Cuando iniciaron los primeros casos de Covid-19 decidimos suspender los encuentros presenciales y comenzamos esta travesía con la valentía de los que se arrojan a acompañar sin un modelo previo. La experiencia que intento transmitir se da en un espacio de formación donde priorizamos la palabra, lo teórico y también el movimiento, lo expresivo con objetos y máscaras, las escenas, la danza, lo lúdico, la plástica y la escritura.
La modalidad virtual nos confrontó con percepciones recortadas, escenas en la bidimensionalidad, cuerpos del otro lado del vidrio sin olores, temperaturas, vibraciones
Circulamos por diferentes plataformas con muchas dudas e interrogantes:
¿Qué es un vivencial en tiempos de pandemia? ¿Qué cuerpo se hace presente en las videoconferencias? ¿Qué espacialidad se da en los encuentros virtuales? ¿Generamos encuentro? ¿Se puede armar trama grupal en la virtualidad?
La modalidad virtual nos confrontó con percepciones recortadas, escenas en la bidimensionalidad, cuerpos del otro lado del vidrio sin olores, temperaturas, vibraciones. Aparecen juegos de los sentidos con el olor-recuerdo que despierta la imagen del mate, la taza de té o el humo del cigarrillo. La pantalla se torna por momentos en espejo.
Sonidos que se entrecortan cuando hay baja señal, distorsionan las palabras, se congelan las imágenes. Me pregunto ¿qué imagen corporal dibujan, esfuman y vuelven a trazar?
Los rostros aparecen y desaparecen según la aplicación detecte sonido, sea movimiento de hojas o un suspiro fuerte, mientras el que está hablando no aparece en pantalla. En cuadrícula o vista del hablante, los fragmentos se multiplican, los míos y los de otros que participan de la sala. ¿Cómo enlazar, integrar el todo y las partes en tanta difracción?
Los coordinadores nos encontramos con una modalidad inédita de la que no tenemos coordenadas, me falta percibir el tono corporal que pueda encender una alarma, la energía alta que trajo hoy un participante. ¿Cómo advertir el momento en que el grupo ha transitado la consigna sin los registros de la materialidad de la carne? Presencias y ausencias. Por momentos lo que aparece como defecto: el no cuerpo, el no sonido, la no palabra, potencia la expresión de los cuerpos. Trato de armar trama de hilos, nudos, predominan las hilachas y vacíos. El cuerpo excluido, a través de zoom, skype, jitsi meet, google meet, es otra máscara. Se va configurando una poética de la fragmentación.
Indagamos este nuevo modo de salir de nuestras casas/cubículos para generar encuentro, en una modalidad remota, que no satisface el deseo de cercanía del cuerpo del otro pero que posibilita transitar el confinamiento sin sentirnos aislados y solos.
Interpelados por sortear el sentimiento de que se nos achica la vida cuando la corporalidad del otro se presenta limitada a la bidimensionalidad de una pantalla, jugamos a generar un espacio concreto en la habitación que utilizaba cada participante. Creando un espacio escénico-escenario-transicional, y que cada uno lo poblará de objetos que hagan más cómoda la experiencia, lo lúdico, la imaginación, la expansión, el movimiento y el descanso. En este construir de cada uno, en forma individual y a la vez acompañado por los otros que están en la sala de videoconferencia, que los escucho, que me miran y miro, es que van cobrando espesor el cuerpo y los vínculos. Circulan los afectos.
¿Cómo construir espacialidad en esta pandemia? Es un tema que nos interroga por su complejidad y porque a medida que avanzamos se desdibuja la idea de la transitoriedad del confinamiento. Estas nuevas formas de estar presentes en modo virtual se van ampliando y extendiendo en el tiempo, exponiéndonos a nuevos desafíos.
¿Se podrá extender mi imagen corporal hacia los otros desde y por la pantalla?
¿Dónde están los sostenes de la hiperconexión?
¿La nueva normalidad incluye los excesos de videoconferencias?
¿A pesar de las dificultades tecnológicas, mejora la imposibilidad de comunicarnos?
La virtualidad entra por las pantallas a nuestras casas generando una nueva espacialidad, donde se encima lo íntimo con lo comunitario, lo público y lo privado. Los comentarios que eran realizados en la confidencialidad del salón ahora pueden ser escuchados por los convivientes de los participantes.
Cuadraditos. Rendijas por donde se filtra el adentro, ventana hacia afuera, que me conectan con cientos de otredades. La mitad del cuerpo vestido para salir y la otra, de la cintura para abajo, con ropa de entrecasa.
La virtualidad entra por las pantallas a nuestras casas generando una nueva espacialidad, donde se encima lo íntimo con lo comunitario, lo público y lo privado
Henri Bergson en Materia y Memoria1, nos dice:
“…tanto en el espacio como en el tiempo, el alma desborda el cuerpo al cual está unida. Vemos para el espacio. Es verdad que la vista y el oído van más allá de los límites del cuerpo; pero ¿por qué? Porque vibraciones venidas de lejos han impresionado el ojo y el oído, son transmitidas al cerebro; allí, en el cerebro, la excitación ha devenido sensación auditiva o visual; la percepción es pues interior al cuerpo y no se alarga. Llegamos al tiempo. Ustedes pretenden que el espíritu abraza el pasado mientras que el cuerpo está confinado en un presente que recomienza sin cesar. Pero nosotros no recordamos el pasado más que porque nuestro cuerpo conserva su huella aún presente.”
