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Volver a Pichon Rivière

 
Memorias para el futuro 10

Publicado en Clepios, una revista para residentes de Salud Mental , Nº22, diciembre 2000.

 

Una y otra vez lo mismo. Cada vez que concurro a Congresos, Jornadas y otras actividades supuestamente científicas la misma escena. Los horarios se estiran. Las ponencias no tienen límite alguno. Los monólogos abundan. No queda tiempo para las preguntas y finalmente hay poco intercambio. A lo sumo hay ciertas alabanzas y agradecimientos del caso. Como los horarios van bien apretados los de la mesa siguiente ganan el espacio a veces por desalojo a los empujones. Pero nada nuevo traen. Otra vez se repite la misma situación.

Esto me recuerda situaciones cuando era residente. El típico caso del Ateneo Clínico. Empieza tarde. El ambiente está tenso. Hay pocas preguntas y menos discusión. De vez en cuando algún cruce que termina en una explosión. Se argumenta que no se puede discutir porque se piensa diferente (¿quién puede polemizar con alguien que piense igual?).

Estas dos actividades tienen algunas diferencias.

En la primera situación hay un coordinador de la actividad explícito. Juro que figura en el programa. Haciendo un breve análisis de quiénes son “los figurones” llego a la conclusión que el cargo otorgado es más honorífico que operativo. Merece estar allí, pero no hace nada de lo que implica coordinar. Deja que los participantes hagan y deshagan en el mejor de los casos. En los peores, se apropia del micrófono y toma la actividad por asalto, dejando a público y oradores atados de pies y manos.

En la segunda, la del Ateneo , no hay coordinador explícito. Implícitamente los jefes de residentes son quienes debieran garantizar la actividad. Pero la mayoría de las veces no se reconocen como coordinadores del Ateneo. Así el grupo queda librado a su propia dinámica, que es como dejar un barco a la deriva. Se puede llegar a muchos lugares, aunque no siempre sean los deseados.

¿Cuáles son las similitudes? El punto central. A grandes rasgos podemos decir que toda actividad grupal tiene un coordinador cuya función es garantizar que se cumpla con la tarea prevista. En las dos actividades mencionadas el lugar de la coordinación queda vacante por diferentes motivos. Y la tarea prevista, desde los horarios estipulados hasta la producción de inteligencia, en manos del azar de la dinámica grupal.

La desaparición de lo grupal del campo de la salud mental se produjo en la última dictadura donde se prohibió concretamente todo el trabajo con grupos por la sospecha de que todo grupo era “subversivo”. La mayoría de los trabajadores de salud mental tuvieron que dejar, entre tantas otras cosas, las prácticas con grupos. Hasta ese momento aquí se habían producido desde teorías hasta técnicas originales. Es imposible mencionarlas todas, por eso partiremos del origen.

Enrique Pichon Rivière, quien bien puede merecerse el lugar del padre del psicoanálisis en la Argentina, también fue el padre de lo grupal aquí. Y no solamente en grupos terapéuticos. Proponía un dispositivo original, los grupos operativos, que implicaba un trabajo centrado en los obstáculos que suscitaba la tarea emprendida, sea o no terapéutica. Se suele decir que el “acta de nacimiento” de los grupos operativos fue la llamada Experiencia Rosario , realizada en 1958. Allí casi mil personas reflexionaron operativamente acerca de la ciudad en un dispositivo que intercalaba ponencias con sesiones de grupos pequeños homogéneos y heterogéneos. En los mismos “el coordinador actuaba como orientador favoreciendo la comunicación intragrupal ”, y tenía la función de “lograr una comunicación dentro del grupo que se mantenga activa, es decir, creadora” (“Técnica de Grupos Operativos”. El Proceso Grupal) . La actividad fue realizada por Pichon y su equipo de coordinadores, que desde ya se sostenían en la tarea con reuniones supervisando con él mismo la tarea.

Han pasado más de 40 años. Pero la historia no siempre avanza hacia el futuro. Retomar elementos que aparentemente yacen en el pasado como la necesariedad de coordinación grupal en situaciones grupales. Porque actualmente casi nadie considera que quien coordina una actividad de las mencionadas anteriormente tiene que conocer algo de los fundamentos de lo grupal. O más aún, ¿Cuántos coordinadores de equipos en salud mental (desde un jefe de residentes hasta un jefe de Servicio) se forman y actualizan en el trabajo con grupos humanos?

Por todo esto nos es imprescindible volver a Pichon Rivière y a los grupos. Un regreso no para repetir a la letra, sino para avanzar.

Porque no contar con los abordajes grupales no sólo nos deja sin esa herramienta terapéutica. Nos condena a la imposibilidad de implementar los mejores caminos para las producciones y los intercambios que nos exigen las complejas problemáticas actuales.

 
Articulo publicado en
Diciembre / 2000

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