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El Tango, una estética de la pasión

 

Este breve ensayo intertextual posibilita dos lecturas: la que se ajusta a los márgenes de la hoja y la cita textual en cursiva, escrita en referencia psicoanalítica.

  Queda a criterio de lector cómo transitar el texto.

 

  El origen del tango, como todo principio está en ese tiempo mítico no mensurable y que se recrea en el ritual cotidiano, más allá del saber del hombre. Está en la necesidad de contar una historia que, por momentos remite a una cronología, con la intención de novelar hechos perdidos, a la manera de lo dicho por Derrida y de inspiración freudiana, un intento para comprender cómo las represiones individuales y originales se hacen posibles en el horizonte de una cultura y en un ámbito de dependencia histórica.

  Y Carlos Gardel como cuerpo de ese origen , posibilitando una iconografía primera de un digno representante de las dos vertientes, el extranjero, el inmigrante e hijo “natural”, llegado a Buenos Aires con dos años, puede pasar en su barrio del Mercado de Abasto del apodo de “el francesito” a la incorporación social y a ser “El morocho del Abasto”. Por ello no sólo cuerpo fundante de origen sino una vez simbolizado puede llegar a ser “la voz” originaria de la primer letra de tango Mi noche triste.

  “ Es sobre el cuerpo de una puta de lupanar donde los viejos diagramas del poder oligárquico se van disolviendo; es en la habitación de una casa de tolerancia donde por primera vez se integra socialmente al inmigrante, un espacio en el que se derriban las murallas de clase, en el que los prejuicios ante la barbarie extranjera ceden frente al apetito sexual. Buenos Aires es la capital internacional de la prostitución, y el tango, ese hijo bastardo de criollo y extranjero, se concibe en la cama de un burdel”.

 

  Ese dionisíaco gesto llamado tango, comenzó a portarse en el cuerpo, con ostensible aire marginal y prostibulario.

  Una algarabía de burdel para las almas alegres, para heteras y malevos –no siempre tan malévolos- y que la moral insistió en interpelar para ensombrecerla de melancolía.

  Tango pendenciero de orgiástico discurrir: un entrevero feroz y fatal con el filo de la vida.

  El tango es la morada del descastado; en su poesía habita el marginal, la mujer prostituida y su cafisho ; el inmigrante (interno y externo), el ‘vividor'; el que esta fuera de la Ley y el que hace la Ley a su capricho; cualquier malandra y ‘el niño bien'. Deja afuera a la santa madre, sacrificada laburanta   y a la virgen (hermana).

  Es un paso en danza, que se traslada del burdel al conventillo –pequeño convento; claustro de habitaciones hacinadas-,   allí donde se origina ese ‘crisol de razas', síntesis de un extravío, que no ha dejado de ser tal. Extravío devenido en errabundeo, como lo diría Barthes , ante eso maldito que tiene el amor y la condena de ir tras un fantasma. Delirio de una pasión que muda en una estética de música y danza:

El día que me quieras ( Canción de 1935)

Música: Carlos Gardel

Letra: Alfredo Le Pera

Acaricia mi ensueño

el suave murmullo de tu suspirar,

¡como ríe la vida

si tus ojos negros me quieren mirar!

Y si es mío el amparo

de tu risa leve que es como un cantar,

ella aquieta mi herida,

¡todo, todo se olvida..!

  Si el habla estaba en la desnudez del malentendido, en una nueva Babel, entre tantos idiomas traídos por diversas corrientes inmigratorias, que originan esa nueva lengua: el lunfardo, se necesitaba una forma de expresión que hiciera hablar al cuerpo, que produjera esa ilusión del encuentro en un abrazo amoroso, en un derredor donde todo era distancia. “…el terreno en el que crece el tango es múltiple, porque su flor es mixta, hecha de bandoneón alemán, de melancólica habanera, de armonías napolitanas, de baile negro con cortes y quebradas, de olor a vasco, a genovés y a africano, todo a la vez”.   (G. Varela, pág. 31).