En los sucesivos encuentros la pandemia vino a desenmascarar el deseo de cercanía del cuerpo del otro, el confinamiento pone en evidencia las soledades y el individualismo en el que estamos sumergidos.
¿Cómo elaborar la tiranía de un virus, que mantiene nuestros cuerpos encerrados bajo el fantasma de la desaparición, en una socialización con la materialidad ausente?
¿Qué nuevas subjetividades se instauran con el uso de mascarillas? Sondeamos las transformaciones que se producen en el cuerpo al usarlas, frente a la pantalla o con fotos, interviniendo un poema o una pintura, con soliloquios, en escenas. Jugando con los gestos, improvisando danzas de intensidades que faciliten procesar algo de lo que nos pasa.
Navegar es preciso para transitar tanta incertidumbre construyendo comunidad, acumulando inteligencia colectiva, en actitud de coraje de la verdad
Registro de gestos en cuarentena que surgen a partir de escenas: “Mis gestos son distintos cuando no estoy en contacto con gente” “Vivo con cara de dormida” “Necesito verte, tocar-te” “Nunca miré mi rostro tanto como ahora que hago videoconferencias todo el día”.
Y en escenas de la vida cotidiana al salir de casa: “Tardo el doble cuando salgo a comprar… Todo es más lento, pierdo el equilibrio… El tiempo se va como agua entre los dedos”.
El tiempo se estira y acorta sin formas ni rituales que estructuren la cotidianeidad. ¿Será otro ritmo? Lo circadiano pulsa por retomar esa “normalidad” que regula la luz/vigilia y la oscuridad/sueño. Relatos que hablan de desdibujamiento de las barreras entre trabajo y casa. En una continuidad que no permite ese resguardo necesario para reconocer lo que uno necesita. Aparece el cansancio con ardor de ojos y un dilema, si me conecto me duele la cabeza, si descanso me pierdo de estar con otros.
Salir a la calle devuelve un “afuera” que se torna hostil, los cuerpos se evaden mutuamente; los rostros esquivan la mirada como si en el contacto visual se pudiera transmitir virus. La fragmentación se incrementa en este contexto de incertidumbre. Las escenas casa afuera dan cuenta de la pre potencia del Rostro-Mascarilla.
¿Qué disponibilidad perceptiva podemos habilitar dentro del contexto que estamos viviendo? ¿Cómo incide la tecnología en la percepción? ¿Y la globalización de la peste? Entonces, ¿qué pasará con los “Cuerpos Sensibles” de Le Breton?2
“El cuerpo es un filtro semántico”, pues las percepciones son guardadas o desechadas según nuestra propia elección y experiencia. Pero este tipo de relación con las sensaciones, ¿es aprendida?, ¿es intuida? Son pistas que nos da el autor a través de una visión del hombre, de su entorno, de sus experiencias y de su cultura. “Antes del pensamiento o la acción están siempre los sentidos y el sentido”, asevera. Así, la experiencia sensorial y perceptiva del mundo se instaura en la relación recíproca entre el sujeto y su ambiente.
Mutan los virus, el entorno, las distancias, las presencias. ¿Y nosotros? En el ADN de nuestras células hay mutaciones silenciosas que nunca se expresan, pero siguen ahí y con el tiempo se le sumarán deleciones, inserciones o sustituciones en el genotipo modificando el fenotipo de la especie. ¿Qué nuevas formas se expresarán? ¿Qué dominancias surgirán del entorno actual?
¿Será nuestro cuerpo capaz de estimular nuevos circuitos neuronales que permitan acostumbrarse al contacto sin tacto? ¿Qué nuevos neurotransmisores suplantarán a los dependientes de fibras táctiles que hoy nos informan que hubo una caricia o un roce a través de la piel?
Sin respuestas, abrevo en este párrafo de Fernando Pessoa:
“Antiguos navegantes tenían una frase gloriosa: navegar es preciso, vivir no es preciso. Quiero para mí el espíritu de esa frase convertida en su forma a lo que soy. Vivir no es necesario. Lo necesario es crear”.3
El alivio de la creatividad es bocanada de aire fresco, cuando “respirar” cobra tantos sentidos. Por momento navegamos, a veces surfeamos la ola, otras, pegados al periscopio de un submarino tratamos de encontrar un intersticio donde tramitar lo intramitable.
Navegar es preciso para transitar tanta incertidumbre construyendo comunidad, acumulando inteligencia colectiva, en actitud de coraje de la verdad. Un compromiso en y por el presente.
Claudia D’Agostino
cladagostino [at] yahoo.com.ar
Coordinadora Académica del Instituto de la Máscara y Co-coordinadora de las Diplomaturas Universitarias en Psicodrama y Clínica Corporal y Arte. Psicodramatista. Coordinadora de Recursos Expresivos. Lic. en Bioquímica. Especialista en Gestión en Salud y Seguridad en el Trabajo.
Notas
1. Henri Bergson, Materia y Memoria, Cactus, Bs. As., 2006.
2. David Le Bretón, Cuerpo Sensible, Ediciones Metales Pesados, Chile, 2010.
3. Fernando Pessoa, Libro del desasosiego, Emecé, 2002.