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LA MERCANCÍA FINAL

 
Luego de las armas y el petróleo, las compañías farmacéuticas son las que más facturan en el mundo

En alguna oportunidad alguien opinó que la “mercancía final” eran las armas. Y, en realidad tenía bastante razón. La “mercancía final” sería el objeto que llegaría a la cúspide del ideal capitalista y cumpliría de manera insuperable con la condición de ser necesario en forma permanente, siempre fabricable y siempre vendible o intercambiable. Cuando se lanza una granada y explota, ya no sirve más. No se puede reparar o usar durante años, como un par de zapatos o una silla. Hay que comprar una nueva. Sólo se puede usar una sola vez. Lo mismo ocurre con un cohete o una bala, sea de fusil o de cañón. Una vez disparadas hay que reemplazarlas por otras. Obviamente, eso significa un gran negocio para los fabricantes de armas, que venden, venden y venden permanentemente, ya que no hay día que transcurra sin que haya guerra en algún lugar de nuestro planeta. Por algo la venta de armas, en forma legal o ilegal, encabeza las cifras del comercio mundial. A veces compite con el petróleo, pero la diferencia fundamental con éste último es que el petróleo no lo fabricamos los seres humanos y en algún momento se va a acabar, en cambio las armas sí son un invento humano y las guerras también y siempre habrá algún “ingenioso” que procurará que no falten motivos para que la industria de las armas siga funcionando y dé trabajo a gran cantidad de personas y grandes ganancias a unas pocas personas. Como muestra del ingenio humano para desencadenar guerras podemos comparar la evolución de las motivaciones en los últimos años. En el siglo pasado se “declaraba” la guerra luego de alguna agresión o invasión de un país sobre otro; había un hecho concreto al cual se respondía. Ahora ya no es necesario ningún hecho concreto. La vida se va pareciendo cada vez más a la “virtualidad”. El país más poderoso y con las armas más modernas y sofisticadas, puede acusar a cualquier otro país que se le antoje de tener “armas de destrucción masiva”. Se elige, preferentemente, a un país que tenga petróleo, para sacárselo antes de que se le termine comerciándolo por su cuenta. Mientras el país acusado lo niega, se discute y se crea una comisión que investigue e inspeccione, etc., se van transportando miles de tropas y equipos, ocupando zonas que rodean al país acusado. ¡Se comprueban indicios de las “armas de destrucción masiva”! Para que no parezca que es una acción unilateral y caprichosa de un país sobre otro para robarle el petróleo, se crea una “coalición”. Eso es fácil, porque se envía a una delegada especial para sellar los acuerdos con otras naciones, la cual explicita claramente que el que envíe alguna pequeña cantidad de tropas, tanto como para aparentar, recibirá a cambio participación en la “reconstrucción” de lo que será deliberadamente destruido. O sea dólares. Una vez armada la “coalición”, el parlamento aprueba la invasión. Se destruye la infraestructura del país agredido de manera de facilitar que éste pueda solicitar préstamos al país agresor para que las compañías privadas del país agresor puedan comenzar la “reconstrucción”. Unos meses después se “descubre” que los informes que aseguraban que el país agredido tenía “armas de destrucción masiva” son falsos. ¡Han sido fraguados por los servicios de inteligencia del país agresor! ¡Qué cosa, che! ¡¿Cómo es posible que unos traviesos muchachos puedan engañar de esa forma a unos inocentes parlamentarios?! Pero, bueno, ¡ya está hecho! ¿Tiene algún sentido discutirle al país más poderoso? Además; o no responde o niega descaradamente. El “matón del barrio del mundo” hace lo que “se le canta”, sin respetar reglas ni leyes internacionales.

Uno de esos creadores “ingeniosos” llamó a éste sistema “guerras preventivas”. O sea: hacer una guerra “por las dudas”, porque “me parece que me vas a agredir”. ¡No me digan que no es ingenioso! Y muy rentable además. No sólo para los fabricantes de armas; ya se va ampliando el círculo de beneficiarios a las compañías constructoras y (¡vean cómo la casualidad hace que las cosas vayan confluyendo!) a las compañías petroleras también. Es el tratamiento en forma conjunta de bienes renovables y no renovables. ¡Eso sí que es promover la productividad y las ganancias!

Sin embargo, hubo un escritor que consideró que la “mercancía final” es la droga. Cumple con la ilusión de “rajarse de los problemas” en forma inmediata, en lugar de tener que reflexionar, entender y tratar de modificar trabajosamente las adversidades. ¡Eso lleva mucho más tiempo! ¡No es como apretar un botón y ya está la solución! Es lo que hace cualquier joven en una disco cuando está fatigado de bailar. ¿Se va a descansar? ¡No, se toma una “energy drink” y vuelve a la pista!... Claro que algunos mueren súbitamente de un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular agudo, pero ¡no se puede andar tomando en cuenta la reacción de algunos flojos!