  El bailarín la busca en los movimientos y ella escapa, se evade (aunque sigue abrazada a él); siempre esa sutil distancia, parece entregarse, pero… él deberá dar un paso más…

  La moral victoriana del siglo XIX, de la que participaba la ‘clase dominante', genera una ‘biopolítica', en donde la corrupción y la prostitución se enlazan en el deseo de poder; en esa voluntad de dominio tan propia del hombre.

  La política implica una economía libidinal del odio: algo del lado del amor debía jugarse en otro escenario, en otra ‘urna'.

  La mujer prostituida era una obrera del amor, que trabajaba para mantener los matrimonios arreglados de la clase ‘acomodada'. Sin ella hubiese sido imposible que se constituyeran esas familias ‘de bien'.

  El apetito, el interés, el deseo, comienza a tomar forma en un baile: El tango es un tatuaje que palpita en el corazón; una noche abierta en lunas que busca el rostro de un querer.

 

  El ‘fuelle' es el alma del tango. En 1916, Pascual Contursi, inventa el tango canción con ‘ Mi noche triste', arquetipo de futuros temas:

Percanta que me amuraste

en lo mejor de mi vida,

dejándome el alma herida

y espinas en mi corazón,

sabiendo que te quería

que vos eras mi alegría

y mi sueño abrasador…

En los años 40, los tiempos del gordo Troilo , Pichuco, un intuitivo (música para bailar) y del   (gato) Astor Piazzolla, el académico (música para escuchar).

El espacio, territorialidad de respiraciones que hacen ritmo al agitar los pasos de una melodía que busca afanosa secuencias de armonía en el tiempo: La música es esa caprichosa forma del tiempo , nos dirá Borges; para Enrique Cadícamo, una abstracción que duele, quizás porque nos recuerda que no somos dioses, y en la ilusión mendigamos inmortalidad. Enrique Santos Discépolo lo definía como: “Un pensamiento triste que se puede bailar”.

Esa tensión entre tiempo y espacio, no tiene fin, un aliento que busca ser abrazo y ese que busca su último aliento.

El tango es un acontecimiento existencial, principalmente urbano, del Río de la Plata : allí navega recurrentemente la noche, algunos se pierden en sus estrellas; los más, aún siguen deambulando por los arrabales de la vida.

Horacio Ferrer, en El Siglo Oro del Tango ( Manrique, Buenos Aires, 1998), realiza este orden diacrónico:

1880 – 1895 – La génesis. La prehistoria.

1895 – 1910 – La eclosión. La Guardia Vieja I

1910 – 1925 – La formalización. La Guardia Vieja II

1925 – 1940 – La transformación. La Guardia Nueva I

1940 – 1955 – La exaltación. La Guardia Nueva II   (años ‘40)

1955 – 1970 – La modernización.   La vanguardia.

1970 – 1985 – La universalización. Período contemporáneo.

1985 – 2000 – La perduración. Actualidad y futuro.

 

Ferrer se pregunta: ¿Qué es el tango?

“…es una manera de vivir, de sentir y concebir apasionadamente la existencia y el mundo… una danza de pareja abrazada… su música se combina en espíritu, métricas, acentuaciones, intenciones, ritmos y melodías con los versos de la poesía cantable…   es contar la vida en un ritual… es constitutivamente teatral, es un quehacer dramático… es la multitud, pero sólo en sentido metafísico, porque en su esencia es la multitud desmultiplicada en la soledad de una mujer y un hombre… es un ritual, así sentido, concebido y consumado, con una ceremonia que goza de plenitud en la noche, con la distancia y la luz… es oblicuo en su vínculo con la realidad, también en la oblicuidad de brazos y piernas de sus bailarines, son oblicuas las miradas gatunas de sus bandoneones en la noche y son oblicuos los ojos de la china criolla que habita lo más antiguo repliegues del alma…Tango es una cultura dentro de la cultura del Río de la Plata. Es una cultura en sí misma, y cultura muy del siglo XX, con su universo, sus ambientes, sus códigos, su plástica corporal, sus ropas, sus gestos, su idioma, su vocabulario, sus temas, sus artes, su ritual y su historia..”.

