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Ni la bengala ni el rock and roll

 

¡Algo habrán hecho! ¡Por algo será! ¡No te metás! Señor, ¿sabe Ud. dónde está su hijo ahora? ¡El silencio es salud! ¡Que robe pero que haga algo!
Son frases de amenaza e impunidad que reflejan una de las múltiples vías a través de las cuales se sembró la semilla del terror y se naturalizaron la corrupción, la impunidad y la muerte a lo largo de décadas.
Los argentinos nos fuimos “habituando” tanto a los 30.000 detenidos-desaparecidos, como a los “cartoneros y sus cartoneritos”, hasta convertir a éstas, como a tantas otras formas de la masacre, en parte de los mitos, del paisaje y del folklore del país y en especial de la Ciudad de los Buenos Aires.
Este mecanismo de renegación utilizado para huir de tanto espanto, nos permitió “mirar” con ojos asombrados las “noticias” de la muerte por desnutrición de 100 chicos por día, siendo la Argentina el sexto productor de alimentos del mundo. Y también mirar, sin ver, como se desmantelaba la industria, mermaban los puestos de trabajo, como el sistema educativo era absolutamente devastado y la estructura hospitalaria se caía a pedazos. Mientras tanto crecían el número de countries, la educación privada y la medicina pre-paga; es decir, “entrábamos al Primer Mundo”.
Se abría de esa forma un abismo entre aquellos que podían pretender proyectos de vida y los que estaban condenados sólo a subsistir, en el mejor de los casos.
Mientras se hiciera “algo” la perversión del sistema estaba justificada. Y dentro de este marco la existencia del boliche “Cromagnon” era sólo un detalle más.
El 30 de diciembre del 2004, apenas producida esta nueva masacre, viejos mecanismos y antiguas huellas subjetivas, se pusieron en marcha aceleradamente.
Desde un primer momento, los medios comenzaron a instalar la pregunta de rigor: ¿que habrán hecho estos “chicos del rock”?; y sus respuestas eran obvias:
-estaban todos drogados y borrachos…
-en el baño funcionaba una improvisada guardería…
-hay que encontrar al inconsciente que tiró la bengala…
-¡¡¡probablemente haya sido un chico, cuyo papá lo sostenía sobre los hombros!!!
-¿cómo estos padres dejaron ir a sus hijos a ese lugar?
Todo esto poniendo el acento en culpabilizar a las víctimas y diluir las verdaderas responsabilidades.
La “máquina de negar” estaba en funcionamiento y trató de legalizar un sistema de corrupción que se encontró al desnudo.
Bajo la máscara de “una tragedia atendida con rapidez y eficiencia, por un Estado atento a sus obligaciones” se trató de volver a un “saludable” silencio (para dicho sistema), ofreciendo a las familias, 300.000 pesos por cada víctima fatal, a cambio de no iniciar acciones legales, y a los sobrevivientes un monto proporcional a las secuelas comprobables.
Pero una lógica diferente a aquélla, que sólo tiene en cuenta los beneficios propios del mercado, también comenzó a funcionar.
La iniciaron los chicos, que salieron y volvieron a entrar al infierno de Cromagnon, tratando de rescatar a sus pares. Y la continuaron los padres al rechazar de plano la perversa “coima oficial”.
A pocos días de la masacre y siguiendo las huellas de las asambleas populares distintos grupos de familiares y sobrevivientes comenzaron a formarse. Al principio, para acompañarse en el dolor, y poco después para organizarse y organizar una respuesta común, capaz de hacer frente a tan impensable situación.
Nacieron allí los primeros jueves marchando alrededor de Plaza Once, que remite al ejemplo que las “Madres de la Plaza” dieron sobradamente, y también la primer marcha del 30, y la primera consigna:

Escucheló, escucheló, escucheló
Escucheló, escucheló, escucheló
Ni la bengala, ni el rock and roll
A nuestros Pibes los mató la Corrupción.