No hay que olvidar que las drogas producen acostumbramiento (se necesita cada vez más cantidad para lograr el mismo efecto), dependencia física (una vez acostumbrado, el cuerpo “la necesita”, si no la tiene “le falta algo”) y dependencia psíquica (una vez acostumbrada, la persona ya “no se cree capaz de funcionar sin ella”). Si cada vez hay que consumir más, cada vez hay que comprar más. Eso significa que alguien vende cada vez más y entonces, gana cada vez más. La droga, también, sólo se puede usar una sola vez, como las granadas y las balas. Cuando hizo su efecto y se acabó hay que volver a comprar. La Organización de Estados Americanos (OEA) estima en 300.000 millones de dólares anuales la ganancia generada por el comercio internacional de drogas.1

Ahora bien: si las drogas permiten “huir” imaginariamente de los problemas en forma inmediata, ¿es muy descabellado pensar que si se promueve una realidad social cada vez más conflictiva, inestable, hostil y complicada se promueve a la vez la venta de drogas? Algo así como: “creando el problema podemos vender la aparente solución.” ¿Uds. no notaron que en los últimos años han ido en aumento, en todo el mundo, los problemas económicos, políticos, sociales y en consecuencia el miedo y la crispación de la gente, o me parece a mí? ¿Uds. no leyeron que en los últimos años el consumo de drogas fue en aumento en todo el mundo? ¿Yo soy muy suspicaz o me estaré volviendo paranoico?

Estas cosas, ¿cómo influyen en la subjetividad de los seres humanos? Las guerras causan depresiones, suicidios, estrés postraumático y los proyectiles de uranio empobrecido cánceres de distinto tipo. Las drogas originan alteraciones psíquicas variadas que requieren rehabilitación. Entonces, otra posible “mercancía final” bien podrían ser los fármacos en general y los psicofármacos en particular. ¿Acaso los antibióticos no se usan sólo una vez? Si hay una nueva infección hay que volver a comprarlos. Una vez aplicados los quimioterápicos hay que reemplazarlos por otros nuevos, como a las balas y las granadas.

De nuevo vemos cómo la casualidad hace que las cosas confluyan. Porque luego de las armas y el petróleo, las compañías farmacéuticas son las que más facturan en el mundo. Y no es difícil de entender, por qué frente a una realidad tan cambiante, inestable e incierta ¿cómo no van a ir en aumento las crisis de pánico y las depresiones? Pichon Rivière explicaba la depresión y la ansiedad como “miedo a la pérdida y miedo al ataque”. Uno está ansioso cuando espera algún ataque, una vez que se produjo y ya hubo una pérdida (daño físico o patrimonial) sobreviene el duelo y la depresión. No debe llamar la atención si al 70 % de los pacientes que consultan a un psiquiatra les prescriben un ansiolítico o un antidepresivo y a más de la mitad de ellos las dos cosas juntas. A muchos de ellos esa misma realidad les quita el sueño. Muy sencillo: ¡un hipnótico! Y las pobres compañías multinacionales farmacéuticas tienen que seguir fabricando y facturando y facturando y facturando cada vez más. ¡Pobres, qué esfuerzo! Las industrias militar, petrolera, constructora y farmacéutica ¿competirán entre sí o diversificarán inversiones conjuntas? (¡La respuesta está al final!)

José Alberto Villasana, que investigó la epidemia de “fiebre porcina” ocurrida en México en marzo del año 2009, expone que el congresista estadounidense Ron Paul denunció que el virus porcino fue creado en laboratorio y sembrado en México para provocar esa epidemia. Denuncia que: “existen casos emblemáticos de ataques bioterroristas comprobados. La bacteria de carbunco conocida como Ántrax, enviada a diversos senadores de los EE.UU. y que mató a cinco personas en octubre de 2001, resultó haber sido creada en el Instituto Médico Militar estadounidense (USAMRIID), con sede en Maryland.2 Cuando se propagó la fiebre aviar en Asia, el ministro de salud de Indonesia señaló abiertamente al gobierno de los Estados Unidos de haber sido el causante, y lo acusó de estar llevando a cabo actos de bioterrorismo.3 Otro escándalo es que Donald Rumsfeld, que fue secretario de Defensa con George Bush, es accionista de la Gilead Sciences (al igual que George Shultz y otros funcionarios del aparato militar estadounidense). Es la empresa que posee los derechos intelectuales del Tamiflu, fabricado por laboratorios Roche, y se encarga de venderlo a los gobiernos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) como antiviral contra la fiebre aviar y ahora contra la fiebre porcina. El martes 05-05-09, la OMS anunció que distribuirá 2.400.000 tratamientos de Tamiflu a 72 países, incluido México.4 Rumsfeld fue presidente de Gilead Sciences desde 1997 y renunció cuando entró al gabinete de Bush, pero siguió conservando su participación accionaria. El gobierno de los EE.UU., incluido el Pentágono, ha sido uno de los principales clientes del Tamiflu. En una demostración extraordinaria de síntesis (o de casualidad mayúscula) Rumsfeld unifica los intereses de las industrias de guerra, farmacéutica, constructora y petrolera.

Laboratorios Roche fabrica el clonazepam, el ansiolítico más vendido en todo el mundo. O sea que si alguien tuvo miedo de contagiarse la gripe porcina o aviar, Roche le calmaba la ansiedad vendiéndole clonazepam y además le vendía Tamiflu como antiviral. ¡Una atención integral, tanto del alma como del cuerpo! ¡¿Qué más quieren?!

 

Notas

1. Cash, suplemento de economía de Página 12, 07-12-14.

2. http://www.elmundo.es/2001/12/17mundo/1085039.html

3.http:www.abc.net.au/am/content/2008/s2167325.htm

4. http:www.cnnexpansion.com/actualidad/2009/05/05/ons-envia-tamiflu-a-72-p...

 

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Articulo publicado en
Abril / 2015

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