 

¿Qué temas aborda el tango?... El amor, la soledad, el tiempo, el olvido, la muerte; la sociedad y sus injusticias; la traición amorosa.   El azar, los juegos de cartas, la   timba ; pero, especialmente, jugarle a los caballos, los pingos . Si hay un animal totémico que relacionar con el tango, ese es el caballo: el hombre se identificó con las virtudes a él atribuidas: su nobleza, fidelidad, ligereza, fuerza y potencia sexual.

Hay que recordar la importancia del caballo a fines del siglo XIX e inicios del XX. Los hombres compartían su vida diaria con los equinos, usados para carga y   transporte.

Había en juego una cuestión de raza, de sangre, que se mezclaba en el Hipódromo; que se deslizaba a las etnias que constituyeron ese ‘crisol', la idiosincrasia argentina.

 

El exilio

 

Este es el tema central, sobre el giran los otros temas, se trata de un exilio existencial. El hombre descentrado de sí, escenificado estéticamente ese dolor en la forma del tango.

También implica el movimiento interno de las zonas marginales del Gran Buenos Aires: los orilleros que eran descastados y a la vez, su encuentro con los inmigrantes, especialmente italianos; el dolor y resentimiento de unos, más la nostalgia de los otros, produce una mixtura extraña que va tomando forma de Tango.

Eran los que no pertenecían a la burguesía que miraba a Europa y copiaba sus modismos. A sus espaldas, en los rincones del arrabal comienza a tomar forma un mal: el tango, que poco a poco conquista las dos orillas del Río de la Plata.

   Un mal desafiante, prostibulario, que amenazaba con afectar la moral y las buenas costumbres. Un mal que se metió en el alma de la ciudad, hasta darle su paso compadrito en su mirar sesgado.

  “Desde los fines del siglo XIX hasta la fuerte presencia de la inmigración, el botín que se disputaba la moral urbana es la mujer… 6.000 prostíbulos que dominaban Buenos Aires… los médicos higienistas corrían del mestizo al italiano y del italiano a las prostitutas… El tango es gestado y parido sobre las sábanas de la cama de una prostituta. Este origen maldito es el que la historia de la nación rectificará hasta su olvido. La historia de la respetabilidad de la música ciudadana coincide con la supresión de una identidad: la del Tango Hembra. El tango se hará macho, varón, hijo de madre santa y rencoroso por la mujer que se fue. Un tango llorón… un origen figurado y bastardo”. (Gustavo Varela, Op. cit., pág. 11/ 12).

  El Tango tiene su Deimon, su demonio; ser tanguero implica lidiar con esos demonios, bailar en el erotismo, pero, también con la muerte. A la vez ese demonio tiene un fantasma que lo atormenta… Arriesgo a decir que ese fantasma tiene rostro (velado) de mujer. Es la que no se puede tener, quizás una diosa pagana (la que resplandece al caminar, al bailar); mujeres de carne y hueso simularán esa gloria, y por eso serán divinas (antes de su caída). Ahí está la rubia Mireya . En verdad ahí está la mujer de piel blanca: la polaca de los burdeles, la que representa a Europa. También estará la morocha del Abasto, la que representa a la china : son dos que se mimetizan en una y en su naturaleza proteica mudan en los tiempos para alimentar la ilusión de un tango.

 

  Hay un desencuentro fatal en el tango, reproducido en sus letras, debido a que el hombre queda prendado de esa ‘ percanta' ; piensa que es ella, su objeto de amor, este cae y el varón queda amurado , cae con el objeto, entonces el tono melódico se hace melancólico hasta el suicidio. “La histérica, como vemos, erige un hombre que está animado por el deseo de saber...   Condena a los que se colocan como amos a un triste papel, el de responder siempre “mal” a su pregunta. Ellos se ven coaccionados a producir una respuesta que ella no deja de invalidar. Porque la misma pregunta no es sino una zancadilla tendida al otro, ya que ella tiene de antemano la respuesta de su lado”.

