba era el gobierno sobre si mismo. El de la actualidad se esconde tras los semblantes, los usa y desecha a voluntad, sin creencia ni amo, no es el amo de si mismo, no hay amos, solo obstáculos o peldaños para llegar a lo que quiere, que quizás está lejos de lo que desea. Lejos está esto del cinismo que puede practicar un analista, ese que por la via del chiste incluso burlón puede apuntar a otra cosa. El que sabiendo hacer usa el equivoco significante para producir algo del orden del develamiento de la verdad. Nada que ver con esto, el cínico moderno solo busca su “felicidad” esa que es posible dada la forclusión de la castración que es nuestro Zeitgeist. Del cínico antiguo al cínico actual, de Diógenes a Fukuyama, lo que se hace evidente es una clara postura frente a la responsabilidad subjetiva, de la extrema responsabilidad a la completa irresponsabilidad. El cínico moderno no dista de un canalla. Si en el mundo de hoy anything is possible, ¿por que no ser feliz?

* La entrevista mencionada salió al aire el 28 de mayo de 2008 en el programa australiano Lateline, de la cadena ABC1, conducido por Leigh Sales. En la misma, Fukuyama comenta el por qué de su voto de apoyo a Barack Obama para las elecciones por venir. Esta entrevista circula libremente por la Internet.

BIBLIOGRAFIA

- Lacan, J. (1981). El Seminario, libro 6. El deseo y su interpretación. Traducción de la EFBA.
- Lacan, J. (2007). El Seminario, libro 7. La ética del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires.
- Onfray, M. (2002). Cinismos. Paidós. Buenos Aires.
- Sloterdijk, P. (1989). Critica de la razón cínica. Taurus. Madrid.
 

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Articulo publicado en
Enero / 2010

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