Pero el “no te metás”, estaba operando, y generaba que muy poca gente no afectada de manera directa, se acercase a los grupos de padres y sobrevivientes, así como también se expresaba en el rechazo y la desconfianza de los mismos, hacia todo aquél que fuese de “afuera”, a los de afuera del dolor, a los de afuera de la pesadilla…
Y mucho más si pertenecían a algún partido político.
Paulatinamente, compartiendo vivencias y aunando dolores, se fue construyendo la confianza necesaria y la conciencia de que Cromagnon, no era un hecho aislado, sino un hecho político que atraviesa al conjunto de la sociedad. Llegar a ese planteo llevó no pocas discusiones, a veces muy acaloradas y ríspidas. Especialmente al llegar cada 30 y tener que decidir qué hacer en la marcha, en medio de un dolor renovado y sistemáticas provocaciones por parte del Estado. Lucha titánica, entre víctimas y gran victimario.
De todos modos, quedó claro desde la primera reunión, que este trabajo de elaboración dolorosa y terrible, solo podía realizarse colectivamente, y si existía alguna posibilidad de un nunca más Cromagnon, era de conjunto.
En este proceso los jóvenes son los más ruidosos, los que plantean con mas claridad los caminos de lucha y los que con sus cantos y consignas se oponen con firmeza al marchar silencioso (el silencio, siempre el silencio) propuesto a veces por algunos padres.
Esta juventud ninguneada por un sistema que no le ofrece otra posibilidad que desaparecer (desapareciendo de las aulas, de los puestos de trabajo, de la risa, de la vida), parece tener claro que necesita intervenir políticamente a través de sus propias organizaciones, aquellas que los representen en sus reclamos y exigencias.
Un párrafo aparte merece la observación de los cambios de nombres que realizaron algunos sobrevivientes: de “Ángeles de Cromagnon” a “Sobreviviendo de esa Noche” y actualmente a “Cambiando a esa Realidad”. Doloroso pasaje, desde el dolor de casi-muerte, a la posibilidad de luchar por un cambio.
Pronto se vio que marchar todos los jueves y los 30 de cada mes, no era suficiente para luchar por una real justicia y la bronca, que iba saliendo poco a poco, se fue transformado en fuerza cada vez que el dolor cedía.
Surgieron entonces, charlas y debates en escuelas y universidades, actividades deportivas y artísticas en homenaje a las víctimas, escraches, volanteadas, misas, oficios ecuménicos, suelta de globos, construcción de logos y pancartas, el “Bosque de la Memoria”, pronto a inaugurarse, y muchos otros más.
Cada una de estas actividades fue convocando a un accionar común y muchos padres salieron a la calle por primera vez, a partir de juntar firmas para el Bosque, o ir al escrache, o a la charla en algún colegio.
La muestra itinerante de fotos “Vidas Robadas, Sueños en Marcha”, mostró aquellos rostros que “los culpables no se animan a mirar” y, más allá del dolor, ayudó a cada familia a ir poniendo el acento, en el recuerdo de sus hijos cuando estaban vivos, llenos de sueños y proyectos, en contraposición a las horrorosas imágenes vividas durante los días que siguieron a la masacre y mostrarlos a la sociedad como lo que eran, chicos con ganas de vivir. Queremos que nuestros hijos dejen de ser un número, dirían muchos papás.
Hubo momentos de gran tensión, como el día de la liberación de Chabán, que generaron distintas reacciones, pero aun así se efectivizó la formación de la Articulación de Grupos, que lentamente fue tomando cuerpo, dando como resultado el primero de los documentos consensuados: el “Documento del sexto mes”.
“Afrontamos -se diría en el mismo- constantes provocaciones realizadas con la intención de fomentar nuestra angustia, desesperación y generar reacciones que luego se tergiversaron en los medios o se justificaban únicamente desde el dolor y la supuesta locura, y no desde la legítima exigencia de JUSTICIA”.
A pesar que la prensa trató de mostrarlos divididos, padres, sobrevivientes y amigos solidarios, dieron una eficaz muestra de tolerancia de las diferencias, sin por eso evadir las discusiones ni las confrontaciones. Sobre la base de la independencia y autonomía de cada grupo, se respetaron todas las iniciativas y, aunque con accidentes, lo consensuado era lo que primaba.
Quizás, lo más difícil para sostener esta dinámica, esté dado por la lucha con los viejos fantasmas del silencio, del “¡no te metas!”, del “que robe pero que haga algo” instalados en la subjetividad. De todos modos, el reservorio de los jóvenes, que ya en febrero coreaban una consigna que muy lentamente se fue imponiendo en el conjunto y en el hecho de que varias generaciones marchen juntas después de años de silencio, nos permite entrever que algo está cambiando.
Esa consigna, pretende convocar al conjunto de la sociedad toda, a todos aquellos, que día a día, son víctimas de la exclusión y la indiferencia del sistema: la comunidad educativa en general, las víctimas del “gatillo fácil”, el personal de los hospitales, los obreros desocupados, es decir, el conjunto de Argentina República Cromagnon.
“A los Chicos del boliche Cromagnon,
los mató esa maldita Corrupción,
empresarios y políticos también,
esos que cambian vida por poder.
Por eso yo voy a luchar,
Por esos Chicos que no están.
Por eso yo voy a luchar,
Hasta que no haya impunidad.”
“Queremos que para muchas cosas, por ejemplo para la escucha hacia los jóvenes, para el cuidado de las personas, para los plazos en que la Justicia actúa, contra la impunidad del accionar empresarial y gubernamental, haya un antes y un después de Cromagnon”, son las palabras que hoy, familiares, sobrevivientes y amigos solidarios levantan de conjunto.

Ecos para seguir pensando

- ¡¿Por qué la dejé ir?!
- Mientras no haya justicia seguiremos llevando el féretro de nuestros hijos.
- Nuestros chicos eran alegría.
- ¿Quién tiene el dolorómetro?
- Yo antes, fui a la marcha de Blumberg y llevé a toda la gente del taller.
- Sin movilización no habrá justicia.
- Yo era de los que no querían a los partidos políticos, y a los “de afuera” tampoco
- Que nuestros chicos dejen de ser un número.
- Esto es para largo… tenemos que cuidarnos entre todos… nos necesitamos sanos.
- No hagamos hincapié en lo que nos divide.
- La alegría no es delito, la protesta tampoco.
- Yo estoy aprendiendo a tocar la armónica de mi hijo.
- Ya no tengo zapatillas que lavar.
- Nosotros no somos un partido político, no tenemos ni su disciplina ni su organización, tampoco sus vicios.
- No quiero ser un sobremuriente.
- El boliche fue un crematorio.
- Ahora que la bronca le va ganando la pulseada al dolor.
- Por mi hija ya no puedo hacer más nada, ahora hay que ocuparse de los sobrevivientes.
- En el Día del Padre, quiero darles el beso que le darían sus hijos.
- Tiene que ser un antes y un después de Cromagnon, como en el caso Carrasco.
- ¿Quién tiene más relación con él? Está desbordado, hay que ayudarlo.
- A mí la palabra justicia, así, sola, no me dice nada.
- Queremos renacer, dándonos fuerzas colectivas para seguir en la lucha.

 

Mirta Fabre
Psicóloga
Miembro del grupo Memoria y Justicia por los Pibes. Representando al mismo, participa con frecuencia de las Reuniones de Articulación.
mirtafabre2 [at] yahoo.com.ar
 

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Articulo publicado en
Marzo / 2006