  La milonga tiene un aire diferente, la milonga sabe que no hay mujer que pueda ubicarse en el lugar del fantasma, lo que hace que los pasos sean más ligeros y sutiles, con tono de una alegre liviandad de ser. Hay seducción, pero no hay caída, porque el objeto está ausente.   Leemos en Gustavo Hurtado: “…algo que resuena muy mal a todo oído no iniciado: que La mujer no existe, que hay solamente mujeres, a las que se cubre”…porque La mujer no se puede descubrir. De tal manera que hay que inventarla”

 

  El tango es trágico en sí porque el sujeto no puede evadirse del drama del desencuentro, no puede renacer, busca la muerte como salida, un encuentro   logrado, fatal. Fatum , cuya raíz latina nos remite al femenino, la Fata , la fémina (el hada). “Seducción – magisterio – cachetada – caída - ¿? (…) así puede consignarse la estructura de la mayoría de los tangos, ya sea que se comience por cualquiera de sus términos, se inviertan o entremezclen… resentimiento, cólera, rencor, lamento, elogio de la histeria”. (Gustavo Hurtado: Op. cit., pág. 29).

  El Tango encierra un destino cruel, morir por ella; el amor lo hace renunciar a todo y la vuelta de la vida (el tiempo) le muestra que ahora ese rostro está envejecido y ese cuerpo tiene sus carnes caídas.

El velo se desgarró y ya no hay semblantes para cubrirla, la anatomía muestra su destino.

  Su objeto de deseo perdió brillo, y con el interés, se llevó su honra, su tiempo, su dinero, sus amigos; deviene la soledad y la melancolía, ahora comprende, pero ya es tarde y queda en ese punto de no poder volver a empezar.

         Primero hay que saber sufrir,

         Después amar, después partir,

         Y al fin andar sin pensamiento.

                                                                                              Homero Expósito

 

  Ubicarse en los bordes, le permitió a los hombres y mujeres de tango, ese coqueteo con la trasgresión, henchidos de secretos de alcoba, amores furtivos en la noche del arrabal que luego se trasladó a los salones del centro de la ciudad.

  Estos rodeos permiten dar nombre a la mística que habita el Tango, lugar anárquico, marcado por un destino de plenilunio frente a la costa del Mar Dulce, tanto del lado porteño como del uruguayo.

Después de todo el despliegue de virilidad, el hombre queda solo y vencido, se arrodilla, reza y llora, una sola cosa lo salva, la posibilidad de la fraternidad. En el tango hay un culto a la amistad.

 

  Es cierto que reproduce la dicotomía entre la madre y la prostituta y que hay una división de mujeres, de acuerdo a este clan- destino; es decir, a las mujeres del clan, la madre, la hermana y las que no lo son; pero, el tango es más que eso.

  El tango le canta (le dice) al hombre que tiene que buscar una mujer por fuera de su grupo familiar y que esta mujer lo va a matar y es ese el punto donde pareciera que no hay retorno en el tango.

  “ Yo sigo aquí, amurao,

    sin fe y sin ilusión,

    velando a este finao

   que fue mi corazón.

                                                                                   Marsilio Robles

   ¿Qué hay en el tango que todavía sigue siendo una pasión que excede los contextos de época, de situaciones sociopolíticas y culturales de diferentes países? Decimos esto pensando por ejemplo, en Japón.

  Quiero poder acercarme a los misterios del tango desde esa forma de conocer que propone Heidegger “La percepción vivencial”. Siguiendo su método; pensar poetizando.

  Para vivir el tango, hay que escucharlo y bailarlo, sentirlo en el cuerpo.

