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Trastorno de flatulomanía

 

En realidad, la compañía farmacéutica había puesto todas sus esperanzas (¡y todo su dinero!) en hallar una sustancia que alargara el tiempo de erección del pene. Ya sabían, por investigaciones previas, que eso disminuiría de manera considerable la intensidad del orgasmo. Pero a los directivos eso no los preocupaba porque sabían, por estudios de mercado, que al público estadounidense no le interesa tanto la calidad como la cantidad. Lo que importa es la “performance”, que parezca mucho, aunque se sienta poco o nada. Es igual que con los tomates o los duraznos: el interés está en que tengan una pinta bárbara por fuera, pero cuando los mordés no tienen gusto a nada.

Las pruebas de laboratorio, pese a ser minuciosas y objetivas y haberse desarrollado durante varios años, no habían dado resultado. Y eso significaba la inversión de millones de dólares cada año. Incluso, con tal de acelerar los resultados exitosos, se había llegado a experimentar variantes de una droga en hispanos y negros, trasgrediendo así las normas que prohíben los ensayos en seres humanos. ¡Todo fue en vano!

Ahí fue cuando, desesperados, los directivos de la compañía me llamaron a mí. Conocían mi sagacidad. No fue, como se rumorea, que influyó el hecho de que yo sea yerno de uno de los miembros del directorio. Trabajé a conciencia. Pedí todos los protocolos de investigación (¡antes pedí una buena cantidad de cientos de miles de dólares, por supuesto!). Revisé minuciosamente los protocolos y… ¡ahí estaba! En uno de los ensayos, aparecía un efecto secundario que había sido señalado como indeseable: la droga producía una inhibición absoluta de eliminar los gases intestinales.

Me percaté del dato al segundo día de trabajo, pero, con buen tino y un buen manejo de los tiempos, no di la noticia hasta bien pasadas las tres semanas. Si me demoraba más, ya sería sospechado de ineficiente, pero si resolvía tan rápido hubiera dado la sensación de que había sido una tarea muy fácil y no se justificaban mis honorarios. Pedí una reunión con el directorio. Hice preparar un “power point” con un buen color de base, letras atractivas y hasta música de fondo. Eso impresiona bien, siempre. Ahí les dije: “¡Señores, nada se pierde, todo se transforma! La compañía puede muy bien no sólo recuperar lo invertido, sino obtener grandes ganancias.”

Me miraron con asombro, incredulidad y desconfianza. Hice un silencio adecuado, suficientemente largo para intrigarlos, y lentamente comencé a exponer mi plan.  

“El objetivo de una compañía farmacéutica es obtener la máxima ganancia en el menor tiempo posible, y para ello se vale de fármacos, ¡cualquier tipo de fármaco! Creo que todos estamos de acuerdo en eso. Los investigadores, en su pueril afán de “descubrir la verdad”, han dejado escapar una gran oportunidad. ¡Se entiende! ¡Son apenas científicos! No podemos esperar de ellos una visión comercial. He tomado conocimiento que una de las variantes de la droga produce un efecto secundario indeseable magnífico: La inhibición absoluta de eliminar gases intestinales. ¡Ya encontramos la droga! Ahora sólo tenemos que inventar el síndrome o trastorno para  que esa droga sea útil e imprescindible. Y eso es sencillo. ¡Teniendo ya la cura, sólo nos resta inventar la enfermedad! Crearemos un trastorno de eliminación de flatulencias. Ya me encargué de desarrollar el trastorno psiquiátrico que más se adecúa a la droga.  Cuando se presente el DSM VI tendremos la difusión gratis, ya que cada año se agregan más y más trastornos. En realidad se “desagregan” cada vez más.