  En sus orígenes, no se lo cantaba; incluso no había instrumentos: solo el repiqueteo de los zapatos en los adoquines y el sonido de las dagas que se cruzaban en cada ‘corte'. “La danza misma ofrece como la síntesis última del duelo criollo y el acto sexual… La herencia aquí es una herencia de significantes en tanto que semblantes; los que anteriormente identificaban al duelo y componían su silueta, se traspasaron luego al tango danza: marcar al adversario o a la pareja; la asentada para detener un golpe o para volcar a la compañera sobre el cuerpo inclinado del varón; el corte del cuchillo o la daga que se transmuta en un corte en el ritmo… casi todos los pasos del tango son herederos de los movimientos internos del duelo criollo: la quebrada, el volteo, el ocho, la media luna, la parada, el cruzado, la rueda, el paso de lado o con golpe, el corte, el paso atrás, la embestida, el abanico, el medio corto y las cuerpeadas … siempre se avanza hacia delante, avasallando”. Así dice Gustavo Hurtado (Op. cit., pág. 163).

 

  “ Tango en latín, procede de tactum, tocar. Tiene diversas acepciones. Entre otras la de tocar a otra persona o algo, tierra, puerto –tocar puerto– u objeto… tocar por conmover; la de golpear y herir, la de hacer versos de vez en cuando, la de tocar un tema” , sostiene Horacio Ferrer.

 

En el Tango se trata del abrazo, el momento inicial y especial, cuando dos cuerpos se encuentran por primera vez, en donde el hombre invita a ‘llevarla' a la mujer. Una escena social e íntima a la vez. Paradójicamente, la mujer siempre se está escapando, es un abrazo de fuga para ella. “…los secretos que el tango es capaz de revelar respecto de la relación imposible entre un neurótico obsesivo y una histérica, está aquello de que una mujer es un síntoma para un hombre, aquello de que una mujer es una metáfora de lo que no cierra en lo real, una metáfora de lo que le acontece a un hombre. Y si es un síntoma, tiene que haber allí cierto efecto de escritura… Pero no toda mujer es escrita por un hombre; y allí es donde aquel que no pudo escribir apela a los semblantes del macho; grita, putea o golpea…”. (Gustavo Hurtado, Op. cit., pág. 158).

 

  Algunos tangueros avezados dicen poder conocer a una mujer en ese primer abrazo, saber qué tipo de mujer es; no le ponen palabras, dicen que es algo que se ‘siente'. Una mirada, un abrazo. Un estado de trance. “…la ‘posición de avanzar sobre la mujer o de bailar hacia delante coincidía con su visión de la cópula sexual, donde el hombre posee a la mujer desde arriba, dirigiendo todo el acto físico'… La pareja abrazada, por el contrario, elimina la distancia, impone los roces de los cuerpos de la cintura para abajo y no deja lugar a la conversación. Era un baile que anticipaba, a modo de prólogo, el acto sexual….. el taita, con su seguridad imperturbable y sensual que, arrastrando a la mujer a su ritmo e imponiéndole el contacto directo con su fuerza corporal, la obligaba a dejarse “llevar como dormida” .   (Gustavo Hurtado, Op. cit., pág. 167/ 168).

  En lo femenino, el tango es una gran coreo-grafía; remite a un coro de admiradores en la mirada (para ella), en el canto un envío, para lograr la grafía del movimiento, en la geografía que ella da a ver, la de su cuerpo. “…el tango también le permite a ella una relación especial con ciertos semblantes… Los cortes del cuerpo y en el cuerpo y en la manera de poner el cuerpo: escotes, contornos, collares que entrecortan un cuello, pero también pasos cortados, firuletes, cortes y quebradas…”. (Gustavo Hurtado, Op. cit., pág. 169).

  La mascarada hace su juego en el ritual, el varón cree, ella hace creer, ambos se entrelazan en movimientos que los afectan en el cuerpo.

 

               “Y los duelos a cuchillo                                         

               le enseñaron a bailar.                                             

              Así en el ocho                                                        

               y en la asentada                                                    

               la media luna,                                                         

               y el paso atrás                                                       

               puso el reflejo                                                        

              de la embestida                                                       

               y las cuerpeadas                                                    

               del que se juega

               con su puñal.                                                      

                  En la corrida,

                y el abanico,

               el medio corto

              y el paso atrás,

             puso las curvas

            de sus deseos

           de mozo guapo,

          que por la hembra

         Se hace matar.

  Chaquiras, Miguel A. Camino

                       

  La danza es esa alegría del cuerpo que se recupera en lo indescifrable del abrazo íntimo. “Cuando el hombre se olvida del que supone ser entre los otros es Uno y, entonces, en el borde mismo del aire, danza (…) anuda ese dolor de existir en una celebración que siempre es íntima. Así, inventado por la música, hará del verbo danza (…) Los que danzan socavan la imagen, su cuerpo es casi una letra, casi una letra que escribe un movimiento único, único cada vez (…) la danza suele ser un modo de estar en el mundo en que uno vive, sin ser del todo de este mundo. Hay un goce muy antiguo y también muy cruel; es el juego de crear y destruir el mundo individual (…) La danza, será, entonces, un modo de despertar de los ensueños de la contemplación y jugar este juego…”.

  El baile es una liturgia de lo sagrado que se hace profano para ser civilizado: Dionisio debe tomar vestiduras para ingresar a la polis. “Este demonio, en su furioso y orgiástico ditirambo, produce una danza que es urgencia, una danza que es imperiosidad. Martha Grahan dirá que “es un llamado desde lo más profundo del hombre donde habita una memoria que no es recuerdo”. Una memoria que no es un recuerdo es una memoria que no tiene representaciones, que no tiene palabras para recordar, jamás ha olvidado. La danza dice la memoria misma de la raza (…) El demonio de lo dionisíaco ha roto las formas y, en un frenesí enloquecido, navega por un mar sin orillas (…) Danzar es regresar, es volver a pasar por el origen, es una forma de habitar el fundamento mismo del deseo.” (A. Ariel, Op. cit., pág. 50).

 

  El Tango es un palpitar; es la vida que toma forma en ese sentir que anuncia una palabra que nunca se ha de decir; es lo que se opone al academicismo, su ‘escuela' es la vida, no es técnico, improvisa, está abierto al desconcierto en ese concierto de instantes, debe ‘resolver' ahí mismo el paso a seguir, con picardía y elegancia, evitando el choque con las otras parejas, es una soledad que muchos concilian en compartir. Requiere un estilo, un trazo propio, abriendo la posibilidad a la creatividad desde la singularidad del bailarín.

 

  Crear un estilo propio es crearse a uno mismo en el acto de danzar; por ello, quien vive de esa forma la danza, deja allí la vida, en la generosidad de donar, más de lo que se tiene.

  Esta es una pasión que contagia y se vuelve pandemia; es una luz que hace mover las sombras de la vida; es un gesto que invita al banquete de la vida; es el agua que se desliza furtiva en la piel desnuda, aire que sopla el silencio de la divinidad.

    Danzar es despertar a una estética de la emoción. “Los que danzan son esculturas del tiempo, pero, sin embargo, son esculturas sin temporalidad ni duración. Al mismo tiempo, son pinturas del espacio, y, sin embargo, no tienen lugar para habitar. No tienen telas ni paredes donde permanecer. En este tiempo extraño, en este lugar de dudosa hospitalidad, ocurre un hecho poético”. (Alejandro Ariel, Op. cit., pág. 51).

  El tango es una poiesis que le hace firuletes a la vida, flirtea y filetea con las formas, eligiendo esas curvas de mujer que se hacen carne en su palpitar.

  El baile tiene un impulso vivaz y fugaz; se desvanece en la acción que lo relanza nuevamente a la siguiente pieza, a ese lugar del movimiento que lo convoca y espera, tras las grietas del tiempo, las que producen el dos por cuatro.