La compañía sólo debe organizar un congreso en Miami; lugar ideal para congresos científicos, porque atrae a los americanos del norte y del sur. Ahí hay buen clima y se puede ir de “shopping”. Con mucho menos del dinero que la compañía gastó en dos meses de investigación puede pagarle el viaje y el alojamiento a los psiquiatras latinoamericanos. Lo recuperará con creces y en poco tiempo. Una buena campaña de mercado, con folletos en papel brillante de colores vistosos y explicaciones “científicas” dará resultado. No tienen que faltar curvas de efectividad. No es necesario que sean reales. ¡Es importante no comparar con curvas de efecto placebo! A veces, la curva de placebos y la del efecto real de la droga son casi iguales. ¡Esa obsesión por la objetividad! Si el placebo es el efecto producido por la sugestión del propio paciente, eso es reconocer que la subjetividad produce resultados. El día que alguien se avive y comiencen a entrenar a los giles y su subjetividad para producir efectos terapéuticos, (¡el “médico interno que todos llevamos adentro” y todas esas pelotudeces!), estamos sonados, señores: ¡La industria farmacéutica se va al diablo!

Ya hasta pensé un buen nombre de fantasía para el psicofármaco. Ustedes saben que eso es importante. Debe ser corto, contundente y con alguna raíz del idioma inglés.

¡Señores: DOPENOT! Se presentará en tres formas farmacéuticas: “DOPENOT simple”, en grageas; “DOPENOT plus”, con vitamina B 12, (lo que permite duplicar el precio al agregarle cualquier boludez) y finalmente “DOPENOT, LP”, cápsulas de liberación prolongada (lo que permite triplicar el precio, ¡total somos los dueños de la patente!).

Por último, aquí va la descripción del Trastorno de Flatulomanía, siguiendo el estilo típico esquizo del DSM, o si ustedes quieren, el estilo esquizotípico del DSM.

F63.5 Trastorno de Flatulomanía [312.35]

A. Comportamiento desadaptativo, persistente y recurrente, consistente en provocar deliberada e intencionalmente una flatulencia en más de una ocasión, como indican por lo menos cinco (o más) de los siguientes ítems:

(1) preocupación por las flatulencias (por ej. preocupación por revivir experiencias pasadas de la eliminación de flatulencias o planificar la próxima flatulencia o pensar formas con variaciones del sonido al eliminar flatulencias).

(2)  necesidad de eliminar cantidades crecientes de gases intestinales para conseguir el grado de excitación deseado.

(3)  fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o detener las flatulencias.

(4) inquietud o irritabilidad cuando trata de interrumpir o detener las flatulencias.

(5)  las flatulencias se utilizan como estrategia para escapar de los problemas o para aliviar la disforia (por ej. sentimientos de desesperanza, culpa, ansiedad, depresión).

(6)  después de eliminar los gases, se vuelve al otro día para intentar recuperarlos (tratando de “cazar” las propias pérdidas).

(7)  se engaña a los miembros de la familia, terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación con las flatulencias.

(8)  se han arriesgado o perdido relaciones interpersonales significativas, trabajo y oportunidades educativas o profesionales, debido al hábito de eliminar flatulencias.

(9) se confía en que los demás comprendan la situación y no se molesten por los olores, fetideces, pestilencias o tufillos y sonrían comprensivamente.

B.  Tensión o activación emocional antes del acto.

C.  Bienestar, gratificación o liberación cuando se eliminan las flatulencias o cuando se observan sus efectos o se participa en sus consecuencias.

D.  Fascinación, interés, curiosidad o atracción por la eliminación de las flatulencias y su contexto situacional.

E.  La flatulencias no se eliminan por móviles económicos, como expresión de una ideología sociopolítica, para ocultar una actividad criminal, para expresar cólera o venganza, para mejorar las propias circunstancias de la vida, en respuesta a una idea delirante o a una alucinación, o como resultado de una alteración del juicio (por ej. retraso mental, demencia, intoxicación por sustancias).

F.  La eliminación de las flatulencias no se explica por la presencia de un trastorno disocial, un episodio maníaco, o un trastorno antisocial de la personalidad.”

Cuando terminé mi exposición, me aplaudieron de pié un buen rato. Con toda modestia, creo que me lo merecía. Puse en juego todo mi saber y experiencia en pos de la venta de una ilusión más. Me sentí orgulloso. Después de todo, ¿qué es la inteligencia sino apenas un medio para ganar dinero?

Carlos Caruso

Psiquiatra y Psicoanalista

carloscaruso [at] speedy.com.ar

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Articulo publicado en
Agosto / 2012

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