  La música anuncia lo que la mujer dará a ver en un misterio prometido, promesa postergada, siempre por cumplir. Crea ese clima de levedad que hace que las almas se desvanezcan en un mirar. Sutil flota la esencia del Tango, ese ángel endemoniado que busca abrazar; la pareja debe encontrar un punto de gravedad, uniendo sus cuerpos en un diálogo íntimo: se acercan los ombligos en un roce ventral, velado en lo social, descubierto por el rubor que ella oculta simulando (o que simula ocultando).

 

  Algo inexplicable, imprevisible y misterioso acontece en el primer abrazo, si no sucede, entonces la magia no acompaña al ritual, y no se desprende esa extraña fragancia existencial ante la fricción de los cuerpos.

  El tango tiene un aroma exuberante, provocador, sensual y compradito, que desafía a su propia tristeza, es el violín del Diablo y la guitarra campera, instrumentos con forma de mujer, que gimen pasión sin decir palabra.

  Es el bandoneón, pulmón del tango, fuelle para la fragua en donde arden las pasiones; allí la vida golpea y moldea, en hierro, cobre, plata y oro, fileteando un gesto que elude a la muerte.

  Embrujo de una mirada de tango, hechizo de una música que exige por pago el alma de los bailarines, para ofrendarse en la belleza de un acto estético por excelencia, el Don de ese instante escénico por siempre evanescente.

  El tango es Proteico, es el Río de la Plata que muda al río de Heráclito: el que se baña en las aguas del tango cambia, le suceden cosas y al tango también.

  Tiene un fraseo canyengue que le dio Carlos Gardel; antes era pasional y brutal, teñido en sangre, Troilo le infundió un alma pausada y soñadora; Discépolo le inoculó melancolía y Piazzolla le dio aire de Jazz, fue al teatro, se vistió de niño de bien, su danza hasta se hizo acrobática para sobrevivir, porque el extranjero quería ver el tango, a diferencia de aquel que lo vivía bailando. El poeta José Sebastián Tallon lo llamó “ incisivo, excitante y provocador ”.

   La pasión es algo que se lleva en el cuerpo y el tango la trueca en estética; es un sonido cuyo eco se mueve en nuestro interior.

El tango tiene su espíritu, el que se esconde tras las coreografías de lugares y tiempos; eso originario que hace que su tiempo siempre sea actual; pero, también tiene sus sombras y quien se aventura en ellas debe pagar un precio.

 

 

 

 

 

 

 

 

Jacques Derrida, La Escritura Y La Diferencia.   Freud Y La Escena De La Escritura (C.7) Este texto es un fragmento de una conferencia pronunciada en el Institut de psychanalyse (Seminario del Dr. Green; Marzo de 1966)

Gustavo Varela, Mal de Tango , Historia y genealogía moral de la música ciudadana, Paidós , Bs As , 2005, Pág. 45

Barthes, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso. Siglo XXI. 1997. México. Pp. 110 y 127.

Athos Espíndola: Diccionario del Lunfardo ; Planeta, B. Aires, 2002. “…En el antiguo Perú, ‘chinas' eran las doncellas que cuidaban el fuego sagrado en los templos del sol..., extendiéndose después el uso de este vocablo hasta los mestizos. El gaucho tomó del español llamar china a la mujer amada”.

 

Gustavo Hurtado: Tangoanálisis – De papusas que no oyen y varones amuraos ; Club de Estudio, 1994. Pág. 25 /26.

 

Miller, Jacques Alain: De mujeres y semblantes ; Cuadernos del Pasador, B. Aires, 1993. Pág. 66.

Alejandro Ariel: El Estilo y el Acto ; Manantial, Buenos Aires, 1994 .

 

 

Ferrero Antonio
Profesor Asociado de la cátedra de

Historia de las Culturas y Mitologías
Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales
U.A.D.E.R

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Articulo publicado en
Abril / 